martes, 9 de diciembre de 2008

Pamplona

Resumen rápido del viaje, realmente no apetece tanto escribir a la vuelta como durante el camino, que se le va a hacer. Vayamos por partes.

Del viernes poco que contar, fue un viaje plácido. Pudimos salir al final a las seis, con lo que, con buen tiempo y pocas paradas, llegamos a Pamplona a eso de las doce a casa de Carmen y Flo. Tras los abrazos y la bienvenida estuvimos un buen rato de cháchara sin decidir de todo que se iba a hacer el fin de semana.

El sábado por la mañana al final decidimos no ir a Burdeos porque entre unas cosas y otras se nos hizo muy tarde. Así, que tras mucha indecisión, bajamos al centro para ver Pamplona. Aparcamos bajo la plaza de toros y fuimos a recorrer, bajo una fina lluvia, la zona por la que van los encierros. Subimos a lo alto de la ciudad pasando por el mercado, vimos a San Fermín, la Plaza del Castillo, etc. Nos llamó la atención como han recuperado algunas antiguas calles que estaban más bajas que el nivel actual de la ciudad. Vimos también la catedral, que no es gran cosa. Tras la caminata entró el hambre y nos fuimos a buscar donde tomar un pincho. La cosa estaba complicada porque parecía como si toda la ciudad estuviera en los bares. Buscando buscando encontramos un bar donde se iba ya alguna gente y nos tomamos un par de pinchos por cabeza de aperitivo. En todos lados las cosas parecían (y estaban) deliciosas.

Por la tarde las chicas quisieron ir de compras y como estaba lloviendo acabamos en un centro comercial, que realmente es como los de todos lados. Comimos allí en un restaurante un menú que no era gran cosa, donde sólo la tarta de cuajada rebajó la pesadez de estómago proporcionada por la comida. Tras una tarde de compras volvimos a casa de Carmen y Flo para cenar y descansar, que estábamos cansados de caminar.

El domingo nos fuimos a Francia a ver la zona de costa comprendida entre Bayonne y la frontera española. En una hora aproximadamente estábamos ya en Bayonne y nada más llegar nos sorprendió encontrarnos una feria de navidad. Había un montón de chorradillas y algo de comida que era lo más atacado por los locales, sobre todo las gordeces (crepes, castañas...). No había demasiada gente pero era cuestión de la hora, ya que la gente estaba comiendo, más tarde nos encontramos la feria abarrotada. Para nosotros era muy pronto para comer, así que nos dedicamos a callejear y para nuestra sorpresa muchas tiendas estaban abiertas o abrían por la tarde. Cuando quisimos comer ya no nos daban en ningún lado la comida, así que acabamos tomando unos bocatas bastante ricos en la panadería del centro del pueblo. Comimos al ladito de la catedral antes de acabar de ver el pueblo. Al asomarnos a la muralla nos encontramos un partido de rugby local y a bastante gente viendo el partido. Esperamos a que se produjera un ensayo y, en muy poco tiempo, pudimos verlo y continuamos hasta el coche para dirigirnos, a eso de las cinco, hacia Biarritz.

Biarritz es un pueblo muy turístico y, al ser domingo, había bastante gente de paseo y las chocolaterías estaban todas abiertas. Aparcamos en un parking para no comernos mucho la cabeza y dimos un paseo por el pueblo. Al final no pudimos resistirnos y compramos unos macarons y unos bombones. Bea se compró un megamacaron de frambuesa que estaba impresionante. Rodeamos todo el pueblo por el paseo hasta que se hizo de noche y el frío que venía del mar nos hizo continuar el camino.

Bajamos hasta Saint-Jean-De-Luz. Poco vimos del pueblo, caminamos por la plaza, subimos hasta la muralla y nos dirigimos ya hacia España con intención de parar en Hondarribia. En el precioso pueblo vasco dimos unas vueltas para ver si dábamos aparcado para poder cenar pero fue completamente imposible. El centro del pueblo estaba empedrado y había pocos sitios donde dejar el coche y los alrededores estaban abarrotados. Visto la imposibilidad nos fuimos a San Sebastián.

En la ciudad nos encontramos con una noche espectacular, con unos 12 ºC. Nos dimos una pedazo de vuelta por la ciudad vieja y por el comienzo de la playa de la concha. Había gente por todas partes y el asalto al pintxo parecía operación imposible. Así, tras seleccionar un restaurante conseguimos una mesa para los cuatro. De primero cayeron unos calamares y unas anchoas que simplemente diré que fueron las mejores que he comido en mi vida, con una textura mantequillosa, sin espinas, con un buen aceite... De segundo cayeron un par de presas ibéricas con chutney de mango, un risoto de langostinos y una merluza. De postre un par de helados, un pastel de albaricoque asado y una tarta de crema. Muy rico todo la verdad. Cansados salimos de cenar y nos dirigimos a pamplona a dormir.

El lunes partimos, no sin pena, de casa de Carmen y Flo, esperamos verlos pronto. Antes de volver nos dio la tolada y nos fuimos a la frontera francesa a hacer la compra del mes. Quisimos hacer una compra rápida pero fue imposible, nos tiramos casi dos horas y yo sigo sin comprarme la olla de hierro fundido, que se le va a hacer pero no había ninguna que me convenciera. Compramos dulces, quesos, yogures... Al final acabamos saliendo desde Francia a las cuatro de la tarde y no llegamos a casa hasta las once menos cuarto de la noche, cansados pero satisfechos.

¡Hasta la próxima aventura!

jueves, 4 de diciembre de 2008

Escapada rápida

Nos vamos de nuevo. Viaje relámpago para ver a Flo y a Carmen a Pamplona. El viernes, si nada se tuerce, saldremos de puente. Son sólo 700 Km hasta allí, un paseo en nuestro ritmo habitual. No creo que actualicemos en directo, pero prometo escribir a la vuelta y poner fotos.

Por cierto, si quereis echar un ojo a alguna foto más de las que publico en el blog, pasaos por mi cuenta de flickr

domingo, 12 de octubre de 2008

Día 9: Bordeaux - Coruña

Llegamos! Es una pena pero esto se acabó. El año que viene otra cosa vendrá, probablemente tocará continuar el viaje de Suiza, que quedó inacabado. Hoy ha sido un día largo y aburrido, con carretera y más carretera. Lo único destacable es que el gps nos mandó por una zona donde el creía que había una autopista, pero estaba inacabada. Así acabamos haciendo cuarenta km por el medio de las montañas de Álava. Un impass en el camino que realmente hacía falta, para desentumecerse. Al final, llegada a Coruña y foto finish de casi todas las compras realizadas. En cuanto tenga tiempo hago un post con las conclusiones del viaje. Hasta la próxima.

sábado, 11 de octubre de 2008

Día 8: Compiegné - ¿Paris? - Bordeaux

Pues sí, comenzó el viaje de regreso. Hoy nos levantamos tarde a posta porque la idea era dar una vuelta por Compiegné y hacer menos de 700 Km hasta Bordeaux, así que salimos del hotel casi a las 12 del mediodía. La pequeña ciudad tiene pinta de ser un núcleo universitario, no veíamos más que campus. Intentamos dar una vuelta por el centro en coche pero había mercado y fue imposible, así que nos conformamos con ver las iglesias de lejos y partimos dirección a Bordeaux.

El camino hacia alí pasa impepinablemente por los alrededores de París, y claro, estando tan cerca y haciendo tan buen tiempo (unos 20 grados) nos dio rabia no tomarnos un plato de ramen en la zona japonesa (vaya vicio tenemos con el ramen). Así, en el último momento un volantazo nos llevó en dirección al centro de París. Una vez metidos en el meollo decidimos que porque no subir en coche a Montmartre y ver el Sacre Coeur. Así, ni cortos ni perezosos, acabamos buscando donde aparcar allí al lado. Dejamos el coche donde buenamente pudimos y, muertos de hambre, hicimos un alto en una panadería para comprar un quiche de tres quesos y una fougasse (una especie de pan) de aceitunas verdes. Con fuerzas renovadas subimos hasta el Sacre Coeur en medio de una marabunta de turistas. La verdad es que la basílica es preciosa y que las vistas de París acojonantes a pesar de la bruma, pero tanto turista en tan poco sitio agobia un poco. Dentro de la basílica parecíamos borregos en medio de un rebaño. En otras zonas de la ciudad hay también mucho turista pero en aquella zona, todos concentrados en tan poco sitio la cosa era un poco coñazo. De todas formas salimos contentos, el sitio es precioso y hay un ambiente muy especial con la gente tocando.

De ahí bajamos a la zona del Louvre/Ópera al restaurante Sapporo Ramen. Los que sigais el blog desde el principio ya lo conoceréis de nuestra primera visita a París. Esta vez aparacamos y llegamos recordando por dónde habíamos estado y no nos costó mucho. Comimos dos platazos de ramen, Bea uno con sésamo y cerdo y yo uno con langostinos. 20€ por los dos en pleno centro merecen mucho la pena, ¡comida sana y nutritiva! Acabamos de comer y salimos ya dirección Bordeaux, quedaban todavía 600 Km y eran las cuatro y media de la tarde. En total pasamos en París unas tres horas, pero es que nos daba tanta pena...

De camino a Bordeaux hizo un tiempo precioso, con mucho sol sobre todo en el Loira (a 25º estábamos). Por el camino paramos a hacer una compra en Poitiers en un Auchan. Cargamos el coche de galletas, fiambre, quesos y chorradas varias para tener reservas de cosas francesas en España (que galletas, dios mío! xD). Dos horas más de charla en el coche y llegamos a Bordeaux, al hotel que cogimos la primera noche (Kyriad Lormont para los interesados) a descansar.

Por el camino tuvimos la eterna discusión que a quien quieres más, si a París o a Londres. Es una decisión difícil porque son dos ciudades muy distintas. París se ve más monumental y romántica pero también se ve más sucia y desorganizada, además de que en general uno se siente más inseguro. Londres es como más vibrante y acelerada y quizás incluso más cosmopolita. Es como una canción rápida o una lenta, depende de lo que te apetezca un día, pero al final, nos quedamos con Londres dos de cada tres veces!. Si tuviera que vivir en una de las dos me quedaría con Londres sin duda. Bueno, mañana sólo nos queda el camino hasta Coruña, escribiremos al llegar. ¡Hasta mañana!

Día 7: Londres (día 4) - Compiegné

Hoy nos levantamos por la mañana algo tristes por el hecho de que era nuestro último día en Londres. Tardamos algo de más en salir del hotel porque Bea estuvo haciendo ingeniería maletil para que todo cupiera dentro de las dos maletas que llevábamos, que ya venían bastante llenas y las compras abultaban. En cuanto estuvimos listos, arrancamos hacia St Pancras.

El paso por la estación era necesario para dejar las maletas en la consigna, que aunque era algo cara, era nuestra mejor opción, ya que la otra era volver hasta el hotel a recoger las maletas luego, pero nos quedaba lejos y el tiempo era escaso. Así que tras patearnos la estación de lado a lado (no se a quién se le ocurrió poner una única consigna y en el extremo contrario a la salida del metro) nos dirigimos al objetivo del día: Camdem Town.

Camdem Town es, a día de hoy, el mercadillo más famoso de Londres. Para que os hagais una idea el día grande es el domingo. Pues bien, ese día no se puede coger el metro desde Camdem Town, es sólo de salida la estación ya que se forma tal atasco de gente que no se puede entrar y salir desde la estación. Hoy era viernes y había bastante ambiente, aunque no era un agobio. No se como describiros aquello, es acojonante la cantidad de cosas que hay. Eso si, siempre que algo no ponga precio recordad regatear. Sin mucho esfuerzo un vendedor nos dijo un precio y nos lo rebajó al 50% en cuestión de un minuto porque pasamos de él. En fin, que aquello es abrumador. Hay muchos tipos de tiendas y puestos, ya que hay como tres o cuatro mercados unidos y además tiendas por la calle. En general hay un montonazo de ropa, para todos los gustos. Y cuando digo todos son todos los imaginables, desde ropa para clubbers (con la famosa tienda cyberdog), pasando por ropa para gothic lolitas, punkies, heavies y las cosas más fashion que se os ocurran. A mayores hay gente que hace su propia artesanía como bolsos de punto, joyería, camisetas... En el medio de todo esto hay cantidad de puestos de comida dónde coger para llevar alimentos de medio mundo.

Nos pusimos a recorrer todo esto arriba y abajo. Para comer nos metimos en un café y nos tomamos unos sandwiches y continuamos hasta que el cuerpo aguantó. Al final compramos poca cosa, porque realmente saturaba. Ya no es sólo que haya mil tiendas, es que en cada una el material está amontonado. Bea compró un anillo y yo unos comics en una tienda muy chula que estaba en un lateral de una calle. Poco antes de irnos nos tomamos un chocolate y un chai en una cadena de cafeterías que hay por todo Londres llamada Café Nero. Es una pasada lo caras que son las cosas allí, pero lo más sangrante son los cafés. En starbucks un café cuesta a partir de dos libras. En nero las cosas están bastante más ricas, pero pagamos 6 libras por las dos consumiciones, acojonante. Medio muertos fuimos a la estación a coger el tren. Con la coña del incendio del tunel el check in era más lento de lo normal y la cola casi salía de la estación. Veinticinco minutos más tarde ya estábamos esperando en el hall del eurostar y poco después estábamos acomodados dentro.

Cuando llegamos a Lille nos pasó el follón del día. La máquina del parking no nos aceptaba la tarjeta (vete tu a saber porqué, porque ni la Visa ni la Mastercard). Además, no nos pillaba más de un billete y no dábamos pagado. Al final, conseguí que bajara el chico del parking y, como pude, le expliqué la situación y me cobró en la oficina. Lo malo es que todo esto nos llevó una hora así que salimos un poco tarde hacia Compiegné, donde dormimos.

Compiegné está a 130 km de Lille, pero nos pareció buena idea hacer unos pocos km antes de salir mañana hacia Bordeaux, dónde pasaremos la última noche del viaje. Bye!

jueves, 9 de octubre de 2008

Día 6: Londres (día 3)

¡Como pasa de rápido el tiempo en esta ciudad! La verdad es que todavía no nos hemos ido y ya tenemos ganas de volver. Las cosas no se como, pero parace que suceden como tienen que suceder aquí. Además, te ves como impulsado a meterte en el ambiente de aquí. ¡Dos semanas más aquí y me vuelvo gay! ( o no xD) En fin, que entras y sales del metro como en medio de un fluir de gente que va para todos lados. El metro es un punto aparte, es rápido y no tarda nada en aparecer. La vez que más tardó en aparecer fueron tres minutos de reloj. Pero bueno, dejemos de divagar que esta ciudad da para mucho y metámonos en el ajo.

Hoy por la mañana nos levantamos con un sol resplandeciente y tras las recomendaciones de ayer de Juan Carlos y Patricia hicimos una visita relámpago (aunque eso nos llevó más de dos horas) al museo de historia natural. Ya sólo el edificio impresiona, todo de pieda con tallas de animales en los sitios más insospechados. Además, la piedra tiende a un color rosado muy bonito. Los objetivos principales era ver esqueletos de dinosaurios (el de la entrada es anonadante) y minerales (mención especial los meteoritos y a las joyas). Además de todo esto, alucinamos con los esqueletos de ballenas, incluyendo uno de una ballena azul. Dios, estoy deseando ver una viva en el mar, ¡te hace sentir tan insignificante! Hicimos unas cuantas compras y nos fuimos.

Después de esta nos fuimos camino del Imperial War Musseum en bus, por aquello de ver el camino. Cogimos un bus no de todo bueno y tuvimos que cambiarnos a otro, con lo que nos llevó un rato llegar. El museo también era la leche. Delante de la entrada había un cañón de artillería naval y en el hall, un Spitfire, un Messerschmitt Bf109, una V2... En fin, la leche. Entre la colección me llamó especial atención que estaba el tanque con el que el coronel Montgomery (Monty para los amigos) combatió en la batalla del Alamein. Además de la "chatarra" había un montón de vitrinas con armamento, uniformes, insignias y curiosidades varias. Mención especial a la recreación de la vida en una trinchera de la primera guerra mundial, realmente acojonaba.

Tras hacer un alto y comer en la cafetería del museo un par de sandwiches de salmón ahumado con queso, un yogurth griego con chutney de dátiles, un zumo de manzana y arándanos y un té (14 libras) nos fuimos hacia Embarkment (al sur muy cerquita de Trafalgar Square) a pillar un barco hacia Greenwich. De camino cayeron unas fotos del Houses of the Parlamient (con su correspondiente Big Ben). En la travesía en barco, amenizada por un tripulante del barco que era más inglés que los ingleses y que destilaba auténtico humor locar con su mala leche característica, fuimos viendo el HMS Belfast (un barco de la segunda guerra mundial que está atracado en el Tamesis), la London Tower, el Tower Bridge y la Saint Paul's Cathederal. Cayó, como no, la anécdota de que le vendieron a un americano el Puente de Londres y el tipo lo compró por una pasta pensando que era el Puente de la Torre. En realidad el puente de Londres es un cutrepuente que está al lado y al tipo lo timaron.

En Greenwich ya no paramos porque era tarde, hacía frío y estaba todo cerrada. Así, lo que hicimos fue coger el DLR y apuntarnos volver allí para la próxima. El tren va elevado, en plan las películas americanas, y como no tiene conductor vas viendo delante por donde vas. El recorido pasa por Canary Wharf, un barrio nuevo lleno de rascacielos, con lo que las vistas desde el tren eran espectaculares. Íbamos un poco apretados porque ya eran las seis y salían muchos oficinistas de currar. Cogimos un metro desde Bank, donde nos dejó el DLR, hasta Picadilly Circus, para hacer unas compras, que estar todo el día sin ir de compras en Londres es pecado.

Nada más salir del metro nos metimos en una tienda de deportes de cinco pisos con megadescuentos. Después de comprarme unos zapatos Reebok muy chulos por 25 libras, tiramos otra vez Regent Street arriba que nos queron el otro día muchas tiendas sin ver. Dimos una vuelta y me compré una taza muy chula y original, ya la veréis. Como ya estábamos cansados nos fuimos a cenar al Soho y acabamos en un japonés llamado Cape Town Fish Market. Era el típico con una barrita circular por la que pasando platos y tu coges lo que te pete. Según el color del plato te cobran un precio u otro. Vamos, como el Lizarrán pero en japo. La comida toda impresionante. Tomamos sahimi de atún rojo, de salmón, de pulpo... nigiri de torilla, makis... Todo hasta que nos aburrimos de comer. De postre nos tomamos unas fresas, algo poco japonés, pero nos sorprendieron los buenas que estaban, porque de apariencia parecían algo verdes, pero que va, se deshacían en la boca. En fin, que salimos llenos a reventar de un japonés (quien lo diría) por 32 libras los dos. Realmente en Coruña nos timan con los japoneses.

Salimos de allí y nos metimos en una de las pocas tiendas abiertas para rematar el día. Cuatro pisos enormes de ropa, aunque al final descubrí que, al menos allí, no podía comprarme ninguna parte de arriba porque los ingleses tienen los hombros extraordinariamente estrechos. Muertos regresmaos pronto al hotel, mañana toca Camdem Town y comenzar el viaje de regreso. Todavía no nos hemos ido y ya nos tarda volver. Realmente puede ser interesante vivir aquí...

Día 5: Londes (día 2)

Por la mañanita nos levantamos con intención de ir al British Museum, pero como no abría hasta las 10 nos lo tomamos con algo de calma. Antes de meternos en el metro acompañamos el té de cortesía del hotel con un par de muffins (uno de limón y otro de cocholate). Cogimos el metro por la Picadilly line (dos días aquí y sólo henos cogido una línea) y, tras caminar cinco minutos apareció delante de nosotros el museo.

Nada más verlo delante ya acojona el edificio. Una vez dentro, la cosa es todavía mejor. Quizás lo único malo de él es que abruma con la cantidad de cosas y, al final, uno ya no valora lo que ve. Hay material egipcio, griego, romano, mesopotámico, asirio, .... Realmente es la leche lo que han expoliado estos tipos. Salimos tras unas horas con ganas de comer, y tras dar unas vueltas en dirección a Leicestre Square y parar en una tienda que vendía juegos de mesa, entre otras, acabamos en un hindú con una pinta magnífica. La verdad es que la comida era muy muy buena. Bea se pidió unos langostinos hechos a la brasa con una salsa de menta y yo me pedí un mezcladillo de mariscos en una salsa con base de coco. Todo ello acompañado de arroz aromatizado con azafrán y comino y un pan naan (algo así como base de pizza pero muy fina).

Salimos de allí satisfechos y con el estómago caliente por las especias y nos dirigimos a un par de tiendas freaks de comics y juegos de rol de la zona. En la primera (Forbidden planet), nos paramos un buen rato a curiosear figuras de series, comics y chorradas varias. En la segunda (Orcs nest) compré un juego de cartas en el que tienes que escapar de los zombies, a ver que tal resulta. Tras la compra freak del día, volvimos a la zona de Covent Garden, curioseando en tiendas de ropa vintage, tiendas de cosas de diseño... para acabar en la plaza, sentados, viendo como unos artistas callejeros atraían la atención del público para ganarse unas libras. Descansamos veindo el espectáculo un rato antes de volver hacia Picadilly a ver si de una vez nos decidíamos a comprar las entradas. Al final, el sitio que me habaían recomendado para comprarlas sólo las vende para el mismo día, así que de momento la cosa sigue en suspenso. Mañana se verá si vamos o no al musical.

Tras el intento frustrado nos largamos a Harrods. Es impresionante la de cosas caras que haya allí, a precios realmente desorbitados. Si ya nos alucinó un futbolín de 6000 libras, pero fue cuando vimos la horterada de ese mismo futbolín recubierto de cristales de Svarosky por 50.000 libras. En fin, que tras recorrerlo un poco Bea se compró unos calcetines que le hacían falta y yo cargué una cesta de galletas variadas con buena pinta.

Mientras estábamos allí, quedamos con un amigo que estaba aquí con la novia de viaje y el otro día descubrimos que coincidíamos. Nos fuimos al hotel a dejar la compra y bajamos con ellos por el Soho a tomar unas cervezas. Por fín me atreví a tomar una cerveza tibia inglesa, sin gas. La verdad me esperaba una cosa bastante desagradable, pero para mi sorpresa me encantó. Cuando cerraron los pubs deambulamos y acabamos en un KFC cenando (de lo poco que encontramos abierto a la una de la mañana). Cenamos y nos despedimos, ya tarde, y cogimos un bus nocturno hacia el hotel. Mañana a ver a donde vamos!

martes, 7 de octubre de 2008

Día 4: Lille - London

Por la mañana nos levantamos y fuimos corriendo a coger el tren. Llegamos a toda leche sólo para averigüar que nos habían dado billetes para un tren que no existía! Ese tren salía sólo los fines de semana. No problem, nos daban billetes para el tren de las 10:09, en vez de el que teníamos para las 9:26. Media horita más de espera no hace daño a nadie. Esperamos en la estación, Bea con un chocolate caliente y yo con un periódico inglés, para irme ambientando. Pasamos el check-in de forma bastante más fácil que en el aereopuerto, eso sí, nos escanearon los dnis y los miraron varias veces, primero la policía francesa y luego la inglesa.

El tren la verdad es que va muy bien, es cómodo, los asientos van suficientemente separados y tienes un echufe en un lado (hay un montón de gente con portátiles, aunque wifi no hay). Llegamos a la estación con algo de retraso por culpa de las obras de arreglo del incendio del otro día, y lo primero que hicimos fue ver si había consigna para dejar las maletas el día que nos vayamos. Tras localizarla y ver que valía una pasta pero que mejor pagar una pasta que cargar con las maletas todo el día, fuimos al metro camino del hotel. Nada más llegar al metro preguntamos a un tipo de información, el primer personaje del día. El tipo era muy simpático y nos dijo cual era la opción que nos salía más barata. Tras hacerle caso en un expendedor automático llegamos a la estación de Earls Court. Al llegar pregunté a un kiosquero por la guía A-Z y tras decirme que él era el más indicado y que las tenía todas, le preguntamos a un policía dónde estaba el hotel. Siguiendo sus indicaciones y tras dar un par de vueltas de más (el cartel del hotel no se correspondía por fuera con el nombre actual del hotel) dejamos las maletas en recepción para ir a comer. Como había visto un cartel de publicidad delante de la estación de un Wagamama, una cadena de ramen, nos dirigimos a comer allí. Nos tomamos unos cacerolos de ramen, bastante especiado. Que bueno está y que bien sienta! El mío llevaba salmón y el de Bea pollo, amén de una colección de algas y de algún vegetal descocnocido. Al postre ya no llegamos desgraciadamente, porque tenían una pintaza, pero es que el ramen llena mucho. Coste total 22 libras, unos 30€ dos buenos platos de ramen y dos bebidas, aceptable la verdad.

Volvimos al hotel y subimos a la habitación, en un tercer piso. La habitación es bonita y no parece una habitación londinense, salvo por la decoración, Hay un baño medianamente grande con bañera con ducha, un microondas, una kettle con dos tazas para hacernos el desayuno, una tele tft, una cama grande... En fin, que fue un acierto el hotel. Tras dejar todo cogimos el metro y nos fuimos a Hyde Park Corner para desde allí enfilar el palacio de Buckingham, Green Park y Saint James Park. Paseamos por allí para llegar a Trafalgar Square y, desde allí, coger un bus durante dos paradas hacia Leicester Square para descansar un poco los pies y ver las cosas desde más arriba (aunque sea sólo un poco). Nos bajamos y nos dirigimos a Picadilly Circus. Alli cerquita entramos en la tienda de comida japonesa de la que encontré la web hace unos días. Como sirven a España no compramos nada más que un par de pasteles de te verde y una bebida parecida a la gaseosa para picar por el camino. En cuanto vuelva hago un pedido.

Desde alli vagamos un rato sin rumbo y encontramos un mercado de antiguedades y curiosidades. Bea compró un anillo de ambar y desde allí nos dirigimos de compras por Regent Street. Fuimos de tienda en tienda haciando algunas compras. Bea se pilló unos zapatos (como no!) y una gabardina muy inglesa que se puso rápidamente porque llovía a pocos. Cruzamos hacia Oxford Street desde Regents y la recorrimos hasta el cruce de Totenham Court Road que cogimos de nuevo hacia Leicester Square. Por la zona buscamos un pub donde tomarnos la primera pinta, pero eran las ocho y estaba todo el mundo haciendo lo mismo. Tras dar unas cuantas vueltas encontramos uno con sitio donde sentarnos. Una pinta y media y casi 5 libras después, bajamos hasta Covent Garden y, de nuevo, tiramos hacia Picadilly. Allí cenamos en el Planet hollywood (!) unas hamburguesas (La mía con queso y la de Bea con salsa barbacoa y bacon). El sitio era bastante decadente, se veía muy desfasado, pero las hamburguesas no estaban mal, eso sí, 25 libras las dos con una bebida.

Estábamos muertos de todo, así que nos fuimos al hotel a descansar, que mañana es un día muy largo.

Día 3: Reims - Brussels - Lille

Ayer como comprobastéis, no actualizamos. La verdad es que el hotel en el que estábamos era bastante cutre y la wifi iba tan mal como un modem de 56k (seguro que tenían el emule a toda pastilla). Entonces hoy toca partida doble.

El día amameció en Reims oscuro pero no llovía. Hicimos el check-out del hotel y les pedimos dejar el coche allí hasta las once y aceptaron. Mola que la gente tenga algo de flexibilidad, hay hoteles donde son unos bordes, pero estos eran majetes. Muy buen hotel en muy buen sitio de Reims, sin duda. Nos fuimos dando una vuelta hacia la catedral y de camino cogimos unos pasteles y los fuimos comiendo. La catedral es una pasada y tiene un significado muy importante en la historia francesa, ya que era aquí donde se coronaba a los reyes. Nos dimos un paseo por el interior, admirando las vidrieras, aunque algunas ya no eran las originales porque Reims quedó muy dañada en la primera guerra mundial. Sin muncho tiempo ya, nos dirigimos dando una vuelta hasta el hotel y encantados con la ciudad, prometemos volver con más tiempo por la zona.

Partimos camino de Brussels, pero no por la ruta que marcaba el gps, si no por las nacionales que atraviesan el bosque de las Ardenas, por el sur de Bélgica. Esta zona tiene una importancia en la historia de la segunda guerra mundial ya que por aquí entraron los alemanes cuando conquistaron Francia. Es un bosque precioso, frondoso y las carreterass eran un encanto para conducir, aunque en general mal asfaltadas. Llegando a Brussels vimos que todo estaba sucio y descuidado, y que además había muchísimo tráfico. Hoy confirmamos que había huelga en el país que había paralizado los trenes, servicios de limpieza, universidades... En fin, que tenemos un imán para las huelgas tras lo de París. Al llegar hicimos lo típico en el poco tiempo que teníamos. Nos fuimos derechitos para la Grand Place, recorrimos unas tiendas de curiosidades, vimos el Maneken Pis (que ya sabía que era cutre pero Bea quería comprobarlo por si misma), comimos unos mejillones con crema de ajo y apio, tomamos unos gofres,... Todo lo típico, y tan típicos fuimos que no podíamos irnos sin parar en una pastelería y comprar unos bombones. Probamos uno de muestra y nos quedamos convencidos, eran magníficos. Nos compramos una cajita medianamenente decente que rellenamos con nuestra selección de variado y también compramos unos macarrons, un tipo de dulce que probamos en Francia y que nos encanta. Fue caro pero menos de los esperado, 16€ la caja de bombones y 8,75€ los macarons (la caja de 8).

De camino a Lille, más caravana. Al llegar fuimos derechos a la estación del Eurostar, para recoger los billetes. Al final no había expendedor automático en esta estación así que nos tocó hacer cola en la ventanilla. Ya con los billetes nos fuimos a buscar el hotel y tras dar un par de vueltas (pensamos que el gps no tenía la calle del hotel pero al final descubrimos que sí) dejamos las cosas en la habitación y nos fuimos al Carrefour a hacer algo de compra para cenar. Nos pillamos una especie de pizza de una masa hojaldrada muy rica. Tras esto nos fuimos a dormir que la mañana siguiente cogíamos el tren.

domingo, 5 de octubre de 2008

Día 2: Bordeaux - Reims

Segundo día de tute. Ayer estuvimos pensando dónde dormir hoy, y la cosa estaba entre irnos a la costa de la alta normandía o a París para ver el salón del automóvil, Metz para verla de noche que dicen que espreciosa o Reims que es la capital del champagne. La cosa quedó en esta última y fuel el destino final de esta etapa. Ayer, además, estuve buscando museos de la segunda guerra mundial, aficionado que es uno, y encontré uno que nos quedaba casi de camino, lo que marcó el paso intermedio de nuestra etapa.

Por la mañana se nos pegaron un poco las sábanas y, tras desayunar unas galletas con el café de sobre que te dan gratis en los Kyriad, arrancamos hacia el museo de los blindados en Saumur, que queda al comienzo del valle del Loira. Trescientos km nos esperaban, cien de ellos por nacional. Por el camino, la cosa no pintaba mal de todo en cuanto al tiempo, estando el día oscuro que no llovía. Llegamos al museo y pintaba genial, no era un edificio bonito (mas bien eran como una nave industrial), pero ya se divisaban un par de tanques a la entrada. Pagamos 6€ por los dos (bien poco) y empezamos por unos cuantos tanques franceses de la IGM y de entreguerras. La colección era espectacular, había un montón de tanques de la segunda guerra mundial, sobre todo alemanes, aunque también rusos, americanos y franceses. Tambié había cosas más modernas de estos ejércitos, incluso algún tanque francés contemporáneo. En medio del museo había gente vendiendo artesanía de la zona (y la exponian encima de los tanques!) y un puesto en el que hacían bollos de pan en un horno de leña y que rellenaban con setas de temporada. Nos sentaron muy bien el par de bocadillos, uno de champiñones y otro de shiitake que nos tomamos. No nos costó nada pedirlos, la chica era de Pontevedra!

Salimos del museo y nos dirigimos al castillo de Saumur, simplemente por verlo desde fuera (es privado) y contemplar el río. En aquellos momentos el viento arreciaba y nos quedaban muchos km por delante. En el camino a Reims llovió bastante, si no lluvia gorda, si una espesa capa de llovizna. Además tuvimos que circunvalar París, y un domingo a estas horas estaba a reventar de coches. Al final llegamos al hotel en Reims a eso de las ocho. Aparcamos y nos fuimos a buscar dónde cenar. Aquí hoy no bajé la cámara, porque lloviznaba y además íbamos a buscar un buen sitio donde cenar y no quería bajar de mochila. Mañana por la mañana haré fotos, lo prometo.

Esta ciudad es realmente encantadora. Tenía miedo que llegando un domingo no encontrara un sitio decente donde cenar, pero no me esperaba la vida que tiene esto. Por la calle había un montón de universitarios volviendo del fin de semana. Las calles del centro, por alrededor del hotel son una maravilla, con un empedrado precioso. Dimos unas vueltas y nos decidimos por un restaurante con muy buena pinta. De entrante nos tomamos un queso fresco de cabra envuelto en una masa brick acompañado de un tapenade casero. De segundo Bea tomó un chucrute de mer, en el que el chuchute iba acompañado de varios pescados, mejillones, vieiras y langostinos. Yo me tomé vieiras con una terrine hecha con el coral de las vieiras. De postre Bea eligió unos profiteroles rellenos de helado y yo un helado de nougat con frutos rojos. Todo impresionante, y la cuenta ascendió a 65€ los dos, lo cual es caro pero no exagerado para lo que comimos y más yendo fuera de menú. Para bajar la comida nos dimos otro paseíto por la zona y al hotel a descansar. Mañana nos vamos a dar vueltas por ahí y luego a dormir a Lille. Llevamos unos 1700 Km. Hasta mañana!

sábado, 4 de octubre de 2008

Día 1: Coruña - Bordeaux (de nuevo)

Parece que Bordeaux es nuestro punto de entrada en Francia, pero la verdad es que es muy cómodo. Por un lado la ciudad es preciosa, con un montón de edificios que recuerdan a París, un gran río con bonitos puentes, rica comida, y además, tenemos un par de hoteles de mano baratos y buenos. Por si esto fuera poco, Bordeaux es la puerta de entrada para cualquiera que vaya hacia casi cualquier punto de Francia. Salvo que uno se dirija hacia el mediterráneo, para llegar a casi cualquier sitio de Francia desde Galicia ha de pasar por esta ciudad.

En fin, que hoy ha sido un día de mucha carretera. Tras salir a una hora medianamente prudencial y llenar el depósito, poco que contar hasta llegar aquí. Un viaje apacible, con poco tráfico (salvo en el País Vasco) y buen tiempo (no cayó ni una gota, y eso que las previsiones daban lluvia en parte del camino). Llegamos a Bordeaux a eso de las seis y media, aparcamos y ¡a pasear! Dejamos el coche en un parking cerca de la catedral, debajo de un centro comercial. Fuimos a buscar algo de comer, ya que por el camino no paramos, solo picamos algo. En una cafetería nos pillamos unas ricas quiches para llevar, y que bién se come en este país. La mía de salmón y calabacín, la de Bea tomate, mozzarella, jamón y albahaca. Subimos paseando y comiéndolas por el equivalente a la calle real de aquí, pero casi no paramos en tiendas, porque todo cierra a las siete o siete y media. Al final de la calle, la ópera, la explanada de las Quinconces y nuestro objetivo, ¡una tienda de helados artesanos que ya conocíamos! Allí pillé uno de castañas y café y Bea uno de chocolate. Comiendo los helados bajamos por el lateral de la Ópera hacia el río y continuamos por él para ver el crucero que estaba atracado en la orilla. Poco después de sobrepasarlo dimos la vuelta por la acera contraria, mirando las terrazas iluminadas de las cafeterías. ¡Esta ciudad tiene tantos rincones bonitos! Como ya era algo tarde y estábamos cansados fuimos a por el coche para ver si nos daba tiempo de ir a Carrefour a coger comida para cenar. Pillamos una bandeja de viande des grissons (lo nuestro es vicio con ese fiambre), un poco de queso (que tenía una textura parecida a la torta del casar y era algo fuerte), un poco de pan y unas galletas. Fuimos al hotel a cenar y ahora a la cama.

Mañana estamos en Reims, si tenemos wifi prometemos escribir. Si no, como siempre, leereis dos días seguidos.

lunes, 29 de septiembre de 2008

De nuevo en marcha

Nos vamos, otra vez... El sábado marchamos de aventura londinense y como estamos bastante pillados, vamos en coche y tren. En tres días nos plantaremos en Lille (todavía no tenemos ruta para esos días, irá sobre la marcha) y cogeremos un tren a Londres. Tras cuatro días en Londres regresaremos y volveremos en dos días de gran paliza (hay casi 1800 Km hasta Lille) por otra ruta distinta, que no hay que repetirse. Como siempre, y salvo que al final nos falle la conexión en el hotel, actualizaremos el blog todos los días, así que estad atentos.

Hasta el sábado!

miércoles, 20 de agosto de 2008

Lisboa, día 3

El tercer día comenzó como el segundo, con un desayuno homenaje de los que hacen época. Tras abandonar el hotel fuimos hasta el monasterio de los jerónimos, en Belem, a comprar pasteles en la pastelería más famosa de la ciudad, dónde hacen los pasteles de nata más ricos. La cola era bastante grande, pero parecía que se movía, así que esperamos para poder traernos unos pastelillos para el viaje, familia y amigos. Buyo también compró algo de café que olía muy bien, a ver que tal sale.

Salimos de Lisboa en dirección a Estoril. Recorrimos el pueblo en coche y fuimos a Cascais. Allí, en una feria de artesanía nos compramos Bea y yo un juego de té vietnamita precioso, lacado por fuera con cásacara de huevo. Al lado de la feria Bea vio un sitio donde alquilaban Segways, y allí fuimos ella y yo. Alquilamos un par de ellos media ahora ay, mientras Buyo y Rosa tomaban algo en una terraza (pedazo de día que hacía) nos recorrimos el pueblo. La verdad es que estos cacharros son una maravilla, muy manejables y bastante rápidos.

Salimos de Cascais en direccion a la Boca del diablo, un bonito acantilado. En el sitio había las típicas tiendas para guiris y un par de chiringuitos donde probé una rica bebida de mango que tenía un gas parecido al del kas manzana. Cuando nos cansamos fuimos a Sintra, cogiendo una buena caravana por el camino.

A Sintra fuimos con un claro objetivo, ver o Palacio da Pena. El palacio está rodeado por unos jaardines realmente brutales. Por haber hay hasta sequoias, ginkos... Es como un gran jardín botánico, realmente enorme. A medio camino del alto hay un palacio inspirado en los castillos del sur de Alemania. El castillo es amarillo y rojo, con detalles por todas las esquinas. Desde pequeñas filigranas en la piedra a bonitos azulejos. No pagamos la entrada al interior de palacio porque íbamos un poco justos de tiempo, pero los exteriores merecieron mucho la pena.

Ya sólo quedaba volver hasta Coruña, otros seiscientos km con mucho tráfico, pero la verdad no me importó lo más mínimo, ya que el fin de semana ha merecido mucho la pena.

Lisboa, día 2

El segundo día nos levantamos y nos arreglamos para bajar a desayunaar a eso de las nueve y media. El desayuno, simplemente espectacular. Había muchísima variedad de fruta, bollos, panes, zumos y comida caliente como tomates asados. Uno de los mejores desayunos de mi vida, la verdad. Los planes del día incluían ver la torre de Belem y el monasterio de los jerónimos, así que para allí fuimos, en medio de un día gris pero caluroso. Compramos una tarjeta que incluye todos los viajes que quieras hacer en el día en cualquier transporte público por unos 4,20€ y cogimos un bus hacia la plaza del comercio, de donde salen muchas líneas. Allí cogimos un tranvía en dirección a Belem, no sin antes flipar de lo rápido que van los buses por la ciudad.

Hay una parte que hay que sufrir con respecto al Tajo en Lisboa y es que la ciudad no está pensada para mirar hacia el río. Así, muchos edificios tienen sus entradas en la parte contraria a lo esperado y lo peor, hay una vía del tren que sigue el río y para cuzar a ver ciertas cosas hay que andar muchísimo para encontrar una pasarela peatonal. Tras ver la bella torre de Belem, que estaba llena de turistas, fuimos al monumento a los descubridores. Pues bien, este bonito monumento, está prácticamente enfrente de los jerónimos, pero hay que caminar un km hacia cualquier sentido para poder atravesar las vías. La verdad es que cabreaba un poco. Tanto la torre como el monumento son preciosos, y de los jerónimos que voy a contar... No entramos, pero por fuera es una maravilla.

Cansados de caminar descansamos en un banco de un parque aledaño al convento. Tras conseguir finalemente interpretar los mapas de trasanporte público, finalmente encontramos la forma de coger el famoso tranvía 28. Este tranvía sale en todas las guías turísticas, ya que pasa por el barrio alto y, dando la vuelta en redondo, atraviesa el centro para subir por el barrio de la Alfama pasando por el Castillo de San Jorge. En medio de la subida (parecía una mantaña rusa aquello) nos bajamos cerca de unas terracitas de barrio alto. Buyo y Rosa entraron en una librería a hacer unas compras mientras nosotros tomábamos algo. Con lo que habíamos desayunado no apetecía mucho comer, así que picamos algo en la propia terraza. Tras descansar cogimos otra vez el 28 para ir al castillo de San Jorge, que se eleva en un lado de la ciudad.

Tras pagar la entrada recorrimos los jardines que hay en los alrededores del castillo. Dimos unas vueltas alrededor antes de entrar. En interior merece la pena por las vistas desde lasa murallas, aunque sea un peligro dado que uno de los lados tiene una altura mínima en la que es fácil tropezar sin no se tiene algo de cuidado. A eso de las seis bajamos en un microbus en dirección a la estación de metro más cercana para poder llegar rápidamente al Parque de las Naciones, antigüa sede de la expo.

Allí la idea era ir al oceanario de Lisboa, que según publicitan, es el mayor de Europa. Llegamos a tiempo por los pelos, porque cierra a las 8 y la última entrada la venden a las 7. A lasa 7 menos 5, entramos. El acuario es genial, con un tanque central inmenso donde hay atunes, tiburones, un pez luna enorme... Además hay un ecosistema de cada uno de los cuatro océanos. A las ocho y cinco nos fuimos dar una vuelta por la explanada buscando dónde cenar. Nos metimos a hacer algunas compras en un centro comercial pegado a la estación y nos llevamos la sorpresa de que en Portugal los comercios tienen un horario muy amplio si les da por ahí. Las tiendas del centro comercial cerraban a las doce de la noche. Tras hacer unas compras y mirar si había donde comer, decidimos bajar a los alrededores de la plaza Rossio a ver si veíamos algo abierto.

Como llegamos a eso de las diez y media, que yaa es muy tarde para Portugal, no encontramos nada decente y aacabamos cenando en un chino de buffete basatante cutre pegado al elevador de Santa Justa. Tras eso, un paseito y pillamos un bus para el hotel, que estábamos muy cansados.

Lisboa, día 1

Salimos de Coruña a eso de las 9 de la mañana, tras recoger a Buyo y a Rosa. Más de 600 Km nos separaban de la capital lusa, asaí que, como dice el chiste, paciencia y saliva. Por el camino coches y más coches. A la altura de Oporto encontramos dos caravanas en la propia autopista, seguro que la mitad de la gente iba al Ikea, y la otra mitad a la playa. Para comer paramos en Coimbra, por aquello de que quedaba prácticamente de camino.

Poco vimos la verdad de la ciudad. Paseamos un poco las calles principales para comer al lado de una iglesia en una pizzería. Tras un par de platos de pulpo, una sopa, una pizza y unos filetes de pescado rebozados, paseamos un pelín la comida antes de hacer otros doscientos km. En la autopista mucho tráfico, sobre todo entrando en Lisboa. Es como Alfonso Molina pero diez veces más largo. Por el camino me fijo en que un gran pocentaje de los quitamiedos tiene protección para los motoristas, ¡manda huevos!

El GPS nos llevó una vez mas hasta el hotel. La verdad mucha pérdida no tenía, ya que el hotel Sana Lisboa Park está situado al lado de la plaza Marqués de Pombal, en pleno centro de Lisboa. Hacía un día estpendo, con unos 28 grados y un sol radiante. Tras dejar las maletas en la habitación y el coche en el parking del hotel, partimos boulevard abajo hacia la plaza Don Pedro IV, más conocida como plaza Rossio dado que está al lado de la estación de tren que lleva ese nombre. A la derecha podíamos ver el famoso elevador de Santa Justa. Paseamos un poco por las calles comerciales de los alrededores antes de ir a la Plaza del comercio. Todas las plazas de esta zona tienen bonitas fuentes, estatuas o arcos. Por el camino también aprovechamos para tomar un piscolabis, los famosos pasteles de nata (aunque no se porque ese nombre, si son de crema) y ver algunas de las tiendas de la zona que estaban abiertasa a pesar de ser festivo. Sin saber que hacer, ya que era tarde, pensamos en ir a cenar a unas terrazas que nos habían contado que estaban bajo el puente 25 de abril.

Pensando como llegar miramos las líneas de buses y hasta nos planteamos coger un taxi. Al final, echándole pelotas, fuimos andando. No sabíamos donde nos metíamos ya que aunque el puente no parecía estar muy lejos, es realmente grande. Mirando ahora en el mapa había algo más de 5 km. Tras la dura pateada, nos relajamos cenando en una terrazita al lado del tajo. Buyo y yo disfrutamos de un rico gazpacho de entrante. De segundo cayeron dos bacalaos a la parrilla muy ricos, una ensalada con salmón ahumado y queso feta, y un arroz de langostinos y rape. De postre una crema de mango, un helado de chocolate con menta y una tarta de manzana con helado. Tras una larga sobremesa cogimos un taxi y a descansar al hotel.

martes, 12 de agosto de 2008

Hacia el sur

Después de un par de tristes y convulsos meses, vuelve el gusanillo de meterse kilómetros entre pecho y espalda. A falta de días de vacaciones (Bea todavía no puede) y con grandes espectativas de continuar el viaje anterior donde lo habíamos dejado (incluyendo volver a Gstaad, que lo disfrutamos a medias) nos vamos de escapada de fin de semana largo, aprovechando el puente. El destino elegido, Lisboa. Espero que la ciudad cumpla las espectativas. Es poco tiempo os mantendré informados, aunque me da que esta vez será a la vuelta.

miércoles, 28 de mayo de 2008

Día 12: Se acabó

En fin, se que muchos de vosotros os estareis preguntando porqué hace un par de días que no escribo, y con razón. El día 10, recibí una llamada de mi familia informándome de que mi madre estaba hospitalizada, así que decidimos regresar, haciendo dos días de ruta a toda hostia desde Gstaad. Por el camino nos acogieron Flo y Carmen, a los que tengo que darles gracias mil por su hospitalidad, realmente han sido magníficos huéspedes y espero que el vino esté bueno, ya nos contareis. Os dejo por una temporada, no tengo ni idea de cuando continuarán nuestras aventuras, así que sólo me queda dejar aquí un hasta luego....

Por si os interesa, los víajes del día 11 y 12.

lunes, 26 de mayo de 2008

Día 9: Chateu de Chillon - Gruyéres - Gstaad

Buff, vaya día más cojonudo el de hoy, En primer lugar salimos del hotel (esta vez tocaba uno baratito después del luzajo de Zürich) camino de un castillo gótico que hay entre Lausanne y Ginebra. Me ahorraré los detalles porque la parte más bonita del castillo estaba siendo restaurada así que no hice más que una foto y nos fuimos camino de uno de los castillos más emblemáticos de Suiza, el Chateau de Chillon.

Este bonito castillo está situado en un extremo del lago Leman, en un lugar dónde la montaña se junta con el agua. Aparcamos el coche en una zona azul a la antigua usanza (de las de poner una ruedecita con la hora) y decidimos entrar dentro a verlo sala por sala. Tras pagar unos 14€ de entrada por los dos, fuimos viendo como vivían en aquella época, y este castillo, a diferencia de los de Francia que sufrieron la revolución francesa, tenía muy bien conservados elementos de los momentos de mayor esplendor del castillo (allá por el siglo XIII). Nos pasamos más o menos dos horitas deambulando antes de partir hacia el siguiente objetivo, Gruyéres.

Nada más llegar, tras subir la colina a pie, lo primero fue tomarnos unos helados magníficos, yo de melón y naranja sanguina y Bea de amaretto y lichis. Este pueblo, no sólo es famoso por el queso, sino que también es muy conocido por ser un pueblecito medieval encantador, en lo alto de una colina, y por poseer un castillo magnífico. Ahhhh, amigos freaks, también es conocido por ser el pueblo dónde se aloja uno de mis diseñadores favoritos desde mi adolescencia, H.R. Giger. Giger es principalmente conocido por ser el diseñador del monstruo de la saga de películas Alien, aunque ha hecho bastante más diseños para el cine, incluyendo unos maravillosos pero descartados diseños para la película Dune. Como buen freak que soy fuimos al museo a ver sus originales, en su mayor parte acrílicos, en los que no hay color con verlos en un libro de ilustraciones, sobre todo por la sensación de profundidad que producen. Además, otra de las joyas de la corona, es un conjunto de sillas y mesa de madera conocidas como la mesa Harkonen. En fin, tras salir del museo decidimos ser más freaks todavía e irnos a tomar algo al bar del museo, que tenía una decoración espectacular con unas sillas imitación al juego Harkonen. Partimos camino del mayor lujazo del viaje, el Gran Hotel Bellevue, en Gstaad.

Camino del hotel ya íbamos disfrutando de las vistas. Las montañas, de unos 2000m, rodeaban una bella carretera que serpenteaba por el valle, entre chalets alpinos, ganado y el tren. Nada mása llegar al hotel, un botones nos cogió las maletas y nos acompañó a recepción. Allí fuimos agasajados con una copa de champagne de bienvenida mientras nos preparaban el check-in. Cuando acabamos de tomar las copas nos acompañaron a la habitación y nada más entrar flipamos. Una cama acojonante, una tele brutal y un baño, que nos hizo doblarnos de la risa. ¡La taza del vater tebía manual de instrucciones! Fue la risa. Resulta que cuando acabas con tus cosas, mantienes apretado un botón con el codo y te echa un chorrito para limpiarte el ojete, con perdón. Cuando acaba, sale un secador que te seca el susosdicho xD. Todavía nos oyen descojonarnos. Y es un invento suizo! En cuanto acabamos de flipar bajamos a la zona de spa, para flipar más todavía. Elegimos unos masajes para mañana y, como ya me habían advertido comentarios por internet, la zona spa de este sitio es nudista, así que toca ir en bolas xD. Bueno, vas en albornoz, pero todas las saunas son mixtas y vas en pelota picada. Echamos un primer vistazo a las diversas saunas, todas con grados de humedad y temperaturas diferentes, y nos decidimos por un baño de vapor a 45º y 100% de humedad con aroma a eucalipto, que nos dejó en plena forma. Tras acabar allí fuimos a una sauna finlandesa, en el exterior. Allí nos tumbamos en el interior un rato y luego salimos a refrescarnos hacía unas zonas que tienen en varios sitios en el spa con fruta fresca e infusiones gratuitas. Tras tomarnos un te tumbados fuera, subimos a la piscina, dónde nos metimos un rato en el jacuzzi y nadamos en la piscina, que tenía los laterales del techo iluminados con leds que cambiaban de color cada cierto tiempo poniendo el agua de ese color, era precioso. Para terminar, una sauna húmeda light y para bajar el calor, una especie de nevera dónde te metes y hay hielo para pasarse por el cuerpo. Deprisa corriendo subimos para vestirnos e ir a cenar.

La cena fue otro punto y aparte. El hotel tiene dos restaurantes, uno con comida más tradicional y otro más innovador. Al final tiramos por lo tradicional, que no por ello menos rico. Para empezar pedimos foie a la plancha con mango para compartir, y de segundo Bea loup de mer con verduritas y yo cordero confitado (me entró hambre viéndolos correteando por Gruyéres). Mientras esperábamos nos trajeron pan y una especie de nata salada para untar. Después nos trajeron un mousse de roquefort con caviar. Huelga decir que estaba todo buenísimo y en sus punto y que el trato fue del máximo nivel, nos atendió la Maitre que hablaba castellano. De postre Bea tomó trocitos de fresa con vainilla con sorbete de albahaca y una galletita de balsámico y yo tomé un pastel de chocolate con leche y frutos rojos. Tras acabar el suculento postre nos fuimos a dar un paseo por el jardín antes de subir a la habitación. Mañana toca día de relax, que hay que cargar pilas para seguir el viaje. Como nota informativa, llevamos 3100Km.

La ruta aqui.