miércoles, 20 de agosto de 2008

Lisboa, día 3

El tercer día comenzó como el segundo, con un desayuno homenaje de los que hacen época. Tras abandonar el hotel fuimos hasta el monasterio de los jerónimos, en Belem, a comprar pasteles en la pastelería más famosa de la ciudad, dónde hacen los pasteles de nata más ricos. La cola era bastante grande, pero parecía que se movía, así que esperamos para poder traernos unos pastelillos para el viaje, familia y amigos. Buyo también compró algo de café que olía muy bien, a ver que tal sale.

Salimos de Lisboa en dirección a Estoril. Recorrimos el pueblo en coche y fuimos a Cascais. Allí, en una feria de artesanía nos compramos Bea y yo un juego de té vietnamita precioso, lacado por fuera con cásacara de huevo. Al lado de la feria Bea vio un sitio donde alquilaban Segways, y allí fuimos ella y yo. Alquilamos un par de ellos media ahora ay, mientras Buyo y Rosa tomaban algo en una terraza (pedazo de día que hacía) nos recorrimos el pueblo. La verdad es que estos cacharros son una maravilla, muy manejables y bastante rápidos.

Salimos de Cascais en direccion a la Boca del diablo, un bonito acantilado. En el sitio había las típicas tiendas para guiris y un par de chiringuitos donde probé una rica bebida de mango que tenía un gas parecido al del kas manzana. Cuando nos cansamos fuimos a Sintra, cogiendo una buena caravana por el camino.

A Sintra fuimos con un claro objetivo, ver o Palacio da Pena. El palacio está rodeado por unos jaardines realmente brutales. Por haber hay hasta sequoias, ginkos... Es como un gran jardín botánico, realmente enorme. A medio camino del alto hay un palacio inspirado en los castillos del sur de Alemania. El castillo es amarillo y rojo, con detalles por todas las esquinas. Desde pequeñas filigranas en la piedra a bonitos azulejos. No pagamos la entrada al interior de palacio porque íbamos un poco justos de tiempo, pero los exteriores merecieron mucho la pena.

Ya sólo quedaba volver hasta Coruña, otros seiscientos km con mucho tráfico, pero la verdad no me importó lo más mínimo, ya que el fin de semana ha merecido mucho la pena.

Lisboa, día 2

El segundo día nos levantamos y nos arreglamos para bajar a desayunaar a eso de las nueve y media. El desayuno, simplemente espectacular. Había muchísima variedad de fruta, bollos, panes, zumos y comida caliente como tomates asados. Uno de los mejores desayunos de mi vida, la verdad. Los planes del día incluían ver la torre de Belem y el monasterio de los jerónimos, así que para allí fuimos, en medio de un día gris pero caluroso. Compramos una tarjeta que incluye todos los viajes que quieras hacer en el día en cualquier transporte público por unos 4,20€ y cogimos un bus hacia la plaza del comercio, de donde salen muchas líneas. Allí cogimos un tranvía en dirección a Belem, no sin antes flipar de lo rápido que van los buses por la ciudad.

Hay una parte que hay que sufrir con respecto al Tajo en Lisboa y es que la ciudad no está pensada para mirar hacia el río. Así, muchos edificios tienen sus entradas en la parte contraria a lo esperado y lo peor, hay una vía del tren que sigue el río y para cuzar a ver ciertas cosas hay que andar muchísimo para encontrar una pasarela peatonal. Tras ver la bella torre de Belem, que estaba llena de turistas, fuimos al monumento a los descubridores. Pues bien, este bonito monumento, está prácticamente enfrente de los jerónimos, pero hay que caminar un km hacia cualquier sentido para poder atravesar las vías. La verdad es que cabreaba un poco. Tanto la torre como el monumento son preciosos, y de los jerónimos que voy a contar... No entramos, pero por fuera es una maravilla.

Cansados de caminar descansamos en un banco de un parque aledaño al convento. Tras conseguir finalemente interpretar los mapas de trasanporte público, finalmente encontramos la forma de coger el famoso tranvía 28. Este tranvía sale en todas las guías turísticas, ya que pasa por el barrio alto y, dando la vuelta en redondo, atraviesa el centro para subir por el barrio de la Alfama pasando por el Castillo de San Jorge. En medio de la subida (parecía una mantaña rusa aquello) nos bajamos cerca de unas terracitas de barrio alto. Buyo y Rosa entraron en una librería a hacer unas compras mientras nosotros tomábamos algo. Con lo que habíamos desayunado no apetecía mucho comer, así que picamos algo en la propia terraza. Tras descansar cogimos otra vez el 28 para ir al castillo de San Jorge, que se eleva en un lado de la ciudad.

Tras pagar la entrada recorrimos los jardines que hay en los alrededores del castillo. Dimos unas vueltas alrededor antes de entrar. En interior merece la pena por las vistas desde lasa murallas, aunque sea un peligro dado que uno de los lados tiene una altura mínima en la que es fácil tropezar sin no se tiene algo de cuidado. A eso de las seis bajamos en un microbus en dirección a la estación de metro más cercana para poder llegar rápidamente al Parque de las Naciones, antigüa sede de la expo.

Allí la idea era ir al oceanario de Lisboa, que según publicitan, es el mayor de Europa. Llegamos a tiempo por los pelos, porque cierra a las 8 y la última entrada la venden a las 7. A lasa 7 menos 5, entramos. El acuario es genial, con un tanque central inmenso donde hay atunes, tiburones, un pez luna enorme... Además hay un ecosistema de cada uno de los cuatro océanos. A las ocho y cinco nos fuimos dar una vuelta por la explanada buscando dónde cenar. Nos metimos a hacer algunas compras en un centro comercial pegado a la estación y nos llevamos la sorpresa de que en Portugal los comercios tienen un horario muy amplio si les da por ahí. Las tiendas del centro comercial cerraban a las doce de la noche. Tras hacer unas compras y mirar si había donde comer, decidimos bajar a los alrededores de la plaza Rossio a ver si veíamos algo abierto.

Como llegamos a eso de las diez y media, que yaa es muy tarde para Portugal, no encontramos nada decente y aacabamos cenando en un chino de buffete basatante cutre pegado al elevador de Santa Justa. Tras eso, un paseito y pillamos un bus para el hotel, que estábamos muy cansados.

Lisboa, día 1

Salimos de Coruña a eso de las 9 de la mañana, tras recoger a Buyo y a Rosa. Más de 600 Km nos separaban de la capital lusa, asaí que, como dice el chiste, paciencia y saliva. Por el camino coches y más coches. A la altura de Oporto encontramos dos caravanas en la propia autopista, seguro que la mitad de la gente iba al Ikea, y la otra mitad a la playa. Para comer paramos en Coimbra, por aquello de que quedaba prácticamente de camino.

Poco vimos la verdad de la ciudad. Paseamos un poco las calles principales para comer al lado de una iglesia en una pizzería. Tras un par de platos de pulpo, una sopa, una pizza y unos filetes de pescado rebozados, paseamos un pelín la comida antes de hacer otros doscientos km. En la autopista mucho tráfico, sobre todo entrando en Lisboa. Es como Alfonso Molina pero diez veces más largo. Por el camino me fijo en que un gran pocentaje de los quitamiedos tiene protección para los motoristas, ¡manda huevos!

El GPS nos llevó una vez mas hasta el hotel. La verdad mucha pérdida no tenía, ya que el hotel Sana Lisboa Park está situado al lado de la plaza Marqués de Pombal, en pleno centro de Lisboa. Hacía un día estpendo, con unos 28 grados y un sol radiante. Tras dejar las maletas en la habitación y el coche en el parking del hotel, partimos boulevard abajo hacia la plaza Don Pedro IV, más conocida como plaza Rossio dado que está al lado de la estación de tren que lleva ese nombre. A la derecha podíamos ver el famoso elevador de Santa Justa. Paseamos un poco por las calles comerciales de los alrededores antes de ir a la Plaza del comercio. Todas las plazas de esta zona tienen bonitas fuentes, estatuas o arcos. Por el camino también aprovechamos para tomar un piscolabis, los famosos pasteles de nata (aunque no se porque ese nombre, si son de crema) y ver algunas de las tiendas de la zona que estaban abiertasa a pesar de ser festivo. Sin saber que hacer, ya que era tarde, pensamos en ir a cenar a unas terrazas que nos habían contado que estaban bajo el puente 25 de abril.

Pensando como llegar miramos las líneas de buses y hasta nos planteamos coger un taxi. Al final, echándole pelotas, fuimos andando. No sabíamos donde nos metíamos ya que aunque el puente no parecía estar muy lejos, es realmente grande. Mirando ahora en el mapa había algo más de 5 km. Tras la dura pateada, nos relajamos cenando en una terrazita al lado del tajo. Buyo y yo disfrutamos de un rico gazpacho de entrante. De segundo cayeron dos bacalaos a la parrilla muy ricos, una ensalada con salmón ahumado y queso feta, y un arroz de langostinos y rape. De postre una crema de mango, un helado de chocolate con menta y una tarta de manzana con helado. Tras una larga sobremesa cogimos un taxi y a descansar al hotel.

martes, 12 de agosto de 2008

Hacia el sur

Después de un par de tristes y convulsos meses, vuelve el gusanillo de meterse kilómetros entre pecho y espalda. A falta de días de vacaciones (Bea todavía no puede) y con grandes espectativas de continuar el viaje anterior donde lo habíamos dejado (incluyendo volver a Gstaad, que lo disfrutamos a medias) nos vamos de escapada de fin de semana largo, aprovechando el puente. El destino elegido, Lisboa. Espero que la ciudad cumpla las espectativas. Es poco tiempo os mantendré informados, aunque me da que esta vez será a la vuelta.