sábado, 18 de abril de 2009

Semana Santa 2009, día 4 Potes - Cervera del Pisuerega - Puebla de Sanabria - Orense - A Coruña

El domingo arrancamos con dos misiones, volver dando un rodeillo y ¡comer lechazo! Aprovechando la cercanía de Castilla nos propusimos comer en un buen asador un lechazo en un horno de leña. Tras levantarnos, desayunar y despedirnos de la gente de la casa (que majos todos) nos fuimos a la quesería de la que os hablábamos en la entrada del viernes. Subimos hasta ella y llamamos al teléfono que había fuera para que se acercara una señora que se encargaba de vender los quesos. Muy maja ella nos ofreció probar los que quisiéramos. y nos llevamos un buen lote xD Antes de irnos apareció el dueño, llevando unas zuecas muy bonitas con refuerzos de goma. Acabamos hablando de cháchara con él y nos preguntó por el balneario de Guitiriz, al que pensaba ir a la semana siguiente. Le dimos consejos de a donde ir y en agraadecimiento nos regaló un queso. Arrancamos en dirección a Palencia para buscar un buen lechazo.

Nos metimos por una carretera de montaña en dirección a Palencia capital y fuimso llamando a asadores, buscando donde nos dieran lechazo y lechón. Al final lo del lechón no pudo ser en ninguno de los teléfonos que habíamos conseguido, así que decidimos buscar algún sitio donde comer en Cervera del Pisuerga. Por el camino paramos en el mirador del alto del puerto de Piedrasluengas, desde el que se ve un valle lleno de robles.

En Cervera al final acabamos en uno de los asadores a los que habíamos llamado por teléfono que tenía un nombre un poco desafortunado, Asador Gasolina xD. La comida fue acojonante. De entrante unos pimientos del piquillo rellenos de boletus y de segundo Buyo y yo compartimos una cuarto de lechazo D.O. de Castilla León, Bea un entrecot de ternera con salsa de boletus y Rosa unas chuletillas de cordero. Ni que decir tiene que el entrante estaba muy muy rico, pero el lechazo era sublime. El mejor que he tomado nunca, se deshacía en la boca y la piel era crujiente y hacía como capas.

Tras la comida dimos un pedazo de rodeo para ir hasta Puebla de Sanabria, para volver a ver el lago y el pueblo, para enseñárselo a Buyo y Rosa. Tras un camino bastante plácido, salvando los 50 km que tuvimos que compartir con la gente que volvía hacia Madrid, llegamos a Puebla y nos dirigimos a la laguna de los peces, que en esta época suele estar cubierta de una especie de nenúfares.
Last winter's snow
Con el frío que hacía no había nenúfares, pero había nieve y estaba precioso. Paseamos un rato y nos largamos hacia Puebla antes de que se hiciera de noche. Recorrimos el pueblo, que es bastante pequeño y nos detuvimos en una tienda para comprar un poco de cecina D.O. de León, un embutido de jabalí y unos boletus secos (vaya arroz van a dar, viva, viva!)
Exhausted and cold

Arrancamos hacia Orense donde pretendíamos cenar. La verdad es que como no conocemos Orense, tras dar una vuelta en coche y ver todo cerrado acabamos en el centro comercial cenando Buyo y Rosa un kebab y Bea y yo unos helados del Ben & Jerry. Al salir de Orense los carteles y el gps se confabularon para llevarnos a una autopista que estaba sin construir con lo que acabamos dando vueltas hasta que decidimos volver a Orense y coger la nacional hacia Santiago a la espera de ver una conexión con la autopista. A unos doce km la encontramos y acabamos llegando a Coruña bastante cansados a eso de las 2 de la madrugada. Fue un día largo, teniendo en cuenta que un viaje que a la ida fueron 450 Km a la vuelta, con las coñas y con las vueltas en Sanabria nos fuimos a 750 Km. En fin, que hemos vuelto con ganas de más, pero salvo noticia bomba no nos volvemos a ir hasta otoño, donde volveremos a atacar Europa!

EL último día si que hicimos camino, como podéis ver aquí.

Semana Santa 2009, día 3 Potes - Valle de Bedoya - Fuente De - Potes

Conseguimos el sábado levantarnos a desayunar pronto y llegar a tiempo a la ruta guiada por el valle de Bedoya. La nieve había bajado algo mása y el tiempo era similar al día anterior. A la entrada del pueblo desde el que se comenzaba la ruta nos encontramos con las dos guías y con un señor de Bilbao muy majo. Con las guías iba una niña muy simpática que se hizo la ruta sin protestar nada. Aparecieron justo antes de salir un señor que se paraba a mirar cada brizna de hierba que salía en las orillas y que enlentencía un poco la caminata y dos chicos que parecían que no sabían muy bien donde se metían yendo por un monte lleno de barro con deportivas blancas. Estuvimos cuatro horas de caminata monte arriba monte abajo, viendo muy buenas vistas desde justo enfrente de por donde habíamos estado el día anterior.

Por el camino vimos un corzo a unos 100-150 metros, que en cuanto nos vio, se nos quedó mirando unos segundos y escapó. Vimos también a un pájaro carpintero, y los oímos unas cuantas veces más.
Cherry blossom
Nos cruzamos con unos señores del pueblo muy majos, que nos echaron una mano con un caballo con muy mala hostia que se había adueñado del camino. Bea trató de hacerse amigo de ella con una manzana, pero no consiguió convencerlo. Acabamos la ruta con barro hasta la rodilla y nos fuimos a la casa a comer en el restaurante que tienen los dueños al lado. Nos cambiamos y comimos, tenían todos antojo de cocido lebaniego, así que lo cumplieron. La verdad es que no se da mucho la innovación culinaria por esta zona, en casi todos los restaurantes hay cordero, cocido lebaniego, rabas de calamar, puntillas de calamar, bocarte, anchoas, chuleta, entrecot, solomillo y algún que otro pescado, casi siempre a la plancha. Eso sí, la calidad de los ingredientes suele ser muy muy buena. Comieron los demás el cocido y yo me zampé un trozo de pierna de cordero muy rico. El cocido lebaniego consiste en una sopa y un segundo plato con garbanzos castellanos más pequeños y que quedan muy tiernos, repollo y un poco de carne de ternera, chorizo y una masa de huevo, miga y panceta. Después la opípara comida partimos a ver un par de monumentos religiosos de la zona.

En teoría íbamos a ver el monasterio de Santo Toribio de Liébana, pero como soy un poco choco miré mal en casa y partimos en direcció a otroa iglesia mítica de la zona, Santa María de Lebeña, que es una iglesia mozárabe muy maja, y aunque no la hemos visto por dentro, por fuera no merece quedarse mucho tiempo.
Strong roots
Dimos la vuelta y nos dirigimos al monasterio, famoso porque tiene una cruz que se supone contiene un pedazo de la cruz donde se crucificó a cristo. Dicen que si se juntan todos los supestos trozos de la cruz tendría que ser grande como un mundo, pero allá cada cual con sus creencias. El monasterio a nivel arquitectura exterior me pareció bastante normalito. El claustro era muy muy cutre, pero la iglesia por dentro era maja. Había un sitio por el que pasabas y te dejaban tocar el trozo de madera y había un monje que la limpiaba tras cada persona que la tocaba. A continuación otro te daba una estampita. Todo muy sórdido. Arrancamos hacia Fuente De sin mucha convicción de poder subir porque las nubes estaban muy bajas y pensamos que habría mucha niebla. De hecho nos habíamos dejado las botas y los pantalones de monte secando en la casa.

Tras casi veinte km llegamos a Fuente De. Para los que no lo conozcáis es un mirador, que es un borde del parque nacional de los picos de europa, al que se puede subir en un teleférico que sube un desnivel , a pico, de ochocientos metros. Al llegar nos pareció que había mucha niebla arriba pero al poco despejo, además desde la taquilla se veía una webcam arriba en la que se veía despejado. Así pues, tras pagar 14€ por el viaje ida y vuelta del funicular, escuchar una advertencia de que arriba hacía mucho frío y de que teníamos que esperar 35 minutos para subir, ascendimos, superando todos nuestros miedos a estar a 800 m colgando. Arriba, el paraiso.
Cold in my hands
Unas vistas acojonantes y nieve que en algunas zonas nos llegaba a la rodilla. Hicimos el cafre en la nieve lo que quisimos y más. Nos tiramos bolas de nieve, corrimos, y para mayor cafrada Bea y yo bajamos una pendiente. Yo a rolos y Bea usando mi funda de la mochila de la cámara bajo el culo.
A giant leap
Tras hacer mil fotos y pasar un par de horas bajamos ya de vuelta. Buscamos dónde cenar y, recordando algún sitio que me había contado Roberto, acabamos reservando sitio apra cenar en un mesón al borde de la carretera cerca de Potes. Volvimos antes a la casa para que Buyo se cambiase las deportivas que había subido a la nieve y que tenía encharcadas. Antes de cenar volvimos a Potes a hacer compras de "recuerdos". Cayeron unas cuantas quesadas, unos sobaos, unos garbanzos... Todo comida, por supuesto.

La cena, cojonuda la verdad. Croquetas caseras ricas de entrante, Bea se tomó un solomillo de ternera, Buyo y yo lomo de cerdo adobado con queso y manzana rebozado y Rosa huevos con chorizo y patatas. De postre una tarta de manzana brutal y bea una mousse de chocolate con mucho sabor. Ademása, tirado de precio, que maravilla! Nos fuimos a la casa y nos echamos una partidilla de tute y para cama, que teníamos un largo camino de vuelta el domingo.

La ruta, cortita, aquí.

viernes, 17 de abril de 2009

Semana Santa 2009, día 2 Potes - El Soplao - Comillas - Potes

El viernes nos levantamos medianamente pronto para nuestro primer desayuno en la casa y vimos la nieve más cerca que el día anterior. Amenazaba algo de agua, pero nada muy grave, si no el típico tiempo primaveral inestable. No estuvo mal el desayuno pero sin ser deslumbrante. En general se echaba de menos algo salado, y al pedirlo Rosa, le fuerona buscar al restaurante un plato de jamón serrano, un buen detalle, pero parecía un poco dar el coñazo. En general al sentarte te ofrecían un café/te con un vaso de zumo de naranja natural. En la mesa había pan, una tostador, mermelada, mantequilla y algunos productos típicos como sobaos o corbatas de unquera. Al acabar de desayunar nos fuimos a hablar con la chica de la oficina de información turística, que nos estuvo contando que podíamos hacer. Entre las opciones nos llamó la atención el servicio de guías gratuito que ofrece la comunidad de Cantabria en sus zonas protegidas, fuera del parque nacional, pero ya no llegábamos al del viernes, así que lo dejmaos para el sábado. Preguntamos por rutas para hacer y nos decidimos por una que no quedaba muy lejos y que empezaba cerca de una quesería, ñam ñam.


Arrancamos con la ropa preparada para un poco de agua y al final pasamos de parar en la quesería y lo dejamos para más tarde. Nada más arrancar a caminar pasamos del sendero que nos habían comentaado y nos acercamos por otro a una peña que había relativamente cerca desde la que ver el desfiladero por el que el día anterior habíamos pasado en coche.

Por el camino, nos fueron acechando un grupo cada vez más numeroso de buitres leonados, impresionantes en tamaño. Vimos algunos restos de huesos de cabras por aquella zona, que supongo habrían dejado los buitres. La vista del desfiladero era impresionante, y la apeña a la que nos acercamos caía a pico hacia él.
Climbing down


Dimos vuelta y comenzamos el camino por el sendero, que iba desde Prendes hasta Cabañes, dos pequeños pueblos/aldeas (por esta zona el concepto de aldea es mucho más pequeño que en Galicia, aquí a estasa cosas les llaman pueblos, peor la verdad es que eran 15 casas a lo sumo). En la ruta nos perdimos un par de veces por la mala señalización de algunos cruces, pero fue hasta divertido ya que la dificultad de la zona no era muy grande. Cruzamos un par de veces unos pequeños ríos por unas rocas que resbalaban mucho y nos mojamos algo las botas y los calcetines. Pasamos por mucho barro también, pero al final llegamos. Una vez en el pueblo nos planteamos subir hasta Bejes, a 6 Km de cuesta dura y empinada, para ver las cuevas en las que se hace el queso picón, pero a medio camino desistimos, principalmente porque vimos que eran casi las tres de la tarde, teníamos casi dos kilómetros de descenso hasta el coche y a las siete teníamos las entradas de la cueva del Soplao. Así pues, comimos sobre unas rocas viendo los valles y en una zona bastante expuesta al viento, para bajar hasta el coche e ir hasta la casa rural para pegarnos una ducha antes de bajar a la cueva.

Pote's valleyTras una hora de coche, llegamos a la cueva, aunque más bien parecía una estación de bus o de tren. Al llegar nos dimos cuenta de que menos mal que habíamos comprado las entradas por internet, ya que nos encontramos a un conocido de Ferrol y nos dijo que habían comprado la entrada a las seis y tenían vez para el grupo de las nueve. Nosotros llegamos a las siete menos cuarto y a las siete estábamos entrando. Para entrar a la cueva te subes en un tren minero y avanzas 400 metros por un túnel antes de ver una cueva impresionante, con un montón de estalactitas de mil formas y todas muy muy blancas. La pena de la ruta por la cueva es que es muy muy frío e impersonal. Los grupos son grandes y no te dejan casi tiempo para pararte a ver las cosas. La guía parecía una maestra de escuela que se hubiera aprendido un rollo que soltaba una y otra vez, como si estuviera hastiada. Tras el recuerdo de la cueva de la montaña negra de Carcassone, vimos una cueva mejor pero no fue tan divertido. Salimos de allí y nos fuimos hasta Comillas.

El camino a Comillas fue tortuoso, ya que la carretera corta estaba cerrada y tuvimos que dar unos 20 Km de vuelta. Al llegar fuimos a ver el Capricho de Gaudí, un palacete construido por Gaudí que es precioso, tanto el edificio como la torre que tiene adyacente. No es muy grande pero estaba lleno de detalles. Yo me acordaba de cuando fui hace quince años con mis padres de que era un restaurante, y al parecer, lo habían reinaugurado hace poco. Vimos la carta fuera y decidimos hacer el guiri y comer dentro del restaurante para ver lo que es comer dentro de un edificio así. Por dentro las paredes estaban cubiertas de caligrafía japonesa, que supuestamente representan "Platero y Yo", algo curioso pero la verdad es que era bonito. La cena en general bien, la comida muy rica. De entrante cayó una terrina de foie. Pedimos de segundo unos lomos de venado con puré de castañas, una lubina y un rape. De postre cayeron unos pasteles de chocolate y un biscuit helado. En general la cocina muy bien pero tenía detalles cutres para un restaurante de su precio, que son pijadas, pero que suelen venir acompañando ese tipo de restaurantes, como que te recojan las migas antes del postre, que las copas no sean cutres, que el mantel y las servilletas sean de hilo o que el baño no sea cutre y anticuado. De todas formas salimos satisfechos a dar una avuelta por Comillas de noche. Dimos un pequeño paseo y nos volvimos a Potes, de vuelta por el desfiladero por el medio y medio de la carretera, orillando sólo cuando veíamos luces de coches en sentido contrario. Llegamos ya cerca de la una, así que nos fuimos a dormir que al día siguiente queríamos ir de caminata con las guías.

La ruta aquí, como siempre.

miércoles, 15 de abril de 2009

Semana Santa 2009, día 1 A Coruña - Potes

Este año nos quedamos medianamente cerca en Semana Santa, y nos fuimos con Buyo y Rosa a Potes, en el interior de Cantabria. Conseguimos salir por la mañana a eso de las 10:30 y tiramos millas por el norte. En el camino vimos muchísimo tráfico hacia Galicia, con muchos atascos. ¡Llegamos a pensar que nos estábamos perdiendo algo! En nuestro sentido había tráfico pero era fluído, ir en "caravana" a 90 Km/h no es demasiado coñazo. Antes de entrar hacia el interior nos quedamos a comer en San Vicente de la Barquera, dónde paseamos un rato y picamos en una sidrería unas anchoas, unos calamares y unas patatitas, no sin antes dejar el coche en el quinto culo ya que estaba a reventar de turistas. El pueblo no es gran cosa, pero la bahía es muy bonita.

Nada más salir de San Vicente después del paseillo la carretera cambia repentinamente al acercarse al interior, dónde se estrecha y se mete en un desfiladero. Allí la carretera va pegadita al río y a las rocas del borde, habiendo varios puentes por donde no caben dos noches a la vez. Al cabo de 30 Km de repente se abre en un valle rodeado de montañas a cada cual más alta, y en el centro del valle se encuentra Potes. La casa rural a la que íbamos, El Corcal de Liébana, estaba en Tama, muy cerquita. Entramos en la casa y la verdad, las fotos no engañaban. Es muy nueva y las habitaciones están muy cuidadas y se ve el cariño puesto en la decoración. Las dos que cogimos tenían balcón (bueno, la de ellos tenía tres balcones) con una mesa de madera y dos sillas para sentarse a disfrutar del solete (o más bien estos días, de la rasca que hacía). Dejamos las cosas y nos fuimos a Potes.
Potes es un pueblecito de casas de piedra y lleno de tiendas para esquilmar a los turistas. Eso sí, las tiendas están llenas de productos locales que merecen mucho la pena, aquí los souvenirs son, como norma general, cosas de comer muy sabrosas. Sobaos locales (que maravilla, nada que ver con los que compras en un super aquí), galletas diversas, embutidos, quesos, garbanzos... Dimos una vuelta y nos fuimos a cenar prontito, que al día siguiente tocaba ir de paseo por ahí. Acabamos en un restaurante comiendo unas croquetillas, un pastel de atún y queso picón (un queso azul suave que hacen en las cuevas de la zona, la versión cántabra del cabrales) y de segundo yo cometí el fallo de comer lengua de ternera, que estab regada de tomate frito solís. Buyo y Bea tomaron un solomillo de cerdo metido en un hojaldre con queso y bacon, que estaba muy tico. Rosa le dió a una trucha.
Potes lonelyness

Acabamos de cenra y dimos otra pequeña vuelta antes de volver a la casa. Al llegar nos dedicamos a buscar en internet información sobre que hacer al día siguiente, y decidimos hacer la compra por internet de las entradas de la cueva del Soplao, viendo que había muy pocas disponibles. A la una estábamos en la cama, dispuestos a caminar el día siguiente.

La ruta, facililla, aquí.