miércoles, 25 de agosto de 2010

Día 16: Tarbes - A Coruña

Sol mañanaero nos levantó el último día. Como no teníamos desayuno nos fuimos a Pau a desayunar. Echaremos de menos la pastelería de Francia, a cada sitio que vas hay más cosas deliciosas y preciosas a la vista. Realmente las pastelerías de España palidecen con la de los países que hemos recorrido. Parada de media hora en Pau que nos preparó para un día de carretera y más carretera.

Paramos a comer en Castrro Urdiales en el bar de Kike, un sitio con acento bilbaino (y muchas camisetas del Athleti). Unos pinchos fríos (que no estaban mal), un crep de hondos (decente, esta muy de moda la pasta brick) y unas rabas (bastante malas y aceitosas, las de pamplona estaban mil veces mejor) y nos fuimos. Un breve paseo por Castro Urdiales (aka Bilbao 2) y nos fuimos al coche. Casi 500 km nos esperaban.

Cuando estábamos llegando a Galicia, tras los vaivenes de la autovía del cantábrico (que va y viene), !nos encontramos con una vieja amiga y su novio en una rotonda! Nos reconocieron desde su coche y acabamos tomando una en el área de descanso de Guitiriz.

Al final llegamos a casa muertos de cansancio a las 10 de la noche. La verdad es que en este viaje nos hemos pasado... 6500 km en 16 días es una bestialidad, pero los hemos disfrutado a conciencia. El coche genial. Se ha portado como un campeón dejándonos una media de consumo del 5,8. Si tenemos en cuenta que ha pasado por muchas carreteras sinuosas, caravanas, acordeones de autopista variados, autopistas sin límite de velocidad y que tiene 140 CV la verdad es que no nos podemos quejar nada.

Este año no hay foto finish. Tan cansados estábamos al llegar que no la hemos hecho, pero os aseguro que es tan bestia como la del viaje anterior. La ruta del último día os queda aquí.

domingo, 22 de agosto de 2010

Día 15: Grenoble - Tarbes

Vaya día hacía esta mañana... Como estábamos en un hotel de la cadena Campanille no teníamos más desayuno que el que dejan de cortesía en la habitación. Básicamente un par de galletas y unas infusiones. Tomamos lo que pudimos y partimos a pasar la mañana en Grenoble. La ciudad, que ya habíamos atravesado la noche anterior nos ha gustado mucho. No sabemos como será en época más bulliciosa pero nos pareció una ciudad muy ordenada, tranquila y bien planificada.

Dejamos el coche en zona azul y nos pasamos un rato paseando por la zona comercial. Estábamos a casi 30ºC y las sombras se agradecían. Es sábado y la gente iba a su aire, de comercio en comercio. Ni un ruido en la calle, ¡hasta en los parques había señales prohibiendo hacer ruido! Dimos vueltas y vueltas y al final caimos en la tentación y subimos en el teleférico al casillo de la bastilla. La subida, que durará tres o cuatro minutos, es espectacular. Grenoble está rodeada de montañas e ir viendo como aparecen las más lejanas cuando uno sube no tiene precio (bueno, si, 6,50€). Desde el castillo se puede ver la ordenada ciudad y sus avenidas y todas las montañas que la rodean. Estuvimos un rato arriba y bajamos a la ciudad para hacer unas compras. Yo tenía pendiente comprar un par de vinos y paramos en una tienda para que me diera el capricho de comprar un buen Chablis y un riesling alsaciano. También hicimos la compra de macarons, que no podía faltar, y Bea paró a comprar un pañuelo para el cuello. Salimos de Grenoble a la una de la tarde, con muchos km de carretera por delante que recorrer.

Por el camino cogimos un tráfico horrible entre Valence y Avignon (es lo que tiene agosto y fin de semana). El tráfico hacía acordeones cada pocos km con lo que era un arranca/para de atasco en atasco. Nos llevó tres horas hacer lo qque se suponía que haríamos en dos. Cuando llegamos a Narbona decidimos parar a hacer una pequeña compra en el supermercado para aprovisionarnos de productos franceses imprescindibles para el día a día (guiño, guiño). De ahí ya poco que contar. Estamos durmiendo en un hotel de carretera en Tarbes. Mañana llegaremos por la tarde/noche a Coruña y a descansar que el lunes hay que trabajar. La ruta, aquí.

sábado, 21 de agosto de 2010

Día 14: Inverigo - Arona - Pettenasco - Aosta - Grenoble

Salimos de Inverigo hoy tras desayunar. Otra vez en Italia, otra vez tartas en el desayuno. ¿Así como va a mantener uno la línea? Nos dirigimos hacia Arona, porque me habían recomendado los lagos que hay sobre Turín, el lago Maggiore y el lago d'Orta.

Cuando llegamos a Arona la verdad es que el pueblo nos pareció pche. El lago era muy bonito pero hacía un día feo, de niebla amenazando agua, con lo que deslucía bastante. Lo más majo del lago era la isla central, que con un castillo en su cima hacía una bonita vista desde la orilla.


De todas formas no nos gustó demasiado tras haber visto lagos mucho más bonitos en el viaje. Así que partimos por una carretera de montaña que atravesaba hasta el lago d'Orta. Tras media hora de curvas llegamos al lago que tampoco nos pareció especialmente maravilloso. Así pues, cogimos carretera haci Aosta, para ver el valle y atravesar el túnel del Mont Blanc (y verlo desde abajo, por supuesto)

Por el camino hacia Aosta nos cayó una tromba de agua impresionante. Mares caían hacia el coche. Nos planteamos abandonar la opción de ir hasta Aosta porque si allí llovía así no podríamos parar, pero seguimos hacia delante y veinte km más tarde ya no llovía. Aparacamos en Aosta para comer. Paseamos por el pueblo buscando unas botas de montaña para mí y al final no encontramos nada.



Eso sí, compré unas cuantas cosas de comida italianas con una pinta maravillosa. Nos alimentamos de focaccias varias mientras recorríamos el pueblo y Bea y yo llegamos a la misma conclusión. Aosta es como Ferrol, lo bonito son los alrededores y un poquito dos calles del centro...

Cogimos el coche camino del túnel del Mont Blanc donde había una cola de 90 minutos (el tráfico está muy restringido desde aquél mítico accidente hace ya años). Esperamos y no nos importó demasiado, porque mientras tanto veíamos el Mont Blanc desde la parte italiana y era maravilloso.



Atravesamos el túnel y ya, cansados, nos dirigimos a Grenoble al hotel, para recorrer mañana la ciudad e ir a dormir ya más cerca de la frontera española. La ruta, aquí.

viernes, 20 de agosto de 2010

Dia 13: Dornbin - Vaduz - Davos - Paso de Stelvio - Inverigo

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Hoy fue el único día de la zona en el que no teníamos desayuno en el hotel. Salimos algo tarde tras habernos acostado de madrugada el día anterior decidiendo donde dormíamos. Arrancamos camino de Vaduz (capital de Linchestein) por aquello de saber como era este pequeño país adorado por los evasores fiscales. Por el camino desayunamos en una panadería autríaca, comiendo un par de strudels (uno de limón y otro clásico de manzana).
Poco después ya estábamos en Linchestein, que no nos pareció gran cosa. Sólo unas pequeñas partes de la capital eran medianamente chulas. El castillo que domina la ciudad y la zona del palacio están bastante bien, pero nada más. Decidimos no parar y seguir hacia Davos, un pueblo turísitico en medio de los alpes. De hecho, la zona que recorrimos es la más fría de Suiza. 20 ºC bajo cero de mínima son normales en invierno. Recorrimos carreteras por en medio de los alpes (fuimos siempre por carretera y nada por autopista) entre vacas, grandes abetos y carreteras que seguían ríos con amplias curvas. Todo estaba ordenado. Prados verdes con vacas tumbadas viendo como pasaban los coches, pequeños prados cortados aquí y allá entre los árboles. En fin, cada vez que mirábamos para algún lado todo era bonito.


Llegamos a Davos y nada más salir de la última curva del valle vimos su lago. Paramos a estirar las piernas dando un paseo por la orilla. La gente estaba en una escuela de windsurf haciendo prácticas, de momento, sobre el césped.  Regresamos al coche camino del pueblo.



Como íbamos a estar solo unas horas en Suiza no habíamos cambiado dinero y vimos que no podíamos pagar en ningún parquímetro. Seguimos un poco más y vimos un supermercado. Paramos en él a hacer una compra de delicias locales y, cuando quisimos pagar el parking, vimos que no admitía tarjetas. Resignados decidimos comer en una plaza un bocadillo con comida del supermercado. Al acabar dimos un paseo por el pueblo hasta encontrar una máquina automática de cambio donde cambiamos 10€. Pagamos el parking y partimos camino de St Moritz. Por el camino, el primer puerto de montaña, el Flüelapass.



Curvas y más curvas mientras veíamos grandes morrenas y un valle glacial a más de 2000 metros de altura. Cuando lo atravesamos decidimos no ir a St. Moritz al final y fuimos a cumplirme un antojo, el paso de Stelvio.

El paso de Stelvio es uno de los pasos más famosos del mundo. Un potosí de curvas de 180º que te llevan de unos 1000 metros a los casi 2800 metros de altura. Es absolutamente increíble. Mientras se sube se admira un glaciar y unas montañas acojonantes que forman en parque natural de Stelvio.



Las vistas quitaban el hipo. Llegamos arriba ya con el sol bajo, que ya se ocultaba tras las montañas del valle. Una vez arriba seguimos ya  hacia Inverido, al lado de cómo, sin que nos diera tiempo a ir a St. Moritz. La  bajada es espectacular, pero después de la subida ya no impresionaba. Cuando ya se estaba haciendo de noche decidimos parar a cenar en Tirano. Bea vio un sitio con muy buena pinta y lleno de gente local. Paramos y cenamos en una terraza a 20ºC. Yo me pedí una pizza de mozzarela de búfala y jamón de oca. Una auténtica delicia. Nunca había visto una base de pizza fina que estuviera esponjosa. Bea se pidió unos espaguetis carbonara. De postre me tomé un tiramisú que tenía un sabor muy delicado, mucho más suave que los que tomamos por Galicia. Un cafelillo solo para coger fuerzas (cuidad con los expresos italianos, están riquísimos pero son muy fuertes) y seguimos camino. En él observamos la conducción local. Nadie respeta los límites de velocidad ni las líneas continuas. No es que la gente adelante sin visibilidad, pero sí que pasan olímipicamente de las líneas continuas que hay en las rectas. Llegamos a eso de las doce de la noche a Inverigo. La ruta, aquí.

PD: Ayer y hoy no hay fotos subidas por falta de tiempo. Esta noche prometo arreglarlo. Saludos!

jueves, 19 de agosto de 2010

Dia 12: Munich - Neuschwanstein - Fussen - Dornbirn

Por la mañana nos fuimos a desayunar en nuestro hotel de Munich que ha estado fenomenal.  Prometo hacer un post sobre los hoteles de este viaje porque en general hemos acertado bastante. El de Munich para su precio era estupendo. La única pega es que como muchos de nuestros hoteles solo se podía llegar a él en coche. Desayunamos como campeones y partimos hacia el castillo de Neuschwanstein, conocido como el castillo del rey loco. Nada más salir del hotel, giramos la calle y encontramos dos tiendas ideales para Bea y para mí. Ella se metió en una tienda de zapatos y yo en una de delicatessens. Cada uno hizo sus compras, yo una pequeña cantidad de comida y algunas especias y Bea un par de zapatos. Salimos hacia el castillo media hora más tarde de lo previsto.

El camino hacia el castillo desde Munich se hace siguiendo la ruta romántica, una carretera que va siguiendo un montón de pueblos, castillos, iglesias... Enganchamos en la radio un canal de música clásica que estaba poniendo un vals según cambiamos de emisora y lo dejamos todo el camino. Serpenteamos por en medio de pueblos hasta llegar al pueblo bajo el castillo. Llegamos a eso de las 12 y estaba atestado de gente. Aparcamos en un parking y fuimos hasta el sitio donde se vendían los tickets. Cuando llegamos vimos una cola enorme que se detenía en un punto que ponía: "de aquí en adelante son aproximadamente 40 minutos de cola". Cuando nos pusimos a esperar una persona de la organización estaba avisando de que no aseguraban que a la hora que era y con la espera que teníamos por delante quedasen entradas. Así pues, por falta de previsión (alguna pega tenían que tener nuestros viajes) nos quedamos sin entrar. De todas formas decidimos hacer la subida al castillo para ver lo que pudiéramos. De momento el día aguantaba sin llover chispeando unas gotas de vez en cuando. Para subir al castillo se puede hacer de tres formas: en bus, en coche de caballos o andando. Decidimos subir hacia el castillo dando un paseo con cuesta y esquivando, eso sí, las cacas de los caballos. Llegamos arriba, dimos una vuelta, hicimos unas fotos y salimos del castillo hacia el puente que permite ver el otro lado del castillo que no se ve desde el pueblo. El puente es espectacular por el entorno. Está sobre una cascada, hecho de estructura de metal pero el suelo son tablones de madera. Había un montón de gente allí tratando de hacer fotos (maldito agosto). Nosotros buscamos un hueco e hicimos las nuestras. Bajamos por un camino lateral hacia la parte baja de la cascada. A media bajada, con una vista espectacular, nos comimos lo que nos había sobrado de la fruta del día anterior.

Cansados de caminar (y hay que contar que llevamos ya unos cuantos días de viaje y eso acumula cansancio) nos fuimos hacia el coche a eso de las cuatro y media de la tarde. Dimos un par de vueltas por las tiendas horteras del pueblo antes de partir hacia Fussen. En Fussen poco paramos (nos quedaba bastante camino aún), pero lo suficiente para ver un mercadillo de artesanía y hacer unas compras. Salimos del mercadillo hacia el hotel, en Dornbirn (Austria). Para hacer el camino enganchamos la Alpine Strasse, que viene desde cerca de Salzsburgo hasta la frontera Suiza. Hicimos unos cuantos kilómetros por ella, recorriendo montañas y valles hasta parar en una tienda de material de montaña, puesto que Bea y yo llevamos tiempo queriendo botas de montaña nuevas. Yo salí decepcionado con lo que había de mi talla, pero Bea encontró justo lo que necesitaba. Seguimos camino hasta llegar a Dornbirn.

En Dornbirn nos encontramos un pequeño lío. Resulta que están asfaltando la calle delante de nuestro hotel, con lo que no podíamos llegar al parking. Tras dar un par de vueltas buscando otra entrada acabamos dejando el coche sobre la acera y cargando las maletas unos cien metros. Dejamos las cosas en el hotel y bajamos a cenar. La verdad es que al pasar por la carretera cerca del centro del pueblo vimos bastante ambiente. En Austria lo normal es que los sitios de cenar abran hasta las 23:00, pero es que en esta ciudad abren hasta las doce o incluso la una. Tras dar unas vueltas y ver la catedral por fuera bellamente iluminada  decidimos el sitio donde cenar. Allí nos atendió un austríaco que por azares del destino había currado cinco años en Portugal, así que ahí nos veis, dos españoles y un austríaco entendiéndose en portugués. Tela. En fin, que nos ayudó a entender la carta en alemán (hasta nos dio pena, nos gusta pedir cosas sin saber que pedimos, es como un regalo sorpresa y nosotros comemos de todo). Bea se pidió bacalao con bacon (impresionante combinación) y un risoto y yo una especie de filete de ternera cubierto de una salsa de carne y cebolla. Ambos platos estaban deliciosos. Todo esto acompañado por una buena cerveza local, claro está. En fin, que después de esta nos fuimos al hotel a descansar a eso de las 23:30 (ya veis a que hora escribo). De la ruta no me olvido.

miércoles, 18 de agosto de 2010

Día 11: Feldkirchen-Westerham - Munich

Hoy dedicamos todo el día a ver Munich. Por la mañana llovía, y a ratos bastante fuerte.


Bajamos a desayunar y salimos dirección Munich. Como llovía decidimos ir a ver el castillo de Nymphemburg. El castillo es un pedazo de palacio enorme que ha ido creciendo desde principios del XVII a finales del XVIIII. Lo que empezó como un pequeño edificio con un jardín ha acabado siendo un palacio enorme con un jardín gigante.

A sólo 6 Km del centro de Munich, es un oasis en medio de una zona residencial. Por fuera es algo bastante soso, pero una vez se entra en él uno ve el lujo y la decoración recargada de la época.

Como no queríamos pasarnos el día en el castillo compramos sólo la entrada al castillo (que se considera el edificio principal). A mayores hay dos museos en las alas, una bomba de agua del XVI y varios pequeños eficios que hay en el jardín que hay que pagar para visitar. No es caro (5€ el castillo, 10€ todo), pero requiere mucho tiempo.


En Munich, si uno quiere ver todo en cuanto a museos y palacios se puede tirar una semana. Entre este y la Residentz (en el centro de Munich) te puedes pasar dos días. Otro en la pinacoteca, otro en el museo alemán... Y así el tiempo que uno quiera. Pero nuestro tiempo era limitado, así que nos quedamos sólo en el edificio principal. Recorrimos todas las salas, dimos un pequeño paseo por el jardín (ya había parado de llover) y nos fuimos al centro, dirección Marienplatz, la plaza principal de Munich.

Aparcamos cerca de la plaza y por el camino nos topamos con un mercado al aire libre con puestos de frutas, carne, cervecerías... Las fruterías eran espectaculares y tenían frutas exóticas y algunas que otras locales con una pinta estupenda. Yo aproveché la ocasión y probé la pitahaya que se podía comprar cortada y lista para comer.


El sabor era suave y ligeramente ácido y me resultó un tentempié agradable. Paramos poco después para comprar un par de pretzels. A Bea y a mi nos encantan (ya los habíamos comprado en otros sitios de Alemania). La verdad es que con lo salados que están no me extraña que la gente beba tanta cerveza. Comimos un par de ellos en dirección a la marienplatz. Por el camino Bea paró a hacer unas compras, que aquí también hay rebajas... Nos dedicamos a recorrer la plaza y los alrededores admirando el edificio del ayuntamiento, que por momentos nos recordó al de Bruselas.


Sin embargo, a pesar de que esta plaza es realmente preciosa, para mi gusto es más bonita la Grande Place, es muy difícil de superar...

Tras callejear y caérseme la baba en una tienda de cocina viendo preciosos cuchillos japoneses y sartenes con recubrimiento cerámico (frikeces que tiene uno), nos pusimos a buscar donde comer. Haciendo el guiri nos fuimos a la cervecería más antigüa de Munich (hofbraeuhaus), y por lo que parece de Alemania. Aunque el edificio no es el original (necesitaron ampliar), esta cervecería de 11.000 metros cuadrados es la leche. Salas y más salas de mesas con gente bebiendo cerveza y comiendo salchichas, codillos... y escuchando música regional en vivo y en directo. Nos comimos una salchichas y me bebí una cerveza tostada mientras el camarero miraba a Bea con una cara de resiganción cuando pidió agua con gas. Salimos de allí no sin antes parar en la tienda de souvenirs de la propia cervecería, en la que un chico reponía sin parar porque las cosas desaparecían de las estanterías.


De allí nos fuimos a ver el museo aleman, que es un museo de ciencia y tecnología enorme. Cuando llegamos estaba cerrado y fue una pena, porque quería ver allí un messerschmitt me262, avión a reacción de la segunda guerra mundial, el primero operativo en el mundo. Como estaba cerrado nos fuimos a ver la catedral, que no nos gustó demasiado. De hecho nos pareció relativamente moderna, pero luego leímos que es de finales del XV pero como no había dinero se hizo de ladrillo. El interior fue destruido en gran parte en la segunda guerra mundial, por lo que lo que se puede ver es sólo lo restaurado y no es gran cosa. Callejeamos un rato más hacia la Residentz. El palacio tiene una colección de objetos de la leche en su interior que no pudimos ver porque era muy tarde. Nos quedamos sentados en el parque y decidimos irnos al hotel porque estábamos derrotados. Por el camino vimos que el mercado de verduras aun estaba abierto así que nos dimos un lujazo y decidimos cenar fruta de calidad. Compramos un mango thailandés, unas cerezas alemanas incluso más grandes que las picotas, unos plátanos baby... Cogimos el coche y nos fuimos al hotel a descansar. Mañana más. La mini mini ruta donde siempre.

lunes, 16 de agosto de 2010

Día 10: Bayerisch Gmain - Hallstatt - Feldkirchen-Westerham

Por la mañana nos levantamos con lluvia y fuimos a desayunar. Esta vez no fue algo muy variado pero nos sirvió para cargar las pilas. Hoy el objetivo era ver Hallstatt. un precioso pueblo a las orillas de un lago a unos 100 Km de Salzsburgo. También entraba en los planes ir a unas cascadas que hay en una garganta (las de Liechtensteinklamm). Esta garganta tiene pasarelas para recorrerla mientras el río hace mil diabluras. Al final no nos dio tiempo y tuvo que quedar para otra ocasión.

En fin, que partimos hacia Hallstat y por el camino, como el resto del viaje en Austria, belleza y más belleza. Según girabas una curva que serpenteaba entre montañas te encontrabas un lago con casas bordeándolo y un pequeño pueblo que lo dominaba. En el lago mil cosas que hacer (deportes de invierno, de verano, teleféricos para subir a la montaña cercana...). La verdad es que todo lo que vimos de Austria parece un parque de atracciones de la natureleza destinado a los propios austríacos y a los alemanes. En Austria en muchos sitios vimos más matrículas alemanas que del país.

Llegamos a Hallstatty nada más ver el lago alucionamos. El lago no era muy grande pero era espectacular. En una orilla la montaña no podía ser más plástica. Estaba recorrida por mil torrentes (acababa de terminar de llover) que hacían que tuviera un forma con aristas ramificadas llenas de agua que vertían sobre el lago. Era precioso todo encajado entre estas montañas. En el lago el único pueblo de un tamaño suficiente para ser llamado como tal era Hallstat, un pequeño pueblo turísitico. Tras acceder a él mediante un túnel ya pudimos ver que estaba repleto de turistas (todo lo repleto que puede estar, ya que no hay excesivos parkings). Aparcamos en uno y vimos que había unas minas de sal para ver y allá fuimos. Para subir se puede hacer a pie pero como no nos daba tiempo subimos en el funicular que era espectacular y subía por unos railes situados sobre las copas de los árboles.

Tras llegar arriba y dar una pequeña caminata esperamos en la cola para entrar en la cueva. Tras esperar nos dieron unos buzos y entramos caminando por 300 metros de galería de madera. Dentro de la cueva pudimos ver la sal del interior, una laguna salada, nos explicaron como todavía se extrae sal de las minas y los más importante, ¡tirarnos por unos toboganes de madera! Cuando salimos de las minas empezó a llover muy en serio, así que fuimos corriendo al coche con dirección ya al hotel que estaba cerca de Münich.

Hay que comentar que es curioso. Alemania y Austria se parecen mucho en muchas cosas, pero mientras en Alemania como muy tarde los restaurantes cierran a las 21-21:30, en Austria se cena hasta las 23:00. Sin embargo los supermercados en austria cierran a las 19:00 y en alemania es posible verlos abiertos hasta las 20:00. No hay cristo que los entienda... Antes de abandonar Austria todos famélicos entramos en un café-panadería de un pueblo buscando alimento. Allí una señora muy amable nos explicó en inglés los, redondeando, 30 tipos de pan distintos que tenían. Nos preparó unos bocadillos deliciosos con un queso y un fiambre locales que dejamos a su elección. De postre sendas tartas impresioanntes, una de cereza y la otra de avellana. Abandonamos Austria con pena de no tener más tiempo. Tuvimos la tentación de ir mañana a Viena, pero queda para otra ocasión. Dos semanas eran poco tiempo y nos quedaríamos con ganas, estando en Viena, de ir a Praga y/o Budapest. Tenniendo en cuenta que llevamos 3500 Km nos parece un poco mucho... En fin, que Austria nos ha parecido muy bonita, con unos paisajes y ciudades impresionantes y con una comida deliciosa. Quizás la única pega es que como en muchos sitios de Alemania la gente en general es un poco seca en el trato de primeras. Quizás sea cosa del idioma, que bajo nuestro punto de vista se ve agresivo... Pero bueno, realmente merece mucho la pena y nos encantaría volver. En invierno para esquiar tiene que ser todo aún si cabe más bonito.

Nos dirigimos hacia el hotel a 30 Km de Munich. El hotel es un hotel familiar en medio de la nada (bueno, cerca de un lago y un par de granjas :) ). Como llegaamos a eso de las 20:00 nos fuimos a cenar. ¡Que bien se come en Alemania! Nos zampamos unos platazos. Yo unos filetes empanados con una guarnición de patatas que no se llevaban pero que estaban buenísimas, una ensalada variada y mermelada. Bea unas chuletas de cerdo con una bola de algo que no identificamos pero que parecían chicharrones, una especie de puré de patatas y una ensalada de col. Todo esto regado por un par de cervezas de trigo que parecían hechas ayer. ¡Muy rico todo! En fin, se puede ver que nos encanta la zona. La rutilla aquí.

Día 9: Bayerisch Gmain - Chiemgau Thermen - Salzburgo

Nos levantamos hoy y bajamos a desayunar viendo como las mujeres de la familia vestían trajes regionales. Por lo que estuvimos observando todo el día aquí los trajes regionales tienen su importancia. De hecho en Salzburgo hemos visto trajes regionales de lujo y como las mujeres los vestían para ir a los conciertos de gala. Desayunamos como campeones (cosa habitual en los desayunos de hotel) y yo me atreví con una morcilla gelatiosa (de perdidos al río). Como a Bea le dolía la espalda (del tute y los km) nos fuimos a unas termas a ver si le daban un masaje.
Como en la autopista había un atasco del copón, cambiamos de termas (en Alemania es facilísimo saber donde hay termas fijo, sólo hay que buscar la palabra “Bad” en el nombre de un pueblo). Las termas en Alemania son bien baratas. Por 16€ por cabeza tuvimos acceso a las piscinas + las saunas para todo el día, aunque solo las usamos unas 3 horas y media. Las termas tenían una serie de piscinas exteriores (más o menos calientes según la piscina). En ellas había múltiples chorros pero la piscina que más éxito tenía era una que era un canal con mucha corriente y por la que la gente daba vueeeeeltas y vueeeeeltas. Era bastante divertido. Bea mientras yo me zapateaba en las piscinas se dio un masaje de espalda.. Cuando acabó nos fuimos los dos a las saunas, que en Alemania son en pelota picada (como en Suiza). Ellos consideran que es una guarrada ponerse a sudar en bañador y algo de razón tienen. La verdad es que en Alemania lo de las termas es algo muy habitual. La gente se va a pasar el día e incluso lo tienen todo montado para que comas en ellas. En la pulsera que llevas te cargan lo que consumas (tratamientos, comidas, bebidas…) y al salir los pagas. Incluso hay gente que se trae la comida de casa… Nosotros probamos un montón de saunas distintas y nos fuimos, camino de Salzburgo, son haber comido todavía, a eso de las 15:30.
Salzburgo es una preciosa ciudad que tiene en un extremo una montaña con un castillo en su cima. Aparcamos tras dar unas cuantas vueltas (estaba llena la ciudad) cerca del palacio de Mirabelle. Desde allí nos fuimos con dirección a la catedral. Antes de llegar paramos a tomar un “café”. 
En Salzburgo, como en todas las ciudades austríacas, los cafés son la releche, y están llenos de gente a media tarde comiendo gordeces. Nosotros nos comimos sendos trozos de tarta. Para acompañarlos Bea se tomó un superbatido de chocolate con una bola de helado de chocolate dentro y yo me tomé un café con nata y una bola de helado de vainilla. ¡Tremendas gordeces! Paseamos por la ciudad vieja recorriendo todo (catedral, iglesias, plazas de la zona Mozart…) Por toda la ciudad había carteles de conciertos. En los palacios, en las iglesias, delante de la catedral… Todo eran anuncios de conciertos en sitios espectaculares y se veía a mucha gente vestida para la ocasión. Nosotros entre unas zonas y otras subimos al castillo (había funicular hasta las 10 de la noche).
 En la subida vimos un precioso cementerio donde había algunos panteones adornados con ¡cuadros!  Desde el castillo disfrutamos de las vistas de la ciudad en todo su esplendor. 
 Recorrimos algunas salas pero al poco rato nos fuimos. Antes de irnos de la ciudad nos fuimos al palacio de Mirabelle, cerca de donde teníamos aparcado el coche, a ver los jardines (muy chulos ellos). Salimos de la ciudad con destino al castillo de Hellbrom, a unos 5 km. Este castillo es famoso por sus jardines. En ellos se grabó la escena del pabellón de sonrisas y lágrimas. 
 De todas formas nuestra idea primordial era ver los juegos de agua. En este castillo hay un jardín con un montón de sitios de donde se han colocado salidas de agua. La idea era coger de improviso a los visitantes con las salpicaduras (por ejemplo, hay un asiento del que salen chorros de agua para mojarte al sentarte). La pena es que el folleto que teníamos decía que en julio y agosto se podía entrar hasta las 22:00 pero supongo que al ser domingo no, porque ya estaban cerrados cuando llegamos.
Así que a eso de las 9 nos fuimos a buscar donde cenar. Acabamos, para hacer tradición a nuestros viajes, en un japonés. Cenamos unas sopas para asentar el estómago y un poco de sushi variado elegido por nosotros pieza a pieza con las más raras que había y nos fuimos para el hotel a descansar. Os dejo al final, la ruta.

domingo, 15 de agosto de 2010

Dia 8: Innsbruck - Kühtai - Krimmler Wasserfälle - Nussdorf am Inn

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Nos levantamos por la mañana con un sol que se asomaba entre las nubes que nos despertó a través de las cortinas del hotel (que eran muy finas). Bajamos a desayunar y partimos a hacer una ruta panorámica que pasa por Kühtai, un pueblo-estación de esquí que está relativamente cerca de Innsbruck. Los paisajes que se recorren son la leche. Valles encajados, rodeados entre montañas repletas de abetos que se sujetan de las laderas desafiando a las leyes de la gravedad. Cogimos la carretera y fuimos subiendo por carreteras de curvas (de esas que me gustan a mi) teniendo cuidado porque había un montonazo de ciclistas. Cuando estábamos llegando a Kühtai nos dimos cuenta de que en esta zona de Austria dejan a las vacas sueltas por la montaña y hay que andarse con ojo por si salen a la carretera. Cuando llegamos a la parte alta (a más de 2000 metros), Bea bajó a hacerse amiga de unas vacas y a jugar con ellas un rato.


Cuando se aburrió seguimos y nos fuimos a ver Innsbruck.
Aparcamos en coche en un parking y nos fuimos al centro, donde están las calles comerciales. Nada más llegar Bea fue corriendo a la tienda de swarovski, que es Innsbruck es enorme y está decorada que parece un museo.

 Tras hora y media revolviendo y esquivando a una horda de chinos Bea se compró a una nueva mascota para casa y unos pendientes. Salimos y nos dedicamos a pasear por el centro, parándonos a mirar las fachadas decoradas con pinturas y al fantástico tejado de oro.


En el paseo yo paré a cubrir mis aficiones culinarias e hice una compra de fiambre típico de la región, que tenía una pinta estupenda. Callejeamos y callejeamos hasta toparnos con una feria donde comimos unos bocadillos raros (el de Bea era arenque en vinagre, eso lo identificamos, pero el mío era de algo así como gambas minúsculas que sabían a una mezcla entre langostino y calamares). Seguimos rumbo parándonos en las tiendas de deportes, tratando de buscar unas botas de montaña chulas. Lo malo de esta zona es que todas las botas son de marcas italianas muy caras, aunque con un pintaza estupenda. Como no encontramos nada cogimos el coche y nos fuimos a ver unas cascadas.
Las cascadas de Krimml son las más altas de Europa. Una cascada compuesta de tres saltos que alcanzan 350 metros de altura.

 Según el folleto son las quintas más altas del mundo. Tras pagar 7,5€ llegamos a las cascadas y como no nos daba mucho tiempo sólo vimos el primer salto, que impresionaba por la altura y por la cantidad bestial de agua que llevaba. Salimos de allí un poco mojados por la nube de agua que levantaba la cascada y fuimos al coche a cambiarnos.


Salimos desde allí con dirección al hotel, en un pueblo de Alemania cerca de Innsbruck. Allí llegamos a las 9 de la noche y nos fuimos a la cervecería/restaurante del hotel, situado en un edificio enfrente. Pedimos al estilo alemán. Bueno, a nuestro estilo alemán, es decir, sin saber lo que pedíamos porque ni idea del idioma. Yo acabé con una carne cocida muy rica acompañada de unas patatas confitadas y Bea con un filete de dios sabe que parte de cerdo con una pedazo de ensalada. Todo eso y dos pedazo de cervezas por 22€, ¡para que luego digan!
 Tras cenar nos fuimos para cama. La ruta, aquí

viernes, 13 de agosto de 2010

Día 7: Trento - Innsbruck

Hoy desayunamos en el hotel de Trento y cada vez nos levantamos más temprano para irnos adaptando a los horarios centroeuropeos. El desayuno del hotel bien, gracias. Los hoteles de negocios en algunos sitios de europa son una buena solución en épocas estivales. Suelen estar bien y como no hay congresos ni ferias y están apartados de las atracciones turísiticas pues son baratos. Partimos para Trento (donde el concilio) a pasear por la ciudad vieja. Na más llegar aparcamos al lado del castillo y decidimos entrar porque estaba lloviendo. Dentro había una exposición sobre el trabajo con vidrio a lo largo de la historia que estaba bastante bien. Bea se quedó enganchada con un video que había sobre como elaborar figuras de vidrio y las distintas técnicas de decoración que han surgido con los siglos. El castillo estaba repleto de frescos y de unos techos con unas filigranas en la madera bastante espectaculares.



No había apenas mobiliario original (alguna estufa de cerámica) pero en conjunto el castillo estaba bastante bien.

Tras salir del castillo nos fuimos a pasear por la ciudad. En la oficina de turismo conseguimos un plano de las atracciones turísticas del centro y nos dirigimos a la catedral.


Las calles del casco histórico son muy chulas, con el suelo empedrado, sin coches y repletas de iglesias y edificios históricos. Fuimos derechos a la catedral que es bastante bonita por fuera aunque el interior es un tanto soso porque es muy antigüa (S XIII) y los frescos están hechos polvo. Callejeamos un buen rato más antes de partir dirección Innsbruck, ya que nos faltaban 175 km de camino.

Por el camino encontramos una caravana debida al acordeón formado por unas obras que duró más de 10 km. Nos tiramos un buen rato parados, eso sí, rodeados de montañas preciosas.



Tras esperar y desesperar, seguimos carretera por el medio de los valles. Es una pena no poder quedarnos por los Dolomitas, pero con el mal tiempo que está haciendo estos días aquí poco podríamos disfrutar. Antes de cruzar la frontera paramos en un outlet que a Bea le tuvo buena pinta, y que por aquí abundan bastante. Seguimos adelante tras parar un ratillo a estirar las piernas y nos dirigimos ya hacia el hotel, pasando por Innsbruck para ver si nos tenía buena pinta para volver mañana, cosa que haremos. El hotel es un típico hotel alpino con una habitación enorme y muy bien de precio. Mañana veremos la zona (las previsiones dan algo de mejora de tiempo) y después nos iremos a dormir cerca de la frontera alemana, decidiendo mañana si vamos a Salzsburgo o a Munich. La ruta os la dejo por aquí.

Día 6: Verona - Venecia - Trento

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Nos levantamos por la mañana con nubes en el cielo y con pinta de ponerse a llover en breve. Corrimos a desayunar y ¡nos volvimos a encontrar un montón de tartas! ¡Estos italianos quieren que engordemos! Desayunamos hasta ponernos las botas para coger fuerzas en el largo día de caminata que nos esperaba en nuestro destino: Venecia.
Tras una hora y algo de autopista llegamos al puente que lleva a la ciudad. Aparcamos en un parking que queda un poco apartado (el de Tronchetto) pero que es el más barato de Venecia (21€ por día). Tras esperar en la cola un rato para entrar dejamos el coche en el cuarto piso (de cinco), así que había bastante gente, pero podría ser peor. Hicimos cola de nuevo para poder coger tickets de vaporetto (si, somos de los que los compran) para todo el día (uno de 12h de duración vale 16€). Cogimos de guiris máximos el que lleva hasta la plaza de San Marco y empezamos ya a disfrutar de Venecia desde el barco. La verdad es que las vistas son espectaculares y se va muy rápido en barco de una punta a otra de Venecia. Una cosa que me sorprendió de Venecia es el tamaño. Antes de ver ningún mapa yo me la imaginaba mucho más pequeña de lo que luego resultó ser. ¡Aún es grande de narices¡
Llegamos a San Marco y aunque había bastante gente yo me esperaba mucha más. Sólo en una zona de la plaza había algo de embotellamiento pero era debida a que había zonas donde afloraba el agua. No había mucha, pero la suficiente para hacerse un embotellamiento.  Pensamos en entrar en la basílica, pero con mucho dolor de nuestro corazón y viendo la cola que había decidimos seguir callejeando hasta que no pudiésemos más. La plaza tenía variasa fachadas en restauración, con lo que quedaba un tanto deslucida. Así que cogimos y empezamos a recorrer calles y más calles para acabar como quien no quiere la cosa en el puente de Rialto. 
Lo cruzamos y seguimos camino calle arriba y calle abajo hasta llegar la iglesia de San Rocco (¿ya lo han canonizado?). Nos sentamos en sus escalones un rato para coger fuerzas y seguir caminando. Al cabo de un rato decidimos coger un vaporetto para ir hasta Ca’d Oro. Allí, cruzamos de lado a lado para ir a Fonte Nuova y coger un vaporetto a Burano, de la que me habían hablado maravillas.
Tras 45 minutos de travesía llegamos a Burano. Es una isla preciosa, la verdad. Es muy distinta a  Venecia en el espaecto a que recuerda a un pueblo de pescadores mediterráneo y no a una gran urbe comercial renacentista como es Venecia. 

Paseamos por la isla haciendo mil fotos hasta coger otro vaporetto hacia Murano. En Murano paramos bien poco ya que no nos gustó demasiado. Era de un estilo parecido a Burano pero todo mucho más descuidado  y se notaba bastante que en la isla había fábricas de cristal que la afeaban. Así que cogimos otro vaporetto y volvimos a la Fonte Nouva. Allí nos pusimos a callejear por esta parte que parece mucho más la auténtica Venecia y más alejada del turisteo. Por esta zona fue la primera vez que nos perdimos un poco (por ir yo de valiente y no coger el mapa). Cogimos el mapa y en un ratito estábamos en San Marco (¡si es que estábamos al lado y aquello era todo tan distinto!). Nos volvimos a San Marco para verla un segundo de noche antes de coger el coche camino de Trento (250 Km nos aguardaban y ya eran las nueve de la noche). Cogimos un vaporetto hacia el coche y salimos de Venecia.
 ¿Las conclusiones de Venecia? A mí me ha encantado, me parece un sitio muy bonito. A Bea le gustó menos, le parece un sitio chulo pero según ella los desconchados y la cutrez de bastantes edificios está planificada para que la ciudad sea así. Yo no comparto eso, simplemente creo que dadas las inundaciones, el clima, y la antigüedad de los edificios es muy complicado conservar bien las cosas y mucha gente no tiene el dinero necesario. He echado de menos no poder entrar en muchos sitios y tener más tiempo para ver la ciudad, pero ha sido una visita provechosa. Eso sí, salimos derrengados de caminar y tuvimos suerte con el olor, esta vez no olía mal la ciudad. La ruta, otra vez aquí.

jueves, 12 de agosto de 2010

Día 5: Montelupo Albese - Sirmione - Verona

¡Vaya día el de hoy! Nos levantamos en el hotel de Montelupo a una hora prudente (estamos cambiando los horarios a unos más europeos, en esta zona de Italia se cena de 20:00 a 22:00) y bajamos a desayunar. Bea se quedó con ganas de echarse un chapuzón mañanero porque teneníamos que hacer kilómetros, pero se lo compensó el desayuno. ¡Vaya pedazo de desayuno! Había de todo, pero lo mejor era el surtido de tartas caseras (higos, queso con chocolate, manzana…), de quesos, fiambre… Realmente fue la leche y ya nos colmó el hambre hasta bien entrada la tarde.


A eso de las 10 de la mañana ya sufríamos unos 28ºC con un elevado grado de humedad. Cogimos el coche camino de Sirmione, un bonito pueblo en las orillas del Lago di Garda. Por el camino tuvimos de todo, pero seguimos destacando las bellas montañas del centro del Piamonte. No es una zona turísitica, pero igual que no lo es el Caurel y es un paraje precioso.


Tras un par de horas de camino, llegamos a Sirmione. He de decir que en esta parte de Italia el agradable conducir. La gente que me he encontrado en la carretera de conduce de una forma muy similar a como se hace en España, diría que incluso algo mejor. Supongo que lo grave en Italia será de Roma para abajo, como me habían advertido. En fin, no doy más rodeos. Llegamos a Sirmione a eso de las dos de la tarde, con un tiempo bastante bueno. Había mucha bruma, eso sí, que deslucía un poco las vistas de las montañas del fondo de lago. El Lago di Garda es un lago alpino enorme que mide unos 60 Km de largo y unos 20 de ancho en la parte más ancha. Sirmione es una isla conectada por un pequeño puente con la orilla. Es, diríamos, casi una península. Nada más llegar y aparcar nos acercamos a un muelle y una chica italiana de una empresa nos ofreció un recorrido en barco alrededor de la isla. Era un poco caro pero nos pareció una locura encantadora y nos montamos en el barco.



Durante media hora vimos el castillo, pasamos por debajo del puente, vimos la antigua villa romana, las termas… ¡Fue genial! Cuando acabamos la chica nos dejó al lado del castillo y nos fuimos a tomar unos helados.



Caminamos bajo un calor y una humedad bastante considerable (rondábamos los 30ºC) hacia la villa romana. Por el camino paramos en una playa de grava para remojar los pies antes de seguir camino hacia la villa romana. Disfrutamos de las vistas sin entrar en las ruinas y bajamos desde ella parando antes a comprar una postal que en breve irá camino de Coruña. Cansados y sudorosos cogimos el coche camino de Verona.

Verona es famosa por dos cosas. Su arena romana, que está en un estado de conservación magnífico (de hecho desde hace 90 años se representan en ella óperas al aire libre y se considera de los mejores sitios del mundo para escuchar una) y que en esta ciudad vivieron las familias en las que está basada Romeo y Julieta. Aparcamos el coche con facilidad (y algo de suerte) a menos de 100 metros de la arena. Nos pusimos como siempre a callejear, recorriendo los alrededores de la Arena, las calles comerciales, las terrazas, la tumba de Julieta, la casa de Julieta, el castillo y el puente medievales…


La verdad es que es una ciudad preciosa en un entorno precioso. Entre lo bonita que es y la pasada que es tener el lago cerca, esta zona me parece estupenda para pasarse unos días. En el lago nos quedan por ver un montón de sitios, pero para otra vez será. Cansados tras un largo día de calor, tomamos un pedazo bocadillo de bresaola entre Bea y yo y nos fuimos derechitos al hotel , un típico hotel de negocios en las afueras de Verona muy cómodo y tranquilo.

Mañana finalmente nos vamos a pasar el día a Venecia, a ver si nos gusta!, La ruta, de nuevo aquí.

miércoles, 11 de agosto de 2010

Día 4: Niza - San Remo - Montelupo Albese

Hoy nos levantamos en Niza con el día nublado a eso de las 11 de la mañana. Dado que estuvimos de paseo hasta las 2 de la madrugada y luego hubo que buscar hotel fue imposible levantarse antes. El lunes por la noche decidimos que no queríamos más costa azul por lo abarrotado y caro que está todo en esta época, así que nos pusimos a buscar hotel sin rumbo por Italia (para que os hagáis una idea decidimos poner al buscador Génova como punto de partida y le dimos un radio de 100 Km).

En fin, que partimos de Niza siguiendo la autopista de la costa con idea de darnos un chapuzón en el mediterráneo si la cosa era propicia. Como lo único que nos sonaba de la costa italiana que íbamos a recorrer era San Remo (por aquello del festival) decidimos salir allí de la autopista. Tras abandonarla, apareció de la nada una pedazo de caravana de un kilómetro de largo. Como había antojo de playa nos quedamos media hora esperando hasta poder huír por una callejuela hacia la playa más cercana (que no era tal porque eran cantos rodados muy finos). Las playas que vimos por la zona eran todas privadas, propiedad de clubes que exigían pagar una entrada para el acceso. Así que siguiendo a unos locales, acabamos en un pequeño espigón que protegía una cala. Aposentamos los bártulos en las rocas y nos dimos un chapuzón que acabó durando una hora debido a que la temperatura del agua y la ausencia de viento hacían muy agradable la estancia en el agua.



Tras el relax seguimos rumbo al hotel atravesando San Remo, un pueblo turístico más que no nos pareció gran cosa. Tras seguir la carretera de la costa tratando de llegar a la autopista hicimos nuestra primera compra en un supermercado italiano (y la primera del viaje). Aprovisionamos de productos alimenticios básicos y nos dirigimos hacia nuestro moderno y lujoso hotel rural, en el medio de la nada. Por el camino atravesamos un montón de pequeños pueblos encaramados a las cimas de los montes mientras la carretera serpenteaba de uno a otro. Una de esas carreteras para disfrutar conduciendo (y el montón de motos que nos encontramos lo atestiguan). La verdad es que el hotel lo encontramos de casualidad y acertamos de pleno. Por el precio de un tres estrellas cutre en la costa azul, estamos en un maravilloso hotel con vistas al infinito, ultra acogedor, con una maravillosa piscina y una bonita y cómoda habitación con terraza. El hotel por si os interesa se llama Ca Del Lupo. Llegamos a eso de las seis de la tarde y nos fuimos derechos a la piscina a darnos un chapuzón. Cuando nos aburrimos subimos a la habitación y nos preparamos para bajar a cenar al restaurante del hotel, que está en un edificio aledaño y que estaba lleno de gente de la zona.
 

 Cenamos en un ambiente muy agradable, eligiendo comida elaborada con productos de la zona. La única pega es que el servicio iba muuuy lento, tardando mucho entre plato y plato. Por lo demás la cena resultó muy agradable y placentera, realmente me he resarcido de los últimos días. Mañana, camino de Verona y después ¡ya se verá!. ¡No me olvido de la ruta!

martes, 10 de agosto de 2010

Día 3: Bezieres - Antibes - Nice

Salimos de Beziers a las tantas, ya que nos acostamos tardísimo el día anterior. Cogimos el coche y ya se notaba que era lunes y había muchísimo tráfico en la carretera. Paramos a tomar un refrigerio en un área de descanso que tenía un pequeño pinar con merenderos. Continuamos dechos hasta el hotel y conforme nos acercábamos a Niza el tiempo iba empeorando. No es que se fuera a poner a llover, pero la temperatura bajó de 30ºC a 26ºC y el cielo se fue nublando. Con este cambio de tiempo los planes de Bea de ir a la playa se fueron al traste y fue un auténtico fastidio.

Optamos por ir derechos al hotel a dejar las cosas e irnos a ver Antibes, a donde llegamos a as 6 de la tarde. Por el camino tráfico y más tráfico... Antibes en un pueblo amurallado en la costa con bastante encanto. Está repleto de callejuelas muy muy estrechas y en las que son algo más anchas están llenas de sitios para comer y de tiendas. Nos dedicamos a recorrerlo, paseando por la marina viendo yates inmensos, callejeando mientras picábamos algo, asomándonos a la muralla para poder ver el acantilado hacia el mediterráneo, viendo la pequeña playa del pueblo....




En fin, que es un sitio realmente agradable y bonito. Conforme se nos fue echando la noche encima fue desapareciendo mucha gente y decidimos ir a Niza a ver como era el ambiente nocturno.

Decidimos ir a Niza todo por la costa y nada más acercarnos vimos una playa larguísima de cantos rodados. Decidimos parar para sentarnos frente al mar un ratito y coger algunas piedras (ya sabéis la afición de Bea a esto). Cuando nos cansamos, seguimos con el coche. Es alucinante el paseo marítimo de Niza, pues recorre varias localidades y ¡mide unos 20 Km! Llegamos a Niza y nos dedicamos a recorrer el paseo hacia el puerto con el coche buscando donde aparcar. Encontramos en un parking tras dar mil vueltas y nos propusimos caminar y cenar algo. La verdad es que el ambiente era estupendo con un montonazo de gente por la calle, conciertos, tiendas, terrazas... Dimos vueltas y vueltas tratando de encontrar donde cenar y era horrible. Todo eran sitios ultra turísticos con los mismos platos para turistas y carísimos. Así que , tras una fuerte oposición mía, me resigné y volvimos al McDonalds (eso sí, hoy vamos a Italia y me pienso resarcir). Cogimos comida para llevar y nos fuimos a sentar a la playa, donde había gente bañándose, comiendo y charlando, a pesar de ser las doce de la noche. Comida de McDonalds,pero a un metro del mar, escuchando el ruido de las olitas sobre los cantos rodados... Un lujazo. Cuando acabamos de cenar nos retiramos a buscar hotel, que ya era la una y media de la madrugada!

Mañana partimos hacia Italia.... La ruta, aquí.

lunes, 9 de agosto de 2010

Días 1 y 2: Coruña - Pamplona - Beziers

El sábado salimos de Coruña a las dos y cuarto, nada más salir Bea de trabajar. Por delante el sopor de atravesar Castilla. Nada mencionable del viaje, aparte de que había algo más de tráfico que las otras veces y que volvimos a caer en la trampa de nuestro GPS que quiere que pasemos por ¡Valladolid!. Una vez resuelto el trámite llegamos a Pamplona, donde nos esperaba Flo, un buen amigo de la universidad. Llegamos a la hora prevista, a eso de las 21:00 y nos dió tiempo a bajar a cenar en una terraza con una temperatura fantástica para estar disfrutando de la compañía. Cuando acabamos de cenar nos unimos a unos amigos de Flo (y corroborámos que el mundo es muy pequeño). Acabamos de cháchara hasta las tres de la madrugada.

Con este panorama lo normal es que el segundo día nos levantásemos tarde, como terminó ocurriendo, así que preferimos comer en Pamplona sin agobios antes de coger carretera, ya que nos quedaban 600 Km hasta Beziers, donde habíamos cogido un hotelito de carretera (Campanille Beziers). Comimos en los alrededores de la plaza de Castilla algo frugal acompañado de un helado para salir rumbo a Francia. Después de despedirnos de Flo y quedar para la próxima en Coruña (para poder ver a Carmen, que la echamos de menos) partimos a eso de las 17:00. Atravesamos 600 km de coches y más coches para llegar al hotel a las 10 de la noche, dejar las cosas y salir a cenar a lo único que creimos abierto a las 10:30 en Francia, el temido McDonalds. Llegamos, comimos y arrancamos en dirección a Cap D'Adge, uno de los pueblos turísticos de la región. Cuando llegamos ya muchas cosas estaban cerrando, pero pudimos ver que es el típico sitio de turismo con un montón de bares y restaurantes rodeando a una marina. Dimos un paseo porque hacía una noche fantástica (22ºC). Tras dar unas vueltas  nos fuimos con el coche para el hotel, ya a la una y media de la madrugada.

Por el camino ya habíamos visto a la vuelta algo que parecía un parque de atracciones así que fuimos a curiosear. El parque en cuestión se llama europark y era una cosata bastante hortera de un montón de atracciones apiñadas paraa toda la familia. Hay que decir que era muy muy grande y se veía desde casi toda la región. No entramos porque era ya muy tarde y aunque estaba lleno no merecía pagar la entrada siendo ya tan tarde. Nos fuimos al hotel pensando ya hacia donde íbamos. Al final tenemos el siguiente hotel cerca de Niza y a ver si hoy vamos un rato a la playa o a la piscina. La ruta aquí.

martes, 3 de agosto de 2010

Arrancamos de nuevo

Este año toca viajar en agosto. Es una pena pero las circunstancias laborales mandan y habrá que adaptarse a ellas. Otra vez más vamos en coche, haciendo una primera parada para ver a Flo, al que ya echamos de menos (y requiere desviarnos muy poco de la ruta, pena que Carmen no esté). Todavía no sabemos hacia donde ir y salimos el sábado... Tenemos muchas ideas, pero se resumen en dos: este o nordeste. La primera consiste en ir hacia Austria, pasando o bien por Italia, o bien por Suiza o bien por Alemania. Tocarían dos de esas tres posibilidades entre la ida y la vuelta.

La opción dos es ir hacia el nordeste, hacia Holanda y Dinamarca, volviendo por Alemania. Realmente no sabemos muy bien que hacer ni por donde tirar, pero lo que si tenemos claro es que volveremos a hacer un montón de kilómetros, viendo un montón de cosas y pasándonoslo fenomenal. ¿Vosotros hacia donde iríais? Habéis leido el blog y sabéis hacia donde ya hemos ido. Tenemos dos semanas, ¿hacia donde iríais vosotros?