domingo, 22 de abril de 2012

Europa de nuevo: Día 22 (Arrás y París)

Hoy estamos ya de viaje de vuelta, pero aún así no nos podíamos permitir circunvalar París y no quedarnos a comer, ya sabéis como somos. Salimos del hotel de Arrás tras desayunar y nos fuimos a ver el centro de la ciudad. La verdad es que es una ciudad bastante maja. ¿Que ver en Arrás? Pues lo principal es la plaza del ayuntamiento, con su torre y la abadía. Lo primero lo paseamos pero lo segundo, dada la prisa que llevábamos lo pasamos un poco de largo. Caminamos un poco por las principales calles de la ciudad, incluyendo su zona peatonal y realmente nos gustó como parada en el camino. Eso sí, id con hambre. Acabábamos de desayunar y los escaparates de las pastelerías nos decían "¡cómeme!".

Seguimos desde Arrás hacia París, a 180km. Aparcamos de esta vez en un parking cerca del Palais Royal. Eran ya las dos de la tarde así que fuimos directos a nuestro sitio de comer en París, en el que ya hemos comido tres veces, el Sapporo ramen. Si vais no lo confundais con el restaurante sapporo. Creo que es de los mismos, pero allí que yo sepa no hay ramen. La comida nos encanta y además es baratísimo. Por entre 7 y 9€ te comes un tazón de ramen gigante con el que os aaseguro que no pasereis hambre. Tras hacer unas compras en esta zona japonesa nos fuimos hacia la zona del boulevard Haussman para tomar un café en la cúpula de las Galerías Lafayette, viendo desde arriba la zona de ópera. De allí bajamos andado serpenteando calles hasta el coche de nuevo para salir de la ciudad.

Del resto del día nada más que contar. Autopista hasta Niort, ciudad a la que llegamos a eso de las once de la noche para seguir volviendo hacia el sur.

La ruta del día, aquí

sábado, 21 de abril de 2012

Europa de nuevo: Día 21 (Geldrop, Roermond, Maasmechelen)

Seguimos como estos últimos días esquivando la lluvia. El día se levanta con el sol asomando entre las nubes y salimos del hotel buscando donde desayunar en el pequeño pueblo de Geldrop, donde la noche anterior habíamos decidido dormir. El pueblo es muy tranquilo, con mucha gente haciendo sus recados en bicicleta. Fue curioso ver a una madre colocar a un niño de menos de dos años en una silla para bici delantera y a otra hija de unos tres años en otra silla trasera mientras sujetaba la compra y la bicicleta. Todo un arte, la verdad. En el paseillo por Geldrop aprovechamos para ver la iglesia, que es realmente grande y majestuosa. Se nota que en esta zona había dinero. La iglesia por fuera es bonita, pero por dentro nos encantó. Ls mezcla de ladrillos de varios colores y la forma de los arcos nos recordó muy mucho a lo que habíamos visto en el museo de historia natural de Londres, salvando las distancias (el de Londres está hecho con piedra y este con ladrillo). Desayunamos en una panadería local y partimos.

La verdad es que del resto del día no hay mucho que contar. En este día de regreso simplemente queríamos parar en dos megaoulets a buscar un par de cosillas concretas. Estos outlets, Roermond en Holanda y Maasmechelen en Bélgica son muy similares. Una calle bastante maja de casas bajas donde hay tiendas y algunos sitios para comer. Paramos a comer en Roermond en una pizzería una pizza que compartimos Bea y yo. Paramos también en un supermercado en Bélgica a hacer compra para cenar, ya que sabíamos que la hora de llegada a Francia no iba a ser muy buena para poder cenar. Eso sí, lo que quiero comentar es que ayer me cagué (hablando mal y pronto) en los holandeses como conductores. Que sepais que los belgas son tan malos como los holandeses y, además, tienen las carreteras y autopistas del sur hechas una porquería. Ser son gratis, pero me da que no hay presupuesto para asfalto porque es terrible. En fin, llegamos de noche a Arrás, muy cerquita de la frontera belga, a una especie de casa rural francesa muy cuca y bastante barata. Nos recibió con efusividad el dueño y nos fuimos a la habitación a cenar y a descansar, que falta nos hace.

La ruta de hoy, aquí.

jueves, 19 de abril de 2012

Europa de nuevo: Día 20 (Keukenhof, La Haya, Roterdam)

Esta mañana cuando nos levantamos el viento había amainado algo y el cielo no amenazaba lluvia. Salimos del hotel con dirección a Keukenhof. Keukenhof es un gigantesco parque que abre solo durante dos meses al año. Esos dos meses está hasta atrás de gente. ¿Y que es este parque? Pues señoras y señores, no es nada más que un gigantesco catálogo de flores. Así, como suena. ¿Es eso malo? En absoluto, es algo alucinantemente bonito. Estos señores cogen lo que ya sería un parque chulo y lo convierten en un espectáculo haciendo que los holandeses saben hacer como nadie, plantar flores. Según su propia publicidad casi un millón y medio de bulbos, que nos está nada mal. Tu vas caminando por sus calles, sus lagos, sus zonas más boscosas y en los jardines hay cientos de composiciones florales distintas, donde priman los tulipanes, como no. Pero vamos, que hay muchísimas especies de tulipanes distintas. Además, por si fuera poco, hay un par de miradores hacia los campos donde se cultivan flores de los alrededores, un molino de viento al que puedes entrar y un invernadero donde tienen especies que no aguantarían a la intemperie holandesa. Por último tienen un edificio lleno de orquídeas, muchas de ellas con puntuaciones de los concursos florales. Todo esto muy bien organizado, sin colas, y por el módico precio de 14€ por cabeza + 6€ de parking por el coche. Desde Amsterdam hay excursiones que se puden comprar en todos los hoteles de la ciudad, porque el espectáculo es realmente apetecible. Y ya no te digo si te gusta la fotografía macro, el sitio estaba repleto de gente haciendo fotografía. Realmente nos encantó y nos tiramos casi tres horas dando vueltas antes de salir hacia La Haya.

Nuestro paseo por La Haya (Den Haag en holandés) se resume en una palabra. Atasco. Una hora nos llevó hacer 20 km para darnos cuenta de que la ciudad está bien pero que no nos parecía nada especial y que estaba algo muerta a esas horas. Así que nos dirigimos a Roterdam, donde la palabra atasco se volvió a repetir. Otra hora en hacer otros 20Km. Voy a aprovechar este momento para rajar de los conductores holandeses. Son gilipollas. Pero vamos, al estilo español si no más. Pitan, cosa que en países como Alemania y Francia es imprensable (aunque contra todo pronóstico en Copenhague y Estocolmo también lo hacen). Se cuelan. Hacen el listo en toooooooooooodas las caravanas y se pican si luego no les dejas pasar. Se saltan semáforos en naranja/rojo al más puso estilo coruñés y, resumiendo, son unos maleducados. Nunca os creais eso de que en España se conduce muy mal. Se conduce normal comparativamente hablando con el resto de Europa de los Pirineos para arriba.
En fin, llegamos a Roterdam y la ciudad realmente nos daba un poco igual, lo que queríamos era ver el puerto. Así que dimos una vuelta viendo la ciudad antes de encontrar un sitio que llevaba a la gente a pasear por el puerto en barco. Ahí se torcieron las cosas. Primero quisimos aparcar el coche en la calle, pero listos ellos, en Roterdam solo se puede pagar el parquímetro con una tarjeta municipal. Con dos cojones, así, hablando mal y pronto. Es decir, te están diciendoa tí, forastero, que pagues un parking. Pagas el parking (carísimo) y cuando llegas al sitio de donde salen los barcos resulta que acaba de salir el último. Cabreados volvemos al parking y vemos que nos cobran dos euros por poco más de veinte minutos. Cabreados nos dijimos: "ok, no veré el puerto desde el mar, pero lo veo desde tierra". Así que nos dedicamos a seguir uno de los brazos del puerto parando cuando podíamos para ver el espectáculo de barcos, contenedores, trenes y camiones. Sí, se que suena un poco raro, pero es que nos parece una locura. Despues de un montón de kilometros conseguimos nuestro objetivo. Aparcamos en la bocana del puerto y nos dedicamos a ver pasar barcos, a cada cual más grande e inmenso y a ver como los guiaban los remolcadores. De alli nos retiramos ya, entre lluvia, a nuestro hotel a las afueras de Eindhoven. La ruta del día, aquí

miércoles, 18 de abril de 2012

Europa de nuevo: Día 19 (Amsterdam y Volendam)

El día de hoy amaneció feo pero aguantaba sin llover. Decidimos dejar las maletas en el hotel y dar la última vuelta por Amsterdam, ciudad que nos encanta y nos cautiva. El primer fastidio del día es que el presidente turco estaba en la ciudad. Supongo que por miedo a los posibles atentados kurdos (los kurdos que caen tan bien a los americanos cuando están en territorio irakí pero fatal cuando están en el lado turco, cosas de la geopolítica) el centro estaba blindado. Cuando me refiero a blindado es que hasta nuestro tranvía se desviaba de su ruta habitual, supongo que por miedo a un tranvía bomba, paranoicos que son estos holandeses. Pues nada, como nos desviaban pues seguimos camino y nos bajamos, como no, en Leidseplein. Ese sitio tiene un imán, no se que narices pasa. Pues nada, ya que estábamos allí nos fuimos a un museo que tienen montado unos fabricantes de diamantes. Más que nada la visita era por ver un poco el proceso de pulido y abrillantado de los diamantes. La verdad es que el sitio es un poco guirilandia e incluso, sin tener mucho ojo, nos pareció algo caro para lo que vendían. Nos recordó lo que nos había pasado visitando las bodegas de los productores de champagne donde en una tienda del pueblo las cosas eran más baratas que comprándolas directamente al fabricante. Intento de timar a los turistas, supongo. En fin, que lo que más nos motivaba lo estuvimso viendo en vivo y en directo, y era el pulido de los diamantes, para convertir lo que es una roca sin vida en algo realmente bonito. La verdad es que es un proceso arduo y laborioso, donde se pule cada cara muy poco a poco y se obverva con una lupa como ha quedado para, a continuación, seguir trabajando esa cara una y otra vez hasta dejarlo perfecto. Pensando que alguno de los mejores cortes tiene más de cien caras, el trabajo es de chinos.

Salimos de allí caminando hacia la plaza Dam y por el camino nos topamos con el mercado de las flores. Mil variedades de bulbos, predominando los tulipanes, supongo que por aquello del turisteo. Dimos una vueltecilla y compramos unos cuantos para nosotros y para regalar. Seguimos caminando viendo un Amsterdam sin coches y sin transporte alguno, blindado completamente. El palacio real de la plaza Dam estaba cercado por vallas, policías y agentes de seguridad. Caminamos hacia la primera parada de tranvía que encontramos y de allí al park + ride, a recoger el coche antes de salir hacia el hotel a coger las maletas. Quitando el hecho de que el de la caja nos quiso escaquear la vuelta (cuatro euros), la verdad es que es un buen método para dejar el coche en Amsterdam. Por ocho euros al día (aunque un máximo de 4 días), uno puede dejar el coche en un parking cubierto y vigilado y de regalo dos viajes por ocupante del coche (a 2,70€ cada viaje). Entre el paseo, ir a por el coche y los líos varios, nos dieron las dos de la tarde. Decidimos ir a visitar Volendam.

Volendam es otro de esos destinos turísticos pintorescos de Holanda. Aparacamos en la plaza del pueblo y os recomiendo llevar de aquí un disco de esos de parking para poner la hora de llegada. En caso contrario no les vale el método de escribirla en un papelito y hay que comprar uno a un módico precio de 2€ en información turísitica. Tras el trámite, con algo de lluvia y un viento gélido, nos adentramos en las calles. El pueblo es muy bonito, aunque quizás es demasiado turístico. La cercanía a Amsterdam no ayuda porque en la ciudad se ofrecen en mil sitios excusiones a Volendam. El pueblo en sí es bonito porque es todo casas pequeñas rodeadas por canales. Los canales cada poco tienen pequeños puentes levadizos, no más anchos de dos o tres metros. Al otro lado del pueblo, el mar. Bueno, realmente no es el mar porque es el mar interior que está protegido por el dique que os enseñamos el otro día y el agua es dulce. Pero vamos, que la pinta que tiene es de mar, y estar estaba realmente picado. Paseamos por el puerto como buenamente pudimos, entre lluvia fina arrastrada por el viento. Y viento, mucho viento. Realmente estábamos algo incómodos así que nos fuimos, no sin antes parar en una panadería y en un supermercado para comprar avituallamiento. Como estábamos cansados y ya era algo tarde, nos fuimos al hotel, a un pequeño pueblo cercano a La Haya, llamado Zoetermeer. Eso sí, si alguno de vosotros quiere coger un coche de alquiler en Amsterdam para ver los alrededores, no lo hagais. Ni de coña. Pero vamos, que NO. Holanda es precioso para ir en tren, o como mucho en una excursión organizada donde no tengais que conducir, pero lo mejor, el tren y la bici. Amsterdam dentro de la ciudad es aceptable para conducir, pero su circunvalación es un atasco permanente y muchas carreteras del norte de Holanda lo son.

Cuando llegamos al hotel, el de recepción me enseña la habitación que habíamos reservado y resulta que la habían cagado. Alguien había dado nuestra habitación y no tenían más normales así que nos dieron la única disponible, la suite nupcial. Pues nada, no nos íbamos a quejar, que no era plan. Más que nada por la bañera gigante de hidromasaje que había en medio de la habitación. Dejamos las cosas y bajamos a cenar un poco de salmón ahumado casero, una hamburguesa con queso azul y un poco de fish and chips antes de volver a la habitación a hacer unos largos. La ruta del día, ahora que volvemos a conducir, aquí.

martes, 17 de abril de 2012

Europa de nuevo: Día 18 (Amsterdam)

Otro día más en Amsterdam. Que ciudad más chula. Hoy se nos pegaron las sábanas un poco y bajamos a desayunar casi de últimos. Nos ponemos las botas y salimos a pasear. Hoy realmente no tenemos objetivos claros, ya que no nos apetecía meternos en museos. Por un lado me apetecía ir al museo de arte flamenco (me gusta bastante la pintura de aquí), pero por otro lado hace un día agradable (aunque haga frío) y apetece más pasear. Amsterdam es una ciudad para pasear y pasear. Recorrer los canales por una zona, por otra, buscar cafés y tiendas raras y particulares. Esquivar bicis que vienen a toda leche de todos lados, subir en tranvía, recorrer un puente tras otro. Así que decidimos ir a una zona que hay cerca de nuestro hotel conocida como "las nueve calles". Son nueve callecitas pequeñas llenas de tiendas curiosas y particulares. Desde la que vende ropa de segunda mano, los que la venden vintage, pequeños restaurantes, tiendas de porcelana antigua, detalles y mil y un recuerdos de los de verdad, de los que nos gustan. Nada de aburridos souvenirs, si no de los de verdad, las curiosidades que encuentras en un sitio y que sólo tú sabes de donde son.

Comenzamos a recorrer las calles y el comienzo fue apoteósico. Primero nos perdimos en una tienda de cosas japonesas, donde había de todo. Desde libros hablando de recreativas, pasando por material para hacer origami y acabando en bentos (cajas para llevar comida sobre la que hay mil accesorios y una cultura culinaria impresionante). De allí pasamos a una tienda de curiosidades y tonterías por la que estuvimos un buen rato. Justo enfrente de esa tienda había una que se llamaba "Space oddity". Con ese nombre no había que perdérsela, así que llegamos y era un tienda de figuritas que tenía desde muñecos manga a cosas de series de TV. Salimos de allí y ya nos dispusimos a comer algo. Paramos en un pequeño restaurante/café/bar donde tomamos comida oriental. Muy rico todo. De allí seguimos paseando por las calles hasta casi las seis, hora en la que cierran los comercios. Caminando, caminando acabamos en la zona de Leidseplein, que no se como hacemos pero hemos acabado un montón de veces ya allí. Seis y media ya y cansados, así que nos cogemos un tranvía y nos vamos al hotel a descansar antes de bajar a cenar. El tranvía en esta ciudad funciona muy bien aunque es algo caro. Cuesta 2,70€ el billete (válido durante una hora) o por 7,50€ tienes 24h de viajes. Ojo, porque no es durante todo el día, son 24h con lo que es mucho mejor ya que si lo coges por la tarde el día que llegas te vale hasta la tarde del día siguiente.

En el hotel descansamos una horita antes de bajar a cenar. Buscando por internet encontré un japones con muy buena pinta, llamado Hosokawa que nos llevó, otra vez más, hasta Leidseplein. Cenamos un realmente espectacular sashimi, bacalao negro y un gambón antes del objetivo principal de la noche y que fue lo que nos llevó esa noche a volver a Leidseplein, el café Alto. El café alto es uno de los locales de jazz más prestigiosos de Amsterdam. Es un local realmente pequeño, alargado, con una barra a la entrada, una docena de mesas a los lados y un mini escenario al fondo. Lo estupendo del sitio es que hay jazz en vivo los siete días de la semana desde las diez y media hasta las dos de la madrugada. El local cierra a las tres todos los días menos los sábados que cierra  a las cuatro. Desde fuera el local casi ni se ve. Una pequeña entrada y un rotulo luminoso diminuto en comparación con los locales contiguos. Cuando entramos, se respiraba ambiente. En el escenario un pianista, un contrabajista y un batería lo daban todo. Nos tomamos unas cervezas y nos quedamos a un lado en unos taburetes esperando por mesa.  En cuanto tuvimos ocasión nos pusimos en una, en segunda fila, viendo el espectáculo por todo lo alto mientras saboreábamos una cerveza. Nos quedamos un buen rato allí hasta que, agotados, nos fuimos para el hotel a descansar.

lunes, 16 de abril de 2012

Europa de nuevo: Día 17 (Afsluitdjik y Amsterdam)

Desayunamos hoy como animales para coger fuerzas para el viaje y partimos hacia Holanda. La idea era dormir en Amsterdam hoy. Por el camino, paramos en Afsluitdjik (!). Afsluitdjik es un dique enorme que protge media Holanda. Lo más bonito del dique es ver por un lado el mar y por otro lado el gigante lago interior que es de agua dulce. Por el camino paramos en una torre a la que se puede subir para ver a ambos lados a lontananza. La vista es espectacular y el trabajo realizado por los holandeses es encomiable. Paramos a tomar un café y a coger calor (hace un viento de mil demonios y el aire frío corta la respiración) y seguimos camino hacia Amsterdam, a la que llegamos a eso de las dos de la tarde, listos y dispuestos a pasear la ciudad. El hotel está muy cerca del centro, pero sin estarlo del todo. Aun así aparcar es imposible así que, preguntando en el hotel, aparcamos en un park + ride que está a 10 minutos en coche de allí y que solo nos cuesta 8€ al día. Después de todos estos trámites, nos vamos al centro.

Yo era ya la segunda vez que venía a la ciudad, pero había venido sin Bea y estaba deseando traerla. La fama de Amsterdam es que es una ciudad de fulanas, alcohol y drogas. Pero es muuucho más que eso. Es una ciudad preciosa, de canales, cientos de edificios que tienen, al menos, dos siglos de antiguedad. Es una ciudad de restaurantes mirando hacia bonitos canales levemente iluminados por las noches, es una ciudad de casas barco y lo es también del diseño. Ojo, que no estoy diciendo que lo otro no lo sea también, pero no es lo único ni mucho menos. En fin, salimos del parking tras dejar las cosas en el hotel y cogimos un tranvía hacia la plaza Dam, que viene siendo lo que marca el centro de la ciudad. La plaza es básicamente un monolito rodeado de edificios históricos más o menos bonitos. De allí empezamos, como no, a deambular. Más o menos siguiendo a la manada de gente, ya que en esta ciudad hay gente por todos lados. Y como en todos los centros de las ciudades, tiendas y más tiendas. Ah, y sitios para comer a cualquier hora por toda esta zona. Caminamos algo así como tres horas antes de parar a tomar algo y seguir camino hacia la zona de la estación central, donde cogimos un barco que durante una hora nos llevó por los canales y el puerto. Cuando acabamos, ya de noche, la siguiente parada fue el barrio rojo.

Por mucho que suene sórdido y que tenga partes que lo sean realmente, el barrio rojo es algo para todos los públicos. Que sí, que hay fulanas en escaparates, pero vamos, que no se ve nada (de hecho se ve menos) comparado a lo que se vería en una playa. Y vamos, que hay muchos sitios de stiptease y de espectáculos de sexo en vivo, pero que ahí uno no ve nada si no paga. De esta manera cuando se pasea por el barrio rojo uno se encuentra dos tipos de público. Por un lado los que si van de farra y de fulanas, y por otro a hordas de turistas, con edades comprendidas entre los 18 y los 80 años, caminando por las calles como lo harían por cualquier otro sitio de la ciudad. Además la zona está bastante animada en cuanto a restaurantes y cafeterías, lo que hace más leve si cabe el asunto. En fin, que nos recorrimos la zona y luego salimos de allí buscando donde cenar. Tras dar vueltas y un tanto desesperados porque era domingo y muchos sitios estaban cerrados, acabamos en una pizzería que ya conocía de mi antiguo viaje a Amsterdam. Allí nos cenamos una pizza y una lasaña con unas cervezas realmente baratas. Eso sí, los de la pizzería eran turcos y parte de la comida fue con música árabe y la otra con Manolo Escobar. Risas aseguradas, oigaaaaaaa!

La ruta del día de hoy, aquí por cortesía de la casa

Europa de nuevo: Día 16 (Hamburgo y Bremen)

Nos despertamos en Hamburgo con buen tiempo y ganas de volver a bajar a la ciudad. Salimos del hotel hacia la iglesia de St Michael, cuya torre es el símbolo de la ciudad. Por el camino paramos a curiosear en lo que es una de las tiendas de productos de motos más famosa, Louis. Desde España es muy típico hacer pedidos a la web porque tienen unos precios increíbles, así que fuimos a curiosear por aquello de que nos hacía coña y Bea tiene los guantes de la moto destrozados. Al final no encontramos nada y seguimos hacia la iglesia.

La idea principal de ir a St Michael era subir a la torre, que ofrece una panorámica estupenda de la ciudad. Aparcamos sin problemas junto a ella y compramos las entradas. Al comprarlas nos comentaron que si queríamos subir en ascensor había unos quince minutos de cola y que si queríamos evitarla subiéramos a pie. Pues nada, un poco de ejercicio mañanero no viene mal a nadie. Algo cansados llegamos arriba y pudimos ver lo que es Hamburgo. La ciudad es un tanto peculiar, porque el río Elba la recorre de lado a lado pero, como pasa en otras ciudades importantes con río (véase Lisboa) la ciudad no está mirando hacia él. El río está repleto de astilleros y muelles de carga, pero no se centra allí la vida. La ciudad se centra en un lago artificial construido para uso y disfrute de los habitantes de la misma. Vemos muchos veleros recorriéndolo y decidimos volver a la zona hoy, a ver si estaba mása movidita. Después de estar un buen rato, como el hambre apretaba, nos fuimos a comer a un restaurante cercano. Bea se tomó unos medallones de tres tipos de carne y yo uno de los platos tradicionales de Hamburgo, el Labskaus. Aunque la pinta no sea muy buena os aseguro que estaba muy rico. De allí bajamos a la zona del ayuntamiento, junto al lago.

Ya cuando llegábamos vimos el bullicio. Pero vamos, que estaba a reventar de gente. Aparcamos el coche y paseamos. Como se notaba que estaban los comercios abiertos. Colas interminables para comprar un helado, gente a patadas por todos sitios y coches por todos lados. Y pasta, mucha pasta. Cochazos a mogollón. Pues nada, a pasear sea dicho. Nos recorrimos las principales arterias comerciales comprando algún regalito y cuando nos cansamos salimos hacia Bremen. La verdad es que Hamburgo nos ha gustado mucho. Salimos a eso de las cinco y media de la tarde hacia Bremen, a unos 120km de distancia.

Bremen, pues no se que decir. Tiene una parte antigua interesante, con unos cuantos edificios muy bonitos (pero mucho), que vereis en las fotos de google y en mil postales. El ambiente en general de la ciudad es animado, pero le falta algo. Es algo de lo que pecan algunas ciudades alemanas como Colonia, y es que es son ciudades demasiado modernas y racionales, lo que quizás sea muy cómodo para sus habitantes pero haace que le falte algo al visitante. Nos dimos un paseillo por la ciudad de un par de horas y la abandonamos, camino de nuestro hotel, en Bad Zwischenahn, un lago cercano a Bremen. Allí cenamos un filte empanado al estilo alemán y lomo de cerdo relleno. Con el bandullo lleno nos fuimos para cama. ¡Mañana toca llegar a Holanda!

La ruta del día, aquí.

sábado, 14 de abril de 2012

Europa de nuevo: Día 15 (Roskilde y Hamburgo)

Nos levantamos algo cansados hoy. Por europa adelante no hay persianas y amanece realmente pronto. Salimos del hotel Bella Tower (muy buen hotel aunque no está en el centro de Copenhague, es un hotel de negocios) con intención de dar un último paseo por la ciudad. Nos fuimos a una zona que hay un poco después de la sirenita, la zona del muelle de trasantlánticos. Por el camino recorrimos varias zonas que no habíamos explorado desde el coche. Poco después salimos hacia Roskilde, a poco más de 30 km de distancia. La idea era ver un museo que hay allí de barcos vikingos.

Cuando llegamos a Roskilde amenazaba lluvia. Pasamos con el coche cerca de la catedral e hicimos unas fotos antes de bajar al museo. La catedral es patrimonio de la humanidad y es una buena muestra más del gótico de ladrillo del báltico, pero no nos pareció demasiado atrayente así que seguimos hacia el museo. El museo tiene en un muelle exterior reproducciones modernas de barcos vikingos hayados en el fiordo. Han analizado como se contruyeron y con que materiales y con esa información han hecho barcos funcionales con los que han navegado. Pero vamos, que no os penséis que se dieron una vuelta al fiordo. No no, los tipos se fueron hasta Irlanda y circunavegaron Inglaterra. Entramos al museo y , la verdad, los restos eran algo decepcionantes. Sólo se conservan un 25% de los barcos y, a pesar de su importancia, eran poco más que cuatro pedazos de madera. Supongo, que bajo el punto de vista arqueológico, son altamente importantes. Me imagino a un visitante yendo a un castro y pensando "cuatro piedras mal puestas", pero sinceramente no nos emocionó demasiado. Salimos de allí con hambre y nos fuimos a comer a un restaurante cercano algo de comida autóctona antes de abandonar el país. Bea comió una hamburguesa vikinga y yo un combinado de pequeños platos locales antes de seguir camino.

Porque hoy dormíamos ya en Alemania. La ruta más corta era haciendo otra pequeña travesía en ferry. Esta vez algo más larga, pero sin pasarse. 45 minutos en ferry para llegar desde Dinamarca hasta Puttgarden, en la costa alemana. El viaje transcurrió sin sobresaltos y el mar no estaba demasiado picado, así que pasamos el tiempo viendo el mar, paseando por las cubiertas y curioseando por el duty free. Cuando llegamos a Alemania salió el sol y decidimos bajar al centro de Hamburgo a cenar. Aparcamos el coche justo al lado de un lago y dimos un paseo. El centro es realmente precioso pero nos dimos cuenta que poco a poco comenzaban a cerrar la mayor parte de los restaurantes y se iba quedando muy vacío. Lo primero que pensamos es que esta ciudad era como la mayor parte de las alemanas, sin vida por la noche. Como no nos convencía nada y estábamos algo derrotados hoy, cogimos algo de comida en un supermercado y nos fuimos hacia el hotel. Decidimos eso sí, pasar primero con el coche por el barrio rojo y, sorpresa sorpresa, estaba hasta el tato allí. Pero vamos, aun con su sordidez, había gente de todas las edades y condiciones. Digamos que es una atracción turística más y estaba lleno de gente de fiesta. Como ya habíamos comprado comida y estábamos un poco derrotados, nos fuimos a dormir y mañana continuaremos nuestro periplo hacia el sur.




La ruta del día, aquí

PD: Faltan las fotos, mañana las subimos

viernes, 13 de abril de 2012

Europa de nuevo: Día 14 (Copenhague)

Alguna que otra nube en el cielo, pero nada de lluvia en el horizonte. Las previsiones muy buenas. Nos arreglamos y nos vamos al centro de Copenhague. Dejamos el coche aparcado en el hotel y nos vamos en metro. Es moderno, algo caro, pero rápido, y la estación nos queda muy cerca del hotel. La primera sorpresa es que no tiene conductor y que parte del camino va sobre la superficie. Lo primero que vemos alrededor en la parada del metro son un par de edificios modernos realmente chulos. Es una cosa que ya vamos adivinando de Copenhague. Si, lo antiguo está bien, pero lo nuevo es increible. La arquitectura moderna de la ciudad me ha dejado realmente impresionado. Salimos del metro en la parada de Indre By, lo que sería el corazón del casco antiguo y nos dirigimos a Nyhavn.

Nyhavn es el canal más famoso de Copenhague. Fue un intento de llevar canales hasta el centro de la ciudad. Lo que hace un siglo era un barrio rojo, a día de hoy es una zona plagada de terrazas y de turistas. Dimos un paseo por la zona hasta llegar a Amalienborg, la residencia de la familia real danesa. Allí de casualidad vimos el cambio de guardia y aprovechamos para hacer unas fotos del palacio mientras la gente se agolpaba a ver el cambio. Seguimos caminando hacia la iglesia de Marmorkirken, que es realmente curiosa. Es, literalmente, una iglesa cúpula. ¡Pero vaya cúpula! Es realmente grande y el interior es muy bonito. Salimos de allí con la idea de ir a coger un barco que nos lleve por los canales. Por el camino no paramos de ver tiendas curiosas, incluida un concesionario de coches de marca Tesla (unos deportivos completamente eléctricos ultra exclusivos).

Salimos del canal en barco y nos pusimos a recorrer la ciudad desde al agua. Por el camino me reafirmo en lo dicho. La arquitectura moderna de la ciudad es la leche. El palacio de la ópera, la biblioteca nacional... Nos bajamos del barco para ver la estatua de la sirenita. Es maja pero muy pequeña. Seguimos al cabo de un rato nuestra ruta por el agua camino de la isla de Christianshavns, conocida como la "pequeña Amsterdam". La isla fue contruida al estilo de la ciudad holandesa y la arquitectura es realmente similar. Nos bajamos poco después para continuar camino por el Stroget, la calle peatonal más larga de Europa. Allí nos dedicamos a babear viendo diseño nórdico. Realmente nos apasiona el diseño de aquí. Nos gusta mucho el minimalismo y su estilo de mobiliario, sus diseños de cerámica, sus utensilios para el hogar... Nos pasamos un buen rato en Illums Bolighus, una pedazo de tienda de diseño de tres plantas. Seguimos de tiendas por la calle y paramos a comer un sandwich de atún y un par de pasteles antes de seguir camino. Acabamos la zona a eso de las seis, cuando cerró el comercio.  Decidimos volver al hotel en otro metro para dejar las compras y volver al cabo de un rato para ir al Tívoli, el parque de atracciones de Copenhague, que está en el mismísimo centro y que de noche es precioso.

El Tívoli. Vaya susto nos dió. Llegamos ya algo tarde y las taquillas parecían cerradas. Menos mal que hablé con un vigilante y me dijo que había una taquilla que no habíamos visto. Además nos dijo que como hoy se inauguraba la temporada y habría fuegos artificiales. Entramos y paseamos entre sus luces de colores, sus jardines, sus fuentes... y nos fuimos a cenar al Wagamama, cadena de restaurantes orientales que conocíamos de Londres. Cenamos con calma y nos dedicamos a seguir por el parque, jugando en una barraca, oyendo a la gente gritar de terror en las atracciones y viendo los reflejos de la montaña rusa en el lago. A las once menos cuarto, los fuegos. Geniales, sobre todo porque los veíamos desde muy cerca, pero fue un buen rato de fuegos sin pausa. Cuando acabaron, nos dimos un paseo y nos fuimos al metro, camino ya del hotel. 


jueves, 12 de abril de 2012

Europa de nuevo: Día 13 (de Estocolmo a Copenhague)

Hoy poco que contar en gran parte del día. Salimos esta mañana de Estocolmo tras desayunar copiosamente. La ciudad nos encanta y nos ha dado una pena enorme irnos. Hay que decir que uno de los motivos que nos decidió a movernos es que el tiempo para el día de hoy era malo otra vez. En fin, que la mayor parte del día nos la pasamos en la carretera. Desde Estocolmo a Copenhague hay 600 km. Paramos por el camino a curiosear alguna que otra tienda (más que nada por ver el ambiente sueco) y a comer en un pueblecito de veraneo a la orilla de una lago grande como un mundo. Nada más reseñable hasta que llegamos al puente/tunel que cruza el estrecho de Oresund. Al puente llegamos con el sol ya puesto y el cielo anranjado, con un naranja vivo e intenso. El puente es una maravilla de la ingeniería. Nos encantan estas cosas así que lo disfrutaamos enormemente. Nada más cruzar el puente buscamos donde aparcar para cenar en Copenhague.

Llegamos de noche ya. Vemos mucha vida por la calle, nada que ver con los días anteriores en Dinamarca. La forma de aparcar en el centro de la ciudad es muy curiosa. Por el día hay muchísimos sitios en los que está prohibido. Por la noche se puede aparcar en casi cualquier sitio. Aparcamos en pleno centro y justo al lado del coche vemos un bar de tapas y como que no nos apeteció... Pero al lado justo había un restaurante australiano y allí fuimos. Yo volví a comer cocodrilo y Bea se metió entre pecho y espalda un trozo de ternera impresionante acompañado por medio lubrigante. Como dios. Salimos llenos a reventar y nos pusimos a pasear por la ciudad a unos agradables ocho grados. Tiene muy muy buena pinta. Cansados del viaje nos vamos al hotel, que está en las afueras, con muchas ganas de pasar mañana el día en la ciudad y exprimirla a tope.

miércoles, 11 de abril de 2012

Europa de nuevo: Día 12 (Estocolmo)

Lluvia. Que poco gusta cuando uno está de viaje. Es un fastidio, pero cuando uno se va de viaje tres semanas es muy difícil, aunque se trate de esquivar, no tener algunos días así. De todas formas siempre es mejor que coincida la lluvia cuando uno está en una gran ciudad. Siempre hay sitios donde resguardarse y cosas que hacer. Nos arreglamos, bajamos a desayunar y salimos camino del Vasa Museum.

El Vasa, o la historia de una cagada. Otros países la hubieran escodido en lo más profundo de su historia, pero van los suecos y le hacen un museo. Corría el año 1628, y el buen rey Gustavo Adolfo II decide hacer un navío de la leche bendita. Un buque de guerra grandioso y colosal que dominase el báltico. Pues van y lo hacen mal y se hunde en pleno puerto, muriendo muchos de los tripulantes en el naufragio. Como veréis no es algo como para hacer un museo. Pues los suecos lo sacaron del fondo y han hecho un museo donde se puede ver el barco en todo su esplendor. Tiene algunas partes que no son originales (como los tornillos y algunas partes del mástil) pero la mayor parte es el original. La verdad es que merece muy mucho la pena porque el barco es enorme y denota el esplendor de una época ede construcción de enormes barcos de madera de forma completamente artesanal. Nos quedamos un rato por el museo dando vueltas antes de dedicarnos a callejear.

Salimos del museo y el viento arreciaba. Refugiándonos entre las calles dimos con una zona de tiendas de diseño. Nos encanta el diseño. Nos metimos en un par de tiendas de muebles alucinantes, tratando de coger ideas. Después nos metimos en la típica tienda con mil chorradas útiles de diseño, desde salvamanteles a sitios para guardar las llaves. Saliendo de allí, casi sin querer, encontramos el mercado de Östermalms Saluhall. El sitio era realmente curioso, mezcla de mercado y sitio con caterings para comer. Había una panadería, varias pescaderías, una par de carnicerías/sitios de fiambre con unos chuletones que quitaban el hipo y después había sitios con comida para llevar y algunos tenían ya sus mesas y servían bebidas. Había para todos los gustos y precios. Desde salmón ahumado con una pinta excepcional, pasando por cangrejo real o bogavantes ya cocidos para comer. Decidimos parar a comer algo en un café del mercado simplemente para reponer fuerzas antes de seguir camino, quedándonos con una grata impresión del lugar.

Salimos de allí y cogimos el metro hacia Sodermalm, la isla sur de lo que sería el centro de Estocolmo. La isla es la zona más de moda. Es menos bonita que la parte centro/norte, pero quizás sea la parte más "real" de la ciudad, donde se ve más vida autóctona. Supuestamente es la parte de moda y donde se marcan las tendencias. Nos dimos un paseo con un tiempo desagradable, haciendo alguna compra antes de volver hacia la parte oeste a dar otro paseo. Cuando nos cansamos, subimos al hotel un rato antes de bajar a cenar. Hoy decidimos que había antojo de comer algo sencillo y rápido así que nos metimos una hamburguesa en un TGI Fridays. Podríamos decir que no estaba mal, pero sin alardes. Dimos un último pasaeo por la calle, viendo a la fauna nocturna en los bares y cafés y nos fuimos a descansar. Mañana empieza el retorno al sur.

PD: Las fotos mañana

lunes, 9 de abril de 2012

Europa de nuevo: Día 11 (Estocolmo)

Hoy tocó bastante carretera. Como estamos como chotas decidimos seguir nuestro instinto y irnos a Estocolmo. La verdad es que es un tute, porque desde nuestro hotel hay casi 600 km, pero ya que estábamos y como todavía nos quedan bastantes días y como va a llover dos días seguidos... Pues nada, nos levantamos tras una noche despacible. El hotel era algo antiguo y como pegó bastante fuerte el viento por la noche las ventanas de madera crujían. La verdad es que la mañana se despertó bastante gris. Aunque, como bien supusimos, el viento solo era fuerte en la costa. Bajamos a desayunar y hoy no era gran cosa, quitándo las albóndigas, pero al menos lo suficiente como para salir con la barriga llena y ganas de coger el coche. Por el camino poco que contar. Algo de lluvia, muchos lagos (uno de ellos gigantesco) y algo de nieve en los campos, pero que tenía pinta de no ir a aguantar mucho tiempo. Eso sí, pillamos muuucho tráfico. Pero mucho. Daos cuenta que hoy era el final de la semana santa de aquí, que va de viernes a lunes, con lo que cogimos la operación retorno sueca. Unos apuntes sobre como se conduce en Suecia. La gente del norte de europa tiene la fama de ser ordenada. respetar los semáforos, las colas... Pues bien, no. En este país la gente se pasa por el forro los límites de velocidad (no muy a lo bestia, pero si 20 o 30 km por hora más), adelanta por la derecha si ve que hay mucho tráfico por la izquierda, hace el espabilado en los atascos y cruza con los semáforos en rojo. Seguramente sea solo la gente de Estocolmo, pero digamos que nos ha resultado chocante.

En fin, llegamos a Estocolmo a eso de las cuatro de la tarde con el cielo cubierto pero sin amenazar lluvia. Dejamos el coche en el hotel y nos fuimos camino hacia el centro. La verdad es que la primera impresión fue increible. Es una ciudad preciosa, llena de vida a pesar de ser festivo, con mucho ambiente y con muchas cosas que hacer. Desde nuestro hotel bajamos hacia la isla más turísitca (Gamla Stan) y dimos un paseo por ella. La arquitectura es increible. El ambiente de los cafés, la comida, todo eso se huele por la calle. Después de curiosear por la isla seguimos por una calle comercial camino del observatorio, que está en un alto. Desde allí divisamos los tejados de la ciudad y nos quedamos un rato descansando y viendo el panorama. Decidimos bajar a cenar y aprovechamos muy bien la conexión a internet. Había un sitio de cocina sueca contemporánea con muy buenas opiniones y allí fuimos. El restaurante en custión es Rolfs Kök, muy cerca de donde estábamos. Como no teníamos reserva nos hicieron un hueco en la barra que la tenáin preparada para comer mientras veías el funcionamiento de la cocina y de los camareros. Realmente increible como se movían. Cuando te gusta esto como a nosotros es una experiencia increible. Nos comimos un típico pastel de marisco sueco, un estofado de pescado y un cerdo confitado. Increibles. Como curiosidad decir que tenían percebes (alucinamos). Como los mejillones nos parecieron de batea y era muy grandes (teníamos entendido que por aquí arriba eran más bien pequeños) le preguntamos al jefe de donde eran. Nos dijo que suecos y estuvimos charlando con él porque nos resultó curioso lo de los percebes y que tuviera vinos gallegos y aguardiente Martin Codax. Resulta que el tipo se iba de veraneo a Sanxenxo una semana al año todos los años. Alucina. Bien llenos, lloviendo suavemente, que para el frío que hace podía nevar, nos fuimos de retirada al hotel. Mañana nos quedaremos todo el día aquí y pasado dios dirá.

Nuestra ruta en coche del día, aquí.

domingo, 8 de abril de 2012

Europa de nuevo: Día 10 (Odense, Helsingor, Lund)

Sol. Ya se echaba de menos. Y calentaba. Cuando nos levantamos vimos un día de sol radiante. 6 grados, pero se llevaban bien, mientras no fueras por la sombra... El desayuno del hotel, espectacular. Nos pusimos las botas. Fiambre, comida caliente, quesos, panes... Todo esto mirando al fiordo de Kolding. Tras el desayuno decidimos el hotel de esta noche. Nos iríamos a dormir a Suecia, cerquita de Copenhague pero en Suecia. Nos pusimos en marcha camino de Odense y en poco más de media hora estábamos allí.

Odense es famosa por Hans Cristian Andersen, el escritor de cuentos infantiles. Realmente estamos aborreciendo la semana santa en Dinamarca. Mucha gente se ha ido de puente y nos encontramos las ciudades vacías, muy poca gente y muy poca vida. Aparcamos sin ningún problema en el centro de la ciudad y nos fuimos a pasear. Es realmente agradable. Los edificios, los parques, la catedral. No está nada mal. Pero claro, lo malo es que lo que es realmente bonito es el centro, que es muy muy pequeño. Cuatro calles mal contadas. No me entendais mal. Los suburbios son la leche. Muchas casitas de ladrillo, con su jardín, todo muy limpio y muy ordenado. Hasta los edificios de apartamentos son bonitos. Genial para vivir aquí (supongo), pero para visitar, pues como que no nos dice nada. Así que un rato después continuamos camino hacia Helsingor.

Helsingor es famosa por el castillo de Kronborg. El castillo ha protegido desde el siglo XV el estrecho de Oresund, generando grandes riquezas al país. La fortaleza renacentista es mundialmetne famosa por el hecho de que la obra Hamlet está ambientada en los aposentos de este castillo. Aparcamos y nos pusimos a caminar hacia la entrada. Suecia está ahí al lado. Parece que se puede dar un paso y llegar. Caminamos hasta el patio interior sólo apara enterarnos de que el castillo había cerrado la entrada a las cuatro de la tarde. Atención, amigo visitante, en Dinamarca son unos vagos y el castillo de las narices abre de once a cuatro. Cinco maravillosas horas. Con dos cojones y un palito.  En fin, que nos jorobamos y nos fuimos a sentar al sol en unas rocas de la orilla mientras mirábamos hacia Suecia. Rodeamos la fortaleza dando un paseo, subiendo a los cañones, haciendo el indio...

Y tocó irse. Para cruzar a Suecia podíamos irnos hasta Copenhague (40 km) y cruzar por el puente. Pero claro, como contábamos volver por él, no nos apetecía hacer dos veces el mismo camino. Por tanto decidimos ir en ferry, ya que de Helsingor sale uno cada muy poco hacia Helsinborg, al otro lado del estrecho. El proceso fue muy rápido porque tuvimos mucha suerte. Pasamos algo parecido a un peaje donde pagamos (curiosamente había telepeajes para el ferry). Justo llegamos con el ferry a punto de irse. Nos mandaron aparcar el coche en un sitio y partimos. Como novatos en estas cosas nos quedamos viendo como se cerraba la quilla de la popa del buque antes de subir a cubierta y ver como salíamos del puerto. El trayecto son solo 20 minutos y, al ser novedad, se nos pasaron volando. Poco antes de llegar por megafonía avisaron de que los conductores bajasen a los coches y allí nos fuimos, rumbo a Suecia.

Suecia ya parece más animada que Dinamarca. Hay más vida en la calle, aunque los festivos matan todo bastante. Dimos una vuelta en coche en Helsinborg y nos fuimos camino de Lund, recomendación de Pablo, un  compañero de curre. Lund es una ciudad universitaria realmente bonita. Había bastante gente, aunque el problema era que el 95% de los restaurantes estaban cerrados con un bonito cartel que decía que cerraban todo el puente. Muchos estudiantes se deben ir a casa en el puente, justo como harían aquí. En fin, nos dedicamos a pasear, ver la catedral, parte del campus y a callejear, como tanto nos gusta hacer. La verdad es que nos quedamos con una impresión muy buena de la ciudad. Justo antes de irnos nos paramos en un supermercado abierto y nos dedicamos a curiosear. Nos encanta ir a los supermercados y curiosear lo que se come en cada país y... ¡probarlo! Nos cargamos con unas pocas cosas y nos fuimos a nuestro hotel, en Landskrona, justo en el puerto. Aquí nos quedamos a cenar en la habitación, una ensalada de gambas, otra de remolacha y cebolla, un poco de pollo a la plancha en trozos y bebiendo zumo de manzana con gengibre. Mañana... dios dirá

La loca ruta del día, aquí (y para que conste en acta, llevamos ya más de 4000 km recorridos)


Europa de nuevo: Día 9 (Laboe, Ribe, Esbjerg y Kolding)

El cielo seguía nublado cuando nos levantamos. Por la ventana veíamos al viento llevar algo que parecía nieve pero no en gran cantidad y no llegaba a cuajar. Era como si la humedad del aire se condensase en pequeños copos de hielo. Cuando pagábamos en el hotel nos ofrecieron un café (no teníamos desayuno incluido) y lo aceptamos. Era una treta del camarero/recepcionista para conversar un rato y sacarnos de dónde veníamos y a dónde íbamos y lo sorprendimos... Al salir rápidamente nos dimos cuenta de que hacía frío. Mucho frío. No ya por la temperatura ambiente, si no por el aire que cortaba la respiración. Sacamos el coche de donde estaba (solo se podía dejar allí hasta las diez) y nos fuimos hasta la catedral, que ayer nos la saltamos. La catedral de Lübeck es famosa porque fue la primera catedral de gótico de ladrillo del báltico. Cuando uno ve algo de ladrillo piensa en algo moderno. Pues he aquí una catedral que comenzó a construirse en el siglo XII y que se finalizó entre finales del XIII y principios del XIV que está hecha de ladrillo. El exterior es más impresionante que el interior (algo muy común por lo que vemos en las iglesias luteranas) pero merece muy mucho la pena pasearla. Con una grata impresión de Lübeck, salimos con el coche camino de Laboe.

Laboe es un pueblecito costero de turismo de playa al que íbamos por un motivo concreto y no por ir a la playa, como comprendereis. De hecho al llegar el día era bastante desagradable. No llovía pero el viento cortaba de tal manera que no sentíamos las manos. Y lo más gracioso del asunto es que había un montón de gente haciendo kite surf, con sus trajes de neopreno gordísimo y sus bermudas por fuera del traje seco por aquello de lucirlas. Pero el motivo de la visita a Laboe es que tienen un submarino alemán de la segunda guerra mundial perfectamente conservado y cuidado en medio de la playa, preparado para ser visitado. La historia de como acabó el sumarino ahí es curiosa. Los americanos capturaron el submarino y se lo dieron a los suecos para que lo usaran. Cuando los suecos decidieron que aquello ya iba viejo lo vendieron por un euro a unos chalados alemanes amantes del mundo naval y estos lo restauraron y lo llevaron a la playa para que la gente lo disfrutara (previo paso por caja, por supuesto). En fin, que disfruté como un enano (ya sabéis como me gustan estas cacharradas). El submarino es una pasada y es una locura pensar que se aventuraban con esto en medio del atlántico a cazar convoyes que se dirigían hacia UK. Hace un año me subí en un submarino de los 50-60 y este es mucho más estrecho e incómodo. Tenía que ser una locura pasar meses en él.

Terminada la visita nos dirigimos a Ribe, recorriendo por el camino el interior de Dinamarca. Ribe es la ciudad más antigua del país. Fundada a principios del siglo VIII se pueden ver muchos edificios de cientos de años, con sus entramados de madera y sus ladrillos. La catedral también merece mucho la pena. Paseamos un rato y nos fuimos a ver el Mar del Norte. En Laboe habíamos visto el Báltico y queríamos ver este mar antes de volver al Báltico. Buscamos desde Ribe como llegar al mar y acabamos en Esbjerg, importante puerto de ferries. Desde aquí sale, por ejemplo, el único ferry que comunica a Dinamarca con el Reino Unido. Siguiendo la costa buscando una playa acabamos encontrándonos con un monumento famoso del país, unas estatuas llamadas "Men at sea". Son cuatro gigantes blancos sentados mirando al mar. Es un monumento muy reciente (de 1995) pero se ha convertido rápidamente en algo muy reconocible. La verdad es que quedan estupendamente en donde están y nos han encantado. Bea se dedicó a tocar el mar, como hace en todas las playas, a ver si estaba taan frío como el báltico (no) y decidimos irnos hacia Kolding, donde teníamos el hotel.

En Kolding recorrimos una parte del fiordo para llegar al hotel, dejar las maletas y salir a cenar hoy que es sábado. La guía que me traje decía que el pueblo era animado y que había mucho ambiente, pero nosotros no lo encontramos del todo. Buscamos por el centro algún sitio donde cenar y la verdad es que no nos gustó mucho nada. Buscando por inernet encontramos un sitio con muy buena pinta a dos km y allí fuimos, pero resultó que no teníamos reserva y ellos no tenían mesa para nosotros. Enfadados por el hecho de que nos hubieran tenido esperando un buen rato y sin muchas opciones nos volvimos al hotel a cenar. En el hotel nos encontramos con que la cocina era cocina moderna danesa. Pues nada, de perdidos al río y allí nos cenamos el menú que tenían; unas mini vieiras (parecían zamburiñas) bien cocinadas pero lo que las acompañaba no nos decía demasiado. Luego un poco de cordero que estaba bien pero tenía bastante grasa y unos postres que... en fin, raros raros. La verdad es que la cena mal no estuvo, pero tampoco nos ha dicho nada del otro mundo. A estas horas todavía no sabemos que haremos mañana ya que aunque hará buen tiempo, pasado parece que ya llueve y que el tiempo estará inestable en Suecia y Dinamarca toda la semana. El clima decidirá cuanto tiempo pasaremos por estas latitudes. La verdad es que la parte danesa del día de hoy ha sido bastante normalita, no hemos calado a este país lo suficiente como para saber si nos gusta, pero creemos que es mucho más disfrutable con calor, en verano, disfrutando de playas y lagos más que de pueblos y ciudades. Falta algo de chispa, de vida, de sangre. Mañana, segunda oportunidad para opinar.

La ruta, aquí

sábado, 7 de abril de 2012

Europa de nuevo: Día 8 (Berlín y Lübeck)

Sol por la mañana y temperatura "agradable" en Berlín. Decidimos dejar las maletas y el coche en el hotel y nos fuimos a disfrutar del sol y del zoo. A veces somos como niños y el zoo de aquí todas las guías decían que era muy bueno, así que nos fuimos hasta allí dando un paseo mañanero. Tras esperar un ratejo en la cola de la taquilla entramos y lo primero que hicimos fue ir corriendo a ver como comía un panda (había un cartel que ponía cuando alimentaban a los animales). Desde allí nos hicimos una ruta para ver a tigres, leones, osos, focas, nutrias, hipopotamos y demás fauna. La verdad es que el zoo está muy bien y se ve a los animales muy cuidados, pero por otro lado no deja de darte pena ver como se aburren encerrados y como buscan, a veces sin descanso, la salida de sus jaulas. Quizás el único zoo en el que no ves a los animales con esa actitud es en Cabárceno, donde el gran espacio natural hace que no se sientan tan encerrados. Tras comer unas salchichas en el parque y acabar la visita, volvimos al hotel a coger las maletas y hacer la distancia que nos separaba de Lübeck, no sin antes dar un paseo por el centro de Berlin y pasar por el "checkpoint charlie", que se nos había pasado ayer.

Por el camino el sol se iba apagando poco a poco mientras se volvía mortecino tras nubes grises. Lübeck es una pequeña ciudad pegada ya al mar báltico y está completamente rodeada de agua. Nada más llegar la lluvia hace acto de presencia. Era realmente complicado que aguantase tanto tiempo por estas latitudes sin llover. Es el octavo día de viaje y de momento ni una gota habíamos sufrido. Aunque apesadumbrados por el clima, decidimos aprovechar lo que quedaba del día para dar un paseo. Por la calle, supongo que por la lluvia, poca gente. Eso sí, en los restaurantes y los cafés se veía bastante movimiento. Hoy es festivo (por aquí al norte son festivos el viernes y el lunes en semana santa) y todo está cerrado. Visitamos un poco por encima el casco antiguo de la ciudad y nos fuimos a cenar carne a un sitio con muy buena pinta. Acabamos el día con unos buenos trozos de carne a la parrilla, eso sí, el acompañamiento era muy nórdico, con una patata asada cubierta por una salsa de nata agria y un trozo de pan con mantquilla derretida. ¡Falta hace para combatir el frío! Llenos y satisfechos nos volvimos al hotel. ¡Mañana nos acostaremos en Dinamarca! Seguimos hacia el norte.

La ruta, aquí.

jueves, 5 de abril de 2012

Europa de nuevo: Día 7 (Berlín)

Hoy hacía algo de frío en Berlín cuando salimos del hotel. En la ciudad cogimos un hotel sin desayuno (aquí hay más hoteles grandes donde es posible no cogerlo) y paramos en un sitio a dos pasos. Tras aprovisionarnos de algo caliente para llevar en las manos bajamos por la calle Kurfürstendamm, en el lado oeste, para pasear un rato y curiosear escaparates. Resultó que esta parte era ultra pija y no nos interesaba enada, así que cogimos un metro y nos dirigimos hacia la Postdamer Platz.

Tras un ratejo en el metro donde alucinamos viendo una zona repleta de canchas de voley playa, bajamos en la plaza y salimos entre rascacielos de cristal. Desde allí nos dirigimos hacia la puerta de Brandemburgo. Por el camino paramos en el monumento al holocausto. Es un bosque de bloques de hormigón con subidas y bajadas. Supongo que a alguna gente les sobrecogerá. Particularmente, me parece un sitio estupendo para jugar al escondite. De niño, o no tan niño, te lo puedes pasar muy bien... Seguimos hacia la puerta y nos quedamos un rato en ella haciendo unas fotos antes de seguir hacia el Reichstag, que viene siendo el parlamento alemán. Nos hizo mucha gracia ver la bandera europea ondenado en el tejado junto a la alemana pero no pegadas. Toda una alegoría de la situación actual de europa. En fin, tras pararnos a ver el exterior rememorando la mítica foto que hicieron los soviéticos desde su tejado cuando arriaron allí su bandera, volvimos hacia la puerta de Brandemburgo para seguir por la Unter der Linde, la gran avenida que parte desde la puerta hacia lo que era ya zona soviética. Pasamos junto a la embajada rusa, un edificio enorme e imponente que supongo que en su día bulliría de actividad y de mil y una historias que darían para una película de espías cada una. Seguimos la calle y nos desviamos hacia Friedichstrasse siguiendo las zonas comerciales de la ciudad. Básicamente íbamos siguiendo a la gente y nos movíamos hacia donde había vida. Paramos allí en una cafetería y nos tomamos algo caliente y un dulce para coger fuerzas. Por cierto, una cosa que hemos visto en todo lo recorrido de Alemania es que no se en la industria, pero en la hostelería los camareros se lo toman con mucha calma. Mucha amabilidad pero tardan mucho en venirte a atender y no se preocupan un higo por venderte más. Muchas veces ni te ofrecen postre si tu lo pides.

En fin, después de bajar un rato subimos por la calle otro rato antes de girar hacia la isla de los museos.  Es una isla en medio del río donde hay una gran concentración de museis al lado de la catedral. Entramos en la catedral previo pago de 7€ por cabeza (no reciben un duro del estado para la conservación y cobran entrada, podríamos parender algo del tema). La catedral por dentro está bien, pero después de la iglesia de Dresde de ayer (barrocas ambas), nos dejó un sabor agridulce. Salimos de allí camino del museo egipcio. El museo no es muy grande, pero merce la pena simplemente por la escultura de la cabeza de nefertiti. Es absolutamente alucinante para la época en la que fue creada. El nivel de recreación de la anatomía humana (arrugas incluidas) es increible.

Muy cansados ya seguimos andando hacia la zona este. Cada vez los edificios son más cuadrados, más cutres y está todo más descuidado. Paramos a reponer fuerzas de nuevo cerca de Alexanderplatz, una plaza enorme donde está la torre de televisión a la que no subimos. Había un mercadillo con pinta de mercado navideño pero básicamente había de todo, pero sobre todo mucha comida. Desde allí cogimos el metro y nos fuimos hacia el hotel. Por la zona paramos a cenar en un vietnamita, un par de sopas y un curri de calamares. Todo muy rico, por cierto. Acabamos de cenar y nos fuimos al hotel a descansar. Mañana dejamos Berlín y ya veremos donde acabamos.

PD: Hoy al no ir en coche y al tener muchos desplazamientos en metro, no pongo la ruta
PD2: Las fotos, mañana :)

Europa de nuevo: Día 6 (Bastei, Dresden y Berlín)

Hoy ya nos despedimos del sol radiante que nos había acompañado todo el viaje. El día en Hof amaneció nublado y algo frío, pero al menos no llovía. Las nubes nos acompañaron todo el día, pero nos permitieron disfrutar. Desayunamos y nos despedimos del hotel que nos había permitido descansar tan bien esa noche y salimos hacia Bastei.

Bastei es un mirador situado en el parque natural de la Suiza sajona (que se llama así aunque Suiza esté a 700 km). Preparando el viaje había localizado el sitio y me pareció interesante por lo distinto de las formaciones rocosas que se pueden ver en él. Aparcamos y nos dispusimos a caminar unos quince minutos hasta el primer mirador. Por el camino el bosque ya nos parece realmente bonito. Desde allí ya nos sorprenden las formaciones y la forma en la que están erosionadas las rocas. Seguimos de mirador en mirador hasta llegar a la parte más espectacular del recorrido. Tras pagar un euro y medio por cabeza pudimos llegar a una zona de miradores situado en una de las zonas de rocas erosionadas. Pasarelas de enrejado metálico van de roca en roca y en algún punto dan algo de congoja porque puedes ver el vacío bajo tus pies. Desde algunos miradores se podía ver el río y como navegaban por él barcazas portando contenedores. Cuando acabamos de caminar era ya la una, hora de comer. Decidimos arriesgarnos a comer en el restaurante del parque, que contra todo pronóstico estaba bastante bien y no era caro. El restaurante tenía unos ventanales enormes desde los que podías ver el valle. Pedimos como nos pasa muchas veces sin saber lo que escogíamos porque nuestro alemán es entre ninguno y nada. Yo acabé con un filete de cerdo bastante gordito con una aguarnición de patatas muy ricas pero Bea acabó con... hígado de cerdo. Como a mí no me disgusta se solucionó con un cambio de platos y unas risas. Salimos de allí hacia el coche. Siguiente destino, Drede (Dresden en alemán).

Dresde, conocida en la antigüedad como "la florencia del elba" era una ciudad maravillosa hasta que los ingleses, en un episodio muy discutido de la segunda guerra mundial, lo bombardearon causando una masacre de civiles y la destrucción de la ciudad. Con mucho esfuerzo la ciudad ha sido parcialmente reconstruida. Uno de los mayores ejemplos de superación del conflicto fue la reconstrucción, 170 millonazos de euros mediante, de la iglesia de Frauenkirche. Aparcamos al lado de la iglesia y nos ponemos a caminar por el casco antiguo. La ciudad, restando los edificios restaurados, está llena de edificios modernos muy de la era de la RDF. De todas formas hay que reconcocer que el casco antiguo merece mucho la pena y una visita de un día (o dos a lo sumo) dejan con muy buen sabor de boca. Después de pasearla nos fuimos a eso de las siete de la tarde, camino de Berlín.

De Berlín hoy poco que contar. Hemos cogido, por primera vez en este viaje, dos noches de hotel en el mismo sitio. Hoy simplemente hemos llegado al hotel, dejado las cosas y nos hemos ido a cenar... ¡sushi! Nos dio el antojo y en recepción nos dijeron que había uno con buena pinta a unos 500m y allí fuimos. La verdad es que nos decepcionó en absoluto y nos fuimos satisfechos de vuelta al hotel. Mañana estaremos de correrías por la ciudad.

La ruta de hoy, como siempre aquí.

miércoles, 4 de abril de 2012

Europa de nuevo: Día 5 (Nuremberg y Herzogenaurach)

Hoy nos despertamos con una previsión de tiempo de 16-17ºC y sol radiante. Nos levantamos a desayunar en el hotel (en Alemania casi todos los hoteles al reservar te obligan a cogerlos con desayuno) y acabamos de planear el día. Salimos descansados y animados camino de Nuremberg, a escasos 30Km de donde estábamos alojados.

Núremberg (Nurberg en alemán) tiene un espectacular casco histórico, aunque gran parte de él no es el orginial sino una reconstrucción ya que la ciudad fue bombardeada en repetidas ocasiones durante la segunda guerra mundial, reduciendo la ciudad a poco más que escombros. Sin embargo el proceso de restauración ha dejado la ciudad en un estado excelente. En fin, que nos dirigimos a aparcar en un paarking del casco antiguo, al lado mismo del ayuntamiento. Nada más salir nos dimos cuenta de que nos habíamos abrigado de más y que realmente hacía calor y el viento que soplaba era mínimo. Según doblamos una esquina nos encontramos con una plaza en el que un mercadillo la llenaba de vida. Todo tipo de fiambres, quesos, adornos de pascua, sombreros, cerámica... Realmente había vida a raudales en la calle. Un montón de gente paseando y muchos adornos de huevos de pascua escondidos por aquí y por allá. La ciudad tiene plazas y recovecos con iglesias por todos lados. Paseamos y paseamos viendo como la gente empezaba a llenar las terrazas para tomar un café, una ceveza o, directamente, comer al sol. Cansados de caminar (llevábamos ya dos horas arriba y abajo) buscamos donde comer alejados del bullicio de las calles principales. Y allí, a 100 metros del coche, encontramos un sitio en la parte trasera de una iglesia, al sol y con un poco de brisa que aliviara el calor. Nos sentamos y disfrutamos de un poco de comida local. Dimos cuenta de unas carrilleras de buey, una milanesa y unas bebidas, todo acompañado por una ensalada  de brecol y unas patatas con pepino. Total de la cuenta, 24€. Y ahora que alguien me cuente en que ciudad de España de medio millón de habitantes se come, a 100 metros de ayuntamiento, en una terraza, dos platos de buena comida como esos por ese precio. Y sin contar que esta gente cobra el doble que nosotros.
En fin, que decidimos antes de irnos subir a ver el castillo, que, como no, estaba cubierto por andamios porque estaban arreglando el tejado. Dimos una vueltecita alrededor para ver las vistas desde las murallas y decidimos no entrar. Salimos de Núremberg muy animados aunque algo cansados, camino de Herzogenaurach.

De Herzogenaurach poco que contar. El pueblo es famoso porque alberega las sedes de Adidas y Puma. Ambas son propiedad (bueno, eran, porque ambos fallecieron ya) de dos hermanos que tenían una empresa conjunta pero que se cabrearon y cada uno se fue por su lado. Cuenta la leyenda que la ciudad está dividida entre los dos bandos y que los empleados de una no se mezclan con los de otra. Los niños van a colegios disntintos (pagado cada uno por su compañía), hay dos equipos de fútbol, dos institutos... En fin, que esta visita era eminentemente comercial porque ambas marcas tienen unos outlets enormes en el pueblo, y como nos quedaba cerca decidimos acercarnos a hacer unas compras. Salimos de allí a eso de las siete de la tarde (cerrando ya) y nos dirigimos a Hof, muy cerquita de la frontera checa (país que seguramente quede para otro viaje) para seguir avanzando hacia el norte, donde nos esperan ya temperaturas más acordes a la época del año en la que estamos. Cenamos en el hotel fiambre y queso que habíamos comprado en Francia con un pan maravilloso que compramos en Nuremberg. Las panaderías en Alemania son un caso aparte, más de 15 tipos de bollos distintos (de unos 2kg de peso cada uno) que se vendían al corte y cada cual con mejor pinta. Tras la deliciosa cena de hoy toca descansar que mañana empezaremos a ver la antigua RDF.

La ruta del día, aquí.

lunes, 2 de abril de 2012

Europa de nuevo: Día 4 (Schwetzingen, Sisheim y Rothenburg ob der Tauber)

Nos levantamos por la mañana y bajamos a tomar un suculento desayuno. Un poco de fruta fresca,yogur, muesli, fiambre, queso, panes y algo de beber mientras conversábamos con el dueño del establecimiento que nos preguntaba sobre nuestra ruta y sobre la zona de España de la que veníamos. Estuvimos un buen rato de palique antes de acabar de empaquetar y dirigirnos a Schwetzingen, a ver los jardines del palacio.

Ya ayer en el hotel nos dijeron que los cerezos habían florecido en el Palacio de Schwetzingen así que nos picó la curiosidad ver los jardines. El palacio por dentro no nos atraía demasiado porque llevaba bastante tiempo verlo y ya habíamos visto alguno que otro del estilo. Aparcamos en un lateral al ver un hueco en la zona azul y nos dirigimos a dar un paseo por los jardines tras pagar 5€ por cabeza. Los jardines son enormes, con un gran estanque al fondo y lleno de pájaros, patos y alguna que otra ardilla. Paseamos un rato antes de encontrarnos con un edificio de inspiración árabe escondido en un lateral. Volviendo hacia la salida vemos la zona de los cerezos. Una zona maravillosa de varias hileras de ellos repletos de flores y con pétalos volando cuando venía alguna ráfaga de viento. Contentos con el paseo nos fuimos a coche.

El siguiente objetivo era un museo en Sisheim. El museo es una recopilación de coches, vehículos militares, aviones, monoplazas, motos... Casi cualquier cosa que se mueva de forma mecánica está en el museo, desde tractores Lamborgini a trenes a vapor. El museo es realmente grande y nos llevó un buen rato recorrelo. Las dos principales atracciones son un Concorde y un TU-144, también conocido como Concorski, porque fue un avión que los rusos hicieron a imagen y semejanza del Concorde pero que nunca llegó a volar comercialmente. Ambos son visitables en su interior. Eso sí, están a 30 metros de altura con sus trenes de aterrizaje apoyados sobre pilares y hay que subir a ellos por una escalera de caracol. Entre los coches hay mercedes de los años 20, coches clásicos americanos como el famoso Ford Falaine o joyas de los 80 como el Lamborgini Countach. Hay también un par de monoplazas muy destacables como el Benetton con el que Michael Schumaher ganó el mundial o el Williams Renault con el que Nigel Mansell también lo consiguió. Cuando acabamos la visita nos sentamos en una terraza de una cafetería del museo y nos tomamos unas salchichas y un betzel antes de seguir camino.

Llegamos en poco más de una hora a Rothemburg ob der Tauber, una ciudad medieval amurallada y realmente bien conservada. Aparcamos en el hotel que está a 50 metros escasos una de las puertas y nos dedicamos a patear la ciudad de cabo a rabo, subirnos a las murallas, curiosear los escaparates y a comernos un dulce típico de la zona que es una especie de bola que se puede comprar de mil coberturas distintas. Cansados tras un día largo buscamos donde cenar y tras consultar donde cenar acabamos en un típico restaurante alemán comiendo Bea media carpa y yo carne de ternera cocida con una salsa de rábano y arándanos. Todo muy rico. Tras hacer yo el goloso tomando postre, decidimos irnos a descansar y hacer planes para mañana.

La ruta de hoy, aquí.