domingo, 28 de septiembre de 2014

Tres en Londres: Días 14 y 15: La vuelta

Qué difícil es escribir estas entradas. Dos días agotadores que no dejaron tiempo para escribir el blog marcados por los kilómetros. Comencemos.

El jueves por la mañana nos levantamos pronto y nos lo tomamos con calma. Salíamos de Londres en el tren de la una y media, así que teníamos todo el tiempo del mundo. Tomamos nuestro último desayuno del Cocomaya. Un delicioso Pain au Chocolat y un Red Velvet Cocodough antes de ir al supermercado a gastar nuestras últimas libras y a por un encargo. Tras volver del supermercado nos despedimos de Rachel, nuestra casera. No puedo si no recomendar nuestro apartamento.Tiene una tamaño más que considerable, la habitación no da a la calle con lo que es súper tranquila, la cama es una delicia y tiene todo lo que puedes necesitar (lavadora, plancha, secador, tv, wifi, horno, microondas, kettle...). La zona es maravillosa, con Hyde Park prácticamente en tu puerta, un montón de sitios dónde comer cerca, el metro y el bus a la vuelta de la esquina. Y si fuera poco, Rachel es una anfitriona estupenda. Siempre está preocupada de que tengas todo lo que necesitas, se encargó de que limpiaran el piso a los seis días de nuestra llegada y de recibir la maleta que enviamos por transportista. Además nos proporcionó lo que necesitamos para Cloe. En fin, que si alguna vez venís a Londres este es un sitio estupendo en el que estar.

Tras esta disertación deciros que nos despedimos de Rachel que me dijo que había probado el licor café y que tanto a ella como a su marido les había encantado. ¡Abriendo mercado en UK! Cloe estuvo un rato jugando con su perro y nos despedimos deseando volver a vernos otra vez. Salimos de allí un tanto apesadumbrados y perezosos por el largo camino de vuelta. Y es que el camino de ida es todo ilusión pero el de vuelta da una pereeeeza. Así que como teníamos tiempo cogimos un bus y nos plantamos en St Pancras con casi cuarenta minutos de tiempo. Estuvimos dando un paseo por la estación hasta que Bea se fijó y vio que tenían los zapatos que le habían gustado en Selfridges pero de los que no tenían talla. Así que entre que tenían su talla y que tenían un 20% de descuento se decidió y ya tiene zapatos nuevos para la boda del sábado.

Entramos poco después en el Eurostar. Esta vez estaba más lleno que a la ida de gente con maletas. El viaje transcurrió de una forma más o menos plácida, contando lo que es llevar un bebé encima dos horas y cuarto que duró el trayecto. Cogimos esta vez el que va más rápido porque no para en ninguna de las estaciones del trayecto. Así que dos horas y cuarto después estábamos en París. La verdad es que París no es una ciudad que nos guste. Por culpa de ella todo el mundo tiene mal concepto de los franceses. Hacedme caso, los parisinos no reflejan lo que es un francés medio. Ni de broma. El parisino es maleducado, malencarado y va a lo suyo. Si uno entra en una tienda en París tiene todas las papeletas de que le miren con cara de asco como diciendo "a que narices vienes a molestar". No aguanto a la gente de París. Ejemplo práctico. En Londres de vez en cuando había que subir escaleras complicadas para salir o entrar en el metro. En las dos más fastidiadas nos ofrecieron ayuda. En una de hecho rechazaron nuestra negación de la ayuda y amablemente nos ayudaron a subir a Cloe. Lo harán por formalismo o por quedar bien, pero lo hacen. En París, que tiene una trayecto muy complicado en ese aspecto para moverse entre las estaciones de tren, nadie ni se digna a mirarte. Para más inri se metían delante del carrito atajando y si les dabas con las ruedas se quejaban ostensiblemente. Pero en serio, eso no es Francia. En Francia mil veces nos han ayudado o nos han parado amablemente para decirnos que nuestra hija era muy guapa. Nos han ayudado cuando nos hemos perdido. Hemos entablado conversaciones con gente desconocida sin entendernos mutuamente en el idioma. No, el francés no es el parisino, así que daos una vuelta por el resto de Francia y no perdáis mucho el tiempo (dos o tres días, no más) en una ciudad agreste y malencarada. Tras la segunda disertación del día deciros que llegamos a Montparnasse catorce paradas después (manía tienen en París de poner las paradas una a dos metros de la otra, 14 paradas en cinco kilómetros) bien. Allí comimos dos bocadillos en un Paul y seguimos camino.

El tren de París a Burdeos son tres horas y media. Hasta Poitiers el tren va realmente rápido pero de ahí en adelante la vía no soporta la velocidad máxima del tren así que están construyendo una nueva. Mientras tanto son tres horas y media de trayecto, que tampoco es excesivo para 600 km de trayecto. Llegamos a Burdeos cansados a las nueve y media pasadas. A esas horas difícil comer. Para nosotros eran las ocho y media (cosas del cambio horario) así que cogimos el coche y empezamos a hacer camino. Esta noche dormimos en Hossegor, un pueblo cercano a Capbreton. Teníamos 175 km desde Burdeos hasta allí, así que hicimos algo de camino antes de parar a comer en un McDonalds. Allí cogimos unos nuggets (fáciles de comer en marcha) y preparamos el biberón de Cloe que también se comió en ruta mientras veía Peppa Pig tan pancha. Llegamos a eso de las doce y media hora local al hotel 202 en Hossegor. Deciros que es un muy buen hotel quitando que tiene moqueta (obviamos el peludo detalle porque hoteles decentes con recepción 24h por la zona había muy muy pocos). Del hotel decir que la habitación es grande, con terraza, ducha y bañera y que el recepcionista de la noche hablaba inglés y la de la mañana hablaba español. Hotel anotado como buen sitio al que volver.

A la mañana siguiente nos levantamos algo tarde. Salimos del hotel y nos fuimos a hacer la compra en el Carrefour de Anglet como siempre. Es el más grande de la zona y tiene mucha variedad de cosas. Tras hacer la compra nos quedamos a comer allí sendas croque monsieur (tostada con jamón, bechamel y queso gratinado) y le dimos de comer a Cloe. Salimos algo tarde con el coche a hacer kilómetros. El buen tiempo anima porque nos quedan setecientos por hacer. La siguiente parada fue ya cerca de Unquera. Allí conocemos gracias a unos amigos un sitio llamado Royal III. Es una cafetería de carretera que tiene buenos precios, buenos pasteles y unas corbatas de Unquera enormes para llevar. Desde allí ya no paramos hasta muy cerca de Asturias. Cogimos algo para cenar sobre la marcha de lo que habíamos comprado y preparamos otro biberón. Volvimos todos a cenar en la carretera haciendo los últimos kilometros hasta casa.

Ha sido un viaje estupendo. Es algo duro como ya os contaba estar en una gran ciudad con un bebé, pero es muy satisfactorio. Ella no recordará nada de esto cuando sea mayor, pero podrá ver estas fotos y leer este blog y ver que se lo pasó muy bien. Que ha sido muy feliz y que nos ha hecho felices a los dos. Y ver lo que ha vuelto a crecer y madurar, que es la leche. Ha aumentado mucho su vocabulario, se expresa ya con frases en algunas situaciones y se la ve más segura en sí misma y en lo que quiere. Y sobre todo tiene muchísima curiosidad por lo que ve. Es lo que tiene el estar todos los días descubriendo cosas distíntas. Más duro será lidiar con su depresión post vacacional.
Poco más que decir, nos vemos en el próximo viaje!

P.D.: A ver si escribís algo en los comentarios, so vagos, ¡que sabemos que nos leéis!

Tres en Londres: Día 13: Soho, Diana Memorial Playground y último paseo

Día final en Londres. Como todo cuando se acaba seguimos un poco melancólicos. Han sido unos días tan divertidos que añoraremos esta ciudad como hacemos siempre. Nos encantaría vivir aquí, pero no recomiendo a nadie que no tenga una elevada formación venir. En serio. Esto está lleno de camareros españoles que malviven. Con un sueldo que a duras penas llega a las mil libras al mes cuando todo no es que sea caro, es que es carísimo. Ya no sólo tomar un mísero café (que cuesta al cambio unos dos euros y medio), sino que un bus cuesta otro tanto (con tarifa reducida), en el supermercado comer mínimamente sano es carísimo y la vivienda ya no os cuento. Así que no la veo como una ciudad de oportunidades si uno no posee una elevada formación y un alto nivel de inglés. Y no, no se aprende inglés aquí rodeado de compañeros españoles, italianos y portugueses. Si queréis aprender inglés no vengáis a Londres. Tras esta disertación de las mías os puedo contar que el día amaneció gris y con lluvia, pero que para cuando salimos de casa el cielo se había despejado casi completamente y el sol campaba a sus anchas. Otro desayuno más de pasteles del Cocomaya para alegrarnos el arranque del día y permitirnos coger fuerzas para los kilómetros que hoy hagamos. Cogimos un bus muy cerca de casa y nos plantamos en el Soho.

El Soho es un barrio ultra céntrico. Está justo en el medio de las calles comerciales más concurridas (Oxford Street y Regent Street) y la zona de los teatros en el oeste (el West End y Covent Garden). Aún así no ha sucumbido del todo todavía a la presión que ejercen las grandes marcas sobre la ciudad. En el Soho todavía puede uno encontrar tiendas con carácter. Hay muchísimo restaurantes y cafeterías, más de los que yo recordaba. Pubs, clubs... eso lo sigue habiendo. Pero también quedan pequeñas tiendas de discos, tatuadores, marcas pequeñas y sitios con encanto. Además en un lateral está Carnaby Street, una calle comercial preciosa aunque las grandes marcas están acabando ya con el encanto que tenía de pequeñas tiendas.
A pesar de todo me apetecía mucho recorrer el barrio. Es encantador. De día es pacífico y bohemio y de noche es un sito de clubs y restaurantes con encanto. También es la cuna de la comunidad gay de la ciudad. Nos pasamos la mañana buscando esas tiendas de las que hablo y haciendo las últimas compras.
Cuando dio la hora paramos a comer en una hamburguesería de la que había oído hablar, Honest Burguers. No puedo más que recomendarla. Las hamburguesas eran magníficas, las mejores que hemos probado en Londres.
El pan perfecto, la carne muy bien hecha y muy equilibradas en cuanto a la cantidad de salsa. Increíbles. Acompañadas por patatas con romero fueron la comida perfecta. Lo malo es que no tenían nada con que calentar la comida de Cloe. No tenían ni microondas ni máquina de café, así que le dimos la merienda a la niña y la comida decidimos dársela a la hora de la merienda.
Eso sí, se puso ciega de patatas. Estuvimos comiendo tranquilamente y charlando con la camarera que nos dijo que por qué no vivíamos allí si íbamos tanto de vacaciones. Ja. Cloe estuvo ligando con todo el mundo como siempre. Creo que la frase que más hemos oído en todo el viaje ha sido "soooo cuuute...". Salimos de allí a las tres y media pasadas y nos dirigimos hacia el Covent Garden.

Objetivo, seguir buscando esos tan deseados zapatos. Resultado: fail. Habrá que tirar de los de reserva. También estuvimos persiguiendo un vestido que Bea había localizado en All Saints. Tras preguntar en dos tiendas conseguimos que nos lo guardasen en una tercera para poder probarlo. Como ya era una hora prudencial y Cloe se estaba empezando a despertar de la siesta nos fuimos en bus al Diana Memorial Playground para que Cloe tuviera su último momento de columpios en la ciudad. Tras un recorrido en el bus un poco accidentado llegamos al parque. En esta ciudad hay una cosa que no entiendo de los buses. Un bus hace un trayecto x. Pues de repente, hay buses que dicen "hasta aquí". El conductor de repente dice "fin de trayecto" y todo el mundo a la calle. Supongo que será porque se les acaba el turno porque ni siquiera es en la cabeza de línea. Y hale. A la calle. Espera a que venga el siguiente si eso o vete a pie, a mi me da igual. Sinceramente no lo entiendo. Así que decidimos andar el último trecho que nos quedaba hasta el parque y allí estuvimos con Cloe casi una hora.
Estuvo disfrutando mucho de los columpios, se tiró en el tobogán con mamá y estuvo, de nuevo, haciendo música.
 Como disfruta de este sitio. Si fuera algo mayor disfrutaría aún más, pero para ella es algo cercano al paraíso. ¡Además hay ardillas! Ardillas que están acostumbradas a que las alimenten los niños y que incluso roban las bolsas de cacahuetes de los carritos de los bebés. Son casi domésticas.

De allí salimos hacia el centro de nuevo parando a darle la merienda/comida en una cafetería española que estaba cerca de la parada de metro de Queensway y que olia a croquetas.
Cogimos otro bus y nos plantamos en Oxford Circus para ver si el vestido finalmente le quedaba bien a Bea cosa que no sucedió. Decidimos hacer unas últimas compras en la Disney Store para las hijas de una amiga y nos fuimos a cenar. El objetivo de hoy era un japonés y terminamos en el Sakura, situado en Mayfair muy cerca de Regent Street. Pasamos por un par de restaurantes con mejor pinta pero Cloe nos limita un poco el ir a ciertos sitios porque no siempre se porta bien o porque son todo mesas altas y no puede comer con nosotros. Ojo, que generalmente se porta muy bien, pero cuando no quiere comer a veces monta barullo y no en todos los sitios está bien que lo haga. Así que llegamos al Sakura un tanto tarde. Vamos, que éramos los últimos. Pedimos dos variados distintos de nigiri y maki, un cangrejo de concha blanda frito, un tofu rebozado frito y unas sopas. La impresión general fue de meh. Es decir, mal no estaba, pero muy bien tampoco. Con la cantidad de restaurantes japoneses que hay en Londres estoy seguro que los encontraréis mejores.

Tras salir de cenar nos fuimos dando un último paseo hasta casa, cansados y felices al mismo tiempo. La noche otra vez era fresca pero agradable. En la mayor parte de las calles no hacía demasiado viento y la iluminación de las suntuosas casas de Mayfair hacía más agradable si cabe el paseo.
 
Llegamos un tanto tarde al apartamento y nos pusimos a hacer lasa maletas que mañana toca día de viaje en tren de nuevo. ¡Chao!

miércoles, 24 de septiembre de 2014

Tres en Londres: Día 12: Greenwich y la City

Hoy vuelve a hacer un día fresco y soleado. Algunas nubes, temperatura agradable y ganas de pasear. Eso sí, seguimos acumulando cansancio. Hoy volvimos a desayunar lo de todos estos días, unos pasteles, infusión y smoothie. Buen desayuno para coger fuerzas y empezar el día. Objetivo del día, dar un paseo por Greenwich, un pequeño barrio de Londres que más parece un pueblo en sí mismo. La forma fácil era coger metro y luego un DLR (un tren sin conductor), pero nos apetecía hacer el camino bonito e ir por el río. Así que cogimos un bus hasta el London Eye y luego allí cogimos un barco hasta Greenwich. En el Támesis podéis coger de todo (hasta el tifus, si os bañáis), pero en cuestión de barcos tenéis la opción crucero con cena, el barco turístico de toda la vida con su speaker contando cosas y sus partes de arriba sin techo para ver bien todo y la opción del clipper. El Thames clipper es lo más parecido a un servicio de transporte en sí mismo. Va a todo lo rápido que la legislación le permite y no va de paseo. Es un catamarán muy estable, con asientos muy cómodos y que tarda muy poco en llegar.
Las ventanas son grandes y panorámicas y en la parte trasera se puede salir al aire libre para hacer fotos. No es como un crucero pero es rápido y nos encanta navegar en él para llegar a Greenwich. Hacer un viaje en barco en la ciudad es algo imprescindible, pudiendo ver desde el agua muchos iconos de la ciudad, pero si además es el primer viaje en barco de tu hija pues la cosa sube sus puntos.
Decir también para los papás que el barco es completamente accesible y se sube y baja por una rampa por la que podréis meter la silla sin ningún tipo de dificultad. Por el camino Cloe se lo pasó muy bien jugando con una niña italiana de su edad que se llamaba Miriam y disfrutamos de las vistas de la ciudad.

Llegamos a Greenwich ya algo tarde, así que dimos un paseo por el mercado local, que sigue teniendo el espíritu del que os hablaba. Gente mayor vendiendo cosas antiguas, un comerciante de figuras de ciencia ficción de los 70/80s y puestos de comida. El mercado es pequeñito, pero auténtico.
Tras pasear un poco por esta zona nos fuimos al parque, que es realmente grande. Como era tarde y no queríamos que Cloe se durmiera descartamos subir al observatorio o a la parte alta del parque. Nos quedamos en la parte baja jugando con los pájaros, las ardillas y las castañas caídas por el suelo. Cloe se dedicó a recolectar castañas y a perseguir ardillas que esta vez no querían galletas porque preferían la comida que dejaban los árboles en el suelo.
Cuando nos dimos cuenta era ya tarde y nos fuimos a comer. Buscando en internet encontramos un pub llamado Green Pea que era el número cuatro de todos los restaurantes de Londres. Con mucha curiosidad nos fuimos hasta allí (estaba a poco más de 500m) a ver que encontrábamos. Sabíamos que era un pub con buena comida de pub y eso nos bastaba. Cuando llegamos nos encontramos el típico pub de pueblo inglés. Una docena de hombres locales hablando mientras beben, las carreras de caballos en la televisión, moqueta en el suelo, sofás y buen recibimiento. Preguntamos por la comida a la camarera que nos redirgió a un hombre mayor irlandés que nos dijo que la cocina cerraba a las 3 (eran las 3 y media) y que no abría hasta las cinco. Peeero, muy majo él, nos dijo que algo nos preparaba. Que entendía las necesidades de un viajero y que no nos preocupáramos. Así que nos sentamos y pedimos unas bebidas en la barra. Muy buena la cerveza IPA que me tomé por cierto. Al poco rato aparece con una carta en papel y nos ofrece tres platos de ella diciéndonos que todo era casero y muy rico. Bea se decidió por un jamón asado deshuesado con huevos fritos y patatas. Yo tomé el pastel de carne a la guinness que venía acompañado por patatas fritas y unas verduras (brécol, zanahoria y repollo) al vapor. En una salsera una salsa de carne para regarlo todo si quería. Decir que todo estaba buenísimo.
No tenemos experiencia en comida de pub para decir que fuera la mejor de Londres, pero sí podemos decir que el sitio merece la pena. El precio es muy razonable, la comida es abundante, el hombre es majísimo y se respira un ambiente de verdad, alejado de turisteo típico. Comida 100% casera que escasea en una ciudad donde todo es "handmade" y "fresh" pero todo se vende empaquetado.

Era un tanto tarde así que dimos la última vuelta por Greenwich y cogimos el DLR con Cloe durmiendo.
De hecho, casi se no duerme con un trozo de jamón en la mano durante la comida del pub. Estaba un tanto agotada de correr en el parque. Nos fuimos desde allí a la City entre rascacielos y observando como el boom inmobiliario continúa en Londres. Ya no es sólo que Canary Wharf (una zona completamente nueva) esté casi completada, con su arquitectura moderna con toques de clasicismo de piedra si no que todo el solar que hay en las afueras que sea susceptible de ser construido lo es. Eso sin contar que en la City se está permitiendo ahora construir rascacielos, cuando hasta hace no muchos años no se podía. En unos años el skyline de Londres no será reconocible. Salimos pues de la estación de Bank, frente al banco de Inglaterra, justo en el momento en la que hordas de oficinistas abandonaban sus oficinas. Ya fuera nos dedicamos a callejear por la City camino de Oxford Street y aledaños, dónde todo cierra más tarde. Simplemente nos dedicamos a callejear y a observar al oficinista medio londinense. Observar como casi todo el mundo viste trajes grises y azules oscuros y nadie parece salirse de lo monótono. Sí, quizás el atrevido de la derecha lleve unos perros estampados en su corbata, pero nadie se atreve a usar un color llamativo en su vestuario. Las mujeres llevan todas la falda a la altura de las rodillas, visten bailarinas y llevan en muchos casos el pelo recogido. Un entorno gris dónde nadie destaca, no vaya a ser el señalado. Tras un buen rato andando aparecimos en el Covent Garden y allí hicimos una última compra que Bea tenía pendiente antes de que Cloe se despertase y parásemos a tomar algo en un Hotel Chocolat. Allí, en una minúscula terraza del Covent Garden nos quedamos a ver pasar a la gente y los coches y a darle la merienda a Cloe que devoró ella sola mientras gritaba "solitaaaaaaaaa".
Que rápido se hacen mayores...

Desde allí poco que contar ya. Cogimos un bus para atravesar Oxford Street y hacer una mini parada en Selfridges para ver las nuevas televisiones curvas de 70" y toda clase de cachivaches electrónicos caros. Cansados y pensando en el delicioso queso de la nevera que habíamos atesorado en Neal's Yard Dairy decidimos comprar unos crackers y un poco de jamón ahumado inglés para tener una auténtica cena británica de lujazo. Mañana es nuestro último día completo en Londres y empezamos a darnos cuenta de que esto se acaba (de momento). Así que mañana trataremos de completar de la mejor manera posible esta (pen)última aventura en la gran ciudad.

martes, 23 de septiembre de 2014

Tres en Londres: Día 11: Hyde Park, Natural History Museum y Mayfair

Ooootro día más de sol. Como para quejarse vaya. Hoy volvió a tocar comer pasteles de Cocomaya, que no nos cansamos de tomar su versión del cronut, el Cocodough. Para los que no conozcáis el tema, hace un par de años en Nueva York se hizo popular el cronut, una mezcla de croissant y donut. Poco a poco la moda se fue extendiendo por el mundo y muchas pastelerías se apresuraron a sacar su versión. Como no conozco la original os puedo contar que la de aquí tiene una un centro parecido al donut, un exterior que recuerda al donut, azucar, crema en su interior y una capa azucarada y rígida en su superficie. Exquisito. Desayunamos eso con un par de smoothies, un poco de queso y unas infusiones antes de salir de casa. El plan del día era ir hasta el museo de historia natural y luego ya se vería. Decidimos ir dando un paseo por Hyde Park de camino, y eso hicimos.

En Hyde Park liberamos a Cloe de la silla. Ella quiere ir andando todo el rato, y ya quiere hacerlo todo sola, pero no puede. No entiende el peligro que son los coches todavía y no se fija por dónde anda. Londres para ella es una ciudad hostil y encantadora a la vez. En los parques es libre y feliz de ir a dónde quiera (o casi), así que la bajamos y la dejamos correr. Su momento de mayor felicidad fue cuando le dimos galletas a las ardillas.
 
Os lo podéis imaginar. Aunque lo hicimos hace unos días ella no se cansa y le encanta. Conseguí que se le acercasen y que les diese comer con la mano así que la alegría fue máxima. Seguimos caminando hasta el estanque y pudo ver de cerca patos.
No la podemos llevar mucho por la orilla porque ella no entiende que ese agua de ahí no es para bañarse, así que hay que andarle riñendo y su felicidad disminuye. Seguimos disfrutando del sol, con calor cuando golpea y necesidad de un jersey finito a la sombra.

Al cabo de un rato salimos del parque por el extremo sur y nos dirigimos al Natural History Museum.
El museo... pues como siempre. Un edificio espectacular lleno de gente y de mil cosas que ver. Lo que pasa es que Cloe es muy pequeña todavía para muchas cosas, así que no estuvimos mucho rato. La llevamos a ver los dinosaurios y los animales disecados y le gustaron mucho.. Ahora si le preguntamos como hace un dinosaurio hace "grrrrrrr" mientras mueve sus brazos encogidos.
Le compramos un dinosaurio de peluche que por la tarde bautizó como George, como el hermano de Peppa Pig que siempre va con uno. Es la leche la de cosas que hace ya para lo pequeña que es esta niña, nos tiene embobados. En fin, que nos planteamos comer algo en la cafetería para darle de comer a Cloe, pero nos habíamos quedado sin potitos y teníamos que ir a comprarlos. Ya empieza a comer de todo pero con lo que come en trocitos no le llega para una comida decente, así que fuimos a comprar algo a un Boots cercano. Los Boots son una cadena de farmacias/parafarmacias que tienen de todo. Desde secadores de pelo a antibióticos. Todo lo relacionado con bebés, salud y belleza en su sentido más amplio. Así que compramos un par de potitos y... Cloe se durmió. Ante la necesidad de dejarla dormir un rato (estaba agotada) decidimos parar en un Mark & Spencer y comprar unos sandwiches. El mío de pastrami (rico pero mucho peor que el del mercadillo) y el de Bea de jamón ahumado con cheddar. De postre compramos algo de fruta por aquello de alimentarnos un poco bien. Fuimos comiendo por el camino sin saber si ir a dar un paseo a Chelsea o seguir hacia Picadilly y finalmente decidimos terminar de comer y coger un bus a Picadilly, el único del día (mira que andamos)

El bus nos dejó quince minutos después en Picadilly. Al poco raro la niña se despertó y nos fuimos a un Paul a tomar un café mientras le dábamos su comida. Devoró con hambre el potito mientras descansábamos un poco las piernas que van acumulando cansancio. Desde allí decidimos subir por Mayfair. Mayfair es el barrio más pijo del centro de Londres. Embajadas, fondos de inversión, diseñadores, joyerías de alto standing, tiendas de diseño... Todo a precios prohibitivos, pero la arquitectura de la zona, de un estilo victoriano muy elegante, hace que merezca la pena caminar por ella. Además es una zona en la que vuelve a pasar lo de siempre. Si en Londres uno se aleja de las grandes avenidas (Oxford Street, Picadilly, Regent...) la gente no es que se reduzca a la mitad, es que es la décima parte. Pasear por Mayfair es como pasear por el centro de cualquier otra ciudad, pasear por Oxford Street es meterse en la marabunta. Así que paseamos mirando escaparates hasta que Bea vio la tienda de Victoria's Secret y le dio por entrar y hacer unas compras. Desde allí dimos un corto paseo y paramos a darle la merienda a Cloe en un Pret a Manger mientras papá se tomaba su segunda agua de coco (una de las nuevas modas de la ciudad) y mamá una menta. Ya algo tarde hicimos alguna compra más en Oxford Street y Bea siguió con su búsqueda de zapatos para la boda de la semana que viene.

Por el camino Cloe se durmió así que decidimos cenar al lado de casa en el Malevo otra vez. La verdad es que por un lado duele repetir restaurante en una ciudad en la que para poder probar todos los retaurantes necesitaríamos más de una vida, pero es que nos gustó mucho y está al lado de casa. Así que allí fuimos y Bea se tomó una milanesa de lomo de ternera espectacular y yo unas chuletas de cordero muy buenas. Para finalizar una par de bolas de helado y un paseo nocturno para bajar la comida e irnos a dormir.

lunes, 22 de septiembre de 2014

Tres en Londres: Día 10: Spitafields & Brick Lane

Sol. Aunque las previsiones no han mentido seguimos sin creerlo mucho. De hecho si los pronósticos no fallan no nos va a llover ningún día. Si a alguien le dices que te fuiste de vacaciones a Londres nueve días y no te llovió no se lo cree. Todos contentos desayunamos galletas y smoothies y cogimos el metro camino de Liverpool Street Station. A la ida el metro estaba bastante lleno pero pudimos hacernos un hueco. Nos apañamos bastante bien bajando y subiendo escaleras con la silla entre los dos y no nos preocupa mucho el hecho de que las estaciones no estén adaptadas, pero preferimos viajar en bus. Hoy, sin embargo, la diferencia de tiempo en el trayecto era considerable así que fuimos en metro. Salimos de la estación al borde de la City y nos dirigimos hacia el mercado de Spitafields.


Desde hace ya unos cuantos viajes es nuestra tradición hacer el domingo esta ruta. Ya es que ni nos lo pensamos. Hace años Candem era el mercado al que ir los domingos, pero ahora mismo está demasiado abarrotado de gente y es un poco agobiante. Una recomendación, si queréis ir a Candem id cualquier día menos el domingo. La mayor parte de los puestos abren si no toda casi toda la semana y Candem no es sólo el mercado si no toda la zona, los pubs, las tiendas de discos... Sigamos que me desvío.
 Ahora mismo nuestro plan de domingo en Londres es ir primero a Spitafields, un mercado renovado hace ya unos años que el domingo alberga muchos puestos de ropa, algunos de comida, tiendas y restaurantes.
Todo ello en sitio cubierto con lo que no hay problema de disfrutarlo un día lluvioso. Así que empezamos a recorrerlo tratando de discernir lo que estaba bien y lo que era una trampa para turistas.
Porque esta zona si es turística y muchos puestos del mercado que eran antiguamente regentados por londinenses que traían sus productos está siendo tomado por chinos y paquistanies que tienen ropa de pésima calidad. Sin embargo, aunque la cosa no está tan bien como estaba, sigue mereciendo la pena. Sigue estando la chica que hace vestiditos a mano con unos estampados preciosos, siguen estando dos de mis diseñadores de camisetas favoritos, siguen estando los que traen productos de lana de Mongolia y sigue sintiéndose ese espíritu emprendedor de estos mercadillos. Sigue estando, pero menos. De todas todas compramos, vaya si compramos. Como decía siempre hay cosas interesantes, mucho más que lo vayáis a encontrar en Oxford Street.

Cuando nos entró el hambre decidimos sentarnos a comer en un restaurante de la zona, porque queríamos que la niña comiese para que pudiera dormir la siesta a pierna suelta. Terminamos en el Smiths Of Smithfield que han abierto en el mercado. A este restaurante le tenía echado yo el ojo pero en otra localización. En la planta baja era comida informal y en la alta formal. Comimos en la de abajo una hamburguesa (pché) y un sandwich de pulled pork (básicamente cerdo cocinado a fuego lento hasta que la carne se deshace completamente) que estaba muy rico. Todo esto acompañado de un smoothie de frambuesa, arándanos yogur y miel y una ale local. Tras terminar salimos del restaurante camino del otro lado de la calle, dónde todo cambia radicalmente.

Simplemente con salir hacia el este de Spitafields, un mercado renovado y bonito, aparecemos en Brick Lane. El ambiente cambia completamente. De una zona moderna, limpia y un tanto convencional pasamos a una con casas viejas y desconchadas, suciedad en la calle, grafities y mucho más moderna y vibrante. Paramos en un par de tiendas en el camino hacia el Sunday Up Market, un mercado que se monta dentro de una antigua fábrica. Nuestro gozo en un pozo, en el local han montado una feria temporal de muebles de diseño y no hay mercado. Así que seguimos la calle y fuimos viendo varios mercados que si estaban abiertos, recorriendo tiendas que tratan de marcar las nuevas tendencias de moda en Londres, tiendas de discos y locales de marcha.
Seguimos por la calle mientras la actividad va ya decayendo (son las cinco y media) y nos dirigimos hacia el Boxpark. Siempre me gustó el concepto. Un centro comercial hecho de contenedores de barco que puede ser cambiado de localización de forma fácil. Una idea brillante, si la zona se muere te vas a otra con el centro comercial a cuestas. Es una mezcla curiosa, ya que mezcla tiendas muy de moda con tiendas como Gap... Aaaaah, vale. Que me olvidaba, que ahora lo moderno es vestir normal, así que Gap ahora es moda. A eso de las seis cerró todo y nos fuimos a darle la merienda a la niña a un café Nero, en la terraza y tomando un frappé latte (Bea se tomó un chocolate, que tampoco hacía tanto calor)
Allí estuvimos viendo pasar aviones y gente, antes de coger un metro y volver a casa a descansar un rato y poner una lavadora antes de bajar a cenar.

A las nueve y cuarto salimos a buscar dónde cenar. Salimos de nuestra zona unos cientos de metros hacia la parte posterior de Selfridges, dónde se agolpan bastantes restaurantes. La verdad es que las aplicaciones que suelo usar para buscar restaurantes no funcionan muy bien en Londres. Hay demasiados locales y sus sistemas de filtrado y ordenación son bastante deficientes. Terminamos cenando en un griego llamado Ergon. Cenamos pulpo y solomillo de cerdo ambos bastante ricos y de postre una milhoja de crema y fresas y una panacotta de cardamomo muy ricas. Volvimos con Cloe desatada por Oxford street llamando a las ardillas mientras corría calle arriba.

domingo, 21 de septiembre de 2014

Tres en Londres: Día 9: Maltby Street Market, Borough Markey, Southbank & Soho

Hoy parece que el tiempo ha refrescado un poco. El cielo amaneció gris y aunque no hace mucho frío está un tanto desapacible. Hoy quedamos con Pedro y Bea, unos amigos emigrados a un pueblo aqui cerca y pasamos el día con ellos. Vinieron por el apartamento mientras acabábamos de arreglar a Cloe y salimos hacia Malby Street Maket, un mercadillo muy de moda en el sureste de Londres. El camino lo recorrimos en dos buses con una pequeña vuelta debido a una equivocación por mi parte en la selección de buses. El mercado está literalmente en el medio de la nada, en las naves que hay bajo las vías del tren en una zona residencial. Es un mercado formado por establecimientos que han huido de la aglomeración de turistas que recorren Burough Market y que asustan a los locales. Por lo que hemos visto ha sido una buena elección ya que el mercado estaba bastante abarrotado de gente local y de muy pocos turistas. La parte que visitamos, Ropewalk, es bastante pequeña. En un reducido espacio hay un Deli, un sitio de gofres, varias panaderías, tiendas de flores, un vendedor de cerveza artesana, otros de quesos, un destilador de ginebra y una tienda de antiguedades gigante.
Dimos un paseo y cumplimos mi antojo parando a comer un bocadillo de pastrami en el Monty's Deli tras esperar un montón de tiempo entre pedirlo y que nos lo hicieran.
Nuestra impresión es que estaba muy bueno pero que era muy caro. 7,5 libras por un bocadillo es mucho y por algo similar en USA te cobrarían 5 dólares, pero claro, en Londres es muy difícil encontrar un buen pastrami. Supongo que eso, y el factor hipster del lugar, suben el precio. Eso sí, mi opinión personal es que si queréis tomar un muy buen pastrami, este es el sitio.


Desde allí salimos caminando hacia Burough pasando por al lado del Shard, un rascacielos enorme que han construido hace poco en la ciudad.
 El mercado de Burough... Supongo que se puede seguir recomendando. Hay mil cosas para comer, está todo muy rico, pero es un caos. Ahora mismo un sábado al mediodía es casi imposible andar, y ya no os cuento con un carrito de bebé. Estaba a reventar. Lo que era un secreto a voces se ha convertido en un sitio al que ir sí o sí cuando se va a la ciudad. Esto lo ha convertido en algo como Candem Town, un sitio interesante pero que es un agobio. Así que supongo que ha perdido algo de encanto y entiendo que la gente esté buscando nuevos lugares donde encontrar comida callejera porque no hay forma de comer en este sitio con las enormes colas que hay. Aún así nos escapamos un poco de la zona de puestos de street food nueva que han hecho a la entrada y nos fuimos hacia la zona del mercado propiamente dicha. Ahí, que siempre subimos al Roast, decidimos estrenar la parte inferior del restaurante dónde tienen bocadillos para llevar. Nos tomamos unos bocadillos de panceta crujiente con salsa de manzana asada que eran un delicia. Antes de seguir nos tomamos unos zumos recién exprimidos para coger unas cuantas vitaminas. Y por último hicimos una parada en mi tienda de quesos favorita, Neal's Yard Dairy.

Ya había estado y la he nombrado en el blog, pero esta visita fue mejor que nunca. Nos tocó un dependiente super amable al que le dije que estaba muy perdido en los quesos ingleses. Gran decisión. El chico nos estuvo haciendo un recorrido por varios tipos de quesos dándonos a probar. Creo que probamos casi una docena de quesos antes de decidirnos por tres cuñas para comer estos días en el apartamento. Una gran experiencia, sin duda, para los amantes del queso. No dudéis en venir por aquí.

Seguimos paseando por el South Bank pegados al río hasta decidirnos a buscar un sitio dónde darle la comida a Cloe que se acababa de despertar y el cielo se tornaba más gris y parecía que quería empezar a lloviznar.
Paramos en un pub llamado Mulberry Bush. En un ambiente muy acogedor le dimos la comida a Cloe mientras pude tomarme la primera pinta de ale de todo el viaje.
Parece mentira que estemos a menos de 100m del bullicio del paseo del South Bank repleto de turistas. Es como si el sur del río intimidase y la gente no se aventurase más al sur que el paseo. El pub tenía 0 turistas y estaba lleno de gente local. Estuvimos muy agusto charlando hasta que decidimos marcharnos hacia el centro dando un paseo. La amenaza de lluvia había desaparecido y el tiempo parecía mejorar aunque en el río hacía algo de viento. Por el camino paramos en otro mini mercadillo montado en la parte de atrás del South Bank Centre y lo recorrimos rápidamente parando sólo yo a comer un pastel de nata portugués con frambuesas. Caprichos que le dan a uno. Seguimos paseando por el South Bank hasta que decidimos cruzar al otro lado del río por uno de los dos puentes Golden Jubilee que pasan a los lados del puente del ferrocarril de la estación de Embarkment. Desde allí nos dirigimos a Trafalgar Square y la cruzamos dirigiéndonos hacia el Soho.

Paramos por recomendación de Pedro a cenar (merendar) a una hora casi inglesa (las siete) en el Taro, un restaurante japonés.
Allí compartimos unas gyozas, Bea se tomó sashimi con arroz que no era gran cosa pero yo me tomé un ramen de cerdo que era muy muy bueno. De los mejores que he comido, con un caldo lechoso con un punto de gengibre y mucho sabor a cerdo. Riquísimo. Todo esto, con bebidas incluidas supuso 15 libras por cabeza. Muy buena elección y muy recomendable si os apetece un buen ramen pero no muy recomendable para el sashimi que era más bien cutre. Desde allí seguimos caminando hacia Picadilly Circus donde nos despedimos de Pedro y Bea que tenían que coger un tren hacia Milton Keynes y no podían quedarse más. Nosotros seguimos camino hasta casa dando un agradable paseo ya que el cielo había despejado casi de todo y la noche era muy agradable.Hoy fueron algo más de ocho km.

sábado, 20 de septiembre de 2014

Tres en Londres: Día 8: Diana Memorial Playground, Holland Park y Harrods

Otro día más de calor. Parece increíble, la verdad, pero no nos vamos a quejar. Hoy tratamos de salir un poco antes del apartamento y coger el desayuno por el camino. El resultado es que en vez de salir a las doce salimos a las once y media, algo vamos ganando. Salimos y paramos como todos estos días en el Cocomaya para coger fuerzas.

 Un croissant de almendra y una napolitana de chocolate y ya estábamos en marcha. Cogimos un bus que nos dejó al lado de la entrada del Diana Memorial Playground para no malgastar energías, que los días van pasando y acumulamos muchos kilómetros. El sitio es el mejor parque infantil que haya visto. Es increíble. De entrada esta vallado por todo el perímetro y hay unas vigilantes en la puerta que sólo dejan entrar a adultos si acompañan a niños. Según entras hay seis columpios, cuatro de ellos para bebés. Después ya lo primero que se ve es un barco pirata enorme rodeado de arena. El barco es enorme. A un lado tipis, junto a unas ovejas talladas en madera y unas casas tamaño bebé.

Continuando hay otra zona de arena con piedras para trepar, más juegos y más arena. Al lado, un camino que sube hacia una estructura de madera con dos toboganes. Al fondo, una zona musical con un montón de cosas para explorar sonidos. Un sitio dónde saltar que hace música, una piedra de granito que resuena según como la golpees, unos tambores de madera, unos tubos de metal para hacer sonido de percusión al golpear unas palancas de madera...
Nos pasamos hora y media explorando el parque con Cloe. La mayor parte de los niños van descalzos y hay varias zonas dónde lavar los pies. Fuera del parque un chiringuito de comida hace su agosto. La felicidad infantil en estado puro.

Cuando salimos cogimos otro bus y nos adentramos en otro parque completamente distinto. Holland Park, muy cerca de Kengsinton Gardens y tan desconocido para la mayor parte de la gente. Es un parque más boscoso. No hay esos grandes espacios de césped ni esos estanques que caracteriza a la imagen del parque inglés. Este está lleno de árboles, es frondoso y mucho más frío. Con el día de calor que hace lo agradecemos. El objetivo primordial de la visita a este parque es visitar los Kyoto Gardens, los jardines japoneses del centro de Londres. Es un pequeño rincón en el parque con mucho encanto. Una cascada y un estanque lo presiden repletos de carpas grandes como besugos.
Cloe se lo pasa de maravilla con las ardillas del parque, a las que conseguimos que diera de comer. No voy a decir que sea un sitio espectacular y si fuera a ver un jardín japonés en Londres me plantearía ver el de Kew Gardens, pero este está muy muy cerca del centro y creo que pasar una hora en Holland Park si merece la pena.

Salimos del parque por un lateral y bajamos hacia el sur, hacia Kensington. Por el camino descubrimos que en Holland Park hay unas mansiones increíbles que no quiero ni imaginar lo que cuestan. Bajamos pues por High Street Kensington con Cloe ya durmiendo tras su cansancio acumulado de dos parques. Mucho ambiente y una zona ajetreada. Como nos dio la hora de comer, ya muertos de cansancio nosotros también, acabamos en un pub de la zona llamado Arch Angel. La verdad es que no hubo queja. Ya era tarde y el local estaba vacío, pero entramos y comimos sendas hamburguesas con bacon que eran muy muy grades y estaban bastante buenas. Cada hamburguesa con patatas costó 6 libras, lo que para la zona es casi un regalo y más para la calidad. Más baratas que un menú de Mc Donalds.

Tras comer los tres fuimos a un mega supermercado de Whole foods (una cadena americana) a curiosear productos raros. Hicimos una mini compra y nos fuimos en bus hacia la zona de Harrods porque tenemos una boda a la vuelta y Bea quiere estrenar.
Así que nos dimos una vuelta por el centro comercial sin encontrar nada asequible y nos fuimos a darle la merienda a la niña mientras nos tomábamos unos batidos. Cansados y con la niña más cansada todavía nos fuimos al apartamento. Aunque hacía muy buena noche vimos a la niña cansada y decidimos quedarnos a cenar un poco de fiambre que cacé en el supermercado cercano. ¡Hasta mañana!

viernes, 19 de septiembre de 2014

Tres en Londres: Día 7: Covent Garden

Y otro día de calor. 25º de máxima y 17 de mínima. Si esto sigue así vamos a pasar el verano en Londres que no pasamos en Galicia. Otro día más nos levantamos y me fui hasta el Cocomaya a por pasteles. Que no falte. Hoy tocaron un cronut de chocolate, uno de vainilla y una napolitana de chocolate. Nos hacen falta las fuerzas porque si ya Londres cansa, con una niña no os cuento. Así que desayunamos los tres con calma, nos arreglamos y salimos a pasear. El objetivo de hoy era sencillo, recorrer el Covent Garden. Que sí, que llevamos un par de días haciendo el guiri y que no os descubrimos nada nuevo, pero ahora mismo es lo que nos apetece. Nos apetece hacer lo de siempre, supongo que será la edad... Pues nada, que nos cogimos un bus hasta Picadilly y fuimos al Covent Garden pasando primero por Leicester Square y nos dedicamos a recorrer el  barrio de arriba a abajo, parando en las tiendas y viendo las cadenas de siempre pero también mucho diseño.

Al mediodía paramos a comer una hamburguesa en el Shake Shack que han abierto en Londres, su primera hamburguesería fuera de USA. Había leído de todo sobre el sitio, generalmente reviews bastante regulares y alguna opinión cercana positiva. Mi opinión es que no saben como las que habíamos comido en NY. De allí salí muy satisfecho y de aquí no, siendo además bastante más caro que su versión americana. Han convertido los 8 USD que valía la hamburguesa con un piso de carne y otro de setas a 8 libras. Y tampoco es que fueran muy amables porque no se molestaron lo más mínimo en calentar el potito de Cloe. Que no tenian forma. Claro. En fin, que yo no lo recomiendo y seguro que ahora mismo hay sitios mejores dónde tomar una hamburguesa en Londres. Lo que sí mereció la pena fue comer en la terraza, con el sol asomando con fuerza entre las nubes y Cloe sonriendo.

Tras comer los tres seguimos de paseo .
Nos metimos en uno de esos rincones de esta zona, Neal's Yard, que le dan un aire especial. Seguimos dando vueltas por la zona y terminamos la tarde haciendo las compras frikis de rigor. Hay dos sitios en la zona que siempre visito, Orc's Nest y Forbidden Planet. La primera es de las pocas tiendas que quedan en el centro de Londres dedicadas a alos juegos de tablero y el rol. La segunda es la mayor tienda de Europa de comics. Son muy distintas. La primera es pequeña y familiar, la segunda es ya un imperio con tiendas al otro lado del charco. En la primera la visita fue rápida, pero en la segunda nos pasamos un buen rato mirando figuritas y curioseando.

Ya cansados y con Cloe con hambre nos metimos en un Pret a Manger a comer algo. Nos recibieron con un mecajonacona. Así, literalmente. Camareros españoles hay a patadas en Londres. La crisis, que es muy mala. Cloe se tomó su merienda y ya simplemente cogimos un bus, unos sandwiches de salted beef y para el apartamento, que hoy estamos bastante cansados.

jueves, 18 de septiembre de 2014

Tres en Londres: Día 6: Hyde Park, Picadilly, Regent Street y Oxford Street

Primer día completo en Londes. El día amaneció gris como es costumbre en Londres. Pero la temperatura era suave y no había el típico viento frío londinense que se te cala hasta los huesos, así que aprovechamos nuestra buena suerte para pasear. Pero antes tocaba tener nuestro primer desayuno lujazo en el apartamento. Mientras Bea se duchaba me fui a buscar al supermercado un monton de smothies y fui hasta el Cocomaya a coger pasteles para completar un desayuno delicioso. Allí no dudé en probar la nueva moda, los cronuts y acompañarlo de un cinnamon bun y un croissant. Así, para empezar el día con fuerzas.
Así que con calma nos tomamos el desayuno y salimos bastante tarde del apartamento ya que hoy pesaba en el cuerpo el viaje de ayer.

Salimos pues a las doce del mediodía hacia Hyde Park. Sólo necesitamos andar media manzana para internarnos en el verde. Como nos gusta este sitio. Ayer le pregunté a Rachel, nuestra casera, si sabía de algún parque infantil cerca y me dijo tres. Hoy fuimos a estrenar el primero, el que está muy cerca de la entrada de Lancaster Gate en Hyde Park, en lo que sería la frontera con Kensignton Gardens. Que lujazo de parque.
Lo sorprendente es que, a diferencia de lo que vemos en España, los parques están formados por elementos metálicos más que por elementos de madera. Cloe no sabía a dónde atender. Además tenía todo el parque para ella sola. Acostumbrada a tener que estar muy poco rato en los columpios por tener que dejarlo a la siguiente niña, aquí tenía cuatro para ella sóla. No sabía que elegir primero.

Estuvo probando columpios, toboganes, balancines, cestas... de todo. Disfrutó ella y disfrutamos nosotros viéndola feliz.

Tras estar un buen rato allí bajamos hacia los Italian Gardens y de allí bajamos bordeando el gran estanque del parque pasando por la estatua de Peter Pan y el memorial a Diana.

Por el camino Cloe alucinaba con las ardillas, los patos, los cuervos...
Era una delicia oirla gritar "Ardillaaaaaaaaaaaaa, veeeeeeeeeen" mientras las ardillas huían despavoridas. Desfallecida la subimos a su silla y se quedó rendida inmediatamente. Nos fuimos paseando por Picadilly Street hacia Picadilly Circus, pasando por el Burlington Arcade, el antecedente del centro comercial en Londres y que todavía conserva mucho del espíritu inglés. Al llegar a Picadilly decidimos comer ya que era muy tarde y la niña seguía durmiendo. Así que sin saber muy bien que hacer hoy terminamos comiendo en una de esas cadenas de restaurantes que habíamos visto mil veces y no habíamos probado nunca, el Nando's. Resumen, comida aceptable pero sin alardes. La hamburguesa de pollo a la parrilla de Bea pequeña, mi pollo asado... normal. Nada del otro mundo, vamos, pero tampoco algo que fuera muy malo pero no aporta nada al típico asador de pollos que hay en cada ciudad en España.
Tras comer nos fuimos subiendo Regent Street. Vale que las tiendas de aquí en general no me gustan, pero sigo pensando que es la calle comercial más bonita que he visto. Paramos en la megatienda de Superdry y allí hice la primera compra del viaje. Seguimos subiendo y paramos en el segundo objetivo del día para Cloe, ir a Hamleys. Los que leeis el blog ya sabréis que esta es una juguetería con mucha solera, enorme (son 5 pisos) y en la que siempre los dependientes están jugando con los niños y haciendo monerías. Nada más entrar había un chico bailando mientras hacía pompas de jabón. Cloe alucinaba. Trataba de agarrarlas y no podía. Según seguimos andando, una sección entera de peluches. Corría de un lado a otro como pollo sin cabeza. Aunque le gustaba de todo terminamos comprando algo que hay en españa, un peluche de Peppa Pig, pero es su pequeño souvenir de Londres.
Seguimos subiendo y jugando. Las dependientas le sonreían y jugaban con ella. Era muy feliz probando juguetes, correteando y cantando. Seguimos subiendo pisos hasta que llegamos al último. Allí le dimos la merienda a Cloe, descansamos un poco y volvimos a la calle.

Seguimos por Regent Street y giramos hacia Oxford Street en Oxford Circus. Paseamos hacia un lado y hacia otro hasta que volvimos al apartamento. Toda esta ruta sin coger un mísero transporte público. Según google maps, sin contar las idas y venidas por las tiendas, hemos hecho más de nueve kilómetros cargando con el carrito y la niña, así que  decidimos darnos un homenaje y cenar en un restaurante al ladito de nuestro apartamento. Casa Malevo se llama. En varias listas lo he visto como uno de los restaurantes que más están despuntando en la ciudad. Es un asador argentino con muy muy buena pinta, así que probamos a ver si hay sitio. Como vamos tarde (son las diez menos cuarto) conseguimos una mesa para los tres. Nos tomamos un asado argentino (creimos que sería el típico asado de tira pero no) y un bife chorizo acompañados de unas patatas fritas y unas patatas fritas provenzales (con ajo y perejil). Probé el vino argentino y todo estaba espectacular, de la mejor carne que hemos comido nunca. Si venís el bife estaba bueno, pero el asado era sublime. De postre tomamos una rebanada de pan con queso marcarpone, fresas y una bola de mousse de chocolate estupenda. Satisfechos y con la barriga llena nos volvimos al apartamento para volver a recuperar las fuerzas perdidas y decidir a dónde vamos mañana.