jueves, 10 de julio de 2014

Destination Nowhere: Día 17: Biarritz

Lunes. Penúltimo día. ¡Vamos a aprovecharlo! Hoy el cielo en Pamplona está nublado, pero el tiempo hacia nuestro destino dice que hará sol. Estupendo. Desayunamos con Flo y Carmen y nos quedamos hasta que Flo se va a trabajar, a eso de las doce menos cuarto. El objetivo de hoy es volver a Francia y llevarnos a Carmen hasta Biarritz.

Hora y media de carretera más tarde estamos en Biarritz.
Que pueblo tan bonito, es increíble. Siempre nos ha gustado mucho, a pesar de que ya en Julio empieza a estar abarrotado. Aparcamos en el centro en un parking (en la calle estaba imposible) y buscamos dónde comer. Ya era bastante tarde para Francia, las dos y media, así que desistimos de buscar un sitio maravilloso para comer y nos quedamos en la típica terraza que sirve comida de forma continuada. La comida no estuvo mal, siendo un sitio para turistas. Dos entrecottes y un magret de pato muy razonables (mejor el magrette). De allí empezamos el paseo.


Bajamos a la Grande Plage y nos dedicamos a seguir la costa. Biarritz como pueblo está muy bien, casas bonitas (muchas de ellas modernistas), poco horterismo setentero y mucho estilo.
Pero lo realmente espectacular es su costa. Sus aguas de color turquesa, sus acantilados de color marrón con miles de recovecos y sus salientes hacia el mar que desafían las olas.
Además es uno de los paraisos mundiales de surf y se respira por todos lados. Mires hacia donde mires verás a gente en el agua surcando las olas. Caminamos un buen rato por el paseo pasando cerca del puerto que es uno de los más cerrados que he visto en mi vida.
Caminamos un poco más, hasta la estatua de la virgen que hay en una roca metida ya en el mar y subimos de vuelta por la Rue Du Port Vieux, repleta de tiendas y pequeños cafés. Cuando tocó la hora de la merienda paramos en la Pastisserie Miremont. Para nosotros es casi una tradición parar allí. Es ese ambiente del siglo pasado, esos pasteles (¡ñam!) y ese buen café que nos encanta. Así que nos llevamos a Carmen allí y nos dedicamos a darle la merienda a Cloe mientras disfrutábamos del merecido descanso.


Al salir ya se estaba haciendo tarde. Queríamos hacer lo de siempre, ya lo sabéis. Tocaba la última compra de comida del viaje. Así que nos fuimos al Carrefour de siempre (el de Anglet) y compramos provisiones de galletas, Orangina, especias, fiambres y quesos. Con el coche cargado nos dirigimos a Pamplona a cenar, dónde disfrutamos de parte de las viandas adquiridas. Antes de acostarnos, Flo y yo rememoramos viejos tiempos echando unas partidas al PES 6, juego al que dedicamos muchísimas horas en su día y que nos hace sentir algo nostálgicos. Un poco tarde de más nos vamos a cama, mañana toca el viaje de vuelta.

Destination Nowhere: Día 16: Barcelona y Pamplona

Hoy era un día de transición y de vuelta. Desayunamos en el hotel de buffet. Hacía días que no desayunábamos así y la verdad es que sienta muy bien. Hoy no hace mucho calor así que se está muy bien. Los objetivos para hoy son más bien modestos, unas compras por La Roca Village y carretera hacia Pamplona.

Así pues, nos dirigimos hacia el outlet a poco más de quince minutos del hotel. Hoy es domingo y está a reventar. Aparcamos con el parking atestado y nos fuimos a hacer unas compras rápidas. No es la primera vez que visitamos el outlet aunque ahora lo han ampliado. Conociéndolo ya vamos a las tiendas que nos gustan derechos. De hecho Bea batió su propio record comprando un bolso de los suyos en apenas tres minutos! De esta cadena de outlets ya os había hablado anteriormente. Es el único tipo de centro comercial que soporto, porque simulan una calle de pueblo y al menos se respira aire libre. Eso sí, está a reventar de rusos y orientales y da un poco de vergüencita ver como hacen cola delante de la tienda de Ralph Lauren. Tras unos cuantos éxitos y fracasos en las tiendas nos fuimos a comer con Alex y Nuria, unos amigos de la ciudad con los que sólo dimos quedado aquí. Así que nos pasamos el mediodía charlando con ellos, comiendo en un Pans&Co que fue el único sitio donde pudimos sentarnos. Realmente nos dio pena irnos a eso de las cinco, pero ya no podíamos quedarnos más ya que nos quedaban un poco más de cuatro horas para llegar a Pamplona.

Así que hoy poco, muy poco que contar. En cuanto salimos del área de influencia de la ciudad muy poco tráfico. Paramos a darle la merienda a la niña poco después de Zaragoza y el viaje fue muy plácido.
Llegamos a Pamplona a eso de las nueve y media y cenamos con Flo y Carmen que alucinaron con lo que había crecido la niña estos quince días. Mañana, la última excursión del viaje.

miércoles, 9 de julio de 2014

Destination Nowhere: Día 15: Barcelona

Hoy amaneció con el día despejado y calor. Salimos de hotel desayunando otra vez nuestros recursos acumulados. Unos gofres y un poco de yogur para beber (¡yoplait!) que compramos en la gasolinera el día anterior conforman nuestro desayuno. Salimos con intención de llegar a Barcelona lo antes posible. De nuevo muchísimo tráfico, al menos hasta que llegamos a España dónde no se si por coincidir con la hora de comer la autopista estaba bastante vacía. Llegamos al hotel a eso de las dos de la tarde. El hotel de hoy es el Can Galvany, en Vallromanas. Es la segunda vez que vamos a este hotel y nos encanta. Si vamos con coche a Barcelona estamos escogiendo siempre este. Se encuentra en las montañas que separan Mataró del interior. Es un hotel con habitaciones muy amplias, personal muy amable, piscina, un entorno tranquilo, bañera y desayuno de buffet incluido en el precio. Preferimos venir a descansar aquí y pagar el parking en Barcelona allá donde vayamos. Al final ganamos en tranquilidad, ahorramos dinero y el sitio nos encanta. Nos habían avisado la noche anterior de que no había cunas disponibles y tratamos de solucionarlo. Al final acabamos con una cama supletoria gratuita, una disculpa y un montón de golosinas que Cloe no pudo disfrutar pero sus padres sí. Como ya se nos hacía tarde entre unas cosas y otras decidimos comer en la terraza de la piscina. Nos tomamos una hamburguesa y un sandwich de salmón ahumado. Muy rico todo pero algo lento, en gran parte creemos que fue porque estaban montando una pequeña boda en el hotel y estaban los camareros ocupados.

Salimos de allí casi a las cuatro camino del centro. Hoy es sábado y apenas hay tráfico. El objetivo principal del día era visitar el triángulo friki de la ciudad. El triángulo friki es el nombre que se le da a un conjunto de calles cercanas al Arco del Triunfo. En esa zona comenzaron dos de las tiendas más veteranas de la zona, Norma y Gigamesh. A su lado creció la comepetencia, principamente especializándose. Así, ahora mismo, más de una decena de tiendas se agolpan en unas pocas manzanas. Ahí podéis encontrar de todo, comic americano y japonés, libros de cine, de ciencia ficción, de arte urbano, juegos de cartas, de tablero, videojuegos y tiendas que venden dvds de serie z. Todo lo que os podais imaginar en un pequeño reducto. Lo único malo es que hoy, sábado, algunas estaban cerradas. El recorrido fue un poco más corto de lo normal. Comenzamos en Norma por aquello de la nostalgia. De ahí pasamos a Kaburi una tienda bastante reciente con muy buen ambiente y un bar propio dónde jugar y pasar el rato. De ahí ya nos fuimos a la nueva Gigamesh. Gigamesh es un clásico de la ciudad que llevo visitando ya casi veinte años.
Con el dinero que están haciendo al publicar Juego de Tronos se han montado una tienda nueva realmente espectacular y con muchísimo material dentro. Mucho estilo es lo que desprende la tienda, sí señor. De ahí nos fuimos a Freaks y a Alien a ver material cinéfilo y musical. Tras las dudas en las compras acabé comprando un par de juegos en Gigamesh que están a la espera de ser jugados.

Y ya era hora de darle la merienda a Cloe. Allí una amable camarera nos advirtió de que la zona era muy peligrosa así que guardamos la cámara ya que nos advirtió de que por la zona había gente con navajas que cortaba las correas y salía por patas. La verdad es que el centro de esta ciudad siempre fue bastante inseguro y es de las ciudades en las que tomo más precauciones. Tras merendar salimos andando hacia la zona más turísitica de la ciudad, que estaba a poco más de 800m pero que con los pocos turistass que veíamos por la zona parecía otra ciudad. Así que nos dirigimos hacia el Paseo de Gracia, la avenida más famosa de la ciudad. Lo subimos pero no hasta el final ya que Bea estaba ya bastante cansada.
Si venís de tiendas por la ciudad, un consejo. Todo dios se va al Paseo de Gracia y Puerta del Ángel a comprar. Lo bonito e interesante de las compras en la ciudad está en los aledaños. Por el ensanche hay muchísimas pequeñas tiendas muy interesantes dónde encontrar de todo en moda, calzado y cocina. Si lo que buscais es encontrar ropa de diseño alternativa, yo siempre la he buscado por la zona del barrio gótico. Es dónde se respira ese ambientillo. Seguro que estoy desactualizado ya, que alguien me corrija si es así. En fin, que bajamos hacia Puerta del Ángel y la catedral, dando un paseo rodeados de gente. La verdad es que estaba todo atestado y estábamos cansados, así que buscamos dónde cenar. Por el camino decidimos llevar a Cloe en el carrito al sentido de la calle, en vez de mirando hacia nosotros. ¡Le encantó! Terminamos cenando en una focaccería unas focaccias muy chulas. Decidimos que estábamos ya cansados y Cloe también, así que nos fuimos al hotel a descansar, que mañana toca un día con bastante coche.

martes, 8 de julio de 2014

Destination Nowhere: Día 14: Aix-en-Provence.

Hoy amaneció con buen tiempo. Las nubes todavía estaban ahí, pero con ganas de marcharse. No teníamos desayuno en el hotel, así que le dimos el desayuno a Cloe, comimos unas barritas y salimos a la carretera. Hoy dormimos en Montpellier, siguiendo nuestra ruta de vuelta, pero no es nuestro objetivo. Estuvimos allí el octubre pasado y aunque nos gustó no era plan repetir. Así que realmente no teníamos un plan prefijando para hoy. Salimos del hotel con el GPS puesto en dirección al hotel y luego ya se vería. Eran tres horas de carretera así que no queríamos hacer un rodeo muy grande. La primera idea fue ir hacia Cannes y seguir la costa hacia Saint Tropez. Es una carretera de costa preciosa, pero el rodeo era muy grande. Además esa carretera ya la conocemos y sabemos que con tráfico puede ser mucho más de lo que dice el GPS. Empezamos a pensar una segunda opción e incluso pensamos en repetir visita a alguno de las ciudades de la Provenza que ya conocemos, como Nimes, Arles y Avignon. Las tres nos gustan mucho aunque si tenemos que elegir una nos quedamos con Avignon. A mi se me enciende la lucecita. ¿Y si vamos a Aix-en-Provence? Aún no habíamos estado y la gente me ha hablado maravillas de ella. Así pues, decisión tomada, nos vamos a la antigua capital de la Provenza.

Según llegamos ya vemos el bullicio. Hoy es viernes y la ciudad está atestada. Se ve turismo, sí, pero también mucha gente de la zona. La ciudad está relativamente cerca de Marsella y no se si será eso la clave para verla así. Cuando llegamos ya el sol estaba a plena fuerza y se nota el calor.
Aparcamos en uno de los parkings más grandes del centro, al lado mismo del casco histórico y salimos en busca de algún sitio dónde comer. Ya pasa de la una y media y aunque siendo esta ciudad tan turística algo encontraremos no queremos forzar la máquina.
Así que tras un par de vueltas tratando de encontrar un par de sitios que tripadvisor decía que existían y luego resulta que ya estaban cerrados, acabamos en uno usando el viejo método de la buena pinta. Aunque el día pedía terraza preferimos comer dentro para que Cloe no pasara tanto calor. Bea se tomó un filet mignon de cerdo asado y yo una ensalada, que con el calor no tenía mucha hambre. Nos fuimos desde allí, como siempre, a callejar sin rumbo.

Y es que esta ciudad es muy propensa a ello. La llaman la ciudad de las fuentes y es por algo. Sales de una calle y al mínimo hueco que hay, en una esquina, hay una preciosa fuente y unas terrazas para disfrutar del buen tiempo.

Además parece un centro comercial comarcal. Hay comercios y más comercios por doquier. Ni un bajo vacío y todos con mucha actividad.
Si a eso le sumamos que había ya rebajas nos dedicamos toda la tarde a vagar y disfrutar del buen tiempo, a ser posible buscando la sombra. Recorrimos plazas y calles hasta llegar a la plaza del ayuntamiento. Por el camino un nombre destacaba sobre los demás, Cézanne. El ilustre pintor nació aquí y hay un montón de negocio turístico alrededor. Ya no solo calles, restaurantes y hoteles con el nombre.
Las calles tienen placas para hacer rutas dedicadas. Y digo bien rutas, en plural, porque había cuatro caminatas distintas marcadas. No nos llegó el tiempo para hacer una ruta en coche que recorre los puntos importantes de su biografía de los alrededores, pero queda pendiente para otra vez.

A eso de las siete arriamos velas hacia Montpellier. Nos quedaban todavía casi dos horas de coche.

De lo demás, poco que contar. Mucho tráfico. La autopista que recorre el mediterráneo francés está siempre atestada de coches. El hotel de hoy fue el Quality Hotel Montpellier Golf Juvignac. Podría decir que es un hotel razonable de calidad/precio si lo reservas con un sitio como booking. Nos salió a 65€ la noche y está relativamente cerca de la autopista (pegado si llegas a Montpellier desde el norte), en un entorno tranquilo y la habitación sin ser una maravilla estaba limpia y la cama era cómoda. El único problema que encontramos es que están escasos de personal si llegas tarde para los estándares franceses. Cuando llegamos a las nueve sólo había un empleado para todo el hotel. Como no daba hecho y no había visto la reserva pidiendo una cuna, fue a por ella y nos la dejó sin montar y sin sábanas. Tuvimos que montarla nosotros y luego volver a pedirle sábanas que tuvimos que poner nosotros. Que no es el fin del mundo, pero joder, es como llegar a un hotel y que te digan "pues hazte la cama que yo no tengo tiempo". Pagas por algo, ¿no? Cenamos esta vez algo de fiambre y pan en el hotel mientras pensamos ya en el destino de mañana: Barcelona.

viernes, 4 de julio de 2014

Destination Nowhere: Día 13: Niza.

Hoy nos despertamos en los setenta, no está mal la cura de rejuvenecimiento. El tiempo amenzaba tormenta por el camino pero solo por el camino. Bajamos a desayunar y mientras descendíamos íbamos alucinando con las fotografías de las bondades del local que debían tener más de veinte años. Imaginaos que veis unas fotografías impresas en papel fotográficos descoloridas por el sol... dentro de un ascensor. Eso sumado a las maravillosas fotos de la estancia de la Juventus de Turín en el 2011 que hasta me dieron pena y todo. Llegamos al comedor de desayuno y aquello parecía preparado para una boda con todas esas sillas enfundadas. Nos tomamos unos tés, un poco de queso y un poco de bollería que no estaba mal del todo. Un desayuno normal, menos mal. Salimos del hotel camino de Niza, pero no sin antes parar en el supermercado más grande de la región para hacer una compra final de productos italianos. Lo mayor en la zona era un Auchan en el que compramos algo de fiambre, un poco de vino y algunos productos curiosos amén de recargar agua y potitos para Cloe. Como curiosidad deciros que los potitos de bebé llevaban todos pasta entre sus ingredientes, los tópicos existen por algo.

Sin pasar ya por Cuneo, que se nos hacía tarde, comenzamos a discurrir entre montañas. No es una una zona de altas y espectaculares elevaciones, pero algún cañón era muy bonito. Eso sí, nos cayó el diluvio del viaje por el camino y la carretera se encharcó. Y no se encharcó un poco, no. Se encharcó muy mucho. Menos mal que con el Mazda CX-7 vamos bastante tranquilos y respondió muy bien en estas situaciones. Viéndolo con perspectiva, no se si volvería a elegir la opción que tomamos de ir por este paso. La carretera sin ser mala ofrece muy pocas posibilidades de adelantamiento y una vez visto el paso no merece la pena volver. Así como hay otros pasos en Suiza o Italia impresionantes (Stelvio, Suntenpass...) este no es lo suficientemente bueno como para volver por él otra vez y seguramente si volvemos por la zona preferiremos dar la vuelta por la autopista que suma unos cien km al trayecto pero se gana en tranquilidad y es más o menos el mismo tiempo desde Turín. Cuando ya pensamos que nos iba a llover en Niza con lo que estaba cayendo en el paso, la suerte cambia. De hecho Bea ya tenía su esperanza de ver el sol en Niza por los suelos. Pero no, fue salir de las montañas y acercarnos al mar y el tiempo cambió. No os voy a decir que hiciera un sol radiante, pero ni rastro de lluvia y algo de sol que asoma por las nubes. Unos 23ºC y una sensación térmica superior que nos alegraron bastante el día. Salimos en Niza a eso de las tres de la tarde sin parar en Mónaco como habíamos planeado y aparcamos en el parking del centro comercial Nice Etoile. Los parkings estaban a tope en la playa, así que este nos pareció una buena opción Es un parking enorme, con ascensores y sigue estando cerca de todo. Como salimos al lado del centro comercial ya decidimos comer allí. La hora ya no era adecuada en este país para comer en un sitio un poco decente, así que nos paramos en una cafetería del centro comecial que tenía servicio contínuo hasta las cinco de la tarde. Allí nos dió por el salmón. Yo me tomé una ensalada de salmón ahumado y Bea una bruschetta de salmón.

Tras finalizar la comida nos dimos una mini vuelta por el local. Paramos en un par de tiendas de juguetes a ver si encontrábamos algo para Cloe, pero no vimos nada para su desesperación. Paramos también en una tienda de material para cocina, pero sólo compramos algún pequeño detalle para regalar. Salimos pues hacia el paseo y la playa bajando por la avenida Jan Médecin hacia la plaza Massena, uno de los núcleos de esta ciudad.
La avenida está atestada de gente. No sabemos el motivo pero hoy Niza está a tope de gente y todavía no estamos en Julio.
Nos metemos por las calles peatonales aledañas a la plaza hacia la playa, viendo escaparates aquí y allí.
En un pequeño ratito estamos ya viendo el mar. El color es lo más impresionante en esta ciudad.  Así como la playa realmente es una basura (són todo rocas más bien gordas, no penséis en guijarros), el color del mar, con un turquesa muy intenso es lo que le da la belleza a este paseo.
Bajamos hacia la playa de todas todas y, cuando lo hacemos, nos damos cuenta del motivo por el cuál está la ciudad a tope. Estamos a viernes y el Iron Man se disputa en la ciudad este mismo domingo. Ahora es cuando nos fijamos en la gente que hay corriendo o haciendo bici por la calle. En fin, cosas que pasan. Uno muchas veces no es capaz de darse cuenta cuando suceden estas cosas en las ciudades. Bajamos a la playa y Cloe loquea.
Otro descubrimiento de este viaje es lo que le gustan las piedrecitas. Se dedica un buen rato a recogerlas y dárnoslas o simplemente a pasearlas de un lado al otro. Sonríe. Es muy feliz haciendo esto y nos sentimos felices en nuestro trocito de playa aunque sentarse sea un suplicio.
Hace una temperatura muy agradable y hay poca gente a nuestro alrededor. Decidimos seguir paseando un rato más antes de dirigirnos al coche para ir al hotel.

Como Niza está a reventar de gente, hemos cogido el hotel a unos veinte minutos del centro en el interior. La Costa Azul es muy bonita sí, pero en verano es cara de narices y está muy llena de gente. Así que nos vamos a pasar la noche a un hotel llamado Toile Blanche en las afueras de Saint-Paul-de Vence. Llegamos ya a eso de las nueve, hora peligrosa para que a uno le den de cenar en Francia pero nos acogieron estupendamente en el hotel y nos dijeron que esperarían por nosotros. El hotel realmente es otro B&B consistente en una casa muy bonita llena de arte y con un jardín y una piscina que sólo infundían relax y paz. Las vistas de las casas del pueblo desde la ventana eran otro plus. Así pues nos pusimos nuestras mejores galas (que a estas alturas del viaje no es que fueran muchas) y bajamos a cenar. El servicio fue un poco lento pero, quitando eso, la cena fue maravillosa. Luz ténue, una comida fabulosa y el ruido del agua corriendo. De primero yo tomé unos espárragos verdes con menta y queso de cabra deliciosos y de segúndo yo tomé pechuga de pintada a la plancha con salsa de hinojo y Bea una lubina en papillote de chuparse los dedos. De postre, que era todavía mejor, yo un postre de queso con trocitos de merengue y albaricoque del huerto del hotel y Bea tomó yogur con miel de lavanda. Durante la cena Cloe enamoró a nuestros vecinos de mesa y estuvimos hablando con ellos. Por el acento no di adivinado de dónde eran, probablemente americanos o canadienses. Muy simpáticos se quedaron enamorados de la niña y nos dijeron que si se despertaba de noche la llevásemos a su habitación que ellos dormían muy mal y se quedaban jugando con ella. Terminamos de cenar realmente tarde así que simplemente nos dimos un relajante baño en la habitación y nos fuimos a dormir.

jueves, 3 de julio de 2014

Destination Nowhere: Día 12: Turin.

Hoy por la mañana amanecimos como terminamos el día de ayer, lloviendo. Pero parece que el tiempo hacia nuestro destino mejora y no lloverá. Le damos el desayuno a Cloe y nosotros desayunamos a base de barritas de cereales que siempre llevamos con nosotros para el viaje, a falta de desayuno en el hotel. La habitción tiene kettle así que nos hacemos unas infusiones para acompañarlas. En España no se lleva mucho pero en otros países de Europa sí es normal que haya kettle en las habitaciones y unas cuantas infusiones de cortesía acompañadas por un poco de azucar. Salimos hacia Turín con el tiempo amainando y con ganas de pasear.

Por el camino nada reseñable. No demasiado tráfico una vez salvada la salida de Milán y con todo el tráfico en sentido contrario, con un atasco terrible. Llegamos a Turín y vemos una ciudad muy distinta a Milán. Más pequeña y asequible para acceder a ella en coche y no tan bulliciosa. Ojo, que no estoy diciendo que no tenga vida, todo lo contrario. Simplemente parece que las cosas discurren a otro ritmo aquí. Se ve menos turismo y más gente local por las calles. También se ven menos coches y el tráfico es más pausado. Aparcamos en un parking del centro, en la concurrida plaza Castello.
De allí parten las principales arterias comerciales y está muy cerca de nuestro principal objetivo en la ciudad, el museo egipcio.
Como ya era casi la hora de comer, paramos a hacerlo en un restaurante muy recomendado de la zona, el restaurante Tabernalibraria. Comimos en una terraza de esas que les gusta hacer en muchos países de europa dónde no hay sitio en las aceras, y es ponerlas sobre las plazas de aparcamiento haciendo un cerrado. Si señores, se cargan un par o tres plazas de aparcamiento, ponen un cerrado con un suelo de hormigón y allí van las mesas. La acera queda libre y consiguen terrazas en sitios donde de otra manera no sería posible. En una de esas nos tomamos una estupendísima salchicha de la zona a la parrilla con una riquísima salsa de mostaza y Bea un entrecotte que quitaba el hipo. Yo me tomé un postre de mascarpone con melocotón aceptable, sin ser nada muy especial y un expresso. El total exactamente no lo recuerdo, pero otra vez por debajo de los 30€. Muy recomendable el sitio pero, eso sí, como viene siendo costumbre, hay que armarse de paciencia.
Desde allí nos fuimos al museo egipcio, con un viento levantándose que nos olia a lluvia. El museo está en obras y hay partes a las que no se puede acceder, pero aún así merece mucho la pena. Están con unas obras de ampliación y remodelación que harán que pase de tener dos plantas a tener cinco. Tal era la cantidad de material que tenían almacenado y que no podían mostrar. Para que os hagáis una idea el museo, con dos plantas, era el segundo más grande del mundo dedicado al arte egipcio tras el de El Cairo. Pagamos 7,5€ por cada uno de los adultos y entramos. Primero se va a la planta de abajo.
Allí hay estatuas pequeñas, sarcófagos y papiros. Los más grandes son versículos del libro de los muertos profusamente ilustrados.
También hay muchos objetos comunes como sandalias, amuletos, cofres... A continuación se sube de piso y se pueden ver más sarcófagos con sus respectivas momias, pero lo más espectacular está cerca de la salida.
Allí, dos salas enormes llenas de estatuas gigantes nos dejan ver la maravilla que era el antiguo egipto.
 Muy contentos con la visita nos vamos de tiendas por Turín, ya que al final no llueve.
En Turín las calles principales para comprar son la via Roma, la via Po y la via Giuseppe Garibaldi. Las dos primeras nos recordaban a Milán. Soportales y suelos de mármol para albergar todo tipo de negocios. Nos tomamos los mejores polos que hemos probado en años mientras paseábamos tranquilamente mirando tiendas.
Aquí no se ve tanta separación por zonas como en Milán, donde los negocios más modestos no estaban al lado de las grandes firmas como aquí.
La via Garibaldi sí era más la típica calle de comercios peatonal de suelos empedrados que podemos ver en muchos otros sítios de Europa. Sin mucha fortuna con las compras paramos en un supermercado a comprar un yogur para acompañar a la fruta de la merienda y algo de agua.
Aprovechando que salía de nuevo el sol le damos la merienda a Cloe en una bonita plaza sentados en un banco y disfrutando de la temperatura.
He de decir que Turín nos ha gustado. Es una ciudad asequible para el visitante, se ve más vida local y es muy bonita. Puntualizando he de decir que esta zona de Italia es un poco deprimente, y se supone que es la parte rica. Se ve mucha decadencia en la falta de mantenimiento de los eficios, incluso en las partes ricas de la ciudad. No se ve un nivel de decadencia tan alto como el que puedes encontrar en ciudades como Oporto, pero seguimos encontrando aquí un aire triste y melancólico que nos dan los tonos pastel de la ciudad. Así como esos mismos tonos en una ciudad como Niza ensalzados por el sol del Mediterráneo y perfectamente cuidados animan, estos son bastante tristes.

De Turín salimos a hacer algo más de una hora de carretera en dirección a Cuneo. El hotel lo habíamos cogido en dirección a la frontera francesa por el camino más corto en distancia pero aproximadamente el mismo en el tiempo. Decidimos entrar en Francia por la parte más meridional de los Alpes, atravesando la parte de la cordillera que está pegada al mar. Así que esta noche buscamos hotel cerca de Cuneo, la última ciudad con algo de importancia antes de introducirnos en las montañas. La cosa ayer no pintaba muy bien y acabamos en un hotel llamado La Ruota. La puntuación en booking del hotel me da la risa. Mira que me fío bastante de ella, pero es que o bien los visitantes tienen un gusto muy dispar al nuestro o bien la han manipulado estupendamente. Hay que decir que el hotel seguro que en su día fue un gran hotel, pero su día fueron los años 70. Las habitaciones son enormes, pero con un estilo cutre y hortera que parecía retrotaerse a esa década. Jarrones enormes con flores de tela, sofás con estampados florales y alfombras horribles por doquier (hasta en el gimnasio, según una foto colgada en el ascensor...). La wifi iba a pedales y la cama era incomodísima. Al menos sólo la cagamos con un hotel en este viaje... En fin, que nos quedamos de nuevo en la habitación buscando hotel en Niza y decansando que mañana toca otro día de viaje intenso.

Destination Nowhere: Día 11: Milán

Por la mañana hoy se levantó el día sin pinta de llover. Sol con nubes y calor húmedo de ese que te hace sudar. Massimo, el dueño del B&B nos recibió con una sonrisa y nos dijo que nos había preparado el desayuno en la terraza. Nos quedamos relajándonos un rato en el exterior mientras probábamos la bollería y los quesos italianos. Todo muy muy rico. Tras recoger nos fuimos los tres a Milan.
 
Milan. No se por donde empezar. Bueno sí, la conducción. La verdad es que en esta zona la forma de conducir no es especialmente horrible. La gente va muy ágil en general, pero no ves adelantamientos horribles ni nada muy particular. Eso sí, el tráfico en el centro de Milán es un cristo. Y eso que para meter el coche en la zona centro hay que pagar algo parecido al "congestion tax" de Londres. Son 5€ al día por meter el coche en el centro y aún así el tráfico es espantoso. Si a eso le sumamos que durante las horas a las que está abierto el comercio hay muchas calles por las que sólo pueden circular taxis y a que parece que les sobraban las señales y las hay por doquier, esta ciudad es un puñetero caos. Por ejemplo, en una esquina llegué a contar ocho señales con una P de parking. De ellas, sólo una tenía una P con sombrero, lo que viene siendo señal de parking cubierto. Imaginaos lo que cuesta verla cuando el resto son simplemente señales de parking de zona azul o de parkings de bicicletas mientras detrás tienes un taxi con prisa. En fin, que dejamos el coche en un parking cubierto al maravilloso precio de 3€ la hora, bienvenidos a Milán.

Desde allí nos dirigimos a la catedral.
En ella uno se siente exprimido económicamente. Que si 2€ por un permiso para hacer fotos, que si quieres ver la parte trasera de la catedral prepara 6€ para la audioguía, que si... Y así todo.
Pero hay que verla. Que vale, que es un timo y que te sientes un poco gilipollas por como te exprimen. Pero es maravillosa.
Estábamos acostumbrados a grandes catedrales góticas francesas, con sus altísimos techos con muchísimas columnas no muy grandes. Pero es que esto es eso elevado a la enésima potencia. Las columnas son menos pero son enormes. Gigantérrimas.
No tienen sólo que sujetar unas paredes de piedra, si no unas paredes de piedra cubiertas de mármol y estatuas. Suelos de mármol. Todo es increible.
Las vidrieras representan decenas de escenas de la biblia. La tele de la época.
Salimos de allí encantados a pasear por el centro.

Lo primero fue salir hacia las famosas galeríais Vittorio Emmanuele II.
Son famosas por su decoración y por ser altísimas.
Las atravesamos y nos metimos por varias calles dónde las tiendas están bajo soportales que protegen al viandante de las inclemencias del tiempo. Paramos a hacer unas compras y empezamos a buscar dónde comer.
Terminamos en una trattoría llamada Mozzarela e basilico. Allí nos tomamos una ensalada con la mejor mozzarella de búfala que haya comido jamás y Bea un plato de pasta con un tipo de jamón que estaba también muy rico. De postre una especie de coulant de chocolate bastante normalito y una tarta de riccota muy muy buena. Todo por menos de 30€ en total a unos doscientos metros de la catedral. Eso si, el servicio fue leeeeeento. Teníamos cuatro camareros para nosotros y no nos hacía caso ninguno. Al final una camarera que se ligó Cloe fue la que nos trajo el postre y conseguimos terminar y seguir camino.

Desde allí nos fuimos a pasear todo el casco histórico, buscando zapatos para Bea que no logró encontrar.
Parece que a las italianas no les gusta que el zapato tenga más suela que un fino cuero que es muy mono pero parece que vas descalza. A eso de las seis la gente local fue desapareciendo y no quedaron más que turistas por las calles.
Jugaba Italia el mundial y todo el mundo se agolpaba en los bares. Aprovechamos para seguir paseando mientras el cielo se cubría y amenzaba tormenta.
Hicimos algunas compras de comida y nos fuimos a darle la merienda a Cloe a una cafetería de las pocas que no tenían fútbol. Nos tomamos unos zumos de fruta recién exprimida y nos fuimos a por el coche mientras caían cuatro gotas pero amenazaba diluvio. Cuando partíamos hacia el hotel comenzó una alegórica tormenta ya que Italia quedó eliminada del mundial. Hoy decidimos no bajar a cenar y nos quedamos en el hotel comiendo un poco de pan y fiambre que habíamos aprovisionado. El hotel de hoy, el Klima Milano Fiere es el típico hotel de negocios de las afueras. La zona es un poco cristo porque está pegado a las obras de lo que será la futura expo 2015 y de momento no me parece recomendable sin coche. Pero con coche la cosa cambia. Es un hotel moderno, con habitaciones amplias, bañera, suelos de madera, parking gratuito y relativamente cerca del centro. Sin más, a dormir, que mañana nos vamos a Turín.

miércoles, 2 de julio de 2014

Destination Nowhere: Día 10: Camino de Milán

Nos levantamos hoy con previsiones de mal tiempo que empezaría a media mañana. No penséis que nos vamos de Suiza por ganas no, nos vamos porque vienen varios días de mal tiempo y no queremos quedarnos por aquí lloviendo. Al final muchos de los kilómetros que estamos haciendo son en nuestro afán de perseguir al buen tiempo, que a veces nos es esquivo aunque vayamos de vacaciones a comienzos del verano. Planes que teníamos fueron frustrados por el tiempo así que nos vamos buscando que al menos no llueva y que haga algo de calor para que Cloe pueda ir descalza, que es de las cosas que más le gustan.

En fin, que desayunamos de nuevo como campeones y nos metimos en el coche a hacer una pequeña parada de nuevo en el Chateau de la Ville en Sierre.
 
Ayer tenían la tienda cerrada y queríamos hacer una pequeña compra de ese viande sechee que tanto nos había gustado y de algunos vinos suizos. Después nos pusimos a hacer kilómetros. Antes de despedirnos del Valais paramos en Brig a hacer una pequeña compra. Lo principal era comprar agua para hacerle la papilla a Cloe y unos potitos, que nos estamos quedando sin los españoles. Ya que estábamos compramos unas cuantas cosas más de recuerdo para nosotros, aunque ya nos va quedando menos sitio para meter cosas en el coche. Tras la compra salimos a atravesar el paso de Simplon, que nos llevaría a Italia.
El paso, abierto todo el año, tiene mucho tráfico de camiones y es prácticamente imposible adelantar, así que tocó armarse paciencia y disfrutar de las hermosas vistas mientras diluviaba.
Por el camino nada estaba abierto, y nos preocupaba porque se hacía algo tarde para que Cloe comiera.
Al final, en la misma frontera, encontramos un sitio (restaurante del hotel Stockaperturn) que nos vino como anillo al dedo. Daba comida durante todo el día y paramos dejando el coche en el parking para que no se mojara Cloe. Allí comimos dos platazos. Bea otro rosti suizo y yo un filete de cerdo con un montón de verduras y unos trozos de sandía.

Con todo el follón se nos hizo algo tarde para bajar hoy a Milán. Era lunes por la tarde y es el día que cierran algunos comercios y por la noche cierran muchos restaurantes así que nos fuimos al hotel. Esta noche no dormimos en el centro de Milán, si no en un hotel en las afueras, el B&BGarden. El B&B es una casa que tiene unas habitaciones en un lateral. La casa dispone también de un jardín con juegos para los más pequeños. El dueño, Massimo, nos recibió con muchísima amabilidad y nos hizo sentir como en casa. Nos dio unas tarjetas de varios restaurantes cercanos, de varios niveles de precios, para que escogiésemos. Al final nos decidimos por uno pero estaba cerrado. Lo bueno es que la pizzería que nos recomendó llamada Papillon, en el pueblo cercano de Senago, estaba casi al lado.
Nos pedimos una pizza de mozzarella de búfala con albahaca y una napolitana con anchoas. Las pizzas eran muy grandes pero de masa super fina. La masa más fina que haya visto nunca.
Crujiente. Deliciosas. Nos gustaron mucho a los tres. De postre Bea se tomó el tiramisú más rico que hayamos probado nunca y yo una milhoja de crema, merengue y fresas que no se parece en nada a las que comemos en Galicia. Nos dimos un pequeño paseo por Senago y nos fuimos al hotel, que la noche estaba tormentosa y de vez en cuando caían pequeños diluvios. Tocaba hoy decidir hacia dónde ir al salir de Milán. Una primera opción era ir hacia el sur. Al menos hasta Florencia y Pisa y luego subir por la costa mediterránea hacia Francia. Una variante de esta era coger un ferry cerca de Pisa y en vez de volver por la costa hacer un par de días en Córcega. Al final nos pareció mucho tute una opción y la otra. Nos parecían muchos kilómetros ya y decidimos empezar ya la vuelta con algo de pena. Mañana visitaremos Milán y pasado ya estaremos en Turín, acercándonos un poco hacia casa, que falta hace.