Salimos de Coruña a eso de las 9 de la mañana, tras recoger a Buyo y a Rosa. Más de 600 Km nos separaban de la capital lusa, asaí que, como dice el chiste, paciencia y saliva. Por el camino coches y más coches. A la altura de Oporto encontramos dos caravanas en la propia autopista, seguro que la mitad de la gente iba al Ikea, y la otra mitad a la playa. Para comer paramos en Coimbra, por aquello de que quedaba prácticamente de camino.
Poco vimos la verdad de la ciudad. Paseamos un poco las calles principales para comer al lado de una iglesia en una pizzería. Tras un par de platos de pulpo, una sopa, una pizza y unos filetes de pescado rebozados, paseamos un pelín la comida antes de hacer otros doscientos km. En la autopista mucho tráfico, sobre todo entrando en Lisboa. Es como Alfonso Molina pero diez veces más largo. Por el camino me fijo en que un gran pocentaje de los quitamiedos tiene protección para los motoristas, ¡manda huevos!
El GPS nos llevó una vez mas hasta el hotel. La verdad mucha pérdida no tenía, ya que el hotel Sana Lisboa Park está situado al lado de la plaza Marqués de Pombal, en pleno centro de Lisboa. Hacía un día estpendo, con unos 28 grados y un sol radiante. Tras dejar las maletas en la habitación y el coche en el parking del hotel, partimos boulevard abajo hacia la plaza Don Pedro IV, más conocida como plaza Rossio dado que está al lado de la estación de tren que lleva ese nombre. A la derecha podíamos ver el famoso elevador de Santa Justa. Paseamos un poco por las calles comerciales de los alrededores antes de ir a la Plaza del comercio. Todas las plazas de esta zona tienen bonitas fuentes, estatuas o arcos. Por el camino también aprovechamos para tomar un piscolabis, los famosos pasteles de nata (aunque no se porque ese nombre, si son de crema) y ver algunas de las tiendas de la zona que estaban abiertasa a pesar de ser festivo. Sin saber que hacer, ya que era tarde, pensamos en ir a cenar a unas terrazas que nos habían contado que estaban bajo el puente 25 de abril.
Pensando como llegar miramos las líneas de buses y hasta nos planteamos coger un taxi. Al final, echándole pelotas, fuimos andando. No sabíamos donde nos metíamos ya que aunque el puente no parecía estar muy lejos, es realmente grande. Mirando ahora en el mapa había algo más de 5 km. Tras la dura pateada, nos relajamos cenando en una terrazita al lado del tajo. Buyo y yo disfrutamos de un rico gazpacho de entrante. De segundo cayeron dos bacalaos a la parrilla muy ricos, una ensalada con salmón ahumado y queso feta, y un arroz de langostinos y rape. De postre una crema de mango, un helado de chocolate con menta y una tarta de manzana con helado. Tras una larga sobremesa cogimos un taxi y a descansar al hotel.
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