Salimos de allí camino de los templos de la zona. Lo primero fue parar en una tienda de dulces tradicionales que los hacía allí artesanalmente. Una maravilla de sitio.
De allí subimos al primer templo del día, el Santuario de Goryo. Acabamos allí casi por casualidad. Hay una cantidad casi incontable de templos en la zona. Antes de entrar nos quedamos viendo como pasa el tren local, que es una preciosidad. Nada mejor que unas imágenes para describir el templo.
A continuación nos fuimos a uno de los templos principales de la zona, el Hase-dera. Aquí si que se notaba ya más la afluencia de turistas. En el primero solo vimos turistas locales, pero una vez nos acercamos a los más conocidos, la cosa cambia. Paramos a comer algo más por la calle, una especie de Takoyaki pero en vez de pulpo con sardinas pequeñas. Muy rico.
Seguimos hacia el templo y lo recorremos un buen rato, viendo las estatuas y los mini templos de los que está compuesto.
Desde allí vamos a la principal atracción de Kamakura, el buda gigante. Se supone que es el buda más grande de Japón al aire libre. Es bastante imponente y es una maravilla que lo hayan levantado hace setecientos cincuenta años, pero no me llegó demasiado. Y eso que visitamos el interior de la estatua, pero no se, realmente no me llegó. La nota curiosa de la visita fue que se me acercaron unos niños japoneses que tenían como trabajo del cole hablar con extranjeros y hacerles preguntas en inglés. Una vez terminado el cuestionario, me pidieron hacerme una foto con ellos que la profesora sacó.
Desde cerca del buda, salía un camino de senderismo por el medio de la montaña en dirección a Kita-Kamakura. Y allí fuimos, los tres aventureros, caminado por el bosque, subiendo muchos escalones al principio y caminando entre árboles por un camino lleno de raíces que había que sortear. Cloe se lo pasó de maravilla con esta pequeña aventura, trepando, bajando y rodeada de naturaleza. Eso le encanta. Por el camino de senderismo, de vez en cuando, algún templo. Nos perdimos muchos porque a veces están medio escondidos, pero aún así tropezábamos con templos casi sin querer. Muy recomendable la ruta, no es que sea trivial pero la ha hecho una niña de 5 años, eh?
Casi finalizando la ruta visitamos el templo de Jochi-ji. Rodeado de un muro de bambú, encierra varios templos y un imponente cementerio. Además de una casa de té que merece la pena fotografiar.
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