Parte de este viaje es una cura de sueño. Al final hemos venido a descansar y a pasarlo bien. Ayer por la noche estuvimos jugando al Rumikub hasta las tantas. Al principio los tres y luego solo las niñas cuando me fui a hacer fotos una hora fuera. Así que hoy por la mañana, alejados de todo ruido excepto los pájaros, en el sitio donde acampamos que es poco más que una explanada junto a un lago, no pusimos el despertador. Hacía tiempo que no dormíamos tan bien. Por un lado la temperatura es perfecta, pero por otro lado es la falta de ruido. Aunque parezca que uno se acostumbra al ruido, no es del todo cierto. Y aún en Ferrol o Coruña, siempre hay algo de ruído. Ya sea el vecino, el coche que pasa, el perro, las conversaciones animadas en la calle... Siempre hay algo. En Nueva Zelanda, en los sitos donde estamos, ese ruido es casi cero, y eso también ayuda a la relajación. Incluso en los campings la gente es muy respetuosa y después de las 9 el ruído es cercano a cero, quizás simplemente una puerta cerrándose.
En fín, que me desvío mucho del tema. Hoy como os comentaba, cura de sueño, nos despertamos a las diez y media. Y entre charlas, conversaciones de mañana y el desayuno, nos dieron las doce. Así que mientras yo buscaba donde dormir, las niñas se fueron a explorar Diamond Lake. El lago muy bonito, pero la zona cercana a la orilla era pantanosa así que llegaron un tanto mojadas las botas, pero contentas. El bosque al lado de nuestrro campamento fue el que usaron para rodar Lothlorien en el Señor de los Anillos. Nos quedamos en un extremo del bosque sólo porque para llegar a verlo entero, necesitábamos cruzar varios vados y con la caravana no era muy buena idea.
Salimos de allí hacia el río Dart, concretamete hacia el mirador de Isengard, donde poder ver el valle donde el CGI hizo la magia para poner esa localización de las peliculas. Ahí sí pasamos un rato largo, ya que el río corría en varios hilos sobre el fondo de cantos rodados. Esto en primavera tiene que ser una locura de agua, pero en otoño el espectáculo era distinto. Sobre esos hilos de vez en cuando corrían lanchas a toda velocidad. Yo estuve una hora volando el dron río arriba, río abajo. Las niñas estuvieron con los pies a remojo en el agua glacial, saltando priedras piedras y buscando tesoros. Una sensación de relax total era la que teníamos, con un tiempo otra vez fantástico.
Salimos de del río con intencion de ir a dormir a Wanaka, otro pueblo precioso frente a un lago. Antes de nada paramos en Glenorchy, ya que la gente recomendaba la tienda de comestibles del pueblo. Y vaya si estaba bien, no solo por los alimentos que acaparamos si no porque la gente era majísima. Nos empatamos a hablar con la señora de la tienda y nos contó que pertenecía a un comité que se encargaba de velar de que no hubiera polución nocturna. Nos contó que allí había auroras Australis, que eran diferentes de las Borealis pero muy bonitas también. Cuando nos las describió caí en la cuenta y le enseñé una de mis fotos de ayer, ya que había un reflejo en el cielo que no entendía. Y hete aquí que lo que capturó mi cámara anoche fue precisamente una aurora Australis. Misterio resuelto.
Desde allí a Wanaka ya por fin, con alguna parada en miradores para admirar el paisaje otoñal. La carretera que escogimos a Wanaka va por en medio de la montaña, y no puede ser más bonita. Dejé a las niñas en el lago, hice el check in en el camping y bajé a cenar con ellas. Tras alguna duda decidimos cenar en el mismo bar en el que comimos hace seis años, el Lake Bar. Y aunque tardaron en servir la comida, lo que vino fue espectacular. Las short ribs guisadas a la perfección, las chuletillas de ciervo y el pescado estaba espectaculares. Cenamos muy felices y de ahí ya decidimos subir al camping pensando si quedarnos otro día más aquí.