Nos despertamos en Sarlat con otro día de calor y sol. Alguna nube asomaba en el horizonte, pero el tiempo seguía agradable para viajar. Desayunamos unas galletas en el hotel y salimos. Esta vez decidimos dormir en un pequeño hotel rural en Murol, en plena zona de los Puys.
Así que salimos en dirección al hotel. Por el camino decidimos parar en el carrefour de Brive-La-Gaillarde. Queríamos aprovisionarnos de comida y ver si tenían muy barata una cuna de viaje a la que habíamos echado un ojo. Nuestro gozo en un pozo ya que la cuna que ofrecían no era más que una copia barata de la original, así que cogimos comida y seguimos camino, no sin antes comer rápidamente una quiche y un bocadillo de hamburguesa.
Por el camino íbamos subiendo y subiendo en altura. De estar cerca del nivel del mar llegamos a subir a 1400m. Los bosques de abetos nos rodeaban cuando cogimos el desvío de la autopista hacia la carretera que nos llevaría hacia el hotel. En seguida nos dimos cuenta de las actividades principales de la región: el turismo de montaña y el queso. Según subíamos y bajábamos, entrábamos y salíamos de los valles, veíamos queserías y vacas pastando por colinas escarpadas. Las vacas no estaban libres, ya que las fincas estan cerradas, pero las fincas eran muy grandes y las vacas pastaban libremente. Pasamos por la capital de la comarca, Mont-Dore, antes de superar el Col de la Croix Morand, que nos llevaría a Murol.
El pueblo de Murol parecía muerto en esta época del año. Supongo que en invierno y en verano habrá más turismo, pero ahora mismo estamos solos en el hotel. Tras dejar las cosas nos fuimos a visitar el lago Chambon, un lago bastante grande cercano al hotel. De origen volcánico, han aprovechado para hacer una pequeña playa y un parque dónde encontramos a un campamento de niños jugando. Paseamos un rato por el lago y Bea recogió unas pocas piedras volcánicas antes de volver a Mont-Dore para dar un paseo por algo con un poco más de movimiento.
Llegamos a Mont-Dore a eso de las 18:30 y casi no había gente por la calle. Dimos un paseo por el pueblo. La crisis se nota. Muchos comercios cerrados. Las montañas lo rodean y el paisaje es magnífico. El pueblo se siente muy encerrado en el valle. Paseamos viendo el Dordogne que tanto nos había gustado en Bergerac y que aquí es poco más que un riachuelo que baja bravo de la montaña. Paseamos por el parque y decidimos que no había mejor forma de cenar que cenarnos unos quesos de la zona. Así que ni cortos ni perezosos fuimos a una de las múltiples tiendas de productos regionales y compramos un queso de vaca St Nectaire, un queso de oveja y un queso azul de los que perdimos la etiqueta y no os podría decir cuales eran. Con un poco de pan resultaron una cena deliciosa ya de vuelta al hotel, donde descansamos los tres.
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