El día anterior os dejé mientras decidíamos hacia donde íbamos. Una de las ideas originales era recorrer el mediterráneo francés, pero el mal tiempo que nos iba a recibir nos hizo cambiar de idea. ¿Hacia dónde ir pues? Dos opciones nos rondaban: subir hacia Inglaterra o ir hacia el oeste atravesando el centro de Francia hacia la Selva Negra y Suiza. La decisión era difícil. Ir a Inglaterra no estaba mal y no hemos estado más que en Londres y poco más. La Selva Negra y Suiza nos gustan mucho, pero ya hemos estado y nos tocaría atravesar un día o dos de tiempo regulero. ¿Que hacer? Pues tras mucho meditar decidimos... procrastinar. Así que la decisión ha sido partir hacia el norte hasta Burdeos y alrededores y allí, con una previsión nueva del tiempo, decidir. Así que buscando buscando encontramos un hotel muy muy chulo en el medio de la nada: La Grange de la Dupuise. Por 70€ tenemos una habítación de 65m2 desayuno incluido, con su piscina y su paz y tranquilidad. Awesome.
Así que el día empezó con pereza y descansando todo lo que pudimos para el día que nos esperaba. Salimos muy tarde de Pamplona tras desayunar con calma, despedirnos con efusividad y parando a comprar potitos para Cloe. Así que salimos casi a las dos, por lo que el día de turismo se redujo a carretera - parada para avituallamiento - más carretera - hotel.
Aún así, la verdad es que nos lo hemos pasado bien. Tras llegar al hotel (repito, en el medio de la nada), estuvimos jugando con Cloe y con la hija de los dueños de la granja, que se llamaba Louise. Le trajo una pelota, un triciclo y estuvo haciéndole monerías. Después, nos decidimos por cenar allí y fue lo más parecido a cenar con una familia, pena del idioma. Tras entender que la cena era a las 19:30, llegamos y nos ofrecierron un aperitivo, que viene siendo una bebida alcoholica antes de la comida. Tomamos un vino mientras esperábamos y Cloe hacía monerías.
Al final la hora de la cena no llegó hasta las 20:30 y era un menú fijo, el que le apeteció al dueño. Comimos unos raviollis de patata con una salsa deliciosa de cúrcuma, aceite de oliva y pimienta. De segundo (que se demoró bastante porque el cocinero, que viene siendo el dueño, comió con nosotros el primero) solomillo de cerdo con especias, calabacín y patata asada y de postre una especie de natillas calientes con licor y helado en el fondo. Todo delicioso y regado con un burdeos de los alrededores. Toooda la cena Cloe se dedicó a enamorar a nuestros compañeros de mesa, dos parejas belgas y los dueños franceses de la casa. La de temas de conversación que da un bebe... Hasta cuando no sabes el idioma! Cansados nos vamos para la habitación no sin antes despedirnos de la gente y saludar a los animales de compañía de la granja que más majos no pueden ser.
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