Por la mañanita nos levantamos con intención de ir al British Museum, pero como no abría hasta las 10 nos lo tomamos con algo de calma. Antes de meternos en el metro acompañamos el té de cortesía del hotel con un par de muffins (uno de limón y otro de cocholate). Cogimos el metro por la Picadilly line (dos días aquí y sólo henos cogido una línea) y, tras caminar cinco minutos apareció delante de nosotros el museo.
Nada más verlo delante ya acojona el edificio. Una vez dentro, la cosa es todavía mejor. Quizás lo único malo de él es que abruma con la cantidad de cosas y, al final, uno ya no valora lo que ve. Hay material egipcio, griego, romano, mesopotámico, asirio, .... Realmente es la leche lo que han expoliado estos tipos. Salimos tras unas horas con ganas de comer, y tras dar unas vueltas en dirección a Leicestre Square y parar en una tienda que vendía juegos de mesa, entre otras, acabamos en un hindú con una pinta magnífica. La verdad es que la comida era muy muy buena. Bea se pidió unos langostinos hechos a la brasa con una salsa de menta y yo me pedí un mezcladillo de mariscos en una salsa con base de coco. Todo ello acompañado de arroz aromatizado con azafrán y comino y un pan naan (algo así como base de pizza pero muy fina).
Salimos de allí satisfechos y con el estómago caliente por las especias y nos dirigimos a un par de tiendas freaks de comics y juegos de rol de la zona. En la primera (Forbidden planet), nos paramos un buen rato a curiosear figuras de series, comics y chorradas varias. En la segunda (Orcs nest) compré un juego de cartas en el que tienes que escapar de los zombies, a ver que tal resulta. Tras la compra freak del día, volvimos a la zona de Covent Garden, curioseando en tiendas de ropa vintage, tiendas de cosas de diseño... para acabar en la plaza, sentados, viendo como unos artistas callejeros atraían la atención del público para ganarse unas libras. Descansamos veindo el espectáculo un rato antes de volver hacia Picadilly a ver si de una vez nos decidíamos a comprar las entradas. Al final, el sitio que me habaían recomendado para comprarlas sólo las vende para el mismo día, así que de momento la cosa sigue en suspenso. Mañana se verá si vamos o no al musical.
Tras el intento frustrado nos largamos a Harrods. Es impresionante la de cosas caras que haya allí, a precios realmente desorbitados. Si ya nos alucinó un futbolín de 6000 libras, pero fue cuando vimos la horterada de ese mismo futbolín recubierto de cristales de Svarosky por 50.000 libras. En fin, que tras recorrerlo un poco Bea se compró unos calcetines que le hacían falta y yo cargué una cesta de galletas variadas con buena pinta.
Mientras estábamos allí, quedamos con un amigo que estaba aquí con la novia de viaje y el otro día descubrimos que coincidíamos. Nos fuimos al hotel a dejar la compra y bajamos con ellos por el Soho a tomar unas cervezas. Por fín me atreví a tomar una cerveza tibia inglesa, sin gas. La verdad me esperaba una cosa bastante desagradable, pero para mi sorpresa me encantó. Cuando cerraron los pubs deambulamos y acabamos en un KFC cenando (de lo poco que encontramos abierto a la una de la mañana). Cenamos y nos despedimos, ya tarde, y cogimos un bus nocturno hacia el hotel. Mañana a ver a donde vamos!
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