Nos levantamos hoy con previsiones de mal tiempo que empezaría a media mañana. No penséis que nos vamos de Suiza por ganas no, nos vamos porque vienen varios días de mal tiempo y no queremos quedarnos por aquí lloviendo. Al final muchos de los kilómetros que estamos haciendo son en nuestro afán de perseguir al buen tiempo, que a veces nos es esquivo aunque vayamos de vacaciones a comienzos del verano. Planes que teníamos fueron frustrados por el tiempo así que nos vamos buscando que al menos no llueva y que haga algo de calor para que Cloe pueda ir descalza, que es de las cosas que más le gustan.
En fin, que desayunamos de nuevo como campeones y nos metimos en el coche a hacer una pequeña parada de nuevo en el Chateau de la Ville en Sierre.
Ayer tenían la tienda cerrada y queríamos hacer una pequeña compra de ese viande sechee que tanto nos había gustado y de algunos vinos suizos. Después nos pusimos a hacer kilómetros. Antes de despedirnos del Valais paramos en Brig a hacer una pequeña compra. Lo principal era comprar agua para hacerle la papilla a Cloe y unos potitos, que nos estamos quedando sin los españoles. Ya que estábamos compramos unas cuantas cosas más de recuerdo para nosotros, aunque ya nos va quedando menos sitio para meter cosas en el coche. Tras la compra salimos a atravesar el paso de Simplon, que nos llevaría a Italia.
El paso, abierto todo el año, tiene mucho tráfico de camiones y es prácticamente imposible adelantar, así que tocó armarse paciencia y disfrutar de las hermosas vistas mientras diluviaba.
Por el camino nada estaba abierto, y nos preocupaba porque se hacía algo tarde para que Cloe comiera.
Al final, en la misma frontera, encontramos un sitio (restaurante del hotel Stockaperturn) que nos vino como anillo al dedo. Daba comida durante todo el día y paramos dejando el coche en el parking para que no se mojara Cloe. Allí comimos dos platazos. Bea otro rosti suizo y yo un filete de cerdo con un montón de verduras y unos trozos de sandía.
Con todo el follón se nos hizo algo tarde para bajar hoy a Milán. Era lunes por la tarde y es el día que cierran algunos comercios y por la noche cierran muchos restaurantes así que nos fuimos al hotel. Esta noche no dormimos en el centro de Milán, si no en un hotel en las afueras, el B&BGarden. El B&B es una casa que tiene unas habitaciones en un lateral. La casa dispone también de un jardín con juegos para los más pequeños. El dueño, Massimo, nos recibió con muchísima amabilidad y nos hizo sentir como en casa. Nos dio unas tarjetas de varios restaurantes cercanos, de varios niveles de precios, para que escogiésemos. Al final nos decidimos por uno pero estaba cerrado. Lo bueno es que la pizzería que nos recomendó llamada Papillon, en el pueblo cercano de Senago, estaba casi al lado.
Nos pedimos una pizza de mozzarella de búfala con albahaca y una napolitana con anchoas. Las pizzas eran muy grandes pero de masa super fina. La masa más fina que haya visto nunca.
Crujiente. Deliciosas. Nos gustaron mucho a los tres. De postre Bea se tomó el tiramisú más rico que hayamos probado nunca y yo una milhoja de crema, merengue y fresas que no se parece en nada a las que comemos en Galicia. Nos dimos un pequeño paseo por Senago y nos fuimos al hotel, que la noche estaba tormentosa y de vez en cuando caían pequeños diluvios. Tocaba hoy decidir hacia dónde ir al salir de Milán. Una primera opción era ir hacia el sur. Al menos hasta Florencia y Pisa y luego subir por la costa mediterránea hacia Francia. Una variante de esta era coger un ferry cerca de Pisa y en vez de volver por la costa hacer un par de días en Córcega. Al final nos pareció mucho tute una opción y la otra. Nos parecían muchos kilómetros ya y decidimos empezar ya la vuelta con algo de pena. Mañana visitaremos Milán y pasado ya estaremos en Turín, acercándonos un poco hacia casa, que falta hace.
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