Hoy amaneció con buen tiempo. Las nubes todavía estaban ahí, pero con ganas de marcharse. No teníamos desayuno en el hotel, así que le dimos el desayuno a Cloe, comimos unas barritas y salimos a la carretera. Hoy dormimos en Montpellier, siguiendo nuestra ruta de vuelta, pero no es nuestro objetivo. Estuvimos allí el octubre pasado y aunque nos gustó no era plan repetir. Así que realmente no teníamos un plan prefijando para hoy. Salimos del hotel con el GPS puesto en dirección al hotel y luego ya se vería. Eran tres horas de carretera así que no queríamos hacer un rodeo muy grande. La primera idea fue ir hacia Cannes y seguir la costa hacia Saint Tropez. Es una carretera de costa preciosa, pero el rodeo era muy grande. Además esa carretera ya la conocemos y sabemos que con tráfico puede ser mucho más de lo que dice el GPS. Empezamos a pensar una segunda opción e incluso pensamos en repetir visita a alguno de las ciudades de la Provenza que ya conocemos, como Nimes, Arles y Avignon. Las tres nos gustan mucho aunque si tenemos que elegir una nos quedamos con Avignon. A mi se me enciende la lucecita. ¿Y si vamos a Aix-en-Provence? Aún no habíamos estado y la gente me ha hablado maravillas de ella. Así pues, decisión tomada, nos vamos a la antigua capital de la Provenza.
Según llegamos ya vemos el bullicio. Hoy es viernes y la ciudad está atestada. Se ve turismo, sí, pero también mucha gente de la zona. La ciudad está relativamente cerca de Marsella y no se si será eso la clave para verla así. Cuando llegamos ya el sol estaba a plena fuerza y se nota el calor.
Aparcamos en uno de los parkings más grandes del centro, al lado mismo del casco histórico y salimos en busca de algún sitio dónde comer. Ya pasa de la una y media y aunque siendo esta ciudad tan turística algo encontraremos no queremos forzar la máquina.
Así que tras un par de vueltas tratando de encontrar un par de sitios que tripadvisor decía que existían y luego resulta que ya estaban cerrados, acabamos en uno usando el viejo método de la buena pinta. Aunque el día pedía terraza preferimos comer dentro para que Cloe no pasara tanto calor. Bea se tomó un filet mignon de cerdo asado y yo una ensalada, que con el calor no tenía mucha hambre. Nos fuimos desde allí, como siempre, a callejar sin rumbo.
Y es que esta ciudad es muy propensa a ello. La llaman la ciudad de las fuentes y es por algo. Sales de una calle y al mínimo hueco que hay, en una esquina, hay una preciosa fuente y unas terrazas para disfrutar del buen tiempo.
Además parece un centro comercial comarcal. Hay comercios y más comercios por doquier. Ni un bajo vacío y todos con mucha actividad.
Si a eso le sumamos que había ya rebajas nos dedicamos toda la tarde a vagar y disfrutar del buen tiempo, a ser posible buscando la sombra. Recorrimos plazas y calles hasta llegar a la plaza del ayuntamiento. Por el camino un nombre destacaba sobre los demás, Cézanne. El ilustre pintor nació aquí y hay un montón de negocio turístico alrededor. Ya no solo calles, restaurantes y hoteles con el nombre.
Las calles tienen placas para hacer rutas dedicadas. Y digo bien rutas, en plural, porque había cuatro caminatas distintas marcadas. No nos llegó el tiempo para hacer una ruta en coche que recorre los puntos importantes de su biografía de los alrededores, pero queda pendiente para otra vez.
A eso de las siete arriamos velas hacia Montpellier. Nos quedaban todavía casi dos horas de coche.
De lo demás, poco que contar. Mucho tráfico. La autopista que recorre el mediterráneo francés está siempre atestada de coches. El hotel de hoy fue el Quality Hotel Montpellier Golf Juvignac. Podría decir que es un hotel razonable de calidad/precio si lo reservas con un sitio como booking. Nos salió a 65€ la noche y está relativamente cerca de la autopista (pegado si llegas a Montpellier desde el norte), en un entorno tranquilo y la habitación sin ser una maravilla estaba limpia y la cama era cómoda. El único problema que encontramos es que están escasos de personal si llegas tarde para los estándares franceses. Cuando llegamos a las nueve sólo había un empleado para todo el hotel. Como no daba hecho y no había visto la reserva pidiendo una cuna, fue a por ella y nos la dejó sin montar y sin sábanas. Tuvimos que montarla nosotros y luego volver a pedirle sábanas que tuvimos que poner nosotros. Que no es el fin del mundo, pero joder, es como llegar a un hotel y que te digan "pues hazte la cama que yo no tengo tiempo". Pagas por algo, ¿no? Cenamos esta vez algo de fiambre y pan en el hotel mientras pensamos ya en el destino de mañana: Barcelona.
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