Hoy se presuponía que llovería y puede que hasta cayera algo de nieve, así que salimos del apartamento pertrechados con ropa térmica, guantes, gorro y lo que hiciera falta. Antes de partir de caminata paramos en el Cocomaya otra vez y nos aprovisionamos con un par de pasteles y un café. Como al salir no llovía ni hacía taaanto frío, nos fuimos hacia Hyde Park a pasear, con intención de llegar hasta Kensington.
Ya habíamos estado en Hyde Park antes, pero con muy poco tiempo y en este viaje sólo lo habíamos atravesado en bicicleta y con ella no se puede uno meter por todos lados. Pues nada, a pasear sea dicho. Bajamos por el parque hasta "The Serpentine", recorriendo la orilla del estanque (parcialmente helado) durante un rato. Nos sentamos a ver los patos en el agua y a descansar un poco antes de dirigirnos hacia Kensington Palace, que está en el extremo sureste del parque. El palacio está siendo rehabilitado para que esté listo para las olimpiadas del 2012. Toda la ciudad está levantada por el mismo motivo y se está gastanto muchísima pasta en esto. En los jardines del palacio Bea entabló amistad con unas ardillas gracias a una cookie de chocolate. Se entretuvo dándoles de comer un rato y siendo rodeada por hasta cinco de ellas. Cuando se acabó la cookie nos fuimos hacia la zona de los museos de Kensington.
Realmente yo tenía muchas ganas de ir al Victoria & Albert, pero antes de nada paramos a tomar algo de comer en la cafetería del museo de historia natural, que es una belleza y no es nada cara. Era ya la una y teníamos algo de hambre, así que un sandwich y un beagle salvaron la papeleta para poder seguir caminando. Entramos en el V&A a eso de las tres menos cuarto. Nada más entrar es un shock ya que es una amalgama tremenda de colecciones. El museo está dedicada a las artes decorativas y hay de todo: escultura, pintura, joyería, cerámica, espadas, armaduras, ropa, alfombras, muebles, pequeños objetos de uso cotidiano... Es alucinante y no me equivoco mucho si digo que hay millones de cosas... Además de haber de todo lo hay de muchos sitios: china, corea, japón, arte árabe, europeo... Nos pasamos un par de horas y vimos la parte que nos interesaba sin pararnos en demasía. Este museo tiene cosas para volver mil veces sin cansarse. Además, como los buenos museos de Londres, es gratis.
Desde allí nos fuimos caminando hacia Picadilly street, pasando por delante de Harrods en el que no entramos. Eso sí, los escaparates navideños son absolutamente espectaculares. Caminamos respirando ambiente navideño hasta parar a tomar un café en la Pastisseie Valerie, que ya conocíamos del anterior viaje. No es realmente nada espectacular pero cumple más que tomar algo en una cadena del estilo de Eat o Cafe Nero. Desde allí seguimos bajando la calle hasta parar en Fortnum & Mason. Es un centro comercial de los que merece la pena entrar por su decoración... y su comida. Especialmente el té y las galletas, pero también si uno busca algo especial para cocinar, un perfume o un detalle que regalar.
Salimos de allí a eso de las nueve de la noche y nos pusimos a buscar donde cenar. Yo tenía localizada una steak house londinense (nada de las típicas cadenas) pero el local del soho parece que está cerrado. Nos pusimos a buscar por la zona y acabamos cenando en un restaurante suizo una fondue. La nota curiosa de la noche fue cuando pedimos de beber Rivella, una bebida típicamente suiza que está hecha a partir de suero de leche. La camarera flipó y nos contó que la habían dejado de tener porque nadie la pedía. Llevaba sin pedirla nadie más de un año y esa noche éramos los segundos. Estuvimos conversando un rato con ella y nos preguntó si éramos suizos y cuando le dijimos que no todavía alucinó más de que la conociésemos y nos gustase. En fin, que tras una muy muy rica fondue nos fuimos a coger un bus y llegamos al apartamento a eso de las once de la noche. Toca descansar.
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