Sol. Aunque las previsiones no han mentido seguimos sin creerlo mucho. De hecho si los pronósticos no fallan no nos va a llover ningún día. Si a alguien le dices que te fuiste de vacaciones a Londres nueve días y no te llovió no se lo cree. Todos contentos desayunamos galletas y smoothies y cogimos el metro camino de Liverpool Street Station. A la ida el metro estaba bastante lleno pero pudimos hacernos un hueco. Nos apañamos bastante bien bajando y subiendo escaleras con la silla entre los dos y no nos preocupa mucho el hecho de que las estaciones no estén adaptadas, pero preferimos viajar en bus. Hoy, sin embargo, la diferencia de tiempo en el trayecto era considerable así que fuimos en metro. Salimos de la estación al borde de la City y nos dirigimos hacia el mercado de Spitafields.
Desde hace ya unos cuantos viajes es nuestra tradición hacer el domingo esta ruta. Ya es que ni nos lo pensamos. Hace años Candem era el mercado al que ir los domingos, pero ahora mismo está demasiado abarrotado de gente y es un poco agobiante. Una recomendación, si queréis ir a Candem id cualquier día menos el domingo. La mayor parte de los puestos abren si no toda casi toda la semana y Candem no es sólo el mercado si no toda la zona, los pubs, las tiendas de discos... Sigamos que me desvío.
Ahora mismo nuestro plan de domingo en Londres es ir primero a Spitafields, un mercado renovado hace ya unos años que el domingo alberga muchos puestos de ropa, algunos de comida, tiendas y restaurantes.
Todo ello en sitio cubierto con lo que no hay problema de disfrutarlo un día lluvioso. Así que empezamos a recorrerlo tratando de discernir lo que estaba bien y lo que era una trampa para turistas.
Porque esta zona si es turística y muchos puestos del mercado que eran antiguamente regentados por londinenses que traían sus productos está siendo tomado por chinos y paquistanies que tienen ropa de pésima calidad. Sin embargo, aunque la cosa no está tan bien como estaba, sigue mereciendo la pena. Sigue estando la chica que hace vestiditos a mano con unos estampados preciosos, siguen estando dos de mis diseñadores de camisetas favoritos, siguen estando los que traen productos de lana de Mongolia y sigue sintiéndose ese espíritu emprendedor de estos mercadillos. Sigue estando, pero menos. De todas todas compramos, vaya si compramos. Como decía siempre hay cosas interesantes, mucho más que lo vayáis a encontrar en Oxford Street.
Cuando nos entró el hambre decidimos sentarnos a comer en un restaurante de la zona, porque queríamos que la niña comiese para que pudiera dormir la siesta a pierna suelta. Terminamos en el Smiths Of Smithfield que han abierto en el mercado. A este restaurante le tenía echado yo el ojo pero en otra localización. En la planta baja era comida informal y en la alta formal. Comimos en la de abajo una hamburguesa (pché) y un sandwich de pulled pork (básicamente cerdo cocinado a fuego lento hasta que la carne se deshace completamente) que estaba muy rico. Todo esto acompañado de un smoothie de frambuesa, arándanos yogur y miel y una ale local. Tras terminar salimos del restaurante camino del otro lado de la calle, dónde todo cambia radicalmente.
Simplemente con salir hacia el este de Spitafields, un mercado renovado y bonito, aparecemos en Brick Lane. El ambiente cambia completamente. De una zona moderna, limpia y un tanto convencional pasamos a una con casas viejas y desconchadas, suciedad en la calle, grafities y mucho más moderna y vibrante. Paramos en un par de tiendas en el camino hacia el Sunday Up Market, un mercado que se monta dentro de una antigua fábrica. Nuestro gozo en un pozo, en el local han montado una feria temporal de muebles de diseño y no hay mercado. Así que seguimos la calle y fuimos viendo varios mercados que si estaban abiertos, recorriendo tiendas que tratan de marcar las nuevas tendencias de moda en Londres, tiendas de discos y locales de marcha.
Seguimos por la calle mientras la actividad va ya decayendo (son las cinco y media) y nos dirigimos hacia el Boxpark. Siempre me gustó el concepto. Un centro comercial hecho de contenedores de barco que puede ser cambiado de localización de forma fácil. Una idea brillante, si la zona se muere te vas a otra con el centro comercial a cuestas. Es una mezcla curiosa, ya que mezcla tiendas muy de moda con tiendas como Gap... Aaaaah, vale. Que me olvidaba, que ahora lo moderno es vestir normal, así que Gap ahora es moda. A eso de las seis cerró todo y nos fuimos a darle la merienda a la niña a un café Nero, en la terraza y tomando un frappé latte (Bea se tomó un chocolate, que tampoco hacía tanto calor)
Allí estuvimos viendo pasar aviones y gente, antes de coger un metro y volver a casa a descansar un rato y poner una lavadora antes de bajar a cenar.
A las nueve y cuarto salimos a buscar dónde cenar. Salimos de nuestra zona unos cientos de metros hacia la parte posterior de Selfridges, dónde se agolpan bastantes restaurantes. La verdad es que las aplicaciones que suelo usar para buscar restaurantes no funcionan muy bien en Londres. Hay demasiados locales y sus sistemas de filtrado y ordenación son bastante deficientes. Terminamos cenando en un griego llamado Ergon. Cenamos pulpo y solomillo de cerdo ambos bastante ricos y de postre una milhoja de crema y fresas y una panacotta de cardamomo muy ricas. Volvimos con Cloe desatada por Oxford street llamando a las ardillas mientras corría calle arriba.
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