En Hyde Park liberamos a Cloe de la silla. Ella quiere ir andando todo el rato, y ya quiere hacerlo todo sola, pero no puede. No entiende el peligro que son los coches todavía y no se fija por dónde anda. Londres para ella es una ciudad hostil y encantadora a la vez. En los parques es libre y feliz de ir a dónde quiera (o casi), así que la bajamos y la dejamos correr. Su momento de mayor felicidad fue cuando le dimos galletas a las ardillas.
Os lo podéis imaginar. Aunque lo hicimos hace unos días ella no se cansa y le encanta. Conseguí que se le acercasen y que les diese comer con la mano así que la alegría fue máxima. Seguimos caminando hasta el estanque y pudo ver de cerca patos.
No la podemos llevar mucho por la orilla porque ella no entiende que ese agua de ahí no es para bañarse, así que hay que andarle riñendo y su felicidad disminuye. Seguimos disfrutando del sol, con calor cuando golpea y necesidad de un jersey finito a la sombra.
Al cabo de un rato salimos del parque por el extremo sur y nos dirigimos al Natural History Museum.
El museo... pues como siempre. Un edificio espectacular lleno de gente y de mil cosas que ver. Lo que pasa es que Cloe es muy pequeña todavía para muchas cosas, así que no estuvimos mucho rato. La llevamos a ver los dinosaurios y los animales disecados y le gustaron mucho.. Ahora si le preguntamos como hace un dinosaurio hace "grrrrrrr" mientras mueve sus brazos encogidos.
Le compramos un dinosaurio de peluche que por la tarde bautizó como George, como el hermano de Peppa Pig que siempre va con uno. Es la leche la de cosas que hace ya para lo pequeña que es esta niña, nos tiene embobados. En fin, que nos planteamos comer algo en la cafetería para darle de comer a Cloe, pero nos habíamos quedado sin potitos y teníamos que ir a comprarlos. Ya empieza a comer de todo pero con lo que come en trocitos no le llega para una comida decente, así que fuimos a comprar algo a un Boots cercano. Los Boots son una cadena de farmacias/parafarmacias que tienen de todo. Desde secadores de pelo a antibióticos. Todo lo relacionado con bebés, salud y belleza en su sentido más amplio. Así que compramos un par de potitos y... Cloe se durmió. Ante la necesidad de dejarla dormir un rato (estaba agotada) decidimos parar en un Mark & Spencer y comprar unos sandwiches. El mío de pastrami (rico pero mucho peor que el del mercadillo) y el de Bea de jamón ahumado con cheddar. De postre compramos algo de fruta por aquello de alimentarnos un poco bien. Fuimos comiendo por el camino sin saber si ir a dar un paseo a Chelsea o seguir hacia Picadilly y finalmente decidimos terminar de comer y coger un bus a Picadilly, el único del día (mira que andamos)
El bus nos dejó quince minutos después en Picadilly. Al poco raro la niña se despertó y nos fuimos a un Paul a tomar un café mientras le dábamos su comida. Devoró con hambre el potito mientras descansábamos un poco las piernas que van acumulando cansancio. Desde allí decidimos subir por Mayfair. Mayfair es el barrio más pijo del centro de Londres. Embajadas, fondos de inversión, diseñadores, joyerías de alto standing, tiendas de diseño... Todo a precios prohibitivos, pero la arquitectura de la zona, de un estilo victoriano muy elegante, hace que merezca la pena caminar por ella. Además es una zona en la que vuelve a pasar lo de siempre. Si en Londres uno se aleja de las grandes avenidas (Oxford Street, Picadilly, Regent...) la gente no es que se reduzca a la mitad, es que es la décima parte. Pasear por Mayfair es como pasear por el centro de cualquier otra ciudad, pasear por Oxford Street es meterse en la marabunta. Así que paseamos mirando escaparates hasta que Bea vio la tienda de Victoria's Secret y le dio por entrar y hacer unas compras. Desde allí dimos un corto paseo y paramos a darle la merienda a Cloe en un Pret a Manger mientras papá se tomaba su segunda agua de coco (una de las nuevas modas de la ciudad) y mamá una menta. Ya algo tarde hicimos alguna compra más en Oxford Street y Bea siguió con su búsqueda de zapatos para la boda de la semana que viene.
Por el camino Cloe se durmió así que decidimos cenar al lado de casa en el Malevo otra vez. La verdad es que por un lado duele repetir restaurante en una ciudad en la que para poder probar todos los retaurantes necesitaríamos más de una vida, pero es que nos gustó mucho y está al lado de casa. Así que allí fuimos y Bea se tomó una milanesa de lomo de ternera espectacular y yo unas chuletas de cordero muy buenas. Para finalizar una par de bolas de helado y un paseo nocturno para bajar la comida e irnos a dormir.
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