Primer día completo en Londes. El día amaneció gris como es costumbre en Londres. Pero la temperatura era suave y no había el típico viento frío londinense que se te cala hasta los huesos, así que aprovechamos nuestra buena suerte para pasear. Pero antes tocaba tener nuestro primer desayuno lujazo en el apartamento. Mientras Bea se duchaba me fui a buscar al supermercado un monton de smothies y fui hasta el Cocomaya a coger pasteles para completar un desayuno delicioso. Allí no dudé en probar la nueva moda, los cronuts y acompañarlo de un cinnamon bun y un croissant. Así, para empezar el día con fuerzas.
Así que con calma nos tomamos el desayuno y salimos bastante tarde del apartamento ya que hoy pesaba en el cuerpo el viaje de ayer.
Salimos pues a las doce del mediodía hacia Hyde Park. Sólo necesitamos andar media manzana para internarnos en el verde. Como nos gusta este sitio. Ayer le pregunté a Rachel, nuestra casera, si sabía de algún parque infantil cerca y me dijo tres. Hoy fuimos a estrenar el primero, el que está muy cerca de la entrada de Lancaster Gate en Hyde Park, en lo que sería la frontera con Kensignton Gardens. Que lujazo de parque.
Lo sorprendente es que, a diferencia de lo que vemos en España, los parques están formados por elementos metálicos más que por elementos de madera. Cloe no sabía a dónde atender. Además tenía todo el parque para ella sola. Acostumbrada a tener que estar muy poco rato en los columpios por tener que dejarlo a la siguiente niña, aquí tenía cuatro para ella sóla. No sabía que elegir primero.
Estuvo probando columpios, toboganes, balancines, cestas... de todo. Disfrutó ella y disfrutamos nosotros viéndola feliz.
Tras estar un buen rato allí bajamos hacia los Italian Gardens y de allí bajamos bordeando el gran estanque del parque pasando por la estatua de Peter Pan y el memorial a Diana.
Por el camino Cloe alucinaba con las ardillas, los patos, los cuervos...
Era una delicia oirla gritar "Ardillaaaaaaaaaaaaa, veeeeeeeeeen" mientras las ardillas huían despavoridas. Desfallecida la subimos a su silla y se quedó rendida inmediatamente. Nos fuimos paseando por Picadilly Street hacia Picadilly Circus, pasando por el Burlington Arcade, el antecedente del centro comercial en Londres y que todavía conserva mucho del espíritu inglés. Al llegar a Picadilly decidimos comer ya que era muy tarde y la niña seguía durmiendo. Así que sin saber muy bien que hacer hoy terminamos comiendo en una de esas cadenas de restaurantes que habíamos visto mil veces y no habíamos probado nunca, el Nando's. Resumen, comida aceptable pero sin alardes. La hamburguesa de pollo a la parrilla de Bea pequeña, mi pollo asado... normal. Nada del otro mundo, vamos, pero tampoco algo que fuera muy malo pero no aporta nada al típico asador de pollos que hay en cada ciudad en España.
Tras comer nos fuimos subiendo Regent Street. Vale que las tiendas de aquí en general no me gustan, pero sigo pensando que es la calle comercial más bonita que he visto. Paramos en la megatienda de Superdry y allí hice la primera compra del viaje. Seguimos subiendo y paramos en el segundo objetivo del día para Cloe, ir a Hamleys. Los que leeis el blog ya sabréis que esta es una juguetería con mucha solera, enorme (son 5 pisos) y en la que siempre los dependientes están jugando con los niños y haciendo monerías. Nada más entrar había un chico bailando mientras hacía pompas de jabón. Cloe alucinaba. Trataba de agarrarlas y no podía. Según seguimos andando, una sección entera de peluches. Corría de un lado a otro como pollo sin cabeza. Aunque le gustaba de todo terminamos comprando algo que hay en españa, un peluche de Peppa Pig, pero es su pequeño souvenir de Londres.
Seguimos subiendo y jugando. Las dependientas le sonreían y jugaban con ella. Era muy feliz probando juguetes, correteando y cantando. Seguimos subiendo pisos hasta que llegamos al último. Allí le dimos la merienda a Cloe, descansamos un poco y volvimos a la calle.
Seguimos por Regent Street y giramos hacia Oxford Street en Oxford Circus. Paseamos hacia un lado y hacia otro hasta que volvimos al apartamento. Toda esta ruta sin coger un mísero transporte público. Según google maps, sin contar las idas y venidas por las tiendas, hemos hecho más de nueve kilómetros cargando con el carrito y la niña, así que decidimos darnos un homenaje y cenar en un restaurante al ladito de nuestro apartamento. Casa Malevo se llama. En varias listas lo he visto como uno de los restaurantes que más están despuntando en la ciudad. Es un asador argentino con muy muy buena pinta, así que probamos a ver si hay sitio. Como vamos tarde (son las diez menos cuarto) conseguimos una mesa para los tres. Nos tomamos un asado argentino (creimos que sería el típico asado de tira pero no) y un bife chorizo acompañados de unas patatas fritas y unas patatas fritas provenzales (con ajo y perejil). Probé el vino argentino y todo estaba espectacular, de la mejor carne que hemos comido nunca. Si venís el bife estaba bueno, pero el asado era sublime. De postre tomamos una rebanada de pan con queso marcarpone, fresas y una bola de mousse de chocolate estupenda. Satisfechos y con la barriga llena nos volvimos al apartamento para volver a recuperar las fuerzas perdidas y decidir a dónde vamos mañana.
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