Qué difícil es escribir estas entradas. Dos días agotadores que no dejaron tiempo para escribir el blog marcados por los kilómetros. Comencemos.
El jueves por la mañana nos levantamos pronto y nos lo tomamos con calma. Salíamos de Londres en el tren de la una y media, así que teníamos todo el tiempo del mundo. Tomamos nuestro último desayuno del Cocomaya. Un delicioso Pain au Chocolat y un Red Velvet Cocodough antes de ir al supermercado a gastar nuestras últimas libras y a por un encargo. Tras volver del supermercado nos despedimos de Rachel, nuestra casera. No puedo si no recomendar nuestro apartamento.Tiene una tamaño más que considerable, la habitación no da a la calle con lo que es súper tranquila, la cama es una delicia y tiene todo lo que puedes necesitar (lavadora, plancha, secador, tv, wifi, horno, microondas, kettle...). La zona es maravillosa, con Hyde Park prácticamente en tu puerta, un montón de sitios dónde comer cerca, el metro y el bus a la vuelta de la esquina. Y si fuera poco, Rachel es una anfitriona estupenda. Siempre está preocupada de que tengas todo lo que necesitas, se encargó de que limpiaran el piso a los seis días de nuestra llegada y de recibir la maleta que enviamos por transportista. Además nos proporcionó lo que necesitamos para Cloe. En fin, que si alguna vez venís a Londres este es un sitio estupendo en el que estar.
Tras esta disertación deciros que nos despedimos de Rachel que me dijo que había probado el licor café y que tanto a ella como a su marido les había encantado. ¡Abriendo mercado en UK! Cloe estuvo un rato jugando con su perro y nos despedimos deseando volver a vernos otra vez. Salimos de allí un tanto apesadumbrados y perezosos por el largo camino de vuelta. Y es que el camino de ida es todo ilusión pero el de vuelta da una pereeeeza. Así que como teníamos tiempo cogimos un bus y nos plantamos en St Pancras con casi cuarenta minutos de tiempo. Estuvimos dando un paseo por la estación hasta que Bea se fijó y vio que tenían los zapatos que le habían gustado en Selfridges pero de los que no tenían talla. Así que entre que tenían su talla y que tenían un 20% de descuento se decidió y ya tiene zapatos nuevos para la boda del sábado.
Entramos poco después en el Eurostar. Esta vez estaba más lleno que a la ida de gente con maletas. El viaje transcurrió de una forma más o menos plácida, contando lo que es llevar un bebé encima dos horas y cuarto que duró el trayecto. Cogimos esta vez el que va más rápido porque no para en ninguna de las estaciones del trayecto. Así que dos horas y cuarto después estábamos en París. La verdad es que París no es una ciudad que nos guste. Por culpa de ella todo el mundo tiene mal concepto de los franceses. Hacedme caso, los parisinos no reflejan lo que es un francés medio. Ni de broma. El parisino es maleducado, malencarado y va a lo suyo. Si uno entra en una tienda en París tiene todas las papeletas de que le miren con cara de asco como diciendo "a que narices vienes a molestar". No aguanto a la gente de París. Ejemplo práctico. En Londres de vez en cuando había que subir escaleras complicadas para salir o entrar en el metro. En las dos más fastidiadas nos ofrecieron ayuda. En una de hecho rechazaron nuestra negación de la ayuda y amablemente nos ayudaron a subir a Cloe. Lo harán por formalismo o por quedar bien, pero lo hacen. En París, que tiene una trayecto muy complicado en ese aspecto para moverse entre las estaciones de tren, nadie ni se digna a mirarte. Para más inri se metían delante del carrito atajando y si les dabas con las ruedas se quejaban ostensiblemente. Pero en serio, eso no es Francia. En Francia mil veces nos han ayudado o nos han parado amablemente para decirnos que nuestra hija era muy guapa. Nos han ayudado cuando nos hemos perdido. Hemos entablado conversaciones con gente desconocida sin entendernos mutuamente en el idioma. No, el francés no es el parisino, así que daos una vuelta por el resto de Francia y no perdáis mucho el tiempo (dos o tres días, no más) en una ciudad agreste y malencarada. Tras la segunda disertación del día deciros que llegamos a Montparnasse catorce paradas después (manía tienen en París de poner las paradas una a dos metros de la otra, 14 paradas en cinco kilómetros) bien. Allí comimos dos bocadillos en un Paul y seguimos camino.
El tren de París a Burdeos son tres horas y media. Hasta Poitiers el tren va realmente rápido pero de ahí en adelante la vía no soporta la velocidad máxima del tren así que están construyendo una nueva. Mientras tanto son tres horas y media de trayecto, que tampoco es excesivo para 600 km de trayecto. Llegamos a Burdeos cansados a las nueve y media pasadas. A esas horas difícil comer. Para nosotros eran las ocho y media (cosas del cambio horario) así que cogimos el coche y empezamos a hacer camino. Esta noche dormimos en Hossegor, un pueblo cercano a Capbreton. Teníamos 175 km desde Burdeos hasta allí, así que hicimos algo de camino antes de parar a comer en un McDonalds. Allí cogimos unos nuggets (fáciles de comer en marcha) y preparamos el biberón de Cloe que también se comió en ruta mientras veía Peppa Pig tan pancha. Llegamos a eso de las doce y media hora local al hotel 202 en Hossegor. Deciros que es un muy buen hotel quitando que tiene moqueta (obviamos el peludo detalle porque hoteles decentes con recepción 24h por la zona había muy muy pocos). Del hotel decir que la habitación es grande, con terraza, ducha y bañera y que el recepcionista de la noche hablaba inglés y la de la mañana hablaba español. Hotel anotado como buen sitio al que volver.
A la mañana siguiente nos levantamos algo tarde. Salimos del hotel y nos fuimos a hacer la compra en el Carrefour de Anglet como siempre. Es el más grande de la zona y tiene mucha variedad de cosas. Tras hacer la compra nos quedamos a comer allí sendas croque monsieur (tostada con jamón, bechamel y queso gratinado) y le dimos de comer a Cloe. Salimos algo tarde con el coche a hacer kilómetros. El buen tiempo anima porque nos quedan setecientos por hacer. La siguiente parada fue ya cerca de Unquera. Allí conocemos gracias a unos amigos un sitio llamado Royal III. Es una cafetería de carretera que tiene buenos precios, buenos pasteles y unas corbatas de Unquera enormes para llevar. Desde allí ya no paramos hasta muy cerca de Asturias. Cogimos algo para cenar sobre la marcha de lo que habíamos comprado y preparamos otro biberón. Volvimos todos a cenar en la carretera haciendo los últimos kilometros hasta casa.
Ha sido un viaje estupendo. Es algo duro como ya os contaba estar en una gran ciudad con un bebé, pero es muy satisfactorio. Ella no recordará nada de esto cuando sea mayor, pero podrá ver estas fotos y leer este blog y ver que se lo pasó muy bien. Que ha sido muy feliz y que nos ha hecho felices a los dos. Y ver lo que ha vuelto a crecer y madurar, que es la leche. Ha aumentado mucho su vocabulario, se expresa ya con frases en algunas situaciones y se la ve más segura en sí misma y en lo que quiere. Y sobre todo tiene muchísima curiosidad por lo que ve. Es lo que tiene el estar todos los días descubriendo cosas distíntas. Más duro será lidiar con su depresión post vacacional.
Poco más que decir, nos vemos en el próximo viaje!
P.D.: A ver si escribís algo en los comentarios, so vagos, ¡que sabemos que nos leéis!
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