Hoy, como siempre que salimos de Pamplona, se nos pegaron las sábanas. Solemos aprovechar la última noche para charlar y al acostarnos tarde cuesta levantarse e irse de dónde nos tratan tan bien. Así que pasadas las doce salimos en dirección a Burdeos. Mañana hacemos el viaje en tren a Londres y hoy no tenemos mucha pisa. Simplemente hay que llegar hasta el hotel reservado en las cercanías de la ciudad. Así que viendo la hora que era y con Cloe entregada a Peppa Pig pensamos. ¿Ir a Biarritz? Acabamos de estar hace muy poco. ¿Y si vamos a alguno de los pueblos costeros de las Landas en los que nunca hemos estado? Así que decidimos ir al que más cerca queda de la autopista, que paulatinamente se va alejando de la costa según pasan los kilómetros.
Capbreton fue el destino elegido para comer. Llegamos ya a las tres y cuarto así que no teníamos muchas esperanzas de comer en ningún sitio. El pueblo tenía no demasiada vida ya que lo que vemos es un pueblo de veraneo lleno de viviendas unifamiliares y edificios bajos de apartamentos. Buscamos el puerto deportivo pero no encontramos allí dónde comer. Como última opción nos quedaba recurrir al McDonalds pero finalmente, en la playa, encontramos un sitio donde comer. Bea se comió una Croque Monsieur (sandwich con jamón cocido, bechamel y queso gratinado) y yo un bocadillo de pollo con albahaca.
Cloe se comió la mitad de mis patatas fritas mientras miraba ávidamente a la playa. La verdad es que era imposible decirle que no. 27ºC, sol, una muy leve brisa y la arena fina que nos decía "¡bajad, leches!". Así que terminamos de comer y bajamos a la playa. La falta de previsión hizo que no llevásemos bañadores. ¿A Londres? ¿Para qué? Así que estuvimos en la playa en ropa interior y nos bañamos con ella.
El agua estaba de escándalo, a casi 24º. La niña se lo pasó como nunca, en la orilla sentada recibiendo a las olas, jugando con papá y mamá en el agua, "nadando"...
Daba pena sacarla del agua. Bastante tarde ya salimos de la playa. Daba mucha pena irse pero había que seguir camino y Cloe estaba rendida de tanta emoción.
Salimos de Capbreton a eso de las siete menos cuarto. Camino de Burdeos cogimos una caravana que nos retrasó y no pudimos llegar al hotel de hoy, el Gardenia, antes de las nueve menos cuarto. Siendo tan tarde decidimos cenar en el hotel. La cena fue muy regular, tirando a mala. Un risotto que pche, unos entremeses que peché y un confit de pato con patatas cocidas que pché pero es pato y es imposible que sepa mal. De postre un yogur y todo por 27€. Además de todo, caro. Pero en fin, se paga la comodidad porque tenemos que preparar la maleta para el viaje (parte de las cosas se quedarán en el coche) y Cloe está cansada y tiene que bañarse tras la playa. Así que aprovecho el tiempo escribiendo este blog y esperando ya mañana dormir en Londres.
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