Continuemos. Salimos del hotel bajo un sol radiante camino de el castillo de Bodiam.
Pensamos en ir al Leeds Castle (que está cerca de Leeds pueblo, no de esa ciudad que casi le quita una champions al Madrid) pero la relación calidad/precio de la visita no lo justificaba. Es un castillo privado y clavan 21 libras por cabeza por entrar y no puedes verlo todo ya que hay muchos sitios ocupados por habitaciones (funciona como hotel). Así que como queríamos ver un castillo mono y con foso nos fuimos al de Bodiam que pintaba muy bien y era cerca. Así que tras recorrer unos 45 minutos de camino por esas cutres (pero preciosas) carreteras inglesas con todos esos coches yendo por el lado malo, llegamos al castillo. Aparcamos el coche previo pago de 3 libras y pagamos religiosamente la entrada de 16 libras por los dos (Cloe no). El castillo pertenece a una organización gubernamental llamada National Trust que se encarga de velar por el patrimonio nacional. Si viajais durante muchos días por Inglaterra por 41 libras podréis acceder a muchos sitios a precios reducidos o incluso gratis. Eso, que aparcamos y de primeras había unos robles inmensos y un montón de patos comiendo bellotas. Ojo, que no eran patos cualquiera, eran de esos de las tallas de madera. Con su parte del ala violeta. Esos mismos. Cloe se puso a perseguirlos y se lo pasó genial. El castillo estaba muy bien conservado. Data del siglo XIV y aunque nunca hubo batalla en él (de hecho se comenta que su utilidad como fortificación era muy limitada) el ver un castillo rodeado por un foso parece de película. Entramos e hicimos lo típico. Subimos a los torreones, vimos alguna explicación sobre para que servían las salas y vimos algunas armas y armaduras.
El interior del castillo está muy pelado, la verdad. No hay mobiliario y aunque es muy chulo verlo por dentro no os espereis salas profusamente decoradas ni nada similar, el valor de la visita es meramente histórico arquitectónico. Tras un buen rato paseando por el castillo y subiendo y bajando escaleras empinadas volvimos camino del coche mientras Cloe disfrutaba de los patos una vez más. Antes de irnos decidimos parar en la cafetería y la tienda y terminamos comiendo allí a la muy razonable hora de las doce y media. Porque sí, estamos tratando de hacer vida local (y más yendo por pueblos) así que comemos y cenamos cuando todo el mundo. Comimos un sandwich, un poco de fruta, unos scones y una salchicha envuelta en hojaldre. Todo esto lo tomamos en una terraza muy bonita que tenía la cafetería porque la verdada es que no hacía nada de viento y el sol picaba, así que cogimos una entre sol y sombra y se estaba maravillosamente bien.
Salimos de allí camino de Salisbury, pequeña ciudad del sur de Inglaterra de la que había oido hablar muy bien. En todo este viaje las paradas van a ser un tanto aleatorias porque este es nuestro primer viaje por la zona, va a ser corto y tengo escogidas mil cosas para ver. No va a dar mucho tiempo a ver zonas en profundidad, ni siquiera a recorrer mucho porque las distancias con estas carreteras son bastante largas. Así que hoy apetecía Salisbury. Por el camino que nos mandó el GPS (el supuestamente rápido) vimos un gran problema que tiene el sistema de circulación del sur de inglaterra. Si vas por el camino corto lleva mucho tiempo, si vas por el largo eso supone circunvalar Londres desde muy lejos (pongamos a 50 km) que va la radial más exterior. Esto hace que esas radiales soporte muchísimo tráfico porque te va a compensar ir por ellas en vez de ir derecho. Así que hicimos esa vuelta y estuvimos un par de horas rodeados de muchísimo tráfico que, eso sí, no iba muy rápido porque no podía. Así que tras unas horas llegamos a Salisbury y aparcamos en un pequeño aparcamiento de zona azul en el centro de la ciudad, muy muy cerca de la catedral.
Porque amigos, si algo destaca de este sitio es esta maravilla de catedral. Ya no es solo que la catedral sea precioso por si sola, es el entorno. En muchas catedrales que hemos visitado pasa lo mismo, están engullidas por el entorno. Están en medio de zonas viejas rodeadas de casas a pocos metros de distancia (como en Tours) o tiene calles con tráfico delante (como en Orleans). Esta catedral está rodeada de un parque al estilo inglés, con mucho césped y algunos árboles muy antiguos para dar aun más majestuosidad al conjunto. La estampa es preciosa. El sol del atardecer da unos tonos anaranjados sobre el conjunto. El cesped es verde intenso. Por el medio de él hay gente charlando y estudiando. Te deja boquiabierto. Entramos y por dentro impresiona también. Es altísima. El claustro es enorme (es el más grande de Inglaterra) y lo rodeamos para verlo en todo su esplendor. Cuando finaliazamos la visita nos fuimos al pueblo, en el que estaban cerrando todas las tiendas. Paseamos y paseamos entre casas algo más recientes y casas de entramado de madera. También hay las típicas casas inglesas de piedra gris con enredaderas subiendo por sus paredes. Muy buen ambiente por la ciudad. Encontramos un paseo hecho al lado del río en un canal hecho para el molino, que ahora es cervecería. Allí vemos un parque con columpios y Cloe se emociona. Nos quedamos un buen rato jugando con ella en los columpios y el tobogán, que parece hecho a su medida para que le suponga pequeños retos que pueda asumir. Cuando vemos que la gente se retira nos vamos a buscar donde cenar.
No había muchas ganas de pensar esta vez y terminamos en un wagamama. Bea se tomó un ramen antifrío, Cloe un menú de arroz, algunas verduras y pollo rebozado en panko y yo un curry con mucho cilantro y lemongrass. Todo muy rico aunque nuestros platos picaban y a Bea le terminó resultando algo cargante. Cloe se lo pasó pipa (y comió!) con unos palillos infantiles que le trajeron de cubiertos aunque regó comida por doquier. Cansados ya nos despedimos de Salisbury camino del hotel, otro de esos Bed & Breakfast rurales que tanto me gusta. Una casa con techo de esos de paja que se ven en las películas y que es muuuy antiguo y tiene las paredes torcidas como tenía la casa de la aldea de mis abuelos. ¡Buenas noches!
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