viernes, 11 de septiembre de 2015

Destination Unknown Again: Etretat, Ferry y Canterbury

Vaya día el de hoy, completito completito. Nos levantamos en nuestra casa particular en medio de la alta Normandía, viendo caballos por la ventana y tomando un desayuno para coger fuerzas. Hacía sol fuera y eso nos levantaba el ánimo. Panes caseros, una especie de mezcla de pan y croissant, unos tés y salimos Cloe y yo a despedirnos del gato y los caballos. Un rato después salimos los tres hacia Étretat.

Éretat está en la zona de los acantilados blancos de Francia. Todo el mundo conoce los acantilados de Dover, pero mucha menos gente conoce que hay acantilados similares en el lado francés, en la costa de la alta normandía poco después de Le Havre. Aparcamos en Étretat, uno de los sitios más famosos para verlos a poca distancia de la playa y la zona peatonal. Un pequeño paseo y llegamos a la playa, que parecía tomada por la tercera edad. La vista cuando uno llega al mar es espectacular. La playa es de cantos rodados bien gordos, de los que uno esperaría encontrar en un río. A los lados, dos salvajes acantilados blancos. El de la izquierda tiene un arco que se sujeta por un lado en una aguja que sobresale altísima desde el mar. Nos sentamos en las rocas un rato con Cloe admirando el paisaje y jugando con las piedras. Decidimos subir a la capilla que había en el extremo derecho para tener una mejor perspectiva. Empezamos a subir escaleras con Cloe en el colo. Era una subida bastante larga y al llegar arriba las fuerzas flaqueaban pero lo conseguimos. ¡Pedazo vista! Desde arriba pudimos ver que en el lado contrario hay un campo de golf y que haya muchos más acantilados. De hecho vimos una ruta de senderismo que tiene que ser impresionante. La dejaremos para cuando Cloe sea más grande. Anduvimos simplemente unas decenas de metros para ver un poco de acantilados más y nos sorprendimos con las gárgolas de peces que había en la capilla. Un rato depués bajamos hasta el coche y continuamos rumbo norte.

Nos quedaban más de dos horas y media de camino para llegar a Calais. Por el camino paramos en una de las increíbles áreas de servicio francesas (esta tenía una laguna y patos) para comer frugalmente y poder llegar sin preocupaciones a nuestro barco, que partía a las 16:05 en dirección a Dover. Era nuestra primera experiencia en el ferry del canal y nos emocionaba. Se que es una tontería, pero estas pequeñas cosas nos gustan mucho y nos hacen ilusión. Así que con Cloe durmiendo llegamos al control policial. Los franceses pasaron olímpicamente de nosotros (ellos nos dejaban irnos si queríamos) mientras que los ingleses se lo tomaron más en serio. Allí para verle bien la cara a Cloe la despertaron, los muy repugnantes. Desde allí pasamos por las aduanas (que pasaron de nuevo de nosotros) y del control de la naviera, que simplemente leyó mi matrícula y nos dio las indicaciones para poder embarcar. Y un rato de espera después allí estábamos a bordo del barco con el que cruzaríamos. La verdad es que fue bastante entretenido. Entre salir del puerto de Calais, merendar con Cloe en cubierta, dar una vuelta por el barco, ver el duty free y volver a  cubierta para ver los preciosos acantilados de Dover, se nos pasó el viaje en un pis pas.

Y alli estábamos, en Dover, conduciendo por la izquierda. Otra pequeña cosa que nos daba emoción al viaje. La pena fue que era ya muy tarde y no pudimos parar en el castillo, cosa que me dio algo de pena. En fin, que sin ninguna incidencia, un rato después estábamos en Canterbury. Aquí la idea principal era ver la catedral, que es una de las más bonitas catedrales del gótico inglés.
Aparcamos muy cerca del centro en zona azul y nos fuimos a dar un paseo. La verdad es que el pueblo es increiblemente bonito. Casas muy cuidadas de marcado estilo inglés, buen ambiente en la calle y una catedral que por desgracia no pudimos ver por dentro. Eso sí, pudimos ver el exterior y el claustro que nos encantaron. Rodeada además por unos jardines que la hacían aun más bonita, la catedral me gustó mucho mucho. Decidimos pues irnos a cenar a una hora inglesa y, tras dar una vuelta, acabamos en una cadena de hamburgueserías, el Byron. Allí según llegamos a Cloe le dieron para pintar y ya se puso contenta. Comimos Bea y yo sendas hamburguesas y le pedimos una pequeñita a Cloe. Teníais que verla comer, ¡devoró! Lo curioso es que lo primero que se comió fue unos trozos de zanahoria cruda que venía con la comida. Comió estupendamente y nosotros también. Así que satisfechos nos fuimos hasta el hotel, el Kent House B&B en el que no había nadie en recepción pero estaban las llaves abajo así que nos servimos nosotros mismos y nos subimos a la habitación a tomar un baño en la impresioante bañera antes de dormir.


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