Día de transición el de hoy, largo viaje nos esperaba. Nos levantamos muy pronto para desayunar con Flo y Carmen (y para hacerles llegar tarde a trabajar). Nos quedaban por delante seis horas de carretera camino de Crouzilles, un pueblo a media hora de Tours, en pleno valle del Loira. Nuestro camino hacia el norte comienza. Decidimos hacer una parada para pasear justo en el medio, en Burdeos.
Burdeos es una ciudad de conocemos ya de varias visitas. Enclavada en las orillas del Garona es una ciudad muy muy viva. Aparcamos ya en el parking de siempre (el de la Catedral) y nos pusimos a pasear por el centro. El centro peatonal y comercial de la ciudad estaba atestado de gente. Siempre lo está, no se cuando trabaja esta gente, pero es una pasada. Todas las calles están repletas de pequeños y grandes comercios, con centros comerciales a la antigua usanza enclavados en el medio como un edificio más (las Galerías Lafayette, por ejemplo). Paseamos las calles peatonales arriba y abajo, sin mucha fortuna con las compras. Decidimos parar a comer en una creperie (Creperie du Galet). La comida fue sencilla pero rica, con Bea y yo tomando unas creps de vieira (aunque la mía con sidra estaba más rica).
Tras la comida nos fuimos otro rato de paseo a recorrer más calles del centro con la misma impresión. Me traía recuerdos de cuando las calles comerciales estaban abarrotadas en Coruña un día normal de semana (recordad que era lunes) y no estaba todo el mundo en los centros comerciales de los polígonos. En fin, que un rato más tarde arrancamos camino de Crouzilles.
Poco que contar de camino, básicamente fue autopista y más autopista, que alguna aprovechó para dormir la siesta. Llegamos a eso de las siete a Crouzilles y allí fuimos recibidos en el Domaine les Feuillants por Delphine y Thierry que nos hicieron sentir como en casa. Cloe estaba en su salsa en el jardín de la casa, entre la casa de juguete que había fuera, la perrita Juliette, el gato George, las flores del jardín... Se volvía loca por ir a la piscina pero el sol ya estaba muy bajo y hacía algo de fresco como para meterse. Así que nos fuimos a cenar al restaurante que hay pegado al hotel, el Au Bon Accueil. Cloe cenó un menú infantil de hamburguesa con patatas fritas, Bea cenó perca que le gustó mucho a Cloe y yo cené ancas de rana. De postre nos tomamos una mousse de chocolate y una creme brulee. Todo muy rico, así que salimos de allí satisfechos dispuestos a dormir hasta mañana.
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