Nos despertamos en Hamburgo con buen tiempo y ganas de volver a bajar a la ciudad. Salimos del hotel hacia la iglesia de St Michael, cuya torre es el símbolo de la ciudad. Por el camino paramos a curiosear en lo que es una de las tiendas de productos de motos más famosa, Louis. Desde España es muy típico hacer pedidos a la web porque tienen unos precios increíbles, así que fuimos a curiosear por aquello de que nos hacía coña y Bea tiene los guantes de la moto destrozados. Al final no encontramos nada y seguimos hacia la iglesia.
La idea principal de ir a St Michael era subir a la torre, que ofrece una panorámica estupenda de la ciudad. Aparcamos sin problemas junto a ella y compramos las entradas. Al comprarlas nos comentaron que si queríamos subir en ascensor había unos quince minutos de cola y que si queríamos evitarla subiéramos a pie. Pues nada, un poco de ejercicio mañanero no viene mal a nadie. Algo cansados llegamos arriba y pudimos ver lo que es Hamburgo. La ciudad es un tanto peculiar, porque el río Elba la recorre de lado a lado pero, como pasa en otras ciudades importantes con río (véase Lisboa) la ciudad no está mirando hacia él. El río está repleto de astilleros y muelles de carga, pero no se centra allí la vida. La ciudad se centra en un lago artificial construido para uso y disfrute de los habitantes de la misma. Vemos muchos veleros recorriéndolo y decidimos volver a la zona hoy, a ver si estaba mása movidita. Después de estar un buen rato, como el hambre apretaba, nos fuimos a comer a un restaurante cercano. Bea se tomó unos medallones de tres tipos de carne y yo uno de los platos tradicionales de Hamburgo, el
Labskaus. Aunque la pinta no sea muy buena os aseguro que estaba muy rico. De allí bajamos a la zona del ayuntamiento, junto al lago.
Ya cuando llegábamos vimos el bullicio. Pero vamos, que estaba a reventar de gente. Aparcamos el coche y paseamos. Como se notaba que estaban los comercios abiertos. Colas interminables para comprar un helado, gente a patadas por todos sitios y coches por todos lados. Y pasta, mucha pasta. Cochazos a mogollón. Pues nada, a pasear sea dicho. Nos recorrimos las principales arterias comerciales comprando algún regalito y cuando nos cansamos salimos hacia Bremen. La verdad es que Hamburgo nos ha gustado mucho. Salimos a eso de las cinco y media de la tarde hacia Bremen, a unos 120km de distancia.
Bremen, pues no se que decir. Tiene una parte antigua interesante, con unos cuantos edificios muy bonitos (pero mucho), que vereis en las fotos de google y en mil postales. El ambiente en general de la ciudad es animado, pero le falta algo. Es algo de lo que pecan algunas ciudades alemanas como Colonia, y es que es son ciudades demasiado modernas y racionales, lo que quizás sea muy cómodo para sus habitantes pero haace que le falte algo al visitante. Nos dimos un paseillo por la ciudad de un par de horas y la abandonamos, camino de nuestro hotel, en Bad Zwischenahn, un lago cercano a Bremen. Allí cenamos un filte empanado al estilo alemán y lomo de cerdo relleno. Con el bandullo lleno nos fuimos para cama. ¡Mañana toca llegar a Holanda!
La ruta del día,
aquí.
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