El día de hoy amaneció feo pero aguantaba sin llover. Decidimos dejar las maletas en el hotel y dar la última vuelta por Amsterdam, ciudad que nos encanta y nos cautiva. El primer fastidio del día es que el presidente turco estaba en la ciudad. Supongo que por miedo a los posibles atentados kurdos (los kurdos que caen tan bien a los americanos cuando están en territorio irakí pero fatal cuando están en el lado turco, cosas de la geopolítica) el centro estaba blindado. Cuando me refiero a blindado es que hasta nuestro tranvía se desviaba de su ruta habitual, supongo que por miedo a un tranvía bomba, paranoicos que son estos holandeses. Pues nada, como nos desviaban pues seguimos camino y nos bajamos, como no, en Leidseplein. Ese sitio tiene un imán, no se que narices pasa. Pues nada, ya que estábamos allí nos fuimos a un museo que tienen montado unos fabricantes de diamantes. Más que nada la visita era por ver un poco el proceso de pulido y abrillantado de los diamantes. La verdad es que el sitio es un poco guirilandia e incluso, sin tener mucho ojo, nos pareció algo caro para lo que vendían. Nos recordó lo que nos había pasado visitando las bodegas de los productores de champagne donde en una tienda del pueblo las cosas eran más baratas que comprándolas directamente al fabricante. Intento de timar a los turistas, supongo. En fin, que lo que más nos motivaba lo estuvimso viendo en vivo y en directo, y era el pulido de los diamantes, para convertir lo que es una roca sin vida en algo realmente bonito. La verdad es que es un proceso arduo y laborioso, donde se pule cada cara muy poco a poco y se obverva con una lupa como ha quedado para, a continuación, seguir trabajando esa cara una y otra vez hasta dejarlo perfecto. Pensando que alguno de los mejores cortes tiene más de cien caras, el trabajo es de chinos.
Salimos de allí caminando hacia la plaza Dam y por el camino nos topamos con el mercado de las flores. Mil variedades de bulbos, predominando los tulipanes, supongo que por aquello del turisteo. Dimos una vueltecilla y compramos unos cuantos para nosotros y para regalar. Seguimos caminando viendo un Amsterdam sin coches y sin transporte alguno, blindado completamente. El palacio real de la plaza Dam estaba cercado por vallas, policías y agentes de seguridad. Caminamos hacia la primera parada de tranvía que encontramos y de allí al park + ride, a recoger el coche antes de salir hacia el hotel a coger las maletas. Quitando el hecho de que el de la caja nos quiso escaquear la vuelta (cuatro euros), la verdad es que es un buen método para dejar el coche en Amsterdam. Por ocho euros al día (aunque un máximo de 4 días), uno puede dejar el coche en un parking cubierto y vigilado y de regalo dos viajes por ocupante del coche (a 2,70€ cada viaje). Entre el paseo, ir a por el coche y los líos varios, nos dieron las dos de la tarde. Decidimos ir a visitar Volendam.
Volendam es otro de esos destinos turísticos pintorescos de Holanda. Aparacamos en la plaza del pueblo y os recomiendo llevar de aquí un disco de esos de parking para poner la hora de llegada. En caso contrario no les vale el método de escribirla en un papelito y hay que comprar uno a un módico precio de 2€ en información turísitica. Tras el trámite, con algo de lluvia y un viento gélido, nos adentramos en las calles. El pueblo es muy bonito, aunque quizás es demasiado turístico. La cercanía a Amsterdam no ayuda porque en la ciudad se ofrecen en mil sitios excusiones a Volendam. El pueblo en sí es bonito porque es todo casas pequeñas rodeadas por canales. Los canales cada poco tienen pequeños puentes levadizos, no más anchos de dos o tres metros. Al otro lado del pueblo, el mar. Bueno, realmente no es el mar porque es el mar interior que está protegido por el dique que os enseñamos el otro día y el agua es dulce. Pero vamos, que la pinta que tiene es de mar, y estar estaba realmente picado. Paseamos por el puerto como buenamente pudimos, entre lluvia fina arrastrada por el viento. Y viento, mucho viento. Realmente estábamos algo incómodos así que nos fuimos, no sin antes parar en una panadería y en un supermercado para comprar avituallamiento. Como estábamos cansados y ya era algo tarde, nos fuimos al hotel, a un pequeño pueblo cercano a La Haya, llamado Zoetermeer. Eso sí, si alguno de vosotros quiere coger un coche de alquiler en Amsterdam para ver los alrededores, no lo hagais. Ni de coña. Pero vamos, que NO. Holanda es precioso para ir en tren, o como mucho en una excursión organizada donde no tengais que conducir, pero lo mejor, el tren y la bici. Amsterdam dentro de la ciudad es aceptable para conducir, pero su circunvalación es un atasco permanente y muchas carreteras del norte de Holanda lo son.
Cuando llegamos al hotel, el de recepción me enseña la habitación que habíamos reservado y resulta que la habían cagado. Alguien había dado nuestra habitación y no tenían más normales así que nos dieron la única disponible, la suite nupcial. Pues nada, no nos íbamos a quejar, que no era plan. Más que nada por la bañera gigante de hidromasaje que había en medio de la habitación. Dejamos las cosas y bajamos a cenar un poco de salmón ahumado casero, una hamburguesa con queso azul y un poco de fish and chips antes de volver a la habitación a hacer unos largos. La ruta del día, ahora que volvemos a conducir, aquí.
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