El cielo seguía nublado cuando nos levantamos. Por la ventana veíamos al viento llevar algo que parecía nieve pero no en gran cantidad y no llegaba a cuajar. Era como si la humedad del aire se condensase en pequeños copos de hielo. Cuando pagábamos en el hotel nos ofrecieron un café (no teníamos desayuno incluido) y lo aceptamos. Era una treta del camarero/recepcionista para conversar un rato y sacarnos de dónde veníamos y a dónde íbamos y lo sorprendimos... Al salir rápidamente nos dimos cuenta de que hacía frío. Mucho frío. No ya por la temperatura ambiente, si no por el aire que cortaba la respiración. Sacamos el coche de donde estaba (solo se podía dejar allí hasta las diez) y nos fuimos hasta la catedral, que ayer nos la saltamos. La catedral de Lübeck es famosa porque fue la primera catedral de gótico de ladrillo del báltico. Cuando uno ve algo de ladrillo piensa en algo moderno. Pues he aquí una catedral que comenzó a construirse en el siglo XII y que se finalizó entre finales del XIII y principios del XIV que está hecha de ladrillo. El exterior es más impresionante que el interior (algo muy común por lo que vemos en las iglesias luteranas) pero merece muy mucho la pena pasearla. Con una grata impresión de Lübeck, salimos con el coche camino de Laboe.
Laboe es un pueblecito costero de turismo de playa al que íbamos por un motivo concreto y no por ir a la playa, como comprendereis. De hecho al llegar el día era bastante desagradable. No llovía pero el viento cortaba de tal manera que no sentíamos las manos. Y lo más gracioso del asunto es que había un montón de gente haciendo kite surf, con sus trajes de neopreno gordísimo y sus bermudas por fuera del traje seco por aquello de lucirlas. Pero el motivo de la visita a Laboe es que tienen un submarino alemán de la segunda guerra mundial perfectamente conservado y cuidado en medio de la playa, preparado para ser visitado. La historia de como acabó el sumarino ahí es curiosa. Los americanos capturaron el submarino y se lo dieron a los suecos para que lo usaran. Cuando los suecos decidieron que aquello ya iba viejo lo vendieron por un euro a unos chalados alemanes amantes del mundo naval y estos lo restauraron y lo llevaron a la playa para que la gente lo disfrutara (previo paso por caja, por supuesto). En fin, que disfruté como un enano (ya sabéis como me gustan estas cacharradas). El submarino es una pasada y es una locura pensar que se aventuraban con esto en medio del atlántico a cazar convoyes que se dirigían hacia UK. Hace un año me subí en un submarino de los 50-60 y este es mucho más estrecho e incómodo. Tenía que ser una locura pasar meses en él.
Terminada la visita nos dirigimos a Ribe, recorriendo por el camino el interior de Dinamarca. Ribe es la ciudad más antigua del país. Fundada a principios del siglo VIII se pueden ver muchos edificios de cientos de años, con sus entramados de madera y sus ladrillos. La catedral también merece mucho la pena. Paseamos un rato y nos fuimos a ver el Mar del Norte. En Laboe habíamos visto el Báltico y queríamos ver este mar antes de volver al Báltico. Buscamos desde Ribe como llegar al mar y acabamos en Esbjerg, importante puerto de ferries. Desde aquí sale, por ejemplo, el único ferry que comunica a Dinamarca con el Reino Unido. Siguiendo la costa buscando una playa acabamos encontrándonos con un monumento famoso del país, unas estatuas llamadas "Men at sea". Son cuatro gigantes blancos sentados mirando al mar. Es un monumento muy reciente (de 1995) pero se ha convertido rápidamente en algo muy reconocible. La verdad es que quedan estupendamente en donde están y nos han encantado. Bea se dedicó a tocar el mar, como hace en todas las playas, a ver si estaba taan frío como el báltico (no) y decidimos irnos hacia Kolding, donde teníamos el hotel.
En Kolding recorrimos una parte del fiordo para llegar al hotel, dejar las maletas y salir a cenar hoy que es sábado. La guía que me traje decía que el pueblo era animado y que había mucho ambiente, pero nosotros no lo encontramos del todo. Buscamos por el centro algún sitio donde cenar y la verdad es que no nos gustó mucho nada. Buscando por inernet encontramos un sitio con muy buena pinta a dos km y allí fuimos, pero resultó que no teníamos reserva y ellos no tenían mesa para nosotros. Enfadados por el hecho de que nos hubieran tenido esperando un buen rato y sin muchas opciones nos volvimos al hotel a cenar. En el hotel nos encontramos con que la cocina era cocina moderna danesa. Pues nada, de perdidos al río y allí nos cenamos el menú que tenían; unas mini vieiras (parecían zamburiñas) bien cocinadas pero lo que las acompañaba no nos decía demasiado. Luego un poco de cordero que estaba bien pero tenía bastante grasa y unos postres que... en fin, raros raros. La verdad es que la cena mal no estuvo, pero tampoco nos ha dicho nada del otro mundo. A estas horas todavía no sabemos que haremos mañana ya que aunque hará buen tiempo, pasado parece que ya llueve y que el tiempo estará inestable en Suecia y Dinamarca toda la semana. El clima decidirá cuanto tiempo pasaremos por estas latitudes. La verdad es que la parte danesa del día de hoy ha sido bastante normalita, no hemos calado a este país lo suficiente como para saber si nos gusta, pero creemos que es mucho más disfrutable con calor, en verano, disfrutando de playas y lagos más que de pueblos y ciudades. Falta algo de chispa, de vida, de sangre. Mañana, segunda oportunidad para opinar.
La ruta, aquí
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