Desayunamos hoy como animales para coger fuerzas para el viaje y partimos hacia Holanda. La idea era dormir en Amsterdam hoy. Por el camino, paramos en Afsluitdjik (!). Afsluitdjik es un dique enorme que protge media Holanda. Lo más bonito del dique es ver por un lado el mar y por otro lado el gigante lago interior que es de agua dulce. Por el camino paramos en una torre a la que se puede subir para ver a ambos lados a lontananza. La vista es espectacular y el trabajo realizado por los holandeses es encomiable. Paramos a tomar un café y a coger calor (hace un viento de mil demonios y el aire frío corta la respiración) y seguimos camino hacia Amsterdam, a la que llegamos a eso de las dos de la tarde, listos y dispuestos a pasear la ciudad. El hotel está muy cerca del centro, pero sin estarlo del todo. Aun así aparcar es imposible así que, preguntando en el hotel, aparcamos en un park + ride que está a 10 minutos en coche de allí y que solo nos cuesta 8€ al día. Después de todos estos trámites, nos vamos al centro.
Yo era ya la segunda vez que venía a la ciudad, pero había venido sin Bea y estaba deseando traerla. La fama de Amsterdam es que es una ciudad de fulanas, alcohol y drogas. Pero es muuucho más que eso. Es una ciudad preciosa, de canales, cientos de edificios que tienen, al menos, dos siglos de antiguedad. Es una ciudad de restaurantes mirando hacia bonitos canales levemente iluminados por las noches, es una ciudad de casas barco y lo es también del diseño. Ojo, que no estoy diciendo que lo otro no lo sea también, pero no es lo único ni mucho menos. En fin, salimos del parking tras dejar las cosas en el hotel y cogimos un tranvía hacia la plaza Dam, que viene siendo lo que marca el centro de la ciudad. La plaza es básicamente un monolito rodeado de edificios históricos más o menos bonitos. De allí empezamos, como no, a deambular. Más o menos siguiendo a la manada de gente, ya que en esta ciudad hay gente por todos lados. Y como en todos los centros de las ciudades, tiendas y más tiendas. Ah, y sitios para comer a cualquier hora por toda esta zona. Caminamos algo así como tres horas antes de parar a tomar algo y seguir camino hacia la zona de la estación central, donde cogimos un barco que durante una hora nos llevó por los canales y el puerto. Cuando acabamos, ya de noche, la siguiente parada fue el barrio rojo.
Por mucho que suene sórdido y que tenga partes que lo sean realmente, el barrio rojo es algo para todos los públicos. Que sí, que hay fulanas en escaparates, pero vamos, que no se ve nada (de hecho se ve menos) comparado a lo que se vería en una playa. Y vamos, que hay muchos sitios de stiptease y de espectáculos de sexo en vivo, pero que ahí uno no ve nada si no paga. De esta manera cuando se pasea por el barrio rojo uno se encuentra dos tipos de público. Por un lado los que si van de farra y de fulanas, y por otro a hordas de turistas, con edades comprendidas entre los 18 y los 80 años, caminando por las calles como lo harían por cualquier otro sitio de la ciudad. Además la zona está bastante animada en cuanto a restaurantes y cafeterías, lo que hace más leve si cabe el asunto. En fin, que nos recorrimos la zona y luego salimos de allí buscando donde cenar. Tras dar vueltas y un tanto desesperados porque era domingo y muchos sitios estaban cerrados, acabamos en una pizzería que ya conocía de mi antiguo viaje a Amsterdam. Allí nos cenamos una pizza y una lasaña con unas cervezas realmente baratas. Eso sí, los de la pizzería eran turcos y parte de la comida fue con música árabe y la otra con Manolo Escobar. Risas aseguradas, oigaaaaaaa!
La ruta del día de hoy,
aquí por cortesía de la casa
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