Hoy nos despertamos con una previsión de tiempo de 16-17ºC y sol radiante. Nos levantamos a desayunar en el hotel (en Alemania casi todos los hoteles al reservar te obligan a cogerlos con desayuno) y acabamos de planear el día. Salimos descansados y animados camino de Nuremberg, a escasos 30Km de donde estábamos alojados.
Núremberg (Nurberg en alemán) tiene un espectacular casco histórico, aunque gran parte de él no es el orginial sino una reconstrucción ya que la ciudad fue bombardeada en repetidas ocasiones durante la segunda guerra mundial, reduciendo la ciudad a poco más que escombros. Sin embargo el proceso de restauración ha dejado la ciudad en un estado excelente. En fin, que nos dirigimos a aparcar en un paarking del casco antiguo, al lado mismo del ayuntamiento. Nada más salir nos dimos cuenta de que nos habíamos abrigado de más y que realmente hacía calor y el viento que soplaba era mínimo. Según doblamos una esquina nos encontramos con una plaza en el que un mercadillo la llenaba de vida. Todo tipo de fiambres, quesos, adornos de pascua, sombreros, cerámica... Realmente había vida a raudales en la calle. Un montón de gente paseando y muchos adornos de huevos de pascua escondidos por aquí y por allá. La ciudad tiene plazas y recovecos con iglesias por todos lados. Paseamos y paseamos viendo como la gente empezaba a llenar las terrazas para tomar un café, una ceveza o, directamente, comer al sol. Cansados de caminar (llevábamos ya dos horas arriba y abajo) buscamos donde comer alejados del bullicio de las calles principales. Y allí, a 100 metros del coche, encontramos un sitio en la parte trasera de una iglesia, al sol y con un poco de brisa que aliviara el calor. Nos sentamos y disfrutamos de un poco de comida local. Dimos cuenta de unas carrilleras de buey, una milanesa y unas bebidas, todo acompañado por una ensalada de brecol y unas patatas con pepino. Total de la cuenta, 24€. Y ahora que alguien me cuente en que ciudad de España de medio millón de habitantes se come, a 100 metros de ayuntamiento, en una terraza, dos platos de buena comida como esos por ese precio. Y sin contar que esta gente cobra el doble que nosotros.
En fin, que decidimos antes de irnos subir a ver el castillo, que, como no, estaba cubierto por andamios porque estaban arreglando el tejado. Dimos una vueltecita alrededor para ver las vistas desde las murallas y decidimos no entrar. Salimos de Núremberg muy animados aunque algo cansados, camino de Herzogenaurach.
De Herzogenaurach poco que contar. El pueblo es famoso porque alberega las sedes de Adidas y Puma. Ambas son propiedad (bueno, eran, porque ambos fallecieron ya) de dos hermanos que tenían una empresa conjunta pero que se cabrearon y cada uno se fue por su lado. Cuenta la leyenda que la ciudad está dividida entre los dos bandos y que los empleados de una no se mezclan con los de otra. Los niños van a colegios disntintos (pagado cada uno por su compañía), hay dos equipos de fútbol, dos institutos... En fin, que esta visita era eminentemente comercial porque ambas marcas tienen unos outlets enormes en el pueblo, y como nos quedaba cerca decidimos acercarnos a hacer unas compras. Salimos de allí a eso de las siete de la tarde (cerrando ya) y nos dirigimos a Hof, muy cerquita de la frontera checa (país que seguramente quede para otro viaje) para seguir avanzando hacia el norte, donde nos esperan ya temperaturas más acordes a la época del año en la que estamos. Cenamos en el hotel fiambre y queso que habíamos comprado en Francia con un pan maravilloso que compramos en Nuremberg. Las panaderías en Alemania son un caso aparte, más de 15 tipos de bollos distintos (de unos 2kg de peso cada uno) que se vendían al corte y cada cual con mejor pinta. Tras la deliciosa cena de hoy toca descansar que mañana empezaremos a ver la antigua RDF.
La ruta del día, aquí.
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