Otro día más en Amsterdam. Que ciudad más chula. Hoy se nos pegaron las sábanas un poco y bajamos a desayunar casi de últimos. Nos ponemos las botas y salimos a pasear. Hoy realmente no tenemos objetivos claros, ya que no nos apetecía meternos en museos. Por un lado me apetecía ir al museo de arte flamenco (me gusta bastante la pintura de aquí), pero por otro lado hace un día agradable (aunque haga frío) y apetece más pasear. Amsterdam es una ciudad para pasear y pasear. Recorrer los canales por una zona, por otra, buscar cafés y tiendas raras y particulares. Esquivar bicis que vienen a toda leche de todos lados, subir en tranvía, recorrer un puente tras otro. Así que decidimos ir a una zona que hay cerca de nuestro hotel conocida como "las nueve calles". Son nueve callecitas pequeñas llenas de tiendas curiosas y particulares. Desde la que vende ropa de segunda mano, los que la venden vintage, pequeños restaurantes, tiendas de porcelana antigua, detalles y mil y un recuerdos de los de verdad, de los que nos gustan. Nada de aburridos souvenirs, si no de los de verdad, las curiosidades que encuentras en un sitio y que sólo tú sabes de donde son.
Comenzamos a recorrer las calles y el comienzo fue apoteósico. Primero nos perdimos en una tienda de cosas japonesas, donde había de todo. Desde libros hablando de recreativas, pasando por material para hacer origami y acabando en bentos (cajas para llevar comida sobre la que hay mil accesorios y una cultura culinaria impresionante). De allí pasamos a una tienda de curiosidades y tonterías por la que estuvimos un buen rato. Justo enfrente de esa tienda había una que se llamaba "Space oddity". Con ese nombre no había que perdérsela, así que llegamos y era un tienda de figuritas que tenía desde muñecos manga a cosas de series de TV. Salimos de allí y ya nos dispusimos a comer algo. Paramos en un pequeño restaurante/café/bar donde tomamos comida oriental. Muy rico todo. De allí seguimos paseando por las calles hasta casi las seis, hora en la que cierran los comercios. Caminando, caminando acabamos en la zona de Leidseplein, que no se como hacemos pero hemos acabado un montón de veces ya allí. Seis y media ya y cansados, así que nos cogemos un tranvía y nos vamos al hotel a descansar antes de bajar a cenar. El tranvía en esta ciudad funciona muy bien aunque es algo caro. Cuesta 2,70€ el billete (válido durante una hora) o por 7,50€ tienes 24h de viajes. Ojo, porque no es durante todo el día, son 24h con lo que es mucho mejor ya que si lo coges por la tarde el día que llegas te vale hasta la tarde del día siguiente.
En el hotel descansamos una horita antes de bajar a cenar. Buscando por internet encontré un japones con muy buena pinta, llamado Hosokawa que nos llevó, otra vez más, hasta Leidseplein. Cenamos un realmente espectacular sashimi, bacalao negro y un gambón antes del objetivo principal de la noche y que fue lo que nos llevó esa noche a volver a Leidseplein, el café Alto. El café alto es uno de los locales de jazz más prestigiosos de Amsterdam. Es un local realmente pequeño, alargado, con una barra a la entrada, una docena de mesas a los lados y un mini escenario al fondo. Lo estupendo del sitio es que hay jazz en vivo los siete días de la semana desde las diez y media hasta las dos de la madrugada. El local cierra a las tres todos los días menos los sábados que cierra a las cuatro. Desde fuera el local casi ni se ve. Una pequeña entrada y un rotulo luminoso diminuto en comparación con los locales contiguos. Cuando entramos, se respiraba ambiente. En el escenario un pianista, un contrabajista y un batería lo daban todo. Nos tomamos unas cervezas y nos quedamos a un lado en unos taburetes esperando por mesa. En cuanto tuvimos ocasión nos pusimos en una, en segunda fila, viendo el espectáculo por todo lo alto mientras saboreábamos una cerveza. Nos quedamos un buen rato allí hasta que, agotados, nos fuimos para el hotel a descansar.
1 comentario:
A mi también me gusta el arte flamenco. Sobre todo Paco de Lucía.
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