jueves, 16 de junio de 2011

Nunca es tarde si la dicha es buena (días 28, 29 y 30)

Como dice el refrán, nunca es tarde si la dicha es buena. El motivo por el que hay que escribir el blog todos los días es que a la vuelta siempre es mal momento para poder escribir. Además los recuerdos se van emborronando y uno no sabe muy bien lo que ha hecho o dejado de hacer alguno de los días del camino. Por fin hoy he tenido ganas, fuerzas y un buen estado de ánimo para poder escribir los dos días que faltaban del blog.

Nos levantamos somnolientos el día 4 de Junio en las afueras de Nantes y nos pusimos a dirigirnos hacia el sur, de vuelta ya a España. El día amaneció con una previsión meteorológica nada alagüeña que nos advertía de un frente desplazándose hacia el norte de Francia lo que haría que el cielo casi despejado que veíamos se convirtiera según fuéramos hacia el sur en algo de lluvia. Salimos de Nantes con dirección hacia el sur, a La Rochelle. Por el camino nos paramos a ver una catedral anunciada por un cartel de la autopista y que divisábamos a lo lejos. En Francia cada monumeto medianamente decente que hay tiene un cartel en la autopista. De esta forma es muy sencillo hacer turismo allí. Coges una autopista y cuando ves un cartel de esos vas siguiendo las indicaciones. Salimos de la autopista y paramos a ver una catedral de Luçon. La verdad es que salvando la torre no es nada del otro mundo. De hecho el claustro estaba bastante descuidado y algo sucio. Maja y nada más se podría decir. Vimos una boda saliendo de ella. Curiosa costumbre en Francia de que los coches piten todos al salir los novios de la boda y que los sigan pitando todo el rato. Es gente que no toca el claxon en su vida conduciendo salvo para celebrar una boda. Desde allí tratamos de llegar a la costa pero fue imposible. Resulta que en la costa próxima había un campeonato de triatlon y no había más que carreteras cortadas por todos lados. Decidimos seguir hacia La Rochelle y comer por el camino. Paramos a comer un menú en un restaurante. Unas ensaladas, algo de carne a la parrilla y unos postres y seguimos camino.

La Rochelle. La última vez que estuvimos aquí, en una de nuestras pasadas contrareloj, no paramos. Somos así. Llegamos, vimos la salida hacia la Ile de Re y al volver de la isla no paramos. La vista de lo que parecía la ciudad desde la isla no parecía nada alagüeña. Solo se veían almacenes y depósitos de combustible. Pero lasa apariencias engañan. Esta vez entramos hasta el centro de la ciudad. Segun llegamos lo que vemos es mucha gente, comercios abiertos, y un precioso pueblo de casas blancas. La piedra es muy parecida a la de la zona interior próxima a burdeos. Casas de piedra blanda y blanca desgastadas por el paso de los años. Muchas calles peatonales en el centro bulliciosas, llenas de vida y de turismo y calor. Mucho calor. Hemos de decir que estábamos preparados para que lloviera y de momento no solo es que no lloviera, es que hacía un calor de narices con un grado de humedad altísimo. Os puedo comentar que en este viaje hemos llegado a estar a 38ºC en Death Valley y el calor era muchísimo más soportable que los 26ºC de La Rochelle. Aparcamos en zona azul y salimos a caminar. Cogimos algo de bebida (ya no nos quedaba gran cosa en el coche) y nos dimos un paseo hacia el puerto, guardado celosamente por tres torres. Dos vigilaban la entrada del puerto y una tercera hacía de faro. La Rochelle en su día fue un puerto muy rico y se nota aquella prosperidad. Decidimos subir a la primera de las torres para poder tener una bonita vista y una nueva perspectiva. La torre de la margen izquierda tiene una arquitectura curiosa. Uno a simple vista podría suponer que una torre tendría una estancia o dos por planta, pero esta es casi un laberinto de pequeñas habitaciones, recovecos y escaleras empinadas. Sudorosos y agotados por el calor volvemos al coche.

Tras el día de ayer, con el cansancio del avión y el jet lag decidimos coger un hotel normalito de carretera. Pero esta noche hemos decidido darnos un pequeño lujazo y vamos a dormir en un pequeño chateu (más que castillo digamos que es una mansión convertida en hotel) llamado Hôtel L'yeuse, en las afueras de Cognac. La verdad es que nada más llegar el tiempo se puso feo pero no empeoró en nada la experiencia. El sitio es fabuloso, rodeado de jardines cuidados y al más puro estilo francés. Por la tarde me llamaron para preguntarme si deseaba reservar una mesa ya que el restaurante del hotel es prestigioso y las mesas son pocas y se suelen acabar entre los huéspedes. Como de perdidos al río decidimos aceptar y cenar esa noche allí, descansando de los km y del vuelo. Tras acomodarnos y descansar un poco en la habitación nos fuimos a cenar y vaya si cenamos. Nos decidimos por el menú degustación que consistía en tres platos y postre. Que maravilla de sabores y texturas. Todo además envuelto en un comedor palaciego y toda la pompa francesa. Cubertería de plata, camareros que sirven los platos cubiertos y los descubren delante de tí mientras te describen lo que comes. Todo delicadeza y con un distanciamiento entre los camareros (serios y formales) que nos choca al llegar de USA, donde los metres tratan de ser más tus amigos que tus sirvientes. Lo mejor de toda la cena fue el postre sin duda. Primero, como manda la tradición francesa, un carro de quesos donde eliges los que te apetezcan. Después un pre-postre delicado para preparar el paladar. A continuación el postre elegido y para terminar otro carrito donde elgegir un post-postre. En cuanto acabamos se nos ofreció tomar las infusiones en el salón y aceptamos. Nos quedamos casi dos horas conversando en un salón de butacones decorado con estanterías antiguas llenas de muchas botellas de cognac. Que maravilla y que relajados acabamos. Mañana estaríamos en España y ya desaparecería la magia.

El domingo nos levantamos con intención de llegar lo antes posible a Pamplona, para poder ver a Flo y a Carmen. Paramos antes de irnos en Cognac, paara ver un poco de pasada el pueblo y hacer alguna compra de regalo. Tras las compras seguimos carretera hasta Pamplona ya sin detenernos a más que a comer un sandwich en un área de descanso. Poco más que contar del día. Estuvimos de cháchara en casa de Flo y Carmen hasta que bajamos a cenar y estuvimos hasta la noche hablando y comentando cosas de la boda y el viaje. Al día siguiente, lunes, nos levantamos con ellos por la mañana y ya nos tuvimos que despedir. Volvímos a casa no sin antes parar en Francia de nuevo a hacer nuestras típicas compras de alimentación francesa y para llevar detalles al trabajo. Parece mucha vuelta pero la carretera del norte desde Pamplona pasa a poco más de 20 Km de la frontera así que merecía la pena. Casi 800 km después llegamos a casa, después de haber recorrido 3800 Km con el Civic y casi otros 5000 Km con el Jeep. Es cuanto tenga un ratito escribiré un post sobre conclusiones del viaje y la cantidad de cosas que nos han fascinado de este. ¡Gracias por leernos!

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