viernes, 13 de mayo de 2016

Al otro lado del mundo: Día 8 - Monte Takao y Kunitachi

Hoy toca un día fuera de los recorridos turísticos típicos. Esther y su marido Akihiro nos llevaron de excursión al monte Takao, que es un destino popular de senderismo para la gente de la ciudad pero en el que no suelen verse muchos turistas occientales. Nos lleva un rato conseguir encontrarnos porque nuestro tren no para en su parada, pero nada grave. Hoy hace un día estupendo para el senderismo, unos 26º y a la sombra refresca lo justo. Llegamos tras un una hora y media total de viaje hasta nuestro destino.



Según llegamos la primera zona de la ascensión ya promete. Tiendas con dulces, con soba (un tipo de fideos de trigo sarraceno muy populares en Japón) caseros, algo de material de senderismo y muchas máquinas con bebidas que harán falta a lo largo del día. La primera parte de la subida, la más dura, la hacemos por medios mecánicos. Chema, Esther y Akihiro se llevan a Cloe en el funicular mientras los demás subimos en un telesilla. La ascensión es super divertida. El telesilla no tiene barra delantera pero es raro, porque va a algo así como metro y medio del "suelo". Lo pongo entre comillas porque el suelo muchas veces está mucho más abajo pero hay una red de seguridad. Curioso.

Llegamos a menos de la mitad de la subida y seguimos el resto del camino andando tras reencontrarnos. La subida está llena de naturaleza. Árboles sagrados marcados con cuerdas anudadas a su tronco (uno de ellos apodado el pulpo estaba rodeado de estatuas de pulpo), muchas flores y excursiones de niños japoneses que pasaban saludando en inglés.


Al cabo de un rato de subida paramos a comer, porque en la subida hay varios sitios con restaurantes, con máquinas de vending y con baños. Así funciona esto en Tokio. Comimos en un tatami descalzos, esta vez de rodillas/de lado/como pudimos.
Hoy tocaban soba/sopas y estaba todo muy rico aunque a Cloe no le gustó demasiado porque ella quiere arroz y la pasta no es lo suyo.

Seguimos subiendo y, de repente, aparece un templo. Uno de esos templos sintoistas con varios edificios y muchas formas de sacarte el dinero. Al final estos templos tienen estatuas a las que echar dinero para conseguir fortuna, templos con amuletos, mil tradiciones para dar buena suerte y fortuna.


De hecho, una forma de honrar a los dioses es echar una moneda, algo así como las velitas de pago de nuestras iglesias. Por como compra la gente tiene pinta de ser un buen negocio. Seguimos la subida hasta la cima, nos queda un buen repecho de escaleras que hacemos con Cloe durmiendo y nosotros haciendo de porteadores.






La subida termina en la cima mientras contemplamos las montañas y, al fondo, un poco escondido pero a la vista, el monte Fuji.


Muy muy satisfechos de haber podido ver el Fuji y del buen tiempo que tuvimos comenzamos la bajada. Todo estaba muy tranquilo ya y daba gusto. La única pena que nos quedaba era no haber podido ver una ardilla voladora pero son muy esquivas y no suelen poder verse por la ruta principal. Corriendo un poco al final, conseguimos bajar por el funicular para poder llegar rápido abajo. Cuando llegamos a la parte de abajo de Takao ya habían cerrado las tiendas y nos perdimos las compras de dulces, otra vez será. Cogimos otra vez el tren y bajamos en la parada de Kunitachi, que es dónde Esther y Akihiro viven.

En Kunitachi no os puedo contar demasiado. La zona que vimos, los alrededores de la estación y la avenida de la universidad, molan. Los extrarradios de Tokio no es que sean zonas residenciales y punto. Pensad que hablamos de una ciudad de 40 millones de personas en la que Kunitachi son 75.000 personas. Aquí hay vida, hay una universidad, hay tiendas y hay muchos restaurantes. Damos una vuelta por la avenida principal y vemos muchas tiendas especiales: una librería, tiendas de productos de importación, supermercados con productos caros, muchas cafeterías con gente joven charlando. Todo esto en un paseo agradable, en una calle llena de cerezos que Esther nos dice que es muy muy bonita en el Hanami. Comemos antes de nada unos pasteles de una pastelería local que estaban muy buenos. Tras el paseo vamos a cenar a un restaurante especializado en gyozas, un tipo de empanadilla nacida en China y muy popular en Japón. Cuando vemos los precios de las gyozas (250 yens, unos 2€) por 6, cuando en Coruña hemos llegado a pagar 8€ por 4, se nos cae el alma al suelo.
Comemos unos menús con gyozas acompañados de ramen, arroz, pollo rebozado y una especie de sopa gelatinosa de tofu con carne picada. Todo estaba muy rico y fue muy barato, unos 6000 yens (48€) comer los 6.

Esther y Akihiro nos acompañaron hasta la estación y nos despedimos sin saber si los podríamos volver a ver antes de que finalice el viaje. El lunes nos vamos a Kioto y no sabemos a que hora llegaremos el domingo de la semana que viene. Nos despedimos un poco tristes por no saber cuando los podremos volver a ver y nos fuimos a hacer una hora y poco de tren para llegar a casa y hoy descansar medianamente pronto que falta nos hace.

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