domingo, 29 de mayo de 2016

Al otro lado del mundo: Día 17 - Último día en Tokio

Mereció la pena. Ayer nos acostamos algo tarde preparando las maletas. Son ya muchos días durmiendo 6 horas a lo sumo y eso pesa muy mucho en el cuerpo, que uno se hace mayor y pasa lo que pasa. Así que hoy madrugamos. Dejamos la casa de Kioto y nos fuimos a coger el tren dirección Tokio. Nos ha quedado tanto por hacer, tantas cosas por ver, tantas cosas buenas (y malas) que este país tiene que ofrecer... Nos despedimos de la casa tradicional y cogemos un Shinkansen destino Tokio.

El tren venía de Osaka y no teníamos el asiento reservado, así que vamos a los vagones nos reservados. Queremos, en la medida de lo posible, ir juntos. A los asientos del Shikansen, como ocurre en muchos trenes, se les puede dar la vuelta e ir cuatro (o seis personas) enfrentadas, para así ir todos charlando. Nos dividimos entre dos vagones para tratar de coger algo así. Chema y yo vamos en uno y Marcos, Cloe y Bea en otro. Chema y yo entramos y no damos cogido si quiera tres sitios juntos. Marcos viene a llamarnos, Bea ha cogido "algo así". Llegamos y nos encontramos a Bea de cháchara con un señor de aspecto inglés de unos setenta años, que había girado una zona de seis asientos. Esto me lleva a pensar que el señor quería conversación en el viaje y lo había hecho para ver si la conseguía. Yo quería dormir un rato, pero la verdad es que no me arrepiento de no haber dormido. Siempre me parece interesante conocer gente, y más si tiene historias que contar y una vida interesante. Jhon, que así se llamaba, había sido funcionario y sindicalista en UK. Era de Hull, en el nordeste. En un momento de su vida se puso a navegar y terminó de instructor de navegación. Estuvimos hablando un poco de todo. Sobre política, sobre economía, sobre historia (llamaba a la revolución americana la revuelta americana). Hablamos sobre las influencias culturales inglesas, sobre su historia de invasiones y sobre su cercanía o no a la Europa continental. Esto nos llevó a hablar del referendum de abandono de la UE en el que él pensaba que deberían votar a favor de quedarse para poder influir en la política europea y que no les pase como cuando empezó la primera guerra mundial. Hablamos de viajar, de viajar con niños y sobre lo bueno que era para ellos. Hablamos del sudeste asiático y de lo que le gustaba el sur de Vietnam. Fueron casi dos horas de conversación muy amena en la que terminamos intercambiando correos y en la que prometió que nos ayudaría a descubrir cosas interesantes la próxima vez que fuéramos a Asia, por la que lleva moviéndose años. No me arrepiento de no haber dormido, no, a pesar de que por la tarde estaba derrotado, a pesar de que este blog este siendo escrito en el avión y que ayer fuera un poco zombie. Pero viajar es también esto y a veces lo echo de menos. Además de que fueron dos horas de conversación en Inglés, que oye, habitualmente pago por ellas. Jhon se bajó en Yokohama y nos despedimos de él deseándole buen viaje.

Desde nuestra parada del Shinkansen nos fuimos a dejar las maletas al hotel. Nuestro primer hotel en Japón. Como mañana sale el vuelo a las 8:50 y habitualmente coger un apartamento para un sólo día no compensa, decidimos buscar un hotel muy cerca de Haneda. Este está pegado a la estación de monorail de Tenozu Island, a unos 15 minutos de la terminal internacional del aeropuerto. El hotel es un edificio moderno al que se accede directamente desde la estación. Hacemos check in y nos vamos a comer a complejo en el que está el hotel. Allí terminamos comiendo ramen y gyozas, algo muy tradicional y rico y por muy poco dinero. Comemos, algo cansados, y decidimos separarnos un rato por la tarde.


Bea, Cloe y yo nos fuimos al cruce de Shibuya. A Bea le hacía ilusión ir al Shibuya 109, un famoso centro comercial de tienditas de moda. Este centro comercial es conocido porque es un sitio donde la moda marca tendencia en la ciudad y luego eso influencia al mundo. Tokio es extravagante para muchas cosas, y la moda es una de ellas. Estuvimos un buen rato dando vueltas por el edificio. Lo malo es que las japonesas son pequeñas, muy pequeñas en general. Además de ser pequeñas son estrechitas y para más inri las tallas de las faldas y los vestidos suelen ser talla única. Para que luego nos quejemos de la esclavitud de las tallas en España. Aquí, en las pocas cosas que hay tallaje, una 38-40 es una L.




Mientras tanto, Marcos y Chema se habian ido a Akihabara y nosotros fuimos a junto de ellos cuando nos cansamos de pasear por Shibuya. Teníamos que acabar el viaje en el sitio en el que más veces hemos estado. El sitio de la cultura de la electrónica, los videojuegos y el manga. Teníamos que terminar el viaje volviendo a esta zona y comprando algunas bolitas en las máquinas de monedas. Bolitas llenas de llaveros, bragas para botellas, figuritas, chapas y cosas similares que por unos pocos cientos de yens engordaron un poco más la maleta y adornaron el carrito de Cloe. Volver a ver esas máquinas de recreativas y tratar (y conseguir) de coger algo en una de esas máquinas de ganchos. No os podéis imaginar lo populares que son en Japón, aún cuando lo más probable es que te salga más barato comprar las cosas. Supongo que es por la emoción que proporcionan, pero hay en Akihabara un edificio de cinco plantas de estas máquinas.


Terminamos cenando, derrotados, en una taberna japonesa en la tercera planta de un edificio. Allí comimos sashimi variado, un poco de calamar crudo con erizos, pulpo rebozado y frito, unos fideos y arroz en caldo. Un sitio normalito pero tampoco pagamos mucho. De allí ya toca coger otra vez la yamanote y el monorail. Nos vamos al hotel a terminar con las maletas y tratar de dormir, que mañana nos levantamos a las seis menos cuarto.

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