jueves, 12 de mayo de 2016

Al otro lado del mundo: Día 7 - Nikko + Asakusa (by night)

Excursioooooooon! Madrugamos lo que pudimos y bajo un sol radiante nos dispusimos a ir a Nikko mediante el método más rápido: Shinkansen + tren de la JR. Nos ahorraba 30 minutos con respecto a la segunda mejor opción pero implicaba más coste. No pasa nada, hemos venido a jugar (frase del viaje). Llegamos a la estación de JR y cola para pillar billete. Ay, que no llegamos! Tras coger los billetes, no, no llegamos por los pelos. Ains, que follón. ¿Cuándo es el siguiente? Son 20 minutos de espera, mientras vemos como funciona el ordenado sistema de cola para los trenes bala en asientos no reservados. Hay una cola para el siguiente tren y otra para el posterior, una para cada vagón. Tu te pones ahí y el tren para justo delante (milimétricamente) de la cola para que entres. Pero ojo, según llega el tren un batallón de limpiadores lo limpia en poco más de cinco minutos. Cuando acaba, se plantan todos delante de los viajeros que esperan y ofrecen una profunda reverencia. Entramos y lo primero que vemos es que el tren es anchísimo y muy espacioso. La configuración de asientos es 3-2, la primera vez que veo eso en un tren. Bea les da la vuelta a los asientos y vamos 2 a 2 viendo el rural japonés desde el tren. Llegamos con el tiempo justísimo para hacer trasbordo pero... lo conseguimos! Llegamos al tren local que es más o menos igual que los que sirven como cercanías de la JR en Tokio. Por el camino hacia Nikko vemos arrozales, casas y cultivos.

Llegamos a la estación y cogemos billetes para el bus. ¡Vamos a los templos!

Nos bajamos y comenzamos a andar un poco. Esto se pasa de bonito. Árboles, muros de piedra, musgo, flores por doquier.
Es sobrecogedor. Andamos hacia el primer templo que visitamos, el templo de Taiyu-in. Pagamos religiosamente la entrada. Ya vamos entendiendo el ritual de los templos sintoistas.
Hay que saludar al Torii cuando se entra con una reverencia. Al salir no se hace la reverencia hacia la salida, se da uno la vuelta y se hace hacia la entrada. Dentro hay un sitio donde hacer ofrendas y el ritual asociado. Hay un sitio a la entrada donde purificarse (se enjuaga uno la mano izquierda, luego la derecha y luego la boca cogiendo el agua desde la mano, nunca desde el cazo). Entramos al templo tras pasar un gran Torii. Está dividido en varias estancias y las vamos recorriendo mientras subimos. Muchas escaleras pero merecen la pena.




Al bajar (ya era algo tarde), dimos un vistazo rápido al santuario de Futarasan. No nos tiene una pinta increible y es muy tarde, así que lo dejamos pasar un y simplemente le echamos un vistazo rápido.


Comimos en un sitio para turistas al estilo japonés en la zona de los templos. Unos soba fríos con verdura, sashimi, katsudon (cerdo empanado) con huevo y arroz blanco y una ramen con una especie de rábano japonés fueron el menú. Eso sí, barato barato, Terminamos de comer y nos fuimos al plato fuerte de los templos, el templo de Tosho-gu. Si el de Taiyu-in nos había parecido increíble, este se sale de escala.







Y eso que lo más famoso, la puerta principal, está andamiada bajo reparación. Multitud de edificios, pagodas, tallados de animales en madera, colores de todo tipo. Nos dejá boquiabiertos. Subimos hasta el pequqeño santuario superior, para el que hay que subir 203 escalones. Muy chula la subida y muy chulo el pequeño santuario.



Cuando terminamos en el templo (más bien nos echaron porque estaba cerrando), nos planteamos que íbamos a hacer. Finalmente decidimos seguir con una de mis ideas e ir al Abismo de Kanmangafuchi. Es un paseo pegado al río lleno de estatuas con babero y gorrito. Estas estatuas honran a los niños muertos y la gente les hace ofrendas. El paseo de 25 minutos es agradable, pasando por una carretera rural con casas a los lados. Nos gusta mucho fijarnos en las diferencias con nuestro mundo: las casas, los coches, las plantas, los árboles (algunos de ellos esculpidos cual maxi-bonsais). Llegamos al abismo y nos gusta mucho el sitio.

El río tiene unas zonas de rapidos con pozas, las estatuas sobrecogen y todos nos sentimos muy bien con la luz ya amenazando con anochecer. Casi nadie allí a esa hora y una temperatura perfecta, nos quedamos un buen rato haciendo fotos. Bajamos de nuevo hacia el pueblo pasando antes por el puente más famoso de Nikko, el Futurasan Jinja. Pasar pasamos por el lado, que el puente en sí mismo tiene horario y tarifa escandalosa.
Desde ahí cogimos el bus para volver hacia Tokio por otra ruta con otra compañía que nos salía bastante más barata. Nikko nos dejó muy buena impresión. Es un sitio al que algún día nos gustaría volver con tiempo. Entre los templos, la zona de lago (que nos hubiera gustado mucho ver), las cascadas, las zonas de senderismo... Es una zona para pasar cuatro o cinco días disfrutando.

Desde Nikko fuimos hacia la estación de Asakusa. Nos quedaba un tanto más lejos que la de Tokyo donde cogimos el tren de la mañana. Decidimos cenar allí, a eso de las 9 y media que llegamos. Tras dar unas vueltas por las zonas de tiendas (que estaban ya más que cerradas) terminamos en un local de sushi donde cenamos. La cena consistió básicamente en nigiris, sashimi con arroz blanco, calamares en tempura y sake. La niña comió encantada los calamares, parte del sashimi y la anguila, que le encanta como la hacen los japoneses. La cena estuvo bien, pero fue cara para lo que se paga por el sushi en Japón, es lo malo de que la zona sea turística. Nos lo pasamos como enanos (el sake tuvo algo de culpa).

Contentos y alegres, felices por la buena noche que hacía fuimos hacia la estación tratando de coger la Asakusa line del metro. Lo malo es que tardamos en encontrar la estación y cuando lo hicimos, estaba cerrada. Pues nada, vuelta a la estación de Asakusa a coger otra línea que nos dejaba un pelín más lejos de casa. No pasa nada, son 5 minutos más. Por el camino en el metro Cloe liga con una señora que flipa bastante con ella. Sus arigato gozaimasu han ido mejorando con el tiempo y le salen de forma espontánea. También está aprendiendo en japonés una canción infantil que sabe en inglés.  La señora termina por regalarle galletas a la niña y ella le responde con una sonrisa y le dice gracias en tres idiomas distintos. Llegamos a la estación de Shidorme y nos lleva un rato encontrar la salida adecuada, que a veces ni con el mapa delante... Desde allí es un paseo para llegar al apartamento. Que contentos y que día tan maravilloso el de hoy. Mañana más!



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