sábado, 21 de mayo de 2016

Al otro lado del mundo: Día 16 - Nara y Osaka

Otro día de calor. No nos quejamos, que va. Los peores días de viaje han sido los de lluvia. Tres días de lluvia en 16 días de vacaciones. Quejas al respecto, cero. Pero oye, cómo tiene que ser esto en verano que estamos a finales de mayo y llevamos varios días de calor con sensaciones térmicas por encima de los 30ºC debidos a la humedad. Pertrechados para evitar el calor y la deshidratación, salimos de Kioto en tren rumbo a Nara. Un par de trasbordos después (en esta ciudad muchos transportes requieren de transbordo) estamos en la estación de JR de Nara. Allí cogimos un pase de un día de bus y nos fuimos rumbo al templo de Todai-ji.

Nara es fundamentalmente conocida por sus parques repletos de ciervos. Es el símbolo de la ciudad y en ella verás mil cosas referenciándolos. En el parque hay a mogollón y hay señoras que venden galletas para darles de comer. Eso sí, hay que tener en cuenta que los ciervos no están domesticados. Están muy acostumbrados a la presencia humana, pero siguen siendo animales salvajes con lo que puede que muerdan, pateen o coceen y hay que tomar precauciones. Además, es muy frecuente que cuando te vean con galletas vayan a por ti. Yo vi como una chica soltaba las galletas y salía corriendo. Son ciervos pequeños y si te ven más fuerte que ellos y les plantas cara, es complicado que te hagan nada, pero nada de tomarlos como si fueran gatos.

Así que sí, les dimos de comer un ratito y empezamos a ver el plato fuerte, para algunos de nosotros, de Nara, el templo de Todai-ji. Tras pagar los 500 yens por cabeza de rigor (unos 4€), nos fuimos a ver el templo. Es una pasada de grande.



Las dimensiones ya son impresionantes para un edificio normal con esa arquitectura, pero siendo de madera es alucinante. El edificio se hizo para alojar dentro a una estatua de buda gigante.


Este edificio es una reconstrucción del siglo XVII y el original parece ser que era todavía más grande. Dentro del templo Cloe estuvo jugando con una nena de dos años que se llamaba Akane y alucinando a sus padres cantándoles la versión japonesa de "heads, shoulders, knees and toes" que ha estado aprendiendo en el viaje. Enamorados se quedan y alucinados de que podamos irnos 16 días de vacaciones tan lejos de nuestro país.


En fin, que salimos del templo con intención de ir a la parte comercial y antigua de Nara. Nos bajamos del bus donde nos dijo la de información turística con intención de buscar dónde comer y no vemos nada. Empezamos a caminar hacia un famoso templo del barrio y sí, el sitio estaba bien, mucha casa antigua, pero de sitios donde comer 0. Tiramos de información de internet y ya algo tarde encontramos un sitio que no cerraba al mediodía donde comer. Comimos anguila (la especialidad del restaurante), sashimi y tempura. Todo eso no venía sólo, claro está. Eran bentos que al final lo podríamos traducir por "plato combinado fino", que es lo que vienen siendo. Nada de comer una cosa sola, aquí son muy de acompañar todo con algunos encurtidos, una sopa (en este caso no era de miso), un poco de hidratos (llámense tallarines o fideos) y si se tercia algo más de pasta de arroz o ensalada. Salimos de allí y sí, allí pegado al restaurante había una zona comercial. Pequeños comercios donde encontrar un poco de te, algo de ropa tradicional y cosas similares. Desde allí ya nos volvimos a la estación de tren a coger el tren hacia Osaka.

De Osaka poco que contaros. Estuvimos al final sólo tres horas y media y es una ciudad para días. Eso sí, lo que la describe en su centro, contando que hoy era sábado, es locura.


Es una locura de ciudad. Muchísima gente. Muchísima gente comiendo fuera, muchísima gente de fiesta, muchísima gente compras. Muchísisima gente. Bandas tocando en el río, puestos callejeros, bares tamaño plaza de garaje, terrazas de medio metro cuadrado, clubes, calles oscuras sin aceras iluminadas sólo por neones, calles cubiertas de compras con grandes cadenas, gente muy arreglada por la calle. Gente. Mucha gente. Nos gusta mucho.





Damos una vuelta y ya nos tenemos que ir. Es lo malo de los trenes, no tienes la libertad del coche. Funciona muy bien en este país pero si te quieres quedar a cenar o salir en una ciudad que no es la tuya tienes que salir en serio y coger el tren de las cinco o seis de la mañana. Aquí eso no es lo normal, no se ni si habrá donde salir hasta tan tarde. Volvemos a Kioto en un tren bastante lleno pero practicable. Desde allí otra vez vamos al combini y cenamos de bentos. Un poco de todo. Mañana nos vamos de esta ciudad sin haber si quiera tocado con la punta de los dedos lo que tiene que ofrecer. Nos quedan tantas cosas por hacer... Templos que visitar, plantaciones de té, paseos por las montañas, comer sobre el río, pasear en serio por Arashiyama y ver los monos, recorrer con calma la ciudad. Pero no va a poder ser, de esta vez. Mañana volvemos a Tokio.

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