martes, 10 de mayo de 2016

Al otro lado del mundo: Día 5 - Parque Ueno y Akihabara (2)

Salimos de casa por la mañana con amenaza de lluvia para por la tarde, pero el tiempo de momento aguanta. Como hoy salimos pronto, paramos un poco en el parque infantil que hay al lado de casa. No es gran cosa, pero para quitarle el mono a la niña vale. Un poco de columpio, un poco de tobogán y salimos hacia Ueno.

La estación de al lado de casa (Hamamatsucho) y las líneas de tren de JR son nuestra segunda casa. El transporte de Tokio es un locurón. Hay muchísima gente, pero salvo a ciertas horas el tren no va atestado. Pensad que por nuestra estación pasa un tren ¡cada tres minutos! Y si pensamos que a nosotros nos valen para los recorridos habituales las dos líneas de la JR nos sale una frecuencia combinada media de ¡un minuto y medio! Así que habitualmente es llegar a la estación y coger el tren. Desde nuestra estación a Ueno, unos 10 minutos.

El parque estaba atestado de gente. Mucho turista nipón, sobre todo a primera hora jubilados. Después ya lo que habían eran excursiones de colegios. Decidimos ir a ver el Museo Nacional de Tokio.
Siempre me han gustado las artes decorativas y este museo es épico en eso. Y si te gusta el mundo japonés ya no te cuento. Dentro, una de las grandes ventajas de Japón: las taquillas. Taquillas, taquillas por todos lados. ¿Vas a un museo? Deja tus cosas en la taquilla. Hasta ahí, ya lo hemos visto en muchos sitios, hay algunos museos en europa que las tienen, aunque no suelen ser de moneda si no un guardaropa. Pero aquí las hay por tooodos lados. ¿Sales de marcha? Taquilla. ¿Vas de compras y no quieres cargar con las bolsas? Taquilla. Es una pasada, un inventazo. Las del museo eran gratis pero en la calle hay en muchos sitios taquillas de pago. Dentro del museo nos pasamos un buen rato viendo cosas alucinantes. Kimonos de seda con unos bordados increibles, katanas, vasijas, estatuas, biombos pintados, pinturas, caligrafía, grabados... También pasamos un rato por la zona de arqueología donde pudimos ver estatuas de terracota, espadas de bronce (en el siglo 2 A.C., cuando aquí la edad de bronce la habíamos dejado ya muchos siglos atrás), armaduras... Muy muy buen museo.
Se paga entrada pero es barato, 620 yens por cabeza (los niños no pagan y los papás de los niños pagan 520). Ah, y hay un jardín trasero muy bonito que se puede ver desde arriba en una terraza del edificio principal del museo.

Salimos del museo con bastante hambre y los restaurantes del parque estaban a tope de gente. Seguimos andando camino de la estación de Ueno (nota para viajeros, cerca de las estaciones de tren/metro en Tokio hay decenas de sitios para comer bien de precio). Terminamos comiendo en un restaurante coreano como reyes. Otro sitio más en el que comer descalzo. Otra cosa que nos flipa de Japón, lo de comer descalzo. En serio, es alucinante. Los locales tienen taquillas donde dejar tus zapatos y zuecos/zapatillas de goma para ir al baño o para ir a buscar algo a la zona de ir con zapatos. Dejamos los zapatos y nos sentamos en otra mesa de esas en plan banco, en el medio dos parrillas de gas con piedra de lava y una rejilla. Extractor en el techo y una carta repleta de carne para hacer en la parrilla. Mi ma que comilona. Carne a la parrilla con sopa, arroz y encurtidos. Bea y yo nos pedimos a mayores un arroz con queso y pulpo y un rollo de carne relleno de arroz (parecía una salchicha por fuera). Chema se pidió un bol con carne y arroz. Varias cosas venían en unos cuencos de roca que parecían salidos del mismísimo infierno. Llenos llenísimos salimos a pasear y decidimos ir dirección Akihabara que nos quedaba cerca, a unos 20 minutos andando.
Bajamos camino de Akihabara por Ameyoko, una calle comercial con bastante vida.
Dimos unas vueltas parando en una sala de recreativos pequeñita donde estuvimso jugando los cinco (sí, los cinco, Cloe incluida) al Taiko no Tatsujin, una recreativa musical de taikos (unos tambores japoneses). Seguimos camino serpenteando calles viendo un poco lo que se cocía en las calles perdidas de la zona. Al poco rato comenzó a llover, empezamos a refugiarnos en tiendas de Akihabara, entrando a ver edificios llenos de tiendas de figuras de coleccionista de todo tipo, pero sobre todo anime. Poco a poco fueron cerrando las tiendas y volvimos a mirar para arriba para buscar donde comer. Esta vez no hubo mucha suerte. Subimos a un séptimo piso y acabamos en un sitio de comida bastante regulera que curiosamente estaba llenísimo de gente que había salido de trabajar. El sitio tenía una mezcla rara de comida oriental y occidental pero por lo que probamos no hacía bien ni la una ni la otra. Al menos, eso sí, no fue caro.
Desde allí ya cogimos el tren y nos vinimos para casa, que mañana es otro día para hacer muuchas cosas.

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