viernes, 20 de mayo de 2016

Al otro lado del mundo: Día 13 - Miyajima (día 1)

Hoy daban un día estupendo en Miyajima. Este era el mayor lujazo del viaje, teníamos reservada una habitación en un ryokan (un alojamiento tradicional japonés) en la isla. El camino desde Kioto hasta la isla es bastante largo. Primero desde la casa hasta la estación de Kioto, después desde allí a la estación del Shinkansen en Osaka, desde alló ooootro Shinkansen hasta la estación de Hiroshima, luego toca otro tren desde la estación de Hiroshima hasta el ferry y desde ahí un barco a la isla. Tela.

Pues nada, cogimos el Shinkansen hasta Osaka que son 13 minutos. Como teníamos tiempo en el transbordo nos fuimos a buscar unos bentos para ir comiendo por el camino. Esto es algo muy japonés, todo el mundo come en el tren. El arroz de los bentos es super glutinoso para que no se caiga y la gente come con mucho cuidado. Además, cuando un tren llega a la estación final entra en él un ejército de limpiadores que en 8 minutos limpian de cabo a rabo el tren. Vamos, que nosotros siempre lo vimos impoluto y la gente come casi cualquier cosa. Bea y yo escogimos bentos en la estación y llegando a Hiroshima nos los comimos. Ella y la niña se comieron unos niguiris que estaban finamente envueltos en hojas de parra y yo me comí un katsudon (cerdo rebozado) con arroz. Todo ello muy rico.

Llegamos a Hiroshima con los deberes hechos y cogimos el siguiente tren. Vamos a hacer una parada un poco antes del ferry para ir a un Hard Off, que es el hermano grande del Book Off. Estos que están alejados del mundanal ruido suelen ser mucho mejores, o eso vende la gente de los blogs. Así que hicimos una parada un par de estaciones antes y el conductor del tren nos avisa de que esta parada no es la del ferry. Casi nadie se baja en esta y pensó que nos equivocábamos. A este conductor lo vinimos observando por el camino como hacía, es una pasada como llevan la puntualidad en los trenes en Japón. Para que os hagáis una idea, a esta parada llegó con 8 segundos de retraso. Pues bueno, nos fuimos al Hard Off haciendo una parada en una farmacia a comprar crema del sol, que se nos estaba acabando. La farmacéutica hablaba inglés estupendamente y nos regaló un pañuelo con la compra. Estuvimos un buen rato en el Hard Off aunque al final no hicimos casi compra. Entre limitaciones de espacio en la maleta y precios altos en algunas cosas, la verdad es que decidimos comprar muy poca cosa. De aquí volvimos a la estación y de ahí al ferry. Y aquí llegó el susto del viaje. Marcos nos dice: ¿y la maleta? Ups, ¡nos la hemos olvidado en algún lado! Así que como no queríamos molestar a Cloe mandamos a Marcos con la niña y Bea de avanzadilla y Chema y yo nos fuimos al Hard Off a ver si se había quedado allí. Apuramos algo nerviosos y, medio hora después de irnos, allí seguía la maleta, plantificada donde nos la habíamos dejado. En ese aspecto este país es magnífico.

Pues nada, Bea y Marcos nos escribieron que estaban haciendo el check in. Cogimos el ferry y ya desde el barco vimos lo bonita que era la isla. ¡Que maravilla!


Al llegar teníamos a un pequeño bus esperándonos para subir, hay transfer gratuito al ryokan. Allí nada más llegar reverencias y más reverencias. No nos dejan subir solos a la habitación, nos acompaña nuestra asistente personal. Lujazo. Subimos y arriba estaba esperándonos un poco de te y un bizcochito. Nos lo comemos y emprendemos el paseo por la isla. Nos vamos derechitos al templo más famoso, el que está sobre pilares en la arena y a ver el torii que está en el mar brindando entrada a la isla. Entramos en el templo con una luz preciosa, ya atardeciendo.





Un color amarilo pálido y mil sombras adornaban el ya de por sí bonito templo. Nos quedamos un buen rato haciendo fotos. Después, cogimos y nos fuimos a la playa con Cloe, que metió los dedos en el agua.



Todos nos quedamos viendo el templo y algún que otro ciervo. Cuando empezó a refrescar subimos al ryokan. Teníamos la cena a las 19:30 y no queríamos llegar tarde. Casi todos los alojaamientos de la isla son a media pensión y ofrecen una cena kaiseki, que viene siendo un menú degustación de productos de temporada. Nos pusimos en la habitación los yukata del hotel y nos fuimos a un comedor privado a cenar los 5. Mi ma, que pasada de cena. Que rico estaba todo. Poner todo lo que cenamos es una locura, fueron muchos platos. Sashimi, mil cosas pequeñitas, pescado, ternera wagyu, algo de marisco... Un lujazo no, lo siguiente.

Salimos después de cenar a dar un paseo nocturno por la isla. Hay pocos hoteles así que de noche hay muy poca gente. Los pocos habitantes y los pocos turistas que pueden quedarse. La iluminación nocturna lo realza todo.


Nos quedamos un buen rato disfrutando del paseo y tratando de hacer fotos como podemos sin trípode.

Tras la cena y el paseo, tocaba el onsen. Así que allá fuimos Chema y yo y luego bajó Bea (nos turnamos). En el onsen hay una zona para ducharse comunitaria y luego había dos piscinas de agua de manantial. Una interior y otra exterior. Nos quedamos el rato que pudimos y luego a dormir, que ya es tardísimo

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