domingo, 12 de octubre de 2008

Día 9: Bordeaux - Coruña

Llegamos! Es una pena pero esto se acabó. El año que viene otra cosa vendrá, probablemente tocará continuar el viaje de Suiza, que quedó inacabado. Hoy ha sido un día largo y aburrido, con carretera y más carretera. Lo único destacable es que el gps nos mandó por una zona donde el creía que había una autopista, pero estaba inacabada. Así acabamos haciendo cuarenta km por el medio de las montañas de Álava. Un impass en el camino que realmente hacía falta, para desentumecerse. Al final, llegada a Coruña y foto finish de casi todas las compras realizadas. En cuanto tenga tiempo hago un post con las conclusiones del viaje. Hasta la próxima.

sábado, 11 de octubre de 2008

Día 8: Compiegné - ¿Paris? - Bordeaux

Pues sí, comenzó el viaje de regreso. Hoy nos levantamos tarde a posta porque la idea era dar una vuelta por Compiegné y hacer menos de 700 Km hasta Bordeaux, así que salimos del hotel casi a las 12 del mediodía. La pequeña ciudad tiene pinta de ser un núcleo universitario, no veíamos más que campus. Intentamos dar una vuelta por el centro en coche pero había mercado y fue imposible, así que nos conformamos con ver las iglesias de lejos y partimos dirección a Bordeaux.

El camino hacia alí pasa impepinablemente por los alrededores de París, y claro, estando tan cerca y haciendo tan buen tiempo (unos 20 grados) nos dio rabia no tomarnos un plato de ramen en la zona japonesa (vaya vicio tenemos con el ramen). Así, en el último momento un volantazo nos llevó en dirección al centro de París. Una vez metidos en el meollo decidimos que porque no subir en coche a Montmartre y ver el Sacre Coeur. Así, ni cortos ni perezosos, acabamos buscando donde aparcar allí al lado. Dejamos el coche donde buenamente pudimos y, muertos de hambre, hicimos un alto en una panadería para comprar un quiche de tres quesos y una fougasse (una especie de pan) de aceitunas verdes. Con fuerzas renovadas subimos hasta el Sacre Coeur en medio de una marabunta de turistas. La verdad es que la basílica es preciosa y que las vistas de París acojonantes a pesar de la bruma, pero tanto turista en tan poco sitio agobia un poco. Dentro de la basílica parecíamos borregos en medio de un rebaño. En otras zonas de la ciudad hay también mucho turista pero en aquella zona, todos concentrados en tan poco sitio la cosa era un poco coñazo. De todas formas salimos contentos, el sitio es precioso y hay un ambiente muy especial con la gente tocando.

De ahí bajamos a la zona del Louvre/Ópera al restaurante Sapporo Ramen. Los que sigais el blog desde el principio ya lo conoceréis de nuestra primera visita a París. Esta vez aparacamos y llegamos recordando por dónde habíamos estado y no nos costó mucho. Comimos dos platazos de ramen, Bea uno con sésamo y cerdo y yo uno con langostinos. 20€ por los dos en pleno centro merecen mucho la pena, ¡comida sana y nutritiva! Acabamos de comer y salimos ya dirección Bordeaux, quedaban todavía 600 Km y eran las cuatro y media de la tarde. En total pasamos en París unas tres horas, pero es que nos daba tanta pena...

De camino a Bordeaux hizo un tiempo precioso, con mucho sol sobre todo en el Loira (a 25º estábamos). Por el camino paramos a hacer una compra en Poitiers en un Auchan. Cargamos el coche de galletas, fiambre, quesos y chorradas varias para tener reservas de cosas francesas en España (que galletas, dios mío! xD). Dos horas más de charla en el coche y llegamos a Bordeaux, al hotel que cogimos la primera noche (Kyriad Lormont para los interesados) a descansar.

Por el camino tuvimos la eterna discusión que a quien quieres más, si a París o a Londres. Es una decisión difícil porque son dos ciudades muy distintas. París se ve más monumental y romántica pero también se ve más sucia y desorganizada, además de que en general uno se siente más inseguro. Londres es como más vibrante y acelerada y quizás incluso más cosmopolita. Es como una canción rápida o una lenta, depende de lo que te apetezca un día, pero al final, nos quedamos con Londres dos de cada tres veces!. Si tuviera que vivir en una de las dos me quedaría con Londres sin duda. Bueno, mañana sólo nos queda el camino hasta Coruña, escribiremos al llegar. ¡Hasta mañana!

Día 7: Londres (día 4) - Compiegné

Hoy nos levantamos por la mañana algo tristes por el hecho de que era nuestro último día en Londres. Tardamos algo de más en salir del hotel porque Bea estuvo haciendo ingeniería maletil para que todo cupiera dentro de las dos maletas que llevábamos, que ya venían bastante llenas y las compras abultaban. En cuanto estuvimos listos, arrancamos hacia St Pancras.

El paso por la estación era necesario para dejar las maletas en la consigna, que aunque era algo cara, era nuestra mejor opción, ya que la otra era volver hasta el hotel a recoger las maletas luego, pero nos quedaba lejos y el tiempo era escaso. Así que tras patearnos la estación de lado a lado (no se a quién se le ocurrió poner una única consigna y en el extremo contrario a la salida del metro) nos dirigimos al objetivo del día: Camdem Town.

Camdem Town es, a día de hoy, el mercadillo más famoso de Londres. Para que os hagais una idea el día grande es el domingo. Pues bien, ese día no se puede coger el metro desde Camdem Town, es sólo de salida la estación ya que se forma tal atasco de gente que no se puede entrar y salir desde la estación. Hoy era viernes y había bastante ambiente, aunque no era un agobio. No se como describiros aquello, es acojonante la cantidad de cosas que hay. Eso si, siempre que algo no ponga precio recordad regatear. Sin mucho esfuerzo un vendedor nos dijo un precio y nos lo rebajó al 50% en cuestión de un minuto porque pasamos de él. En fin, que aquello es abrumador. Hay muchos tipos de tiendas y puestos, ya que hay como tres o cuatro mercados unidos y además tiendas por la calle. En general hay un montonazo de ropa, para todos los gustos. Y cuando digo todos son todos los imaginables, desde ropa para clubbers (con la famosa tienda cyberdog), pasando por ropa para gothic lolitas, punkies, heavies y las cosas más fashion que se os ocurran. A mayores hay gente que hace su propia artesanía como bolsos de punto, joyería, camisetas... En el medio de todo esto hay cantidad de puestos de comida dónde coger para llevar alimentos de medio mundo.

Nos pusimos a recorrer todo esto arriba y abajo. Para comer nos metimos en un café y nos tomamos unos sandwiches y continuamos hasta que el cuerpo aguantó. Al final compramos poca cosa, porque realmente saturaba. Ya no es sólo que haya mil tiendas, es que en cada una el material está amontonado. Bea compró un anillo y yo unos comics en una tienda muy chula que estaba en un lateral de una calle. Poco antes de irnos nos tomamos un chocolate y un chai en una cadena de cafeterías que hay por todo Londres llamada Café Nero. Es una pasada lo caras que son las cosas allí, pero lo más sangrante son los cafés. En starbucks un café cuesta a partir de dos libras. En nero las cosas están bastante más ricas, pero pagamos 6 libras por las dos consumiciones, acojonante. Medio muertos fuimos a la estación a coger el tren. Con la coña del incendio del tunel el check in era más lento de lo normal y la cola casi salía de la estación. Veinticinco minutos más tarde ya estábamos esperando en el hall del eurostar y poco después estábamos acomodados dentro.

Cuando llegamos a Lille nos pasó el follón del día. La máquina del parking no nos aceptaba la tarjeta (vete tu a saber porqué, porque ni la Visa ni la Mastercard). Además, no nos pillaba más de un billete y no dábamos pagado. Al final, conseguí que bajara el chico del parking y, como pude, le expliqué la situación y me cobró en la oficina. Lo malo es que todo esto nos llevó una hora así que salimos un poco tarde hacia Compiegné, donde dormimos.

Compiegné está a 130 km de Lille, pero nos pareció buena idea hacer unos pocos km antes de salir mañana hacia Bordeaux, dónde pasaremos la última noche del viaje. Bye!

jueves, 9 de octubre de 2008

Día 6: Londres (día 3)

¡Como pasa de rápido el tiempo en esta ciudad! La verdad es que todavía no nos hemos ido y ya tenemos ganas de volver. Las cosas no se como, pero parace que suceden como tienen que suceder aquí. Además, te ves como impulsado a meterte en el ambiente de aquí. ¡Dos semanas más aquí y me vuelvo gay! ( o no xD) En fin, que entras y sales del metro como en medio de un fluir de gente que va para todos lados. El metro es un punto aparte, es rápido y no tarda nada en aparecer. La vez que más tardó en aparecer fueron tres minutos de reloj. Pero bueno, dejemos de divagar que esta ciudad da para mucho y metámonos en el ajo.

Hoy por la mañana nos levantamos con un sol resplandeciente y tras las recomendaciones de ayer de Juan Carlos y Patricia hicimos una visita relámpago (aunque eso nos llevó más de dos horas) al museo de historia natural. Ya sólo el edificio impresiona, todo de pieda con tallas de animales en los sitios más insospechados. Además, la piedra tiende a un color rosado muy bonito. Los objetivos principales era ver esqueletos de dinosaurios (el de la entrada es anonadante) y minerales (mención especial los meteoritos y a las joyas). Además de todo esto, alucinamos con los esqueletos de ballenas, incluyendo uno de una ballena azul. Dios, estoy deseando ver una viva en el mar, ¡te hace sentir tan insignificante! Hicimos unas cuantas compras y nos fuimos.

Después de esta nos fuimos camino del Imperial War Musseum en bus, por aquello de ver el camino. Cogimos un bus no de todo bueno y tuvimos que cambiarnos a otro, con lo que nos llevó un rato llegar. El museo también era la leche. Delante de la entrada había un cañón de artillería naval y en el hall, un Spitfire, un Messerschmitt Bf109, una V2... En fin, la leche. Entre la colección me llamó especial atención que estaba el tanque con el que el coronel Montgomery (Monty para los amigos) combatió en la batalla del Alamein. Además de la "chatarra" había un montón de vitrinas con armamento, uniformes, insignias y curiosidades varias. Mención especial a la recreación de la vida en una trinchera de la primera guerra mundial, realmente acojonaba.

Tras hacer un alto y comer en la cafetería del museo un par de sandwiches de salmón ahumado con queso, un yogurth griego con chutney de dátiles, un zumo de manzana y arándanos y un té (14 libras) nos fuimos hacia Embarkment (al sur muy cerquita de Trafalgar Square) a pillar un barco hacia Greenwich. De camino cayeron unas fotos del Houses of the Parlamient (con su correspondiente Big Ben). En la travesía en barco, amenizada por un tripulante del barco que era más inglés que los ingleses y que destilaba auténtico humor locar con su mala leche característica, fuimos viendo el HMS Belfast (un barco de la segunda guerra mundial que está atracado en el Tamesis), la London Tower, el Tower Bridge y la Saint Paul's Cathederal. Cayó, como no, la anécdota de que le vendieron a un americano el Puente de Londres y el tipo lo compró por una pasta pensando que era el Puente de la Torre. En realidad el puente de Londres es un cutrepuente que está al lado y al tipo lo timaron.

En Greenwich ya no paramos porque era tarde, hacía frío y estaba todo cerrada. Así, lo que hicimos fue coger el DLR y apuntarnos volver allí para la próxima. El tren va elevado, en plan las películas americanas, y como no tiene conductor vas viendo delante por donde vas. El recorido pasa por Canary Wharf, un barrio nuevo lleno de rascacielos, con lo que las vistas desde el tren eran espectaculares. Íbamos un poco apretados porque ya eran las seis y salían muchos oficinistas de currar. Cogimos un metro desde Bank, donde nos dejó el DLR, hasta Picadilly Circus, para hacer unas compras, que estar todo el día sin ir de compras en Londres es pecado.

Nada más salir del metro nos metimos en una tienda de deportes de cinco pisos con megadescuentos. Después de comprarme unos zapatos Reebok muy chulos por 25 libras, tiramos otra vez Regent Street arriba que nos queron el otro día muchas tiendas sin ver. Dimos una vuelta y me compré una taza muy chula y original, ya la veréis. Como ya estábamos cansados nos fuimos a cenar al Soho y acabamos en un japonés llamado Cape Town Fish Market. Era el típico con una barrita circular por la que pasando platos y tu coges lo que te pete. Según el color del plato te cobran un precio u otro. Vamos, como el Lizarrán pero en japo. La comida toda impresionante. Tomamos sahimi de atún rojo, de salmón, de pulpo... nigiri de torilla, makis... Todo hasta que nos aburrimos de comer. De postre nos tomamos unas fresas, algo poco japonés, pero nos sorprendieron los buenas que estaban, porque de apariencia parecían algo verdes, pero que va, se deshacían en la boca. En fin, que salimos llenos a reventar de un japonés (quien lo diría) por 32 libras los dos. Realmente en Coruña nos timan con los japoneses.

Salimos de allí y nos metimos en una de las pocas tiendas abiertas para rematar el día. Cuatro pisos enormes de ropa, aunque al final descubrí que, al menos allí, no podía comprarme ninguna parte de arriba porque los ingleses tienen los hombros extraordinariamente estrechos. Muertos regresmaos pronto al hotel, mañana toca Camdem Town y comenzar el viaje de regreso. Todavía no nos hemos ido y ya nos tarda volver. Realmente puede ser interesante vivir aquí...

Día 5: Londes (día 2)

Por la mañanita nos levantamos con intención de ir al British Museum, pero como no abría hasta las 10 nos lo tomamos con algo de calma. Antes de meternos en el metro acompañamos el té de cortesía del hotel con un par de muffins (uno de limón y otro de cocholate). Cogimos el metro por la Picadilly line (dos días aquí y sólo henos cogido una línea) y, tras caminar cinco minutos apareció delante de nosotros el museo.

Nada más verlo delante ya acojona el edificio. Una vez dentro, la cosa es todavía mejor. Quizás lo único malo de él es que abruma con la cantidad de cosas y, al final, uno ya no valora lo que ve. Hay material egipcio, griego, romano, mesopotámico, asirio, .... Realmente es la leche lo que han expoliado estos tipos. Salimos tras unas horas con ganas de comer, y tras dar unas vueltas en dirección a Leicestre Square y parar en una tienda que vendía juegos de mesa, entre otras, acabamos en un hindú con una pinta magnífica. La verdad es que la comida era muy muy buena. Bea se pidió unos langostinos hechos a la brasa con una salsa de menta y yo me pedí un mezcladillo de mariscos en una salsa con base de coco. Todo ello acompañado de arroz aromatizado con azafrán y comino y un pan naan (algo así como base de pizza pero muy fina).

Salimos de allí satisfechos y con el estómago caliente por las especias y nos dirigimos a un par de tiendas freaks de comics y juegos de rol de la zona. En la primera (Forbidden planet), nos paramos un buen rato a curiosear figuras de series, comics y chorradas varias. En la segunda (Orcs nest) compré un juego de cartas en el que tienes que escapar de los zombies, a ver que tal resulta. Tras la compra freak del día, volvimos a la zona de Covent Garden, curioseando en tiendas de ropa vintage, tiendas de cosas de diseño... para acabar en la plaza, sentados, viendo como unos artistas callejeros atraían la atención del público para ganarse unas libras. Descansamos veindo el espectáculo un rato antes de volver hacia Picadilly a ver si de una vez nos decidíamos a comprar las entradas. Al final, el sitio que me habaían recomendado para comprarlas sólo las vende para el mismo día, así que de momento la cosa sigue en suspenso. Mañana se verá si vamos o no al musical.

Tras el intento frustrado nos largamos a Harrods. Es impresionante la de cosas caras que haya allí, a precios realmente desorbitados. Si ya nos alucinó un futbolín de 6000 libras, pero fue cuando vimos la horterada de ese mismo futbolín recubierto de cristales de Svarosky por 50.000 libras. En fin, que tras recorrerlo un poco Bea se compró unos calcetines que le hacían falta y yo cargué una cesta de galletas variadas con buena pinta.

Mientras estábamos allí, quedamos con un amigo que estaba aquí con la novia de viaje y el otro día descubrimos que coincidíamos. Nos fuimos al hotel a dejar la compra y bajamos con ellos por el Soho a tomar unas cervezas. Por fín me atreví a tomar una cerveza tibia inglesa, sin gas. La verdad me esperaba una cosa bastante desagradable, pero para mi sorpresa me encantó. Cuando cerraron los pubs deambulamos y acabamos en un KFC cenando (de lo poco que encontramos abierto a la una de la mañana). Cenamos y nos despedimos, ya tarde, y cogimos un bus nocturno hacia el hotel. Mañana a ver a donde vamos!

martes, 7 de octubre de 2008

Día 4: Lille - London

Por la mañana nos levantamos y fuimos corriendo a coger el tren. Llegamos a toda leche sólo para averigüar que nos habían dado billetes para un tren que no existía! Ese tren salía sólo los fines de semana. No problem, nos daban billetes para el tren de las 10:09, en vez de el que teníamos para las 9:26. Media horita más de espera no hace daño a nadie. Esperamos en la estación, Bea con un chocolate caliente y yo con un periódico inglés, para irme ambientando. Pasamos el check-in de forma bastante más fácil que en el aereopuerto, eso sí, nos escanearon los dnis y los miraron varias veces, primero la policía francesa y luego la inglesa.

El tren la verdad es que va muy bien, es cómodo, los asientos van suficientemente separados y tienes un echufe en un lado (hay un montón de gente con portátiles, aunque wifi no hay). Llegamos a la estación con algo de retraso por culpa de las obras de arreglo del incendio del otro día, y lo primero que hicimos fue ver si había consigna para dejar las maletas el día que nos vayamos. Tras localizarla y ver que valía una pasta pero que mejor pagar una pasta que cargar con las maletas todo el día, fuimos al metro camino del hotel. Nada más llegar al metro preguntamos a un tipo de información, el primer personaje del día. El tipo era muy simpático y nos dijo cual era la opción que nos salía más barata. Tras hacerle caso en un expendedor automático llegamos a la estación de Earls Court. Al llegar pregunté a un kiosquero por la guía A-Z y tras decirme que él era el más indicado y que las tenía todas, le preguntamos a un policía dónde estaba el hotel. Siguiendo sus indicaciones y tras dar un par de vueltas de más (el cartel del hotel no se correspondía por fuera con el nombre actual del hotel) dejamos las maletas en recepción para ir a comer. Como había visto un cartel de publicidad delante de la estación de un Wagamama, una cadena de ramen, nos dirigimos a comer allí. Nos tomamos unos cacerolos de ramen, bastante especiado. Que bueno está y que bien sienta! El mío llevaba salmón y el de Bea pollo, amén de una colección de algas y de algún vegetal descocnocido. Al postre ya no llegamos desgraciadamente, porque tenían una pintaza, pero es que el ramen llena mucho. Coste total 22 libras, unos 30€ dos buenos platos de ramen y dos bebidas, aceptable la verdad.

Volvimos al hotel y subimos a la habitación, en un tercer piso. La habitación es bonita y no parece una habitación londinense, salvo por la decoración, Hay un baño medianamente grande con bañera con ducha, un microondas, una kettle con dos tazas para hacernos el desayuno, una tele tft, una cama grande... En fin, que fue un acierto el hotel. Tras dejar todo cogimos el metro y nos fuimos a Hyde Park Corner para desde allí enfilar el palacio de Buckingham, Green Park y Saint James Park. Paseamos por allí para llegar a Trafalgar Square y, desde allí, coger un bus durante dos paradas hacia Leicester Square para descansar un poco los pies y ver las cosas desde más arriba (aunque sea sólo un poco). Nos bajamos y nos dirigimos a Picadilly Circus. Alli cerquita entramos en la tienda de comida japonesa de la que encontré la web hace unos días. Como sirven a España no compramos nada más que un par de pasteles de te verde y una bebida parecida a la gaseosa para picar por el camino. En cuanto vuelva hago un pedido.

Desde alli vagamos un rato sin rumbo y encontramos un mercado de antiguedades y curiosidades. Bea compró un anillo de ambar y desde allí nos dirigimos de compras por Regent Street. Fuimos de tienda en tienda haciando algunas compras. Bea se pilló unos zapatos (como no!) y una gabardina muy inglesa que se puso rápidamente porque llovía a pocos. Cruzamos hacia Oxford Street desde Regents y la recorrimos hasta el cruce de Totenham Court Road que cogimos de nuevo hacia Leicester Square. Por la zona buscamos un pub donde tomarnos la primera pinta, pero eran las ocho y estaba todo el mundo haciendo lo mismo. Tras dar unas cuantas vueltas encontramos uno con sitio donde sentarnos. Una pinta y media y casi 5 libras después, bajamos hasta Covent Garden y, de nuevo, tiramos hacia Picadilly. Allí cenamos en el Planet hollywood (!) unas hamburguesas (La mía con queso y la de Bea con salsa barbacoa y bacon). El sitio era bastante decadente, se veía muy desfasado, pero las hamburguesas no estaban mal, eso sí, 25 libras las dos con una bebida.

Estábamos muertos de todo, así que nos fuimos al hotel a descansar, que mañana es un día muy largo.

Día 3: Reims - Brussels - Lille

Ayer como comprobastéis, no actualizamos. La verdad es que el hotel en el que estábamos era bastante cutre y la wifi iba tan mal como un modem de 56k (seguro que tenían el emule a toda pastilla). Entonces hoy toca partida doble.

El día amameció en Reims oscuro pero no llovía. Hicimos el check-out del hotel y les pedimos dejar el coche allí hasta las once y aceptaron. Mola que la gente tenga algo de flexibilidad, hay hoteles donde son unos bordes, pero estos eran majetes. Muy buen hotel en muy buen sitio de Reims, sin duda. Nos fuimos dando una vuelta hacia la catedral y de camino cogimos unos pasteles y los fuimos comiendo. La catedral es una pasada y tiene un significado muy importante en la historia francesa, ya que era aquí donde se coronaba a los reyes. Nos dimos un paseo por el interior, admirando las vidrieras, aunque algunas ya no eran las originales porque Reims quedó muy dañada en la primera guerra mundial. Sin muncho tiempo ya, nos dirigimos dando una vuelta hasta el hotel y encantados con la ciudad, prometemos volver con más tiempo por la zona.

Partimos camino de Brussels, pero no por la ruta que marcaba el gps, si no por las nacionales que atraviesan el bosque de las Ardenas, por el sur de Bélgica. Esta zona tiene una importancia en la historia de la segunda guerra mundial ya que por aquí entraron los alemanes cuando conquistaron Francia. Es un bosque precioso, frondoso y las carreterass eran un encanto para conducir, aunque en general mal asfaltadas. Llegando a Brussels vimos que todo estaba sucio y descuidado, y que además había muchísimo tráfico. Hoy confirmamos que había huelga en el país que había paralizado los trenes, servicios de limpieza, universidades... En fin, que tenemos un imán para las huelgas tras lo de París. Al llegar hicimos lo típico en el poco tiempo que teníamos. Nos fuimos derechitos para la Grand Place, recorrimos unas tiendas de curiosidades, vimos el Maneken Pis (que ya sabía que era cutre pero Bea quería comprobarlo por si misma), comimos unos mejillones con crema de ajo y apio, tomamos unos gofres,... Todo lo típico, y tan típicos fuimos que no podíamos irnos sin parar en una pastelería y comprar unos bombones. Probamos uno de muestra y nos quedamos convencidos, eran magníficos. Nos compramos una cajita medianamenente decente que rellenamos con nuestra selección de variado y también compramos unos macarrons, un tipo de dulce que probamos en Francia y que nos encanta. Fue caro pero menos de los esperado, 16€ la caja de bombones y 8,75€ los macarons (la caja de 8).

De camino a Lille, más caravana. Al llegar fuimos derechos a la estación del Eurostar, para recoger los billetes. Al final no había expendedor automático en esta estación así que nos tocó hacer cola en la ventanilla. Ya con los billetes nos fuimos a buscar el hotel y tras dar un par de vueltas (pensamos que el gps no tenía la calle del hotel pero al final descubrimos que sí) dejamos las cosas en la habitación y nos fuimos al Carrefour a hacer algo de compra para cenar. Nos pillamos una especie de pizza de una masa hojaldrada muy rica. Tras esto nos fuimos a dormir que la mañana siguiente cogíamos el tren.

domingo, 5 de octubre de 2008

Día 2: Bordeaux - Reims

Segundo día de tute. Ayer estuvimos pensando dónde dormir hoy, y la cosa estaba entre irnos a la costa de la alta normandía o a París para ver el salón del automóvil, Metz para verla de noche que dicen que espreciosa o Reims que es la capital del champagne. La cosa quedó en esta última y fuel el destino final de esta etapa. Ayer, además, estuve buscando museos de la segunda guerra mundial, aficionado que es uno, y encontré uno que nos quedaba casi de camino, lo que marcó el paso intermedio de nuestra etapa.

Por la mañana se nos pegaron un poco las sábanas y, tras desayunar unas galletas con el café de sobre que te dan gratis en los Kyriad, arrancamos hacia el museo de los blindados en Saumur, que queda al comienzo del valle del Loira. Trescientos km nos esperaban, cien de ellos por nacional. Por el camino, la cosa no pintaba mal de todo en cuanto al tiempo, estando el día oscuro que no llovía. Llegamos al museo y pintaba genial, no era un edificio bonito (mas bien eran como una nave industrial), pero ya se divisaban un par de tanques a la entrada. Pagamos 6€ por los dos (bien poco) y empezamos por unos cuantos tanques franceses de la IGM y de entreguerras. La colección era espectacular, había un montón de tanques de la segunda guerra mundial, sobre todo alemanes, aunque también rusos, americanos y franceses. Tambié había cosas más modernas de estos ejércitos, incluso algún tanque francés contemporáneo. En medio del museo había gente vendiendo artesanía de la zona (y la exponian encima de los tanques!) y un puesto en el que hacían bollos de pan en un horno de leña y que rellenaban con setas de temporada. Nos sentaron muy bien el par de bocadillos, uno de champiñones y otro de shiitake que nos tomamos. No nos costó nada pedirlos, la chica era de Pontevedra!

Salimos del museo y nos dirigimos al castillo de Saumur, simplemente por verlo desde fuera (es privado) y contemplar el río. En aquellos momentos el viento arreciaba y nos quedaban muchos km por delante. En el camino a Reims llovió bastante, si no lluvia gorda, si una espesa capa de llovizna. Además tuvimos que circunvalar París, y un domingo a estas horas estaba a reventar de coches. Al final llegamos al hotel en Reims a eso de las ocho. Aparcamos y nos fuimos a buscar dónde cenar. Aquí hoy no bajé la cámara, porque lloviznaba y además íbamos a buscar un buen sitio donde cenar y no quería bajar de mochila. Mañana por la mañana haré fotos, lo prometo.

Esta ciudad es realmente encantadora. Tenía miedo que llegando un domingo no encontrara un sitio decente donde cenar, pero no me esperaba la vida que tiene esto. Por la calle había un montón de universitarios volviendo del fin de semana. Las calles del centro, por alrededor del hotel son una maravilla, con un empedrado precioso. Dimos unas vueltas y nos decidimos por un restaurante con muy buena pinta. De entrante nos tomamos un queso fresco de cabra envuelto en una masa brick acompañado de un tapenade casero. De segundo Bea tomó un chucrute de mer, en el que el chuchute iba acompañado de varios pescados, mejillones, vieiras y langostinos. Yo me tomé vieiras con una terrine hecha con el coral de las vieiras. De postre Bea eligió unos profiteroles rellenos de helado y yo un helado de nougat con frutos rojos. Todo impresionante, y la cuenta ascendió a 65€ los dos, lo cual es caro pero no exagerado para lo que comimos y más yendo fuera de menú. Para bajar la comida nos dimos otro paseíto por la zona y al hotel a descansar. Mañana nos vamos a dar vueltas por ahí y luego a dormir a Lille. Llevamos unos 1700 Km. Hasta mañana!

sábado, 4 de octubre de 2008

Día 1: Coruña - Bordeaux (de nuevo)

Parece que Bordeaux es nuestro punto de entrada en Francia, pero la verdad es que es muy cómodo. Por un lado la ciudad es preciosa, con un montón de edificios que recuerdan a París, un gran río con bonitos puentes, rica comida, y además, tenemos un par de hoteles de mano baratos y buenos. Por si esto fuera poco, Bordeaux es la puerta de entrada para cualquiera que vaya hacia casi cualquier punto de Francia. Salvo que uno se dirija hacia el mediterráneo, para llegar a casi cualquier sitio de Francia desde Galicia ha de pasar por esta ciudad.

En fin, que hoy ha sido un día de mucha carretera. Tras salir a una hora medianamente prudencial y llenar el depósito, poco que contar hasta llegar aquí. Un viaje apacible, con poco tráfico (salvo en el País Vasco) y buen tiempo (no cayó ni una gota, y eso que las previsiones daban lluvia en parte del camino). Llegamos a Bordeaux a eso de las seis y media, aparcamos y ¡a pasear! Dejamos el coche en un parking cerca de la catedral, debajo de un centro comercial. Fuimos a buscar algo de comer, ya que por el camino no paramos, solo picamos algo. En una cafetería nos pillamos unas ricas quiches para llevar, y que bién se come en este país. La mía de salmón y calabacín, la de Bea tomate, mozzarella, jamón y albahaca. Subimos paseando y comiéndolas por el equivalente a la calle real de aquí, pero casi no paramos en tiendas, porque todo cierra a las siete o siete y media. Al final de la calle, la ópera, la explanada de las Quinconces y nuestro objetivo, ¡una tienda de helados artesanos que ya conocíamos! Allí pillé uno de castañas y café y Bea uno de chocolate. Comiendo los helados bajamos por el lateral de la Ópera hacia el río y continuamos por él para ver el crucero que estaba atracado en la orilla. Poco después de sobrepasarlo dimos la vuelta por la acera contraria, mirando las terrazas iluminadas de las cafeterías. ¡Esta ciudad tiene tantos rincones bonitos! Como ya era algo tarde y estábamos cansados fuimos a por el coche para ver si nos daba tiempo de ir a Carrefour a coger comida para cenar. Pillamos una bandeja de viande des grissons (lo nuestro es vicio con ese fiambre), un poco de queso (que tenía una textura parecida a la torta del casar y era algo fuerte), un poco de pan y unas galletas. Fuimos al hotel a cenar y ahora a la cama.

Mañana estamos en Reims, si tenemos wifi prometemos escribir. Si no, como siempre, leereis dos días seguidos.