domingo, 8 de mayo de 2016

Al otro lado del mundo: Día 3 - Yoyogi, templo Meiji y Harajuku

Hoy domingo, otro día de solazo. Muy buen tiempo otra vez, ha refrescado un pelín pero estamos a 24ºC. Da gusto pasear así pero no me quiero acostumbrar, mañana ya empiezan unos días de mal tiempo. Salimos de casa algo tarde otra vez, la verdad es que lo que más nos está costando es dormir por la noche. Aquí amanece a las 4 y media de la madrugada y no hay persianas, sólo unas cortinas que no tapan demasiado. Como todavía tenemos un horario un tanto español, nos estamos acostando algo tarde (el blog tiene algo de culpa) y no dormimos lo que deberíamos. En fin, que dado que es domingo y es el día teóricamente bueno para ir a Yoyogi decidimos hacer esa excursión. Volvimos a la estación de Hamamatsucho y desde ahí en media hora estábamos frente al parque. Por el camino nos pasó una cosa curiosa que refleja un poco algunas contradicciones de la sociedad japonesa. Son muy ordenados, son muy educados, pero sin embargo no vemos a la gente cederle el asiento a los mayoresr. Ojo, que en España es una costumbre que cada vez se pierde más, pero aquí tuvimos que insistir muchísimo para que dos ancianos se quisieran sentar en nuestros sitios en el tren.



A reventar de gente estaba la zona. Salimos de la estación y tooodo estaba a tope. Ya no es sólo que estemos en fin de semana, es que este fin de semana es, digamos, el último día de la Golden Week, lo que sería el equivalente a la Semana Santa en Japón a nivel turístico. Decidimos pues, pasear por el parque destino al templo Meiji. Es nuestra primera experiencia en un parque japonés y nos impresiona el arbolado. Por el camino vemos nuestro primer Torii, hecho de madera sin pintar y nos encanta la textura.

 El camino cada cierto tiempo estaba jalonado por bellas linternas antiguas y algún que otro puente. Llegando al tempo, barriles de sake en ofrenda se encuentran a la derecha del camino y a la izquierda nos sorprende ver lo mismo pero con barriles de vino que llevan ahí más de 100 años.

Y por fin, entramos al primer tempo sintoista de nuestas vidas tras pasar primero por el ritual de la purificación en una fuente junto a la entrada.



El templo en si mismo era más la estructura que el interior. No os esperéis en este tempo ver estatuas ni tallas ni nada parecido. Lo bello del mismo es el propio templo y las dos parejas de árboles que hay a cada lado, unidas por cuerdas. Al fondo del tempo hay una zona donde arrojar una moneda mientras se muestra respeto al tempo mediante dos reverencias, dos palmadas y una reverencia final. A la derecha tablillas con plegarias que los monjes harán llegar a su destino. Llevábamos un rato allí cuando apareció una comitiva nupcial. Todos y todas muy arreglados. Los chicos con trajes occidentales y en lasa mujeres había una mezcla de kimonos y de vestidos occidentales. Los novios iban a la manera tradicional y los monjes acompañando a la comitiva. Al poco rato apareció una segunda boda donde la gente iba vestida de una forma más o menos similar. Ambas comitivas recorrieron el templo mientras eran fotografiados por los turistas allí presentes.

Al poco salimos del templo pero era ya muy tarde como para ir a la otra parte del parque de Yoyogi, donde tradicionalmente se reunían las tribus urbanas tokiotas a montar jarana. La verdad que me habían dicho que la cosa ya no era lo que fue hace años (quizás demasiado turismo) y se nos hacía demasiado tarde para comer, así que bajamos la calle hacia el Kiddyland, una pedazo juguetería a la que queríamos llevar a Cloe que se estaba portando muy bien. Era ya la hora de comer y no os podéis imaginar la cantidad de gente que había en la calle. Decidimos buscar donde comer cerca de la juguetería pero estaba toooodo a tope. Pero vamos, de eso de haber gente en la calle haciendo cola fuera del local, y no una ni dos personas. Así que dado que Cloe tenía hambre nos fuimos a comer a un T.G.I. Fridays, una cadena americana de comida. Allí nos quedamos un rato comiendo unas pedazo de hamburguesas y descansando un poco antes de entrar en la juguetería.

Locurón, es la palabra para describir Kiddyland. Muchísima gente, muchas cosas chulas, algo cara. Menos mal que tenían servicio de custodia de carritos, lo que nos facilitó movernos por ella, porque eran 5 pisos de juguetes, con pasillos estrechos y estanterías llenas de material. Muchas cosas raras, muchas cosas apetecibles y unas pocas compras después salimos a la calle. Ya estaba anocheciendo (aquí se hace de noche a las 7 de la tarde) y seguimos por la calle paseando. Los chicos y Bea entraron en un bazar mientras yo esperaba fuera con Cloe durmiendo la siesta. Me podría pasar horas simplemente observando a la gente de la calle.
 
La calle en la que estábamos, quitando algunos comercios, era un poco anodina. Muchas marcas que puedes encontrar en medio mundo. Así que, guiados por Marcos, dimos un paseo por Harajuku St. La zona no es que me gustara, es que es una zona preciosa, de las que me encantan. Iluminada de forma ténue, pequñas tiendas aquí y allá, muchas con ropa muy moderna, mucha tienda de sneakers y muchas... peluquerías. Porque sí, peluquerías a mogollón, y muchas de ellas masculinas. De vez en cuando alguna tienda de kimonos... Parecía la típica zona de moda alternativa como puede ser la zona del East End de Londres. De allí salimos hacia Takeshita Dori, donde lo alternativo pasó a ser Kawaii y la ropa alternativa/moderna dio paso a muchos colores pastel y a ropa gothic lolita. Salimos de allí y decidimos irnos a cenar otra vez al super bullicio ya que en la zona mucho no vimos y el cruce de Shibuya estaba a 5 minutos en tren.

Shibuya, otra vez. Atestado, lleno de gente. ¿Esta gente no trabaja mañana? Parece como si quisieran exprimir hasta el último suspiro del fin de semana. Muchas cosas cierran muy tarde. el comercio a las nueve pero los restaurantes a las once. Otra vez tocaba mirar para arriba, los bajos se reservan para las tiendas. Terminamos subiendo a comer a un octavo piso de un edificio de tiendas, llamarles centros comerciales sería raro porque cada edificio es así. Allí cenamos en un reservado (de nuevo) aunque esta vez no estuvimos descalzos (a Cloe lo de andar descalza le motivaba mucho). Cenamos todo para compartir. Unos fideos udón con carne de cerdo, un tofu frito, unas verduras que no tenemos muy claro que eran cargadas de atún seco y huevas, un atún rebozado y frito con unas algas de textura extraña por encima, un arroz en sopa de te con salmón a la parrilla. Todo ello por unos 48€ y salimos llenísimos los 5. ¡Que gozada!

Derrotados nos fuimos al apartamento, no sin antes pasar por el supermercado de debajo de casa a coger bebidas y cosas para el desayuno. La noche seguía acompañando, pero hay que dormir y pensar el plan de mañana.


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