viernes, 20 de mayo de 2016

Al otro lado del mundo: Día 14 - Miyajima (día 2) y Hiroshima

Hoy tocaba madrugar. Último turno para el desayuno tradicional japonés: 8:30. Esta noche dormimos regular. En este país amanece pronto y no llevan muy bien en los sitios lo de cubrir las ventanas. Además dormimos en futón y como Cloe no pagaba dormíamos los tres en dos futones, que más bien son algo individual... En fin, quejas aparte, desayunamos en yukata. Como reyes si os gusta la comida japonesa. Tofu, arroz, caballa a la parrilla, tortilla japonesa, encurtidos, sopa de miso, té, un chupito de zumo de naranja y un poco de fruta.



Llenos fuimos a recoger la habitación y a dejar las cosas en recepción. Nos vamos a subir al Monte Misen, el punto más alto de la isla.

Caminamos hasta el teleférico, que no tenemos tiempo para hacer toda la subida andando.





Hace un calor sofocante por la humedad, estaremos a unos 28-29º pero la sensación térmica es muy superior. Cogemos dos teleféricos con unas vistas de aupa y llegamos a la estación.


Allí comenzamos lo que quedaba de ascensión. Ojo, como siempre, esto es a la japonesa. Comida no había mucha, pero máquinas de vending cada poco. Así que falta de líquidos no hubo. Y menos mal, porque sudamos mucho subiendo. Así que fuimos parando en algunos templos en la subida. Uno de ellos tiene una llama que lleva encendida desde el año 1200 y le llaman el templo de los enamorados.



En fin, que tras una dura caminata para todos llegamos a la cima y pudimos ver tooodo lo que rodea a la isla. Es una pasada. Nos quedamos un buen rato descansando y viendo la fauna local.



Algún que otro abejorro bien gordo, la primera avispa gigante japonesa, mariposas bien grandotas... Los bichos aquí son más grandes que en España. En fin, que comenzamos la bajada y tras un rato bien cansado (con Cloe ya en brazos) llegamos al hotel y recogimos los petates. Eran ya las dos de la tarde y nos dispusimos a comer.


Comimos en el pueblo y conseguí probar las ostras de la zona. Toda la zona de Hiroshima está llena de bateas de ostras, así que había que probarlas. Y manda huevos que los japoneses, que nos han enseñado lo delicado y maravilloso que es comer pescado crudo, cocinen las ostras. Pues así me tomé unas ostras cocinadas. Nunca lo había hecho y tal y como estaban hechas me recordaron un poco a los mejillones. Fue curioso, la verdad. Tras comer dimos una vuelta por el pueblo y paramos en algunas tiendecitas sin comprar nada. Salimos en el ferry camino, esta vez sí de Hiroshima.



Nos dirigimos en un tranvía hacia la zona comercial de Hondori. Allí dimos una vuelta y respiramos el centro de la ciudad. Se ve a Hiroshima una ciudad moderna, que remedio les quedó. Pero no se ve anclada en el pasado, si no que ves mucho movimiento, mucha gente joven y no se ven los agobios de Tokio. Pasamos, era casi visita obligada, por el monumento a la paz de Hiroshima. El monumento es, nada más y nada menos, que el único edificio en pié en la zona de la explosión de la bomba atómica. Ahí está, como recuerdo de una barbaridad. Caminamos hasta la estación y poco más que contar. Nos quedaba una largo viaje hasta Kioto. Tras muchos trasbordos de nuevo llegamos al apartamento. Esta vez paramos en el combini de turno (este de la cadena Fresco) y cogimos allí la cena y provisiones para el desayuno. A descansar. Queda ya poco del viaje y el cansancio acumulado hace mucha mella.


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