domingo, 7 de octubre de 2012

Londres. No, no nos cansamos. (día 9)

Sol. Que agradable es esta ciudad cuando el sol asoma entre las nubes, casi siempre presentes y muchas veces amenazantes. Pero el sol anima a una ciudad que un Sábado como hoy no necesita ser animada. Nos levantamos animados y con fuerzas. Con ganas de escapar un rato del bullicio de turistas que en estas épocas asolan la ciudad e invaden cada centímetro cuadrado de las zonas que rodean a Piccadilly. Destino de hoy: Chelsea.

Decidimos por variar desayunar en el apartamento con las compras que habíamos hecho ayer. Queso estupendo no, lo siguiente, de Neals Yard Diary. Tanto el queso de cabra que comió Bea como el de vaca que comí yo eran brutales. Para acompañarlos nada mejor que un pretzel y de postre una tarta de queso de cereza. Con grandes energías salimos a coger un bus hacia Knighstbridge, conocida zona de Londres por ser el emplazamiento de Harrods. Harrods, en mi opinión, merece muy poco la pena. Si venís a Londres con poco tiempo (mucha gente viene cuatro o cinco días) no perdáis el tiempo. Hay mil cosas mejores que hacer en la ciudad que ir a ver un sitio que yo calificaría como hortera y ostentoso. Mola por la curiosidad y hacer la gracia, pero para comprar cosas hay mil sitios mejores. En fin, tras esta pequeña disertación marca de la casa, contaros que nos bajamos del bus muy cerca de la puerta de Harrods. Entramos en un par de tiendas de la zona y bajamos hacia Chelsea por Sloane St, lugar donde se concentran la mayor parte de las boutiques más prestigiosas de la ciudad. Seguimos por ella hasta Sloane Square, lugar del que parte la calle comercial donde se concentra la vida del barrio, King's Road.



Lo que veréis muy frecuentemente en Londres es que los negocios en los barrios se concentram en muy pocas calles. En un barrio muchas veces hay dos o tres calles con comercios y el resto son completamente o casi completamente residenciales. Hoy, sábado, King's Road estaba atestada de gente, pero la mayor parte locales. Comenzamos a caminar entre gente de paseo con sus niños o buscando hacer las compras que el trabajo no permite hacer por semana. Al comenzar la calle nos encontramos un mercadillo de fin de semana. Lo típico en muchas zonas de esta ciudad. Puestos con comida de todo tipo. Ostras frescas, bocadillos de confit de pato, empanadillas argentinas, pasteles, comida brasileña... Una locura. Como habíamos desayunado hacía relativamente poco tiempo no teníamos mucha hambre. Un strudel de manzana, unas empanadillas argentinas y una especie de croqueta brasileña fueron nuestra dieta. Seguimos caminando por la calle, respirando el ambiente, hasta que nos cansamos, un kilómetro y medio después. Cogimos un bus para meternos en la marabunta, dirección a Piccadilly St.



Un rato después estábamos frente a Fortnum & Mason, lleno a rebosar en su planta baja, que es la que concentra la mayor parte de los turistas. La tienda, proveedor de la casa real, es ampliamente conocida por sus tés, de gran calidad. Además de eso uno puede encontrar, para llevarse de recuerdo, grandiosas galletas, caramelos, chutneys y hasta queso stilton (un queso azul muy famoso) muy bien preparado para llevarse a casa en un tarro de cerámica sellado con cera (por aquello de que no apeste la maleta). Siendo como es un sitio turístico preparaos para pagar un sobreprecio por las cosas, aunque reconozco que hay cosas que merecen mucho la pena. Nosotros siempre compramos algo de té y el chutney es algo grandioso. Otra cosa típica de Fortnum & Mason, si uno tiene dinero y le apetece un lujazo, es comprar una cesta de picnic (food hamper). Una barata contad que vale unas sesenta libras. Eso sí, uno se puede comprar una cesta de estas, con una buena selección de quesos, una botella de vino, unos crackers, su mantelito y platos e irse a Hyde Park para sentir aquella sensación de "feel like a sir". Que conste que nosotros no lo hemos hecho nunca, pero no ha sido por falta de ganas. Salimos de allí con unas cuantas cositas y nos dirigimos a sentarnos un rato en una cafetería cercana. Lo bueno de muchas cafeterías en Londres es que son caras pero a cambio uno se sienta en un butacón y se puede tirar mucho rato descansando las piernas y usando la conexión wifi.



Salimos con fuerzas renovadas y ya no pisamos Piccadilly Circus, si no que nos dirigimos a subir y bajar Regent St. Esta calle es preciosa, diría que para nosotros es LA CALLE, con mayúsculas, comercial de Londres. Quizás te den igual las tiendas que haya (a mi me dan bastante igual casi todas ellas), pero la calle es espectacular. No hay ni un edificio feo, son todos espectaculares. Las tiendas son todas imagen de sus marcas y están cuidadas hasta el último detalle. En fin, que merece mucho la pena pasear por ella. Cuando acabamos de pasearla nos dirigimos a la tienda de descuento de ropa deportiva de Londres. En pleno Piccadilly Circus, seis pisos de ropa con descuentos de hasta un 70%. Material de montaña, futbol, palos de golf, raquetas... lo que se te ocurra (o casi, porque cosas de pádel no hay porque en este país no se practica). Cansados y muertos decidimos parar a cenar, ya casi a las diez de la noche. Bea tenía muchas ganas y aunque a mi me da bastante repelús, nos fuimos a un KFC. En general sabéis que odio profundamente las cadenas de comida, y las de comida rápida más. Pero mira, un antojo es un antojo, así que fuimos a comer pollo rebozado con las manos mientras nos reíamos viendo las pintas y las actitudes de los adolescentes locales.

Si lo que veíamos en el KFC era gracioso y peculiar, la calle lo era más. Es realmente gracioso ver como adolescentes que no se han puesto unos tacones en su vida caminan con unos de doce centímetros mientras tratan de que sus faldas no se suban. Colas y más colas en los locales de marcha de la zona. Muertos como estábamos decidimos irnos al apartamento ya a las doce de la noche. Un bus y estábamos en casa descansado, que mañana espera un nuevo día.

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