Cuando nos mudamos a Singapur una de las pocas cosas que me pidió Bea fue ir a Nueva Zelanda. Desde España el viaje es un poco locura, más de 30h, dos escalas como mímo y un dineral. Dos días para llegar y dos para volver, entre unas cosas y otras. La experiencia, ya relatada en este blog, fue de lo mejor que hemos hecho. Así que este año decidimos volver en las vacaciones de Cloe del final de su primer trimestre.
El planning fue sencillo. Teníamos un montón de millas de la aerolínea y queríamos una autocaravana de nuevo. El país es perfecto para ello y nuestra experiencia anterior lo había refrendado. Escoger la compañía fue automático. Nuestra experiencia con Wilderness había sido casi perfecta, así que fuimos directos a ella. Cambiamos de caravana a una con salón detrás, pero por lo demás, el mismo proceso de la otra vez. De hecho, cuando la alquilamos la primera vez nos pareció muy cara, pero con lo que han subido los hoteles tras el covid, nos parece mucho más barata que antes.
Así que ayer, tras acabar de trabajar, directos al aeropuerto. Tras un vuelo sin incidencias, aterrizamos a primera hora de la mañana en Christchurch, capital de la isla sur. El aeropuerto es pequeño y tardamos poco en pasar los controles, y eso que declaramos que llevábamos material de senderismo y tuvimos que pasar la maleta por el escáner. Al poco rato una furgoneta de Wilderness nos llevó a su sede para recoger la caravana. Los trámites duran bastante más que en un coche, ya que se paran mucho a decirte lo que puedes o no hacer con ella y a enseñarte como mantenerla y como usar todo. El servicio es de 10, pero al final todo esto lleva más de una hora.
Salimos con la caravana por fin camino de Akaroa, un pueblo en la península existente pegada a Christchuch. Era ya hora de comer, y los 90 km con pasos de montaña sabíamos que nos llevarían cerca de dos horas, así que Bea buscó donde comer por el camino. Paramos a comer en The Store @ Tai Tapu. Llegamos sobre las dos de la tarde pero nos comimos un buen desayuno de huevos pochados con bacon las niñas y yo con salmón ahumado. Muy agradable el local, pena que el tiempo no acompañara para estar en la terraza. El viento es muy frío así que decidimos quedarnos dentro.
Desde alli seguimos carretera y empezamos a subir las colinas que rodean a Akaroa. Las vistas por el camino son espectaculares, con colinas marrones salpicadas de árboles, a veces claramente plantaciones, pero muchas veces son naturales. Tras un buen camino de curvas, llegamos por fin muy cerca de Akaroa, donde paramos en una tienda a comprar dos tonterías. Hoy es Viernes Santo y los supermercados grandes están cerrados y por ley no se puede comprar alcohol si no es en un restaurante. Llegamos un poco más tarde ya a Akaroa, donde aparcamos en el parking gratuíto del pueblo para caravanas.
Volvimos ya desde el restaurante a la caravana, donde nos pasamos un rato echando un Uno antes de preparar la camas para dormir que esta noche toca sobrellevar el jet lag de las cinco horas de diferencia horaria. Mañana más aventuras.
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