viernes, 30 de noviembre de 2018

Nueva Zelanda en caravana - Queenstown y camino de Milford Sound

El tiempo estaba tornando al habitual en NZ, a ratos sol, a ratos lluvia. Nos levantamos pronto para desayunar en el hotel Cardrona, aprovechando que estábamos durmiendo en su parking. Tenía ganas de disfrutar de su interior, debe ser de los edificios más antiguos del país, tiene más de 150 años. Desayunamos algo contundente y Cloe estuvo jugando un rato con la camarera y un piano. Nos hacía mucha gracia que le decía que ella no quería aprender canciones, si no crear las suyas propias.

Del hotel salimos camino de Queenstown, conocida como la capital mundial de los deportes de aventura. En Queenstown se puede hacer de todo. Paracaidismo, puenting, rafting, parapente... Lo que te se te ocurra, va a haber una empresa que lo organice. El pueblo en sí mismo como habitante tiene buena pinta y visualmente es bonito. Como turista, cuatro calles llenas de tiendas de aventura, ropa de montaña, restaurantes, bares y algún supermercado. Cuatro calles contadas. Nos pasamos una hora dando una vuelta y salimos camino de Milford Sound.


Siempre había querido ir a Milford Sound. Todo el mundo que había estado en NZ me había dicho que merecía muchísimo la pena, ya no solo por el sitio si no por la carretera que te lleva allí. Milford Sound es uno de los fiordos del parque natural de Fiordland, que es enooorme. El tema es que Milford Sound es el único accesible por carretera y es un lugar muy aislado. Desde Queenstown a Milford Sound hay aproximadamente 75 km en línea recta. Por carretera son unos 350 km.

Así que el camino lleva de cuatro a seis horas. Hay que tener en cuenta que en toda la isla no hay ni una sola autopista, las carreteras son como las carreteras nacionales españolas (con suerte), y aun encima hay muy muy pocos carriles de lentos. Se supone que si vas formando caravana deberías echarte a un lado y dejar pasar al resto de los coches.


En fin, que hicimos la primera parte del camino hasta Te Anau, el último pueblo antes de Milford Sound. Desde allí no hay nada. Ni gasolineras, ni tiendas, ni casas, ni un mísero bar de carretera. NADA. Así que paramos en Te Anau a comer.

Paramos una hora y media para comer ciervo y algo de ternera en un bar. Eso y el trozo de pastel de limón y merengue más grande que he visto en mi vida. Desde allí comenzaba la carretera que se iba poniendo más y más bonita. Primero se abrió a un valle lleno de matorrales cubiertos de flores amarillas. Después seguimos un río rodeado de flores moradas que llevaba a las montañas.



La carretera serpenteaba por las montañas entre cascadas, ríos, arroyos y bosques cubiertos de musgo. Paramos varias veces por el camino para hacer fotos y tratar de ver más keas que son un símbolo de la zona. Antes justo de llegar al fiordo, se cruza un túnel excavado a pico, hace ya muchos muchos años, y que parece descender a las profundidades.

Llegamos a Milford algo tarde ya, así que hicimos la foto de rigor en el fiordo y nos fuimos a nuestro alojamiento del día, Milford Sound Lodge.


Éste tiene una zona que es camping para caravanas y tiene también cabañitas. Es nuestra primera noche en un camping con toma eléctrica, se nos hace hasta raro. La plaza de aparcamiento está rodeada de árboles altísimos. Cenamos en la caravana y nos dimos una larga ducha en las duchas del camping antes de irnos a la cama.

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