viernes, 27 de septiembre de 2013

Tres en la carretera. Día 7. Clemont-Ferrand y Chateau de Tanay

Esta noche llovió en las montañas. El día amaneció gris en Murol. Cloe seguía feliz. Realmente creemos que le gusta mucho estar de vacaciones. Cada día son emociones nuevas, nueva gente a la que conocer y nuevas cosas que descubrir. Además le sonríe a todo el mundo y se los camela sin miramientos. Es una delicia. En fin, que salimos con intención de hacer los 30km que nos separan de Clemont-Ferrand, capital de la región francesa de la Auvernia. Por el camino paramos a echarle un ojo más de cerca al castillo de Murol (bien chulo) y a recorrer carreteras secundarias de la región, pasando por pueblos como St-nectaire, con su famoso queso cubierto de ceniza volcánica, y por multitud de granjas y aldeas. Además el GPS hizo de las suyas y nos metió las las carreteras más secundarias que pudo, con lo que atravesamos multitud de pequeñas aldeas bien bonitas.


Clermont-Ferrand. Descrita en un famoso blog sobre consultoría informática como la ciudad más aburrida de Francia. La ciudad vive principalmente de los neumáticos. Fue gracias a los volcanes dormidos de la zona que aquí viven de la vulcanización gracias a Michelin, que produce aquí sus neumáticos. La primera impresión que causa la ciudad es bastante cutre. La segunda también lo es. Y la tercera. Pero mira, al final aparcamos y encontramos la parte bonita de la ciudad. El casco histórico es contenido, muy pequeño diría yo, pero merece la pena un paseo si uno se encuentra cerca. Con una alta catedral gótica coronándolo, sus callejuelas son agradables para disfrutar de un paseo. Comimos en la plaza pegada a la catedral, en una terraza de nuevo, un entrecotte de vaca con col, patatas y salsa de queso y una ensalada de pasta con gambas y salmón ahumado. Muy rico todo y muy bien de precio. Paseamos un ratito más antes de irnos en dirección a Lyon, haciendo alguna compra para Cloe, que esperemos disfrute de su nuevo peluche que todavía no he bautizado.

La idea del resto del día era ir al hotel que habíamos reservado, el Chateau de Tanay, y después bajar a cenar a Lyon. Cogimos la autopista con Cloe durmiendo y se despertó ya a 40 km de Lyon. Paramos en área de descanso nueva que era la mejor área de descanso de autopista en la que hayamos estado nunca. Amplia, con juegos infantiles, merendero, restaurante, un subway, unos baños limpios y un pedazo de cambiador de bebés super cómodo. Cloe comió y nosotros compramos algo de beber antes de dirigirnos al hotel.

Con las coñas se nos estaba haciendo muy tarde. El hotel estaba a 40 km de Lyon. La ciudad estaba llenísima de gente, no había casi hoteles libres y este hotel nos tuvo muy muy buena pinta.  Mucha gente siempre nos dice: "No se como os atreveis a ir sin hotel reservado. Yo no me atrevería". Pues mirad, con coche es imposible no encontrar hotel. Según booking en Lyon hoy solo había dos hoteles con plazas libres en toda la ciudad. Pues bien, nos hemos ido a 40 km y asunto arreglado. Es menos de media hora de coche de la ciudad, así que no es gran problema. En fin, volviendo al tema, se nos hacía tarde. Al hotel veíamos que llegaríamos a las seis de la tarde. Las tiendas en Francia cierran a las 7. Así que lo teníamos mal para hacer compras, y bajar a Lyon para no poder dar un paseo con vida en las calles no nos parecía gran cosa. Así que decidimos disfrutar del hotel, y vaya si disfrutamos.

Nada más llegar nos recibió la dueña y nos enseñó nuestra preciosa habitación, el hotel y su jardín de 5 hectáreas. Las habitaciones están recién construidas en las antiguas caballerizas y ellos viven en el castillo, al que puedes acceder para disfrutar de su salón y su comedor. Su casa son las dos plantas superiores y les falta por reformar una tercera. Le preguntamos por la historia del castillo y nos dijo que se remonta al siglo 11. El sitio es increible. Decidimos quedarnos a pasear por él e ir a cenar a un restaurante cercano. Mientras paseábamos se nos acercó el dueño y nos dijo si nos apetecía sentarnos a tomar un vino. Bea tenía que darle de comer a Cloe, así que me acerqué yo. En una mesa del jardín había sentados ya dos parejas de jubilados, de cerca de 70 años. El dueño me los presentó y nos ofreció vino blanco con crema de moras. Para picar unos tomates cherry de su granja y unas almendras. La idea me parece increible. El sitio no es ultra caro, no os vayais a pensar. 95€ hemos pagado por una habitación doble con desayuno y cuna para Cloe. Pues bien, ¿cuanto les puede costar una botella de vino blanco y un poco de licor? No es dinero. Sin embargo, han juntado a todos sus clientes en una mesa y han charlado con ellos. Hemos brindado todos y yo he practicado mi inglés. Una de las parejas era inglesa y la otra austríaca. Media hora de conversación y nos hemos despedido contando vernos en la cena, ya que todos íbamos al mismo restaurante cercano.

Bea y yo nos preparamos un poco para ir a cenar. Salimos con la niña pareciendo que iba a dormirse pero finalmente se despertó nada mas llegar al restaurante. Cuando llegamos, las otras dos parejas nos habían reservado sitio con ellos. Decidimos cenar lo mismo que ellos. La especialidad local, ancas de rana. Las ancas, preparadas con aceite, ajo y perejil, estaban buenísimas. Durante la comida compartimos mesa y conversación con gente realmente maja. El inglés había tenido una vida muy interesante. Piloto de la RAF, luego de British Airways y terminando su carrera de jets privados de gente como el CEO de Motorola o de Richard Branson. Estuvimos hablando de un poco de todo. De niños, de economía, de la vida, de la comida, de volar... Estuvimos todos jugando con Cloe, que cautivó sus corazones ya que no paraba de sonreirles. Nos tomamos un buen postre para acabar la comida. Bea unas bolas de sorbete de casis y de sorbete de lichi y yo una Ile flotant (natillas con merengue) y con Cloe ya pidiendo comida y sueño nos tuvimos que despedir de ellos. Así que, con un pequeño gesto, los dueños del hotel consiguieron que tuvíeramos la mejor cena del viaje hasta el momento y que nos lo pasáramos muy bien. Una grata experiencia para recordar de nuestra pequeña escapada por Francia. ¡Mañana más!

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