domingo, 28 de septiembre de 2014

Tres en Londres: Día 13: Soho, Diana Memorial Playground y último paseo

Día final en Londres. Como todo cuando se acaba seguimos un poco melancólicos. Han sido unos días tan divertidos que añoraremos esta ciudad como hacemos siempre. Nos encantaría vivir aquí, pero no recomiendo a nadie que no tenga una elevada formación venir. En serio. Esto está lleno de camareros españoles que malviven. Con un sueldo que a duras penas llega a las mil libras al mes cuando todo no es que sea caro, es que es carísimo. Ya no sólo tomar un mísero café (que cuesta al cambio unos dos euros y medio), sino que un bus cuesta otro tanto (con tarifa reducida), en el supermercado comer mínimamente sano es carísimo y la vivienda ya no os cuento. Así que no la veo como una ciudad de oportunidades si uno no posee una elevada formación y un alto nivel de inglés. Y no, no se aprende inglés aquí rodeado de compañeros españoles, italianos y portugueses. Si queréis aprender inglés no vengáis a Londres. Tras esta disertación de las mías os puedo contar que el día amaneció gris y con lluvia, pero que para cuando salimos de casa el cielo se había despejado casi completamente y el sol campaba a sus anchas. Otro desayuno más de pasteles del Cocomaya para alegrarnos el arranque del día y permitirnos coger fuerzas para los kilómetros que hoy hagamos. Cogimos un bus muy cerca de casa y nos plantamos en el Soho.

El Soho es un barrio ultra céntrico. Está justo en el medio de las calles comerciales más concurridas (Oxford Street y Regent Street) y la zona de los teatros en el oeste (el West End y Covent Garden). Aún así no ha sucumbido del todo todavía a la presión que ejercen las grandes marcas sobre la ciudad. En el Soho todavía puede uno encontrar tiendas con carácter. Hay muchísimo restaurantes y cafeterías, más de los que yo recordaba. Pubs, clubs... eso lo sigue habiendo. Pero también quedan pequeñas tiendas de discos, tatuadores, marcas pequeñas y sitios con encanto. Además en un lateral está Carnaby Street, una calle comercial preciosa aunque las grandes marcas están acabando ya con el encanto que tenía de pequeñas tiendas.
A pesar de todo me apetecía mucho recorrer el barrio. Es encantador. De día es pacífico y bohemio y de noche es un sito de clubs y restaurantes con encanto. También es la cuna de la comunidad gay de la ciudad. Nos pasamos la mañana buscando esas tiendas de las que hablo y haciendo las últimas compras.
Cuando dio la hora paramos a comer en una hamburguesería de la que había oído hablar, Honest Burguers. No puedo más que recomendarla. Las hamburguesas eran magníficas, las mejores que hemos probado en Londres.
El pan perfecto, la carne muy bien hecha y muy equilibradas en cuanto a la cantidad de salsa. Increíbles. Acompañadas por patatas con romero fueron la comida perfecta. Lo malo es que no tenían nada con que calentar la comida de Cloe. No tenían ni microondas ni máquina de café, así que le dimos la merienda a la niña y la comida decidimos dársela a la hora de la merienda.
Eso sí, se puso ciega de patatas. Estuvimos comiendo tranquilamente y charlando con la camarera que nos dijo que por qué no vivíamos allí si íbamos tanto de vacaciones. Ja. Cloe estuvo ligando con todo el mundo como siempre. Creo que la frase que más hemos oído en todo el viaje ha sido "soooo cuuute...". Salimos de allí a las tres y media pasadas y nos dirigimos hacia el Covent Garden.

Objetivo, seguir buscando esos tan deseados zapatos. Resultado: fail. Habrá que tirar de los de reserva. También estuvimos persiguiendo un vestido que Bea había localizado en All Saints. Tras preguntar en dos tiendas conseguimos que nos lo guardasen en una tercera para poder probarlo. Como ya era una hora prudencial y Cloe se estaba empezando a despertar de la siesta nos fuimos en bus al Diana Memorial Playground para que Cloe tuviera su último momento de columpios en la ciudad. Tras un recorrido en el bus un poco accidentado llegamos al parque. En esta ciudad hay una cosa que no entiendo de los buses. Un bus hace un trayecto x. Pues de repente, hay buses que dicen "hasta aquí". El conductor de repente dice "fin de trayecto" y todo el mundo a la calle. Supongo que será porque se les acaba el turno porque ni siquiera es en la cabeza de línea. Y hale. A la calle. Espera a que venga el siguiente si eso o vete a pie, a mi me da igual. Sinceramente no lo entiendo. Así que decidimos andar el último trecho que nos quedaba hasta el parque y allí estuvimos con Cloe casi una hora.
Estuvo disfrutando mucho de los columpios, se tiró en el tobogán con mamá y estuvo, de nuevo, haciendo música.
 Como disfruta de este sitio. Si fuera algo mayor disfrutaría aún más, pero para ella es algo cercano al paraíso. ¡Además hay ardillas! Ardillas que están acostumbradas a que las alimenten los niños y que incluso roban las bolsas de cacahuetes de los carritos de los bebés. Son casi domésticas.

De allí salimos hacia el centro de nuevo parando a darle la merienda/comida en una cafetería española que estaba cerca de la parada de metro de Queensway y que olia a croquetas.
Cogimos otro bus y nos plantamos en Oxford Circus para ver si el vestido finalmente le quedaba bien a Bea cosa que no sucedió. Decidimos hacer unas últimas compras en la Disney Store para las hijas de una amiga y nos fuimos a cenar. El objetivo de hoy era un japonés y terminamos en el Sakura, situado en Mayfair muy cerca de Regent Street. Pasamos por un par de restaurantes con mejor pinta pero Cloe nos limita un poco el ir a ciertos sitios porque no siempre se porta bien o porque son todo mesas altas y no puede comer con nosotros. Ojo, que generalmente se porta muy bien, pero cuando no quiere comer a veces monta barullo y no en todos los sitios está bien que lo haga. Así que llegamos al Sakura un tanto tarde. Vamos, que éramos los últimos. Pedimos dos variados distintos de nigiri y maki, un cangrejo de concha blanda frito, un tofu rebozado frito y unas sopas. La impresión general fue de meh. Es decir, mal no estaba, pero muy bien tampoco. Con la cantidad de restaurantes japoneses que hay en Londres estoy seguro que los encontraréis mejores.

Tras salir de cenar nos fuimos dando un último paseo hasta casa, cansados y felices al mismo tiempo. La noche otra vez era fresca pero agradable. En la mayor parte de las calles no hacía demasiado viento y la iluminación de las suntuosas casas de Mayfair hacía más agradable si cabe el paseo.
 
Llegamos un tanto tarde al apartamento y nos pusimos a hacer lasa maletas que mañana toca día de viaje en tren de nuevo. ¡Chao!

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