jueves, 18 de septiembre de 2014

Tres en Londres: Día 5: Camino de Londres

Hoy ha sido un día de viaje y más viaje. Por la mañana empaquetamos la maleta y nos fuimos a la estación de Burdeos a coger el tren con destino a Londres pasando por París.
Dejé a Bea en la estación y me fui a dejar el coche en un parking de larga estancia. Fue una pequeña odisea. Primero no había sitio y tuve que esperar a que saliera alguien. Después tuve que buscar al encargado para poder contratar la tarifa de 14 días. Todo esto no parece una aventura, salvo porque cuando salí del parking faltaban menos de quince minutos para que saliera el tren y tuve que correr una buena distancia con la maleta a tope. Una vez reunidos en el andén subimos al tren camino de París. Una vez en él un par de malas noticias. En primer lugar el espacio reservado para familias no era tan bonito como lo planteaban. O eso o nos han engañado con que lo haya en este tren. Al final fuimos en un espacio de un vagón cerrado con respecto al resto en el que había cuatro grupos de cuatro sillas enfrentadas con una mesa en el medio. Las sillas no se plegaban y Cloe no tenía donde correr por el suelo. Así que se pasó todo el camino pintando con una aplicación de Imaginarium en el Ipad y viendo Peppa Pig. Con el lío los mayores no habíamos desayunado así que a las doce terminamos comiendo un poco de salchichón y dos croissants. Además para más follón el tren llegó con más de veinte minutos de retraso a Paris así que tuvimos que correr para no perder el enlace.

Llegamos a Montparnasse y corrimos hacia el metro. Fue un poco de follón como esperábamos, con escaleras arriba y abajo, pero finalmente conseguimos subirnos al metro y en menos de media hora estábamos en la Gare du Nord. Allí cogimos unos bocadillos y subimos directamente al hall del Eurostar, pasamos los controles de seguridad y subimos al tren. En el Eurostar poco que contar. Dos horas y media de más Peppa y más pintar, con Cloe devorando parte del bocadillo de jamón y queso de Bea. Llegamos pues a Londres y todavía nos quedaba coger el metro hasta Edgware road. A diferencia de París en Londres un caballero nos ofreció ayuda para subir la silla por las escaleras pero aunque la consideramos innecesaria si que nos pareció muy bien que alguien se preocupara por nosotros. Llegamos a eso de lasa seis y veinte a casa de Rachel, la dueña del apartamento dónde nos alojamos. Es la segunda vez aquí y nos sentimos como en casa. Tal es así que le trajimos de regalo una botella de licor café, para que sepa lo que es bueno. Aquí nos esperaba el mismo apartamento, prácticamente en el mismo estado en que lo dejamos. Se nota algo el uso, pero sigue siendo una maravilla. Tras preguntarle por los parques infantiles de la zona nos despedimos y nos dedicamos a guardar las cosas antes de salir a pasear.

Un rato después a eso de las siete y media hora londinense, estábamos bajando por Oxford Street dando un paseo de esos que dan los guiris por Londres. Ya sabéis que no es precisamente mi calle favorita, pero necesitábamos respirar un poco el ajetreo de la ciudad para aterrizar mentalmente en ella. Bajamos hasta un poco antes de Oxford Circus y paramos a comer un cookie de Ben's cookies, ya famosas en la ciudad tras su despegue desde Oxford. Necesitábamos un poco de azúcar porque no habíamos comido demasiado hoy. Con los comercios ya cerrados nos dirigimos a buscar dónde cenar. Tenía un par de sitios localizados pero fueron imposibles. El Patty and Buns, una hamburguesería que estaba hasta la bandera y el Zoilo, un argentino, tampoco tenía sitio. Así que tras dar una vuelta terminamos en un Wagamama que nunca defrauda aunque tampoco sea algo espectacular.
Tras sentar a Cloe en una trona y darnos los del local unas ceras para que se entretuviera pintando, decidimos cenar una ensalada con algo de langosta, unos gyozas de pollo y un ramen con un poco de todo (cerdo, pollo, calamares, mejillones...). Pedimos por primera vez un plato para Cloe.
Un poco de arroz glutinoso, pollo a la parrilla, zanahoria y maíz dulce. Antes de traer la comida nos ofrecieron un poco de leche de soja para ella. La parte de arriba que tenía un poco de cacao se la comió, pero el resto no le gustó mucho. Su plato de comida casi se lo comió entero.
Dejó medio pollo y algo de arroz y zanahoria, pero por lo demás disfrutó mucho de poder comer ella sola y de lo que fue su experiencia comiendo en general. Recomiendo la experiencia en el Wagamama con niños. Se ve una preocupación en que se lo pasen bien y compartan la experiencia con sus padres. Cansado y derrotados, salimos del restaurante los tres muy felices con ganas de descansar y mañana empezar el día con fuerzas.

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