Sí, ya se que vamos mucho a Japón, pero esta vez tenemos coartada. Nuestros amigos que viven en el país se van a finales de verano, así que decidimos hacer un viaje relámpago para verlos.
De primeras, y para ahorrar, cogimos para probar la aerolínea de bajo coste de ANA. De primeras sonaba bien, avión decente, asientos con buena pinta en las fotos... El vuelo era de noche, así que contábamos llegar un tanto hechos polvo, pero es que la opción con aerolínea tradicional era tres veces más cara.
El vuelo comenzó ya algo rana, ya embarcamos tarde y luego estuvimos más de media hora dentro del avión sin movernos. Al final entre unas cosas y otras despegamos, y por tanto aterrizamos, una hora más tarde de lo esperado. Si bien el espacio para las piernas era el adecuado, los asientos eran MUY incómodos. Estaban terriblemente diseñados y el cabecero molestaba más que ayudaba. Muy raro el hecho de que mandaban bajarlos de todo para aterrizar, con lo que en mi caso tenía que estar quince minutos con el cabecero en la chepa. Ninguno de los tres consiguió apenas dormir, y eso que estamos acostumbrados a dormir en aviones.
Así que cansados aterrizamos en Narita, el aeropuerto de Tokio que está a 70km del centro. Como en el avión no teníamos comida, tras pasar las formalidades del aeropuerto, buscamos donde desayunar. Acabamos en un café bastante meh pagando una pasta. Buscamos mientras desayunábamos el mejor tren para llegar a casa de nuestros amigos, en el sudeste del centro, y el que necesitábamos salía ya, así que tratamos de coger el siguiente. Entre parar a hacer unas compras y que tuvimos lío recargando la tarjeta de Cloe, perdimos el tren. Nos tocó esperar casi cuarenta minutos por el siguiente tren, y luego es un buen rato de camino, así que aunque aterrizamos a las diez de la mañana no llegamos al destino hasta casi las dos de la tarde.
![]() |
Cuando llegamos, y tras unos buenos abrazos, nos tenían preparados unos makis para comer. Estuvimos de sobremesa, repasando lo vivido en el año medio que había pasado desde la última vez que nos vimos, disfrutando al fin de una charla en persona. Antes de que el cansancio del vuelo pasara factura, salimos a dar una vuelta por el barrio. Desde allí caminamos hasta Roppongi, donde tratamos de tomar un café cuando empezó a llover. Dimos una buena vuelta buscando sitio en una cafetería, y resultó imposible. Como no había manera cogimos el metro para ir a cenar a la Tsukushima Monja Street.
El monja es un plato primo del okonomiyaki, pero con la masa mucho más líquida. Se cocina en una plancha en medio de la mesa, y se come directamente de la plancha con unas mini espátulas. El restaurante donde cenamos se llama, agarraos, Monja Moheji Hanare-no-Hanare-no-Hanare, según Google Maps. Había como suele ser habitual en los restaurantes de monja, mil distintos ingredientes que escoger. Cenamos un monja de huevo y bacon y otro de mariscos. Como nos quedó ganas de postre, nos tomamos un Tiyaki de crema calentito paseando, que hacía fresco en la calle.
Para rematar el día seguimos el paseo a recoger el coche de alquiler. Hoy dormirá en el garaje de su casa, antes de partir mañana de viaje. Reventados nos fuimos para cama a dormir y descansar lo posible, Mañana comienza el viaje en coche.
No hay comentarios:
Publicar un comentario