sábado, 10 de mayo de 2025

Viaje por curre - Guangzhou, Guilin y Hong Kong

Nota: Este viaje sucedió en febrero, pero lo voy a publicar ahora tras el de Japón. Aunque no esté en orden cronológico, colocarlo en ese orden le quitaría toda la visibilidad de nueva entrada

 

Día 1:  Viaje a Guilin

Hace tiempo que tengo a la familia diciéndome que por qué no escribo sobre esos viajes de trabajo que hago y que extiendo. Tengo la suerte de tener no solo un trabajo que me encanta, si no que tengo gente con la que me encanta tanto trabajar como disfrutar fuera del trabajo. Así que, cuando todos los años la empresa nos reúne en algún sitio del mundo, nos vamos por ahí unos días.

La suerte que tenemos es que si el viaje de avión cuesta lo mismo, nos dejan extender el viaje. En los últimos tres años los destinos han sido Nueva York, Lisboa, y el de este año Guangzhou. Para los que no conozcáis la geografía de China, Guangzhou es la tercera ciudad más grande, tras las conocidísimas Beijing y Shanghai. Guangzhou tiene casi 20 millones de habitantes y está a poco más de 50km de Shenzen, que seguro conocéis por ser la meca de la electrónica de consumo. Las dos están a su vez pegadas a Hong Kong, haciendo una zona hiper poblada y muy rica.

Así que este año decidimos por supuesto extender el viaje. Pero no queríamos conformarnos con ver ciudades. Al final tanto Shenzhen como Guangzhou son un paraíso de las compras, pero en general son ciudades muy modernas y no nos atraían para extender. Ya que íbamos a pasar unos días allí por trabajo, preferimos ver otra China, la China que se está transformando entre el rural y la ciudad a pasos agigantados. Además, nos gusta la naturaleza, y en Guilin está la zona con más montañas kársticas juntas del mundo, paisaje natural incontestable.


Así que dicho y hecho, los amigos del trabajo planificamos el viaje. Aterrizamos en Hong Kong porque volveríamos desde allí y nos cogimos un tren de alta velocidad hasta Shenzen. Ahora mismo no hace  falta visado siendo Español para entrar en China, así que aunque la frontera lleva un rato, es sencillo cruzarla. Un simple formulario de llegada y listo, cogemos el tren hacia Shenzen. Ahí nos encontramos con otro compañero y comemos en la estación antes de coger otro tren hacia Guilin. 


La estación norte de Shenzen donde cogemos el tren es INMENSA. No os lo podéis imaginar, debe ser el espacio central sin columnas más grande que he visto en mi vida, y se nota que está hecho para mover hordas de gente. Cogemos a su hora, completamente puntual, el tren de alta velocidad hacia Guilin. El único lío con esto es que los billetes de tren en China solo se pueden coger 15 días antes, y a veces hay tortas para coger el tren que quieres. Por suerte podemos coger uno que nos vale y que no tarda mucho. Guilin está a unos 500 km de Shenzen y el trayecto lleva poco más de tres horas. Los más rápidos apenas hacen paradas y tardan algo menos de dos horas y media. Llaman la atención las señales de los baños de la estación. Veréis, a los chinos les da asco mear cerca del urinario para no mancharse los zapatos, así que la tradición es mear de lejos y el gobierno está tratando de cambiar la mentalidad con una campaña de concienciación.

Me gustan mucho los trenes, así que tenía ganas de coger el tren de alta velocidad chino. Experiencia plenamente positiva. He de decir que fuimos en primera clase, con solo cuatro asientos por fila (en vez de seis de la segunda clase), pero el billete nos costó solo unos 50€ al cambio. Los asientos no fueron los mejores en los que me he sentado en un tren, ya que eran algo duros, pero lo compensa que el tren es súper suave y silencioso en su rodar. Tenía un marcador diciendo la velocidad y a 250km/h apenas se notaba balanceo o ruido de rodadura, y el sonido del motor era casi imperceptible. 

Llegamos a Guilin de noche. Lo primero fue buscar un taxi, así que usamos Didi, la aplicación de transporte por defecto de China. Es muy muy barata. En Guilin el trayecto más caro que hicimos fue de 3€. Esta noche nos costó algo encontrar donde quedamos con el taxi, y como curiosidad, ese fue el único taxi que cogimos en todo el viaje con motor de combustión interna.  

Así que el taxi nos llevó al hotel, situado a la orilla del río en una calle sin salida, ya que daba a una zona peatonal. El hotel, creo que he dicho muchas veces desde que volví que el mejor hotel relación calidad-precio de mi vida. Por unos 55€ por noche tenía una habitación bastante grande, limpia, nueva, con cristalera enorme al río, bebidas del minibar gratuítas, desayuno y lavandería incluídos. Muy muy recomendable el hotel Lijiang Moon Hotel.


Esa noche decidimos ir a cenar a un restaurante que nos había recomendado la madre de una amiga de mi hija, que es de Guilin. Agan Restaurant fue el destino. Pasamos una buena noche cenando como bellacos todo lo que los estómagos nos dieron para probar. Acabamos bien llenos por poco más de 9€ por cabeza, cervezas incluídas. 



Aunque el día fue más bien de trayecto y de un sitio para otro, la cena y la primera impresión de Guilín, a pesar del frío, nos dio ganas de más. Paramos a comer un dulce y volvimos al hotel para dormir.

Día 2: Guilin

Hoy nos levantamos con buen día. Desayunamos en el hotel, y es lo único no destacable. El desayuno es mediocre, pero nos da lo suficiente para arrancar el día. Comenzamos a pasear por el río y es muy bonito. El pavimento está nuevo, y todo se ve muy cuidado, y nos reímos con unos cañones de agua que, pagando con una app, permiten "atacar" al río con agua. Por supuesto metemos dinero para probarlo. 





Tras pasear un buen rato por la orilla paramos para el primer café del día. Muchos cafés aún no están abiertos, ya que no hay tanta cultura de café en esta zona de China. Todavía nos cuesta un poco acostumbrarnos a la falta de respeto por el espacio personal. No es que esto esté a reventar, pero la camarera me sirve el café a 5 cm de mí, cosa que se me hace extraña. Es simplemente un tema cultural, no pasa nada, es solo un detalle que me llamó la atención.

De aquí fuimos al Elephant Trunk Hill. Es muy gracioso como en China tienen la costumbre de llamar a rocas, montañas, etc refiriéndose a animales. En el río hay una colina con un agujero en un lado de tamaño considerable, así que dicen que es un elefante bebiendo del río. Hay que echarle mucha imaginación para ver eso, pero la colina es bonita. Paseamos por el río y subimos a la cima, para ver Guilin desde arriba. A lo lejos se ven ya las montañas a las que iremos mañana. 






Paramos a comer dim sum, y luego tratamos de tomar otro café. 



El café que encontramos mola mucho pero... no tienen agua en ese momento. No pasa nada porque tienen cerveza, así que cambiamos de tercio (badum tss) y nos quedamos un rato charlando sobre la vida. 


Tras un rato en Guilin nos damos cuenta de que falta algo en la calle, se siente como un vacío, una cosa rara. Nos damos cuenta de lo que es. La falta de ruído. Vemos coches, y muchas muchas motos, pero apenas hay ruido. Los coches sobre un 40% de ellos son eléctricos, y las motos el 100%. Cuando uno ve tantos vehículos y no hay ruido, al cerebro le cuesta procesarlo. Nos vamos ahora a la zona comercial de Guilin, digamos que la calle principal peatonal. Comida por todos lados, tanto puestos callejeros como restaurantes. Gente, pero sin ser una locura.  






Paramos en algunas tiendas, pero la idea es llegar a un palacio que hay al final de la calle, pero cuando llegamos está cerrado. 



Toda la zona que hay cerca del palacio está construida con una arquitectura imitando la tradicional. 
Decidimos cenar por allí y de nuevo una cena maravillosa. Muchísima comida rica, incluyendo unos pimientos que sabían (y picaban) tal cual los de Padrón. Maravillosa comida y otra vez muy barata. 





Desde allí cogimos un Didi y nos fuimos a tomar una cerveza a la única micro cervecería que encontré en Guilin. Pasamos un buen rato allí probando varias cervezas artesanas. La zona era industrial y daba hasta un poco de rollo, pero el sitio estaba francamente bien. Estaban proyectando eSports en la pared mientras charlábamos otro rato. 


De aquí ya cogimos otro  Didi de vuelta al hotel, mañana tocaba ir a las montañas

 

Día 3: Yangshuo y Guilin

Yangshuo es una ciudad al sur de Guilin, a una hora y media en coche. En la carretera, a ambos lados del río, hay cosas que ver. Aquí las opciones son o coger un tour (que es un rollo) o simplemente ir de Guilin a Yangshuo via tren o via barco. 
 

 Decidimos hacer otra cosa, que fue coger un coche con conductor a nuestra disposición todo el día. Dos de mis compañeros hablan Mandarín y uno de ellos fue el que cogió el conductor que un amigo le habia recomendado. Nos vino a buscar por la mañana y nos llevó a la primera parada que le pedimos.
 
 
Yo sabéis que no soy de hacer el guiri, si no más bien de irme un poco por las ramas. Bueno, este compañero es todo lo contrario, así que hacemos un poco de ambos en los viajes juntos. Hoy tocaba hacer lo típico en la zona, bajar el río en canoa de bambú. Tras esperar un buen rato y sufrir la humillación de ser demasiado pesados, bajamos el río en canoas separadas. Es tan guiri como podéis esperar. Vas en una canoa de bambú con una persona bajándote a golpe de palo, cual góndola veneciana. Por el camino hay unas cuantas represas que, cuando bajas, salpican un poco al hundirse la parte delantera de la canoa. He de decir que, aún siendo el tipo de actividad que no suelo hacer, el paisaje es increíble. El río baja rodeado de montañas espectaculares y, a veces, se esconde entre bosques de bambú. 






Al acabar fuimos a comer. El conductor nos llevó a lo que llamaría un restaurante de aldea. Todo muy limpio, la verdad, pero era como si te vas en Galicia a un restaurante de estos del monte donde sirven churrasco con ensalada de vinagre rabudo de vino tinto. He de decir que la comida espectacular, incluyendo mi primer arroz cocinado en bambú, que estaba delicioso. 
 
 


Necesitábamos otro café, y no teníamos prisa, así que se lo dijimos al conductor. Nos lleva a un hotel en Yangshuo con vistas a las montañas y una terraza espectacular que no disfrutamos más que para dar un paseo porque hacía frío. Pero no importa, el local tiene enromes cristaleras y nos pasamos un buen rato tomando té y cocktails. 
 
 





Nada más acabar, nos fuimos al penúltimo sitio. Nos metimos por unas carreteras rurales de esas donde tienes que tocar el claxon en cada curva, para llegar a un sendero con unas escaleras que llevaban a una vista increíble sobre el Pearl River. 
 


Pasamos un buen rato en la cima gozándolo con las vistas antes de ir al último destino de este tour, el billete de veinte yuan.
 
Veréis, esta zona es muy popular en China porque fue fuente de inspiración para muchísimas obras pictóricas Chinas, pero también porque es de donde viene el dibujo del billete de veinte yuan. Así que mi compañero quería ir al sitio concreto y allí fuimos. De nuevo un paseo chulo por el río, cuando ya anochecía, y un buen sitio para hacer unas fotos.
 

El conductor nos dejó en el hotel y decidimos donde cenar. Parece que había ganas de volver al AGan a seguir probando platos nuevos, así que allí fuimos para nuestra última aventura culinaria en Guilin. Volvimos a disfrutar mucho con la comida y la compañía. 
 

 
Antes de volver al hotel nos dimos un paseo por las pagodas de noche, y vaya si merece la pena. Como nadie quería ya seguir de juerga, nos fuimos al hotel de vuelta.
 


 

Día 3: Guangzhou

Este día  por la mañana poco que contar. Desayunamos en el hotel y cogimos un Didi camino de la estación de tren. Nos montamos en otro tren camino de Guangzhou, que es un trayecto similar al de Shenzen. Cuando llegamos los del equipo chino de la empresa nos estaban esperando para llevarnos al hotel. Si en Guilín el porcentaje de coches eléctricos era de un 40%, en Guangzhou es mayor aún. El compañero que nos llevaba en el coche nos contaba que para tener coche necesitas una licencia, y que para uno de combustión lleva años en Guangzhou, pero que par a uno eléctrico te lo dan al momento. Y así está cambiando China sus coches a eléctricos en un plazo muy pequeño.
 



 
En Guangzhou hoy poco  que contar. Estuve con algunos compañeros españoles visitando un templo y yendo a la zona del río, que es espectacular. Luego tuvimos una cena del departamento con compañeros que ya los veo como familiares lejanos, porque es gente con la que, en su mayor parte, llevo trabajando muchos años. Estos eventos para mí son como el que va a una boda donde conoce a todo cristo y vas de mesa en mesa hablando de lo que habeis hecho ese año.
 
 

Día 4,5,6: Guangzhou

No os puedo contar muchos detalles aquí. Pasé tres días trabajando por el día, y pasándomelo como un enano por las noches. Entre las cenas que montaba la empresa (una de ellas en barcos sobre el río) y las cervezas con los compañeros hasta altas horas de la madrugada, se me pasaron los días volando. Pero la mayor parte de estas cosas, no tienen mucho interés para este blog, así que las obviaré.
 
 

Día 7: Hong Kong

Tenía ganas de ir Hong Kong, hacía años que no lo pisaba, y las últimas veces fue por trabajo. Hoy la idea era no levantarse pronto. La noche anterior, como hoy no había que trabajar, la fiesta acabó cerca de las cinco de la madrugada. Bajamos a comer algo tarde a un sitio cercano, y la verdad la comida espectacular. Descubrí que en China los camareros pueden ofrecerte cosas gratis si lo negocias. Nos regalaron un postre que eran como mochis asesinos de lo gomosos que estaban, pero eran deliciosos.
 

 
Tratamos de ir a la estación del sur a coger el tren como habíamos hecho en Hong Kong a la ida, sin reservar. Nuestro gozo en un pozo, hoy es viernes por la tarde y no hay trenes hasta las ocho. Nos dicen que en la del norte lo hay a las cinco, así que atravesamos la ciudad otra vez en otro Didi. Como nos sobra algo de tiempo pasamos media hora en una zona de compras yendo calle arriba y calle abajo, y nos encontramos en ella con un compañero de Corea del Sur. 
 
El tren, muy bien como la otra vez. Pasamos la frontera de salida de China y entrada en HK y vamos al hotel . El hotel está situado muy en el centro de la zona financiera de la isla, en Wan Chai. Es un hotel nuevo, y eso se agradece porque Hong Kong está en clara decadencia y apenas hay hoteles nuevos. Dejamos las maletas y nos vamos a cenar, esta vez un bocata vietnamita y dar un paseo antes de volver al hotel y descansar para el día siguiente.
 


 

Día 8: Hong Kong

Hoy nos vino a buscar un amigo de un compañero, que vive aquí. Uno de mis compañeros ha trabajado por toda la zona y conoce a gente por todos lados, así que quedamos con su amigo. Primera parada, un desayuno plenamente local, con su pineapple bun (que no tiene piña) relleno de un buen cacho de mantequilla y unos fideos con carne.
 
 

 
De ahí nos vamos al teleférico para subir a lo alto de la montaña donde está el buda. La subida es muy chula, ya que pasa cerca del aeropuerto y sube entre montañas. Arriba paseamos un buen rato por la zona y el pueblo de mentira de la cima, que no es más que una zona de tiendas y cafés. Es decir, esto es gurilandia, pero os lo recomiendo porque las vistas son una chulada.
 





 Desde ahí no sabíamos que hacer. Pensábamos bajar andando pero uno de mis compañeros tenía el estómago jodido, así que cambiamos de planes. Cogimos un bus y nos metimos, montaña abajo, hacia un pequeño pueblo de pescadores del otro lado de la isla. Parece mentira como en nada pasamos de una mega ciudad a un pueblo de pocas casas y barcos pesqueros que se dedica principalmente a vender pescado seco. Paseamos un rato por el pueblo y paramos a comer en un restaurante de un hotel con vistas al mar.
 






Cuando acabamos de comer cogimos un taxi de vuelta al centro que fue lo más parecido a estar en el anime de Initial D. El señor iba a todo lo que daba el Toyota Crown de los años 90, pegando botes y mientras usaba dos móviles a la vez. De película.
 
Al llegar al centro nos dispersamos a hacer recados un rato. Yo quería buscar algo que regalar a las niñas y, cuando acabé, recogí a mis compañeros y nos fuimos a coger el ferry entre la isla de Hong Kong y Kowloon, que ya está en tierra firme. El ferry de noche es espectacular, con vistas a ambos lados de rascacielos iluminados. Una vez llegamos a Kowloon empieza el espectáculo de luz de los rascacielos de Hong Kong. Todos en coreografía iluminando el cielo entre la bruma.
 


 
Habíamos quedado para cenar con otro compañero de Singapur, su novia y dos compañeros de Coruña. Así que pasamos la noche primero cenando sopa de ternera, luego parando a tomar postres tradicionales en un local súper popular y finalmente dando un paseo por la zona de marcha. Ahí decidimos no entrar, mi garganta estaba un poco hecha polvo de los excesos, así que nos tomamos algo junto a nuestro hotel. Había un local que nos había llamado la atención con su nombre, Thai Wan. Paramos allí a tomar todos una cerveza y disfrutar de la buena noche que hacía. Veréis, en Guilín hacía frío, no de morirse, pero máximas de 8 grados. En Hong Kong andábamos de noche en unos catorce o quince, y se estába de maravilla en la calle. Así acabamos el día, terraceando, antes de irnos a la cama
 

Día 9: Hong Kong

Último día del viaje. Quedamos por la mañana para ir a un sitio tradicional de dim sum en Hong Kong. No se como describirlo, quizás caos organizado. Ruido de platos, ruido de gente, carritos con dim sums dando vueltas. Eso sí. los dim sums más ricos que haya comido nunca. Tras desayunar como reyes, nos vamos de paseo callejeando, tomando cafés aquí y allá, y disfrutando de la ciudad. De nuevo un sol radiante y esas sombras que, junto con los neones, dan personalidad a la ciudad. Tratamos de subir a Victoria Peak pero es imposible, demasiada cola. Disfrutamos de pequeñas tiendas de diseño locales en un colegio convertido en centro de artesanía. Y, al final, comemos cualquier cosa para acabar el día.
 

 




 
Recogemos las maletas y nos vamos camino del aeropuerto. Ya tocaba final y volver a casa, que se echa de menos a la familia. La verdad he disfrutado mucho de China. De sus paisajes, de su gastronomía, y de ver como el país crece a pasos agigantados. Para algunos compañeros míos, sobre todos los americanos, fue abrirles los ojos. Uno me dijo "we are doomed" que traducido vendría a ser "estamos condenados", viendo como evolucionaba China y como estan viendo evolucionar a su propio país. La televisión americana enseña aldeas pobres de China. Sus ojos ven trenes de alta velocidad, coches eléctricos súper avanzados, rascacielos, paseos por el río y una organización (la de nuestro evento) casi perfecta. El sentimiento es que volveré, y pronto.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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