miércoles, 28 de noviembre de 2018

Nueva Zelanda en caravana - Blue Pond, Wanaka y Raspberry Flat

Vaya vista nada más despertarnos, la niebla que se levantó al amanecer había desaparecido completamente a las nueve de la mañana. Ha sido increíble poder dormir aquí y poder disfrutar de las estrellas.

Desayunamos algo rápidito y seguimos camino. Primera parada: Blue Pond.


Blue Pond es otro de esos pit stops en el camino que te encuentras y en los que hay bastante gente. La verdad es que lo que vemos en NZ es como en todos lados. Donde hay que hacer esfuerzo para ver las cosas: meterse por una carretera mala, andar más de 500m, desviarse del camino habitual... hay poca gente. En cuanto es sencillo, no es que esto esté a rebosar, pero sí hay bastante gente. Blue Pond es de esos sitios en los que con una caminata suave de 15 minutos estás en un maravilloso lugar. Está en la carretera principal y el parking es grande. Así que sí, había bastante gente pero sin agobiar. Caminamos ese rato para llegar a un lugar donde se cruza un arroyo con el río Haas formando un remanso donde el agua es muy azul. Sobre él, un puente colgante.









Nos pasamos un buen rato jugando otra vez con las piedras. Cuando yo era pequeño jugaba con mi padre en el río a lanzar piedras planas para ver cuantas veces éramos capaces de hacerlas rebotar en el agua. Acabamos cuatro o cinco personas allí tratando de hacerlo mejor que los demás y fue muy divertido. Cuando Cloe sea algo mayor me encargaré de que ella aprenda también.


De Blue Ponds nos fuimos a Wanaka. Wanaka es famosa por su lago, rodeado de montañas.





Es una preciosidad de lago, la verdad. Aparcamos el coche en el paseo y nos fuimos a comer. Los de Wilderness nos llamaron y nos mandaron a unos chicos a arreglar la tubería. Comimos en un bar disfrutando de las vistas y de la cerveza local. Al poco de acabar de comer dejé a Cloe y a Bea de compras por el pueblo mientras yo acompañaba a los mecánicos a arreglar la tubería, que arreglaron en una patada.



Cuando acabamos dijimos: ¿a dónde vamos? Eran ya las cuatro de la tarde, algo tarde para hacer una ruta larga. Las más populares no me atraían, así que me dije: sigamos la carretera que rodea el lago y a ver que encontramos.





Y encontramos, vaya si encontramos. Encontramos una carretera de grava que recorrimos durante 25 km.

Por la grava. Teniendo que vadear nueve arroyos por el camino. Esquivando ganado suelto. Eso sí, en el medio de la nada, encontramos un puesto de helados de la única granja que vimos, que disfrutamos junto a unas ovejas.







Al final del camino, un aparcamiento rodeado de unas de las montañas más bonitas que hayamos visto jamás. Y un sendero. A seguirlo! Era ya algo tarde, pero una hora de caminata no nos la quitaba nadie. Lo justo para seguir el río hasta el puente colgante que lo cruzaba y ver que ese camino lleva al glaciar Rob Roy. Una pena, si hubiéramos tenido un par de horas más o tres hubiéramos ido a verlo. Nos los guardamos para el siguiente viaje. Eso sí, disfrutamos del paisaje como nunca.












Volvimos ya comenzando a anochecer hasta nuestra zona de dormir de hoy. Esta noche dormimos en el aparcamiento del hotel Cardrona, un hotel histórico. Este hotel alquila sitio en su parking para poder aparcar tu autocaravana ahí por un módico precio. Y aquí cenamos en la caravana, porque el restaurante ya está cerrado y nos ponemos a escribir este blog, que debíamos la entrada de ayer.

Nueva Zelanda en caravana - Monro Beach y Hass Pass

Dormimos bastante bien esta noche otra vez. Nada más levantarnos, una buena ducha en el camping donde uno no tiene que preocuparse de que se acabe el depósito de agua. Desayunamos en la caravana antes de partir hacia nuestro primer objetivo de hoy, el glaciar Fox. Paramos antes de dirigirnos al glaciar en una tienda de ultramarinos (aquí las llaman general store) en el pueblo anterior. Los pueblos en Nueva Zelanda son clavados al típico pueblo americano de las películas, eso sí, con menos banderas.

Cuando nos dirigíamos al glaciar, nuestro gozo en un pozo. Carretera cortada. Seguimos unos metros y vemos otra carretera en dirección a un punto desde el que ver el glaciar. Otra vez decepcionados tras ver un cartel que decía que no se podía ir en autocaravana. Cagoen... Siguiente objetivo, ponemos en el GPS el lago Matteson. De repente nos damos cuenta que hay que volver hacia atrás. Amigo mío, se pueden hacer muchas cosas, pero nunca, nunca, volvemos hacia atrás. El lago Matteson tenía muy buena pinta porque en las guías lo ponen como un destino con unas vistas muy chulas, pero nada, ahí se queda para el próximo viaje.



Así que nos pusimos a hacer km camino de nuestro siguiente posible destino: Monro beach. La playa es "famosa" porque a veces se pueden ver pingüinos de una especie bastante complicada de ver. Aparcamos la caravana y nos llevamos algo de comer para la playa. Para llegar a ella hay que andar 2,5 km por una senda que recorre un bosque autóctono, con grandes helechos y muchísimo musgo. A todos nos gustó mucho el paseo y disfrutamos mucho de los puentes colgantes. Y de las libélulas.







La playa estaba casi vacía y Cloe y Bea se lo pasaron genial buscando conchas y piedras para sus colecciones. Estuvimos un buen rato dando vueltas por la playa, haciendo fotos y tratando de ver pingüinos. Desafortunadamente no fuimos capaces de ver ninguno. Un guarda del parque nos dijo que se habían visto unas ballenas por la zona, pero nada, tampoco pudimos verlas. A pesar de ello, la verdad es que fue una tarde maravillosa y nos lo pasamos como enanos.






Volvimos a la autocaravana y seguimos camino hacia el sur. Aún nos quedaba un trecho hasta la zona de Wanaka, nuestro siguiente destino. Paramos por el camino a hacer varias fotos de la costa, que era espectacular.



También paramos a solventar las necesidades básicas de la caravana, llenar y vaciar depósitos. Al vaciar el de aguas grises nos dimos cuenta de que la tubería de desagüe se había roto. Nada serio de que preocuparse, les enviamos un correo a Wilderness y ya se ocuparán de ello.

Empezamos a ascender el paso de Haas. Es el paso más al sur de los tres pasos que hay en las montañas de los Alpes Neozelandeses. El paisaje es sobrecogedor y nos dedicamos a subir y subir, siguiendo el río Haas.





Paramos por el camino en plan pit stop a ver una cascada. Hay millones en este país, pero siempre son hermosas.


Seguíamos subiendo cuando vimos un sitio donde parar: Cameron flats. Es una zona de acampada del departamento de conservación. No son gratis. Hay una caja con unas bolsas zip rellenas de formularios. Lo cubres, te llevas el resguardo y dejas el formulario con el dinero en la bolsa dentro de un buzón. 8 NZD por adulto y 4 por niño. A cambio suelen tener mesas de merendero y váteres públicos. Así que allí nos quedamos, en medio de la más absoluta nada. No hay ni una casa, ni un bar, nada en tooodo el paso de Haas, que son 90 km. Nada. Cero cobertura. Hice unas salchichas para cenar y esperamos a que llegara la noche mientras veíamos anochecer y los cambios de luz en las montañas.




En NZ taaaaarda mucho en hacerse de noche. Ahora estamos a costumbrados a Singapur, que parece un interruptor. Aquí se pone el sol y tarda más de una hora en hacerse de noche en esta eṕoca del año. Pero es que el sol se puso a eso de las nueve y no hubo oscuridad total en el cielo hasta las once. Y como no hay nada de contaminación lumínica, solo con la luz de las estrellas se ve bastante. Nunca en mi vida había visto un cielo así y es una maravilla poder dormir en un sitio tan bonito.

lunes, 26 de noviembre de 2018

Nueva Zelanda en caravana - Franz Josef Glacier

Que cansados estabamos! Sobre todo Cloe, que a fin de cuentas es una paliza para ella un viaje en avión tan largo. Así que hoy, nada de despertadores. Cero. Nein. Zero. Estábamos en un paraíso, con ruido inexistente. Apenas unos ¿patos? y las caravanas saliendo. Descansamos como campeones para coger fuerzas para el resto del viaje y nos levantamos finalmente... a las doce. Ejem, sí sí, a las doce.




Así que si uno se levanta a las doce, nada de desayuno. Tocaba algo más contundente y unos huevos revueltos con salmón fueron la respuesta. Un desayuno de los de verdad antes de coger camino. Tocaba hoy ir hacia la costa occidental de la isla sur y recorrer la carretera hacia el famoso glaciar de Franz Josef. En NZ, y más con una autocaravana, toca paciencia. Las carreteras no es que sea malas per se, pero son reviradas y hay bastantes puentes de un solo carril, en los que hay que esperar si viene algún coche en sentido contrario. Al menos no hay demasiado tráfico.









Bea estuvo conduciendo hoy todo el camino, la verdad es que es hasta divertido llevar este bicho de siete metros. Hicimos nuestra primera y algo liosa parada a vaciar la caravana por el camino, en una estación especial para ello. Y, tras un buen rato en la carretera, llegamos al aparcamiento del glaciar. Antes de partir, unos bocadillos para coger fuerzas y empezamos el ascenso.



La verdad es que un glaciar así causa una mezcla de admiración y pena. Es una naturaleza preciosa, salvaje, con piedras de morrena arrastradas por lo que antaño fue un majestuoso glaciar. Ahora el calentamiento global lo ha reducido a su mínima expresión. Ojo, sigue mereciendo la pena venir a verlo, pero es alucinante lo que fue y lo poco que queda. El camino es muy bonito, viendo el glaciar ya desde lo lejos asomar entre las montañas. El camino se para a unos 750 metros del glaciar por seguridad. Hay un cartel hablando de las muertes que hubo entre 2007 y 2008 por desprendimientos del glaciar o por riadas repentinas, así que ahora toca verlo desde algo lejos. Nos quedamos un buen rato viéndolo mientras un simpatico kea, un loro de montaña que sólo hay en NZ se daba un paseo a nuestro alrededor.










Volvimos ya bastante tarde, apurando el paso para ponernos a buscar un sitio donde dormir. En la zona de Franz Josef no hay ningún aparcamiento gratuito para caravanas y no queríamos ir al más cercano, que era un buen trecho, así que acabamos durmiendo hoy en un camping sin mucha vista, la verdad, pero tranquilo y sin sandflies que molesten. Cenamos algo de pasta con atún, unos champiñones portobelo king size y unas fresas buenísimas antes de irnos a la cama algo más temprano que ayer para poder levantarnos mañana a una hora decente.

domingo, 25 de noviembre de 2018

Nueva Zelanda en caravana - Artur's Pass

Esta mañana estábamos ansiosos por coger nuestra caravana. Nos levantamos bien pronto, ya descansados, y salimos a la puerta del hotel donde una chica de Wilderness nos recoge para ir a buscar nuestra casa con ruedas. Apareció súper puntual y en dos minutos estábamos en la sede de la empresa.

El proceso de recoger la caravana fue un tanto largo. Tanto que preguntar y contar... Lo primero fueron las formalidades, y luego ya fuimos a ver el vehículo. La primera impresión fue magnífica, estaba realmente nuevo y era tan bonito o más que en los videos.


Estuvimos un rato dentro viendo un video con muchas instrucciones y explorándola antes de que la chica nos lo enseñara todo en persona. Al principio parece todo un tanto complicado. Que si bombona de gas, que si mil indicadores, que si depósito por aqui, que si depósito por allá. Pero tras un buen rato salimos ya con la lección aprendida y decidimos coger carretera. Primera parada, el súper.



Porque qué es una caravana sin una nevera llena! Eso sí, como no habíamos desayunado en el hotel y era ya bastante tarde, necesitábamos coger fuerzas primero. Al lado justo del supermercado había un café en el que nos tomamos un super desayuno de esos de dieta de bacon y huevos. En el super estuvimos un buen rato dando vueltas y viendo los productos locales. Llenamos la despensa con lo necesario para varios días para tratar de ser lo más independientes posibles; en algunas zonas de Nueva Zelanda es complicado encontrar donde comer y más si es fuera de horas.

Así pues, con la nevera llena y el depósito a tope, emprendimos nuestra marcha hacia el oeste de la isla sur. Es donde se supone que va a hacer mejor tiempo la semana que viene. El camino implicaba ya ir directos a testear las habilidades de conducción caravanil, cruzar Arthur's Pass. Esta carretera es uno de los pocos puntos que comunican el este y el oeste de la isla sur, y es un paso de montaña que me atraía recorrer.




Así pues, arrancamos con nuestra autocaravana, yendo relativamente despacio, monte arriba. Cuando nos llegó la hora de comer, paramos a un lado del camino y nos preparamos unos bocatas. Que bien nos sentaron!

Descansamos un poco la comida y seguimos un poco de camino antes de parar en la primera ruta de senderismo de las vacaciones: Devil's Punchbowl.








El camino atraviesa varios puentes peatonales sobre amplios lechos de ríos que no se parecen en nada a algo que hayamos visto antes. Es muy ancho y el rio ahora mismo discurre por una zona estrecha rodeado de morrenas. Tras cruzar los dos puentes, empezamos a subir. El sendero está muy preparado para turistas y hay muchas escaleras de madera, con una malla metálica sobre ella para no resbalar. La verdad es que no hay demasiada gente y nos cruzamos solo con 5 parejas en la caminata. Una de ellas, dos americanos, se me acercan y me dicen "Estábamos agotados ya, pero la hemos visto a ella (Cloe) y nos hemos dicho: si ella puede, nosotros también". El final de la ruta es una cascada de más de 130 metros de alto. En su base hay grandes rocas y una señal que impide acercarse más diciendo "peligro de desprendimientos". Nos quedamos un rato embobados viéndola y regresamos a la caravana a decidir donde dormir.

Tras revisar el material que nos dio Wilderness y el que sacamos de la aplicación de caravanas Campermate decidimos ver si un sitio cercanos nos gustaba, y si no, hacer unos cuantos km más a un segundo sitio. Al final el primero no nos gustó mucho. No tenía unas vistas muy bonitas, la verdad. Así que hicimos otra media hora de camino y finalmente aparcamos en un sitio llamado Iveagh Bay, al lado del lago Brunner. Y aquí nos quedamos, viendo la increíble puesta del sol desde la caravana, ya que la unica pega es que fuera hay muchas sandflies, una plaga en la isla sur de NZ.



Así que para rematar el día cenamos unos entrecots de ternera local con unas patatas de bolsa. Que ricos y que buen final para el día de hoy.

sábado, 24 de noviembre de 2018

Nueva Zelanda en caravana - EL VIAJE

Muchos años llevábamos queriendo hacer esto. Es algo que nos llevaba rondando la cabeza tiempo, y algo que Bea y yo siempre tuvimos en común. No se exactamente que es lo que nos atrae de Nueva Zelanda más. Por un lado es el hecho de ser lo más lejos que se puede ir desde Ferrol. Por otro lado es la naturaleza impresionante, con montañas, playas, fiordos, lagos... Y quizás tabién es importante para nosotros el poder ver estrellas, las echamos de menos. Y estas son nuevas para nosotros!

Así que ya en abril habíamos comprado los billetes de avión. Desde Singapur es algo sencillo, vuelo directo a Auckland, nueve horas de avion. Nada de 30 horas de viaje, nada de 3 o 4 escalas. Aún así, la duda principal en la planificación del viaje fue: autocaravana:¿sí o no? Por un lado nos atraía probar el viajar en autocaravana, y NZ está muy preparada para ello. Por otro lado era más cara que coche y hotel juntos, pero nos daba mucha más flexibilidad porque no es que haya muchos hoteles en este despoblado país. Y libertad de elegir donde y cuando parar sin mayor complicacion.

Tras mucho investigar, acabamos alquilando una autocaravana con Wilderness Motorhomes. De momento se han comportado de una forma muy profesional, veremos mañana como va la cosa.

Así que el día de hoy ha consistido en viajar y más viajar. La idea original era salir de Auckland y volver a entregarla alli. Pero analizando el plan nos dimos cuenta que lleva mucho tiempo moverse, así que con el poco tiempo que tenemos, nos pareció que era mejor coger un segundo vuelo hasta Christchurch (la capital de la isla sur) y desde ahí llevar la caravana al norte, no sin antes recorrrer primero esta isla.

Nuestro día fue un tanto aburrido y cansado, pero es un mal necesario Ayer, tras salir de trabajar, nos fuimos al aeropuerto.

Hasta llegar a Christchurch todo fue aviones y aeropuertos, sin ninguna incidencia. Nos preguntaron en el temido control de maletas por nuestro equipo de montaña pero finalmente no hubo ni que enseñarlo.

Así pues, tras tanto ajetreo, decidimos ir a nuestro único hotel del viaje y allí cenar y descansar. Nos tomamos tooodo el tiempo del mundo para cenar, los tres, en un agradable restaurante. Hemos tenido nuestra primera toma de contacto con los locales, que son bastante majos y amigables. Y también nuestra primera toma de contacto con la comida local, deliciosa!



Mañana comenzará de verdad nuestra aventura!