martes, 2 de octubre de 2012

Londres. No, no nos cansamos. (día 4)

Hoy el día amaneció con la típica lluvia fina y desagradable. Salimos del hotel con intención de ir a pasear a la City y con ganas de descubrir esos sitios secretos que tiene esa parte de Londres (aunque técnicamente no sea Londres, si no una ciudad dentro de la ciudad). En fin, que como llovía y no era un día agradable para caminar, nos metimos a desayunar en el mismo sitio que ayer, para coger fuerzas. Un smoothie, un gofre, una bagette y un par de cafés más adelante, habíamos tomado ya la decisión de lo que hacer en un día que se prometía tan desagradable.


Nos dirigimos por primera vez en este viaje a coger el metro. El bus para esta ruta era casi el doble de tiempo que el metro, y aunque lo odiamos, hoy no tuvimos más remedio. El destino, el Science Musseum, en Kensington. Es curioso que tras varias visitas a la ciudad no lo hubiéramos visitado todavía. Rodeado por el museo de Natural History y el Victoria & Albert, en una ciudad con tantos museos dedicados al arte, no nos había apetecido todavía ir a un museo dedicado a algo que los ingleses han sabido hacer mejor que nadie durante muchísimos años. Nada más entrar y dejar los abrigos en el ropero, lo siguiente fue caminar por la zona que exponía los inventos que nos llevaron a la era moderna. Grandes máquinas de vapor presidían la sala. En la siguiente pudimos ver motores de cohete, réplicas de sondas espaciales y vehículos de aterrizaje de las misiones apollo y un montón de parafernalia espacial. De ahí pasamos por un montón de salas con cosas interactivas y juegos que ayudaban a entender, a pequeños y mayores, conceptos como el clima o la energía. Nos sentamos a hidratarnos en uno de los múltiples bares del recinto y luego seguimos camino.


Continuamos por una sala de aviación. Grandes biplanos, pequeños aviones a reacción y muchos motores de aviación llenaban una sala enorme y muy recomendada para los amantes del tema. El poder ver la evolución de los motores para mi fue lo mejor de la sala. En este piso nos pasamos un buen rato en una sala llena de juguetes interactivos que trataban sobre temas como el magnetismo, la luz, el viento, los fluidos o la electricidad. De ahí paramos ya a comer, algo tarde, en una de las cafeterías del museo. Bea se tomó un pie de ternera y yo un sandwich y de postre una exposición de Alan Touring donde se trataba de hacer entender al público los pilares básicos de la programación de una forma muy, digamos, física. Conceptos como los bucles, las condiciones o las variables explicadas con luces e interruptores, ¡genial! Ordenadores realmente antiguos nos sorprendían en la siguiente sala. Tres ancianos manejaban el que la publicidad decía que era, posiblemente, el ordenador a válvulas en funcionamiento más antiguo del mundo. Alucinante. En fin, que tras una breve visita a la tienda del museo (estaba ya cerrando), nos fuimos a coger fuerzas al hotel para bajar a cenar.



Al salir del museo, el tiempo había cambiado por completo. El sol asomaba entre las nubes y era realmente agradable caminar por la calle, pero el cansancio hacía ya mella y pensamos que lo mejor sería tomárnoslo con calma. Así que descansamos y bajamos a cenar. El destino de esta noche, el Barbecoa. El restaurante, abierto por Jaime Oliver con un colega americano, ya había sido destino de nuestros caprichos culinarios y nos había encantado. Llamé un poco antes para reservar y cerciorarnos de que había sitio. La caminata desde el hotel, rodeando la Tate Modern y caminando sobre el Támesis mientras veíamos St Paul de frente. Un pequeño rodeo a la catedral y llegamos al restaurante, que estaba a reventar de gente. Disframos, vaya que sí. Un buen trozo de short rib para mí, bea una hamburguesa espectacular y un puré de patatas con aceite de ajo confitado para compartir hicieron que terminásemos llenos. Eso sí, yo me tomé un postre para rematar la faena. Un vaso con fresasa silvestres, con una mousse y un helado brutales.



Llenos y con ganas de bajar un poco la comida, subimos a la terraza superior del One New Change, el centro comercial abierto en el que está situado el Barbecoa. Desde allí, disfrutamos de unas vistas espectaculares de St Paul. Cuando empezamos a tener algo de frío, bajamos a pasear un poco por la City, bellamente iluminada. Cruzamos el río otra vez de vuelta para, esta vez, caminar hacia la Tate Modern y, de ahí, al Globe (la répica del teatro de Sheakespeare) y de ahí, al hotel. ¡Mañana más!


lunes, 1 de octubre de 2012

Londres. No, no nos cansamos. (día 3)

Hoy ha sido un día completito, completito. La verdad es que estamos encantados de pasar esta primera parte del viaje en una zona tan desconocida para el turista medio como esta del Southbank. Es la cuarta vez que estamos en Londres y esta parte del sur del río era casi desconocida para nosotros. Que sí, que quizás una pequeña escapada hacia el Imperial War Musseum. O sí, un viajecito hasta la Tate, y algunas más al mercado de Burough.. La mayor parte de esas veces sin alejarse mucho del río, que el sur intimida. No demasiada gente por las calles (comparado con lo que pisa el turista media), no grandes calles comerciales, no atracciones turísitcas... ¿Que esperar de aquí? Pues se puede esperar Londres. Algo quizás un poco más auténtico y más de gente de aquí. Si es la primera, o puede que la segunda vez que vienes a la ciudad, esto no es para tí. Antes de aventurate a hacer este tipo de cosas uno debe ir a los sitios a los que todos los turistas van. Una buena visita al British, al Natural History o a Hyde Park merecen muy mucho la pena. Pero esta ciudad tiene mucho que ofrecer y hoy hemos hecho un poco de todo. ¡Comencemos!



Hoy nos levantamos algo tarde. El día de ayer fue matador y las horas de tren pasaron factura. El mejor remedio para eso es... ¡un buen desayuno! Así que, mirando los análisis de los sitios de la zona, nos fuimos a The Table. Al salir del hotel pensamos que no habría mucha gente porque era algo tarde. Craso error, el sitio estaba llenísimo. Nos quedamos fuera en la calle haciendo cola con la suerte de que todos los grupos que teníamos delante eran más grandes que nosotros así que nos pasaron delante de ellos. Las mesas en el local son corridas y era más fácil acomodarnos a dos personas que al resto de la gente. Así para empezar un par de cafés y, para desayunar bien bien, dos buenos desayunos. El mío unos huevos revueltos, dos grandes tostadas y salmón ahumado en humo de roble. Bea se tomó un desayuno inglés con sus salchichas, su bacon, sus alubias, sus tomates y su pan tostado. Un smoothie para acompañar y llenos llenísimos, con fuerzas de sobras para afrontar el día, salimos camino de la zona de mercadillos más famosa del este de Londres.



Llamar a la zona de Brick Lane un simple mercadillo, me parece insultarla, la verdad. El bus nos dejó cerquita de Spitafields Market, la primera parada del camino. El mercado, renovado hace años, es todo un referente en los domingos de la ciudad. Londres es una ciudad que respira moda por todos sus poros. Suda moda a chorros. Cualquiera con una idea, por pequeña que sea, puede alquilar un puesto en un mercadillo y estudiar si su apuesta tiene salida. Los negocios florecen y mueren bajo la mirada del público que para bien o para mal marca tendencia de la moda a nivel mundial. Spitafields es una primera parada para mucha gente, y ahí empezamos. Curioseamos de puesto en puesto, viendo chaquetas tejidas en Nepal, bufandas de lana de yak o cuellos de pedrería. Tras hacer unas pequeñas compras paramos a beber algo y sentarnos en un local de una cadena llamada Leon. Las piernas pesaban por el ritmo lento y cansino de las compras agravadas por el hecho de que estos mercadillos de domingo están atestados de hordas de gente.



Tras descansar y acabar de exprimir este mercadillo el camino nos dirigía más hacia el este, camino ya de Brick Lane. El siguiente mercadillo, el Sunday Up Market está en un local que ya no es como el de Spitafields (un mercado de verdad), si no que es poco más que un almacén con paredes de ladrillo en blanco. Pero este lugar también es de apuestas arriesgadas y la comida ya no son locales en los laterales, sino gente vendiendo en puestos ambulantes la comida de sus países. Las compras en esta zona son especiales y los vendedores lo saben. Acabé comprando unos zapatos de una marca de Bolton que tiene nada más que cinco personas haciendo zapatos a mano. Y por el mismo (o menos) precio que se paga por unos zapatos de marca que muchas veces son hechos en China o en el sureste asiático. Eran ya pasadas las dos de la tarde y no teníamos nada de hambre, pero decidimos coger unos cupcakes en un sitio con una pinta magnífica. Un pequeño subidón de azucar era lo que necesitábamos para poder seguir camino por la zona.



Seguimos Brick Lane hacia el norte, atestada de gente, para dar un paseo por el Backyard Market, otro de los de la zona. Por este ya nos paramos menos, que las fuerzas empezaban a flaquear. Seguimos y pasamos por delante de The Vibe, un local de música en directo muy famoso de Londres. Desde fuera se escuchaba un concerto en directo de música electrónica. La zona está llena de graffities. Seguimos calle ariba y, tras pasar otra de las zonas de la calle que están llenas de sitios de comida, decidimos volver al hotel a descansar, para poder acabar el día con fuerzas. Antes de coger el bus paramos en un "centro comercial" de moda urbana llamado boxpark. Lo pongo entre comillas porque está hecho a base de apilar contenedores, de esos que van en los barcos. Curioso concepto, la verdad. Curioseamos un rato y luego cogimos el bus. Se que lo comento siempre, pero salvo que hagáis un viaje muy largo, el bus es mucho mejor que el metro. En metro uno sólo conoce lo que hay alrededor de las estaciones. El bus en Londres funciona estupendamente, se ve el paisaje y se descubren muchas cosas que de otra forma no verías.



Tras descansar un poco en el hotel buscamos donde cenar. Internet para estas cosas es maravilloso. Se que a veces da pereza, pero no dudéis en conseguir una tarjeta de prepago para vuestro móvil. Por poco mása de diez libras podréis tener internet allá donde vayáis y no caer en sitios cutres que un londinense no frecuentaría en su vida. Luego esta ciudad tiene fama de que se come mal, y es una de las mentiras más repetidas que oigo cuando llego a Coruña. En fin, que buscando buscando encontramos un restaurante polaco llamado Baltic. Ya desde el hotel, de nuevo por internet, reservamos una mesa para media hora después. Nada más llegar nos sentamos y disfrutamos del ambiente y del local, lleno de gente de la zona y cero turistas. Disfrutamos de una cena estupenda. Bea comió conejo con ciruelas y yo un schnitzel de cerdo genial. De postre Bea una especie de panacotta de vainilla con cerezas y yo una tarta polaca de manzana con helado de canela. Disfrutamos realmente de la cena y del sitio, con una velada amenizada por un poco de jazz en directo.

Salimos de allí dispuestos a acabar la noche en un pub que encontré en un libro. El Gladstone Arms, un pub en el que dsifrutar de la música en directo casi todas las noches. Es otro sitio alejado de miradas indiscretas, lejos de las hordas de turistas y lleno de gente de los alrededores que vienen a disfrutar de su cerveza favorita mientras escuchan a un músico que se entrega delante de, como mucho, cuarenta personas. Nos perdimos el primer concierto pero llegamos al segundo, Jess Klein. Disfrutamos del concierto completo, de esta chica que hace, según la crítica, country alternativo. El público era realmente curioso. Desde una gafapasata en la esquina que ponía cara de asco mientras no paraba con el móvil, pasando por una grupo de locales que pasaban de los setenta años, continuando por un par de hipsters en unos taburetes y acabando por nosotros, la audiencia era realmente miscelánea pero se entregó a aplaudir unánimemente cuando la ocasión lo requería. Gran día, si señor.


domingo, 30 de septiembre de 2012

Londres. No, no nos cansamos. (días 1 y 2)

Ayer nos pusimos de nuevo en marcha. Como ya sabréis, a Bea no le gustan nada los aviones, así que nos hemos ido a Londres por tierra, otra vez. No hemos hecho todo el camino en coche, si no que lo hemos dividido en dos etapas. Ayer despues del trabajo nos hicimos la ruta desde Coruña hasta Hondarribia, un bonito pueblo está justo en frente de Francia. De esta parte del viaje, poco que contar. Un poco de agua y siete horas por una carretera que ya nos conocemos de memoria. A Hondarribia llegamos a eso de las diez de la noche. El hotel estaba en pleno centro, al lado de la calle donde mayor concentración de bares de pinchos y restaurantes. Siendo viernes, la verdad es que no había demasiado ambiente, la vida que uno puede esperar en un pueblecito. Paramos a tomar un par de pinchos y nos fuimos para cama.

Hoy madrugamos mucho. Salimos del hotel a las siete y cuarto de la mañana, camino de la estación de Hendaya, donde cogimos el TGV camino de París. Seis horas después estábamos en la estación de Montparnasse y unos cuarenta y cinco minutos más y ya estábamos en la estación del norte. Paramos a comer algo en la estación. Comimos una ensalada en media hora y nos fuimos a hacer la cola del Eurostar camino ya de Londres. Es increible la cantidad de gente que lo usa. Contamos más de veinte vagones, con más de cincuenta personas cada uno, e iban hasta arriba. Aproximadamente tres horas después estábamos ya en Londres.


Nada más llegar a la estación lo primero fue comprar una travelcard de 7 días, que nos permitirá usar el transporte público en el centro una semana por 30 libras. Cogerlo en la estación de tren es importante, porque permite, por la duración de la travelcard, hacer uso de los cupones 2x1 de esta web. La verdad es que usándolos se ahorra bastante dinero. Pongamos por ejemplo la Torre de Londres. Vale la entrada diecisiete libras. Si cogeis una travelcard en una estación de tren e imprimís el cupón tendréis por diecisiete libras dos entradas. ¿Fácil, verdad?

Lo siguiente fue comer y beber algo. Bea se tomó uno huevo escoces (huevo cocido cubierto con carne y rebozado) y seguimos camino del hotel, situado muy cerca de la Tate Modern. Cogimos un bus y media hora después estábamos en la habitación, bastante cansados trasa un duro día de viaje. Así pues, nos zapateamos durante una hora antes de bajar a cenar. Tras dar una vuelta por los alrededores del hotel, haciendo ya algo de frío, decidimos cenar en un restaurante marroquí. Bea se tomó una sopa de verduras y unos chipirones y yo me decidí por un tajine de pollo.



Reconfortados por la cena caminamos una rato. Nos dirigimos hacia el mercado de Burough, con el horizonte marcado por el Shard, el nuevo rascacielos de la ciudad. Siendo sábado la zona estaba llena de gente caminando y tomando algo. Dimos media vuelta y nos volvimos a dormir. Queremos coger fuerzas para el resto del viaje y ¡hoy ha sido un día muy muy largo!

domingo, 6 de mayo de 2012

Europa de nuevo: Días 23 y 24 (Pamplona y fin de trayecto)

Vaya, como cuesta cerrar los viajes en el blog. ¡Dos semanas más tarde! La verdad es que el motivo por el que escribimos sobre la marcha es que sería imposible contar todo esto a la vuelta. ¡Sería agotador! Además de estos dos últimos días poco que contar. El Sábado salimos de Niort con destino Pamplona. Llenamos el depósito en una gasolinera francesa que tenía el diésel más barato que en España y comenzamos con el tedio de bajar por una autopista que ye hemos recorrido muchas veces y que no es especialmente divertida de conducir. Por el camino paramos en un supermercado para comprar los últimos regalos y hacer acopio de comida para la semana (y comprar quesos y embutidos franceses, que el queso en este país es religión). Por la tarde/noche llegamos a Pamplona donde Flo y Carmen siempre nos acogen (gracias majos). Estuvimos de cháchara todo lo que quedó de día y luego bajamos al cine con ellos y unos amigos a ver "Los juegos del hambre". La conclusión al salir de la película es que es como una canción de Coldplay porque no termina nunca de arrancar.

El domingo poca cosa. Nos levantamos y siempre nos cuesta despdirnos de la gente en Pamplona. Al final, tras estar de cháchara mucho tiempo, acabamos saliendo algo tarde y no llegamos a Coruña hasta las nueve de la noche, tras haber recorrido la friolera de 8900Km y con mucho cansancio en el cuerpo. Ya no me queda nada más que despedirme de vosotros hasta el próximo viaje que hagamos, para el que todavía no hay planes, pero esperemos que no tarde mucho. Os dejo la ruta de estos dos días aquí y una general del viaje (sin mucho detalle), en este otro enlace.

¡Hasta la próxima!

domingo, 22 de abril de 2012

Europa de nuevo: Día 22 (Arrás y París)

Hoy estamos ya de viaje de vuelta, pero aún así no nos podíamos permitir circunvalar París y no quedarnos a comer, ya sabéis como somos. Salimos del hotel de Arrás tras desayunar y nos fuimos a ver el centro de la ciudad. La verdad es que es una ciudad bastante maja. ¿Que ver en Arrás? Pues lo principal es la plaza del ayuntamiento, con su torre y la abadía. Lo primero lo paseamos pero lo segundo, dada la prisa que llevábamos lo pasamos un poco de largo. Caminamos un poco por las principales calles de la ciudad, incluyendo su zona peatonal y realmente nos gustó como parada en el camino. Eso sí, id con hambre. Acabábamos de desayunar y los escaparates de las pastelerías nos decían "¡cómeme!".

Seguimos desde Arrás hacia París, a 180km. Aparcamos de esta vez en un parking cerca del Palais Royal. Eran ya las dos de la tarde así que fuimos directos a nuestro sitio de comer en París, en el que ya hemos comido tres veces, el Sapporo ramen. Si vais no lo confundais con el restaurante sapporo. Creo que es de los mismos, pero allí que yo sepa no hay ramen. La comida nos encanta y además es baratísimo. Por entre 7 y 9€ te comes un tazón de ramen gigante con el que os aaseguro que no pasereis hambre. Tras hacer unas compras en esta zona japonesa nos fuimos hacia la zona del boulevard Haussman para tomar un café en la cúpula de las Galerías Lafayette, viendo desde arriba la zona de ópera. De allí bajamos andado serpenteando calles hasta el coche de nuevo para salir de la ciudad.

Del resto del día nada más que contar. Autopista hasta Niort, ciudad a la que llegamos a eso de las once de la noche para seguir volviendo hacia el sur.

La ruta del día, aquí

sábado, 21 de abril de 2012

Europa de nuevo: Día 21 (Geldrop, Roermond, Maasmechelen)

Seguimos como estos últimos días esquivando la lluvia. El día se levanta con el sol asomando entre las nubes y salimos del hotel buscando donde desayunar en el pequeño pueblo de Geldrop, donde la noche anterior habíamos decidido dormir. El pueblo es muy tranquilo, con mucha gente haciendo sus recados en bicicleta. Fue curioso ver a una madre colocar a un niño de menos de dos años en una silla para bici delantera y a otra hija de unos tres años en otra silla trasera mientras sujetaba la compra y la bicicleta. Todo un arte, la verdad. En el paseillo por Geldrop aprovechamos para ver la iglesia, que es realmente grande y majestuosa. Se nota que en esta zona había dinero. La iglesia por fuera es bonita, pero por dentro nos encantó. Ls mezcla de ladrillos de varios colores y la forma de los arcos nos recordó muy mucho a lo que habíamos visto en el museo de historia natural de Londres, salvando las distancias (el de Londres está hecho con piedra y este con ladrillo). Desayunamos en una panadería local y partimos.

La verdad es que del resto del día no hay mucho que contar. En este día de regreso simplemente queríamos parar en dos megaoulets a buscar un par de cosillas concretas. Estos outlets, Roermond en Holanda y Maasmechelen en Bélgica son muy similares. Una calle bastante maja de casas bajas donde hay tiendas y algunos sitios para comer. Paramos a comer en Roermond en una pizzería una pizza que compartimos Bea y yo. Paramos también en un supermercado en Bélgica a hacer compra para cenar, ya que sabíamos que la hora de llegada a Francia no iba a ser muy buena para poder cenar. Eso sí, lo que quiero comentar es que ayer me cagué (hablando mal y pronto) en los holandeses como conductores. Que sepais que los belgas son tan malos como los holandeses y, además, tienen las carreteras y autopistas del sur hechas una porquería. Ser son gratis, pero me da que no hay presupuesto para asfalto porque es terrible. En fin, llegamos de noche a Arrás, muy cerquita de la frontera belga, a una especie de casa rural francesa muy cuca y bastante barata. Nos recibió con efusividad el dueño y nos fuimos a la habitación a cenar y a descansar, que falta nos hace.

La ruta de hoy, aquí.

jueves, 19 de abril de 2012

Europa de nuevo: Día 20 (Keukenhof, La Haya, Roterdam)

Esta mañana cuando nos levantamos el viento había amainado algo y el cielo no amenazaba lluvia. Salimos del hotel con dirección a Keukenhof. Keukenhof es un gigantesco parque que abre solo durante dos meses al año. Esos dos meses está hasta atrás de gente. ¿Y que es este parque? Pues señoras y señores, no es nada más que un gigantesco catálogo de flores. Así, como suena. ¿Es eso malo? En absoluto, es algo alucinantemente bonito. Estos señores cogen lo que ya sería un parque chulo y lo convierten en un espectáculo haciendo que los holandeses saben hacer como nadie, plantar flores. Según su propia publicidad casi un millón y medio de bulbos, que nos está nada mal. Tu vas caminando por sus calles, sus lagos, sus zonas más boscosas y en los jardines hay cientos de composiciones florales distintas, donde priman los tulipanes, como no. Pero vamos, que hay muchísimas especies de tulipanes distintas. Además, por si fuera poco, hay un par de miradores hacia los campos donde se cultivan flores de los alrededores, un molino de viento al que puedes entrar y un invernadero donde tienen especies que no aguantarían a la intemperie holandesa. Por último tienen un edificio lleno de orquídeas, muchas de ellas con puntuaciones de los concursos florales. Todo esto muy bien organizado, sin colas, y por el módico precio de 14€ por cabeza + 6€ de parking por el coche. Desde Amsterdam hay excursiones que se puden comprar en todos los hoteles de la ciudad, porque el espectáculo es realmente apetecible. Y ya no te digo si te gusta la fotografía macro, el sitio estaba repleto de gente haciendo fotografía. Realmente nos encantó y nos tiramos casi tres horas dando vueltas antes de salir hacia La Haya.

Nuestro paseo por La Haya (Den Haag en holandés) se resume en una palabra. Atasco. Una hora nos llevó hacer 20 km para darnos cuenta de que la ciudad está bien pero que no nos parecía nada especial y que estaba algo muerta a esas horas. Así que nos dirigimos a Roterdam, donde la palabra atasco se volvió a repetir. Otra hora en hacer otros 20Km. Voy a aprovechar este momento para rajar de los conductores holandeses. Son gilipollas. Pero vamos, al estilo español si no más. Pitan, cosa que en países como Alemania y Francia es imprensable (aunque contra todo pronóstico en Copenhague y Estocolmo también lo hacen). Se cuelan. Hacen el listo en toooooooooooodas las caravanas y se pican si luego no les dejas pasar. Se saltan semáforos en naranja/rojo al más puso estilo coruñés y, resumiendo, son unos maleducados. Nunca os creais eso de que en España se conduce muy mal. Se conduce normal comparativamente hablando con el resto de Europa de los Pirineos para arriba.
En fin, llegamos a Roterdam y la ciudad realmente nos daba un poco igual, lo que queríamos era ver el puerto. Así que dimos una vuelta viendo la ciudad antes de encontrar un sitio que llevaba a la gente a pasear por el puerto en barco. Ahí se torcieron las cosas. Primero quisimos aparcar el coche en la calle, pero listos ellos, en Roterdam solo se puede pagar el parquímetro con una tarjeta municipal. Con dos cojones, así, hablando mal y pronto. Es decir, te están diciendoa tí, forastero, que pagues un parking. Pagas el parking (carísimo) y cuando llegas al sitio de donde salen los barcos resulta que acaba de salir el último. Cabreados volvemos al parking y vemos que nos cobran dos euros por poco más de veinte minutos. Cabreados nos dijimos: "ok, no veré el puerto desde el mar, pero lo veo desde tierra". Así que nos dedicamos a seguir uno de los brazos del puerto parando cuando podíamos para ver el espectáculo de barcos, contenedores, trenes y camiones. Sí, se que suena un poco raro, pero es que nos parece una locura. Despues de un montón de kilometros conseguimos nuestro objetivo. Aparcamos en la bocana del puerto y nos dedicamos a ver pasar barcos, a cada cual más grande e inmenso y a ver como los guiaban los remolcadores. De alli nos retiramos ya, entre lluvia, a nuestro hotel a las afueras de Eindhoven. La ruta del día, aquí

miércoles, 18 de abril de 2012

Europa de nuevo: Día 19 (Amsterdam y Volendam)

El día de hoy amaneció feo pero aguantaba sin llover. Decidimos dejar las maletas en el hotel y dar la última vuelta por Amsterdam, ciudad que nos encanta y nos cautiva. El primer fastidio del día es que el presidente turco estaba en la ciudad. Supongo que por miedo a los posibles atentados kurdos (los kurdos que caen tan bien a los americanos cuando están en territorio irakí pero fatal cuando están en el lado turco, cosas de la geopolítica) el centro estaba blindado. Cuando me refiero a blindado es que hasta nuestro tranvía se desviaba de su ruta habitual, supongo que por miedo a un tranvía bomba, paranoicos que son estos holandeses. Pues nada, como nos desviaban pues seguimos camino y nos bajamos, como no, en Leidseplein. Ese sitio tiene un imán, no se que narices pasa. Pues nada, ya que estábamos allí nos fuimos a un museo que tienen montado unos fabricantes de diamantes. Más que nada la visita era por ver un poco el proceso de pulido y abrillantado de los diamantes. La verdad es que el sitio es un poco guirilandia e incluso, sin tener mucho ojo, nos pareció algo caro para lo que vendían. Nos recordó lo que nos había pasado visitando las bodegas de los productores de champagne donde en una tienda del pueblo las cosas eran más baratas que comprándolas directamente al fabricante. Intento de timar a los turistas, supongo. En fin, que lo que más nos motivaba lo estuvimso viendo en vivo y en directo, y era el pulido de los diamantes, para convertir lo que es una roca sin vida en algo realmente bonito. La verdad es que es un proceso arduo y laborioso, donde se pule cada cara muy poco a poco y se obverva con una lupa como ha quedado para, a continuación, seguir trabajando esa cara una y otra vez hasta dejarlo perfecto. Pensando que alguno de los mejores cortes tiene más de cien caras, el trabajo es de chinos.

Salimos de allí caminando hacia la plaza Dam y por el camino nos topamos con el mercado de las flores. Mil variedades de bulbos, predominando los tulipanes, supongo que por aquello del turisteo. Dimos una vueltecilla y compramos unos cuantos para nosotros y para regalar. Seguimos caminando viendo un Amsterdam sin coches y sin transporte alguno, blindado completamente. El palacio real de la plaza Dam estaba cercado por vallas, policías y agentes de seguridad. Caminamos hacia la primera parada de tranvía que encontramos y de allí al park + ride, a recoger el coche antes de salir hacia el hotel a coger las maletas. Quitando el hecho de que el de la caja nos quiso escaquear la vuelta (cuatro euros), la verdad es que es un buen método para dejar el coche en Amsterdam. Por ocho euros al día (aunque un máximo de 4 días), uno puede dejar el coche en un parking cubierto y vigilado y de regalo dos viajes por ocupante del coche (a 2,70€ cada viaje). Entre el paseo, ir a por el coche y los líos varios, nos dieron las dos de la tarde. Decidimos ir a visitar Volendam.

Volendam es otro de esos destinos turísticos pintorescos de Holanda. Aparacamos en la plaza del pueblo y os recomiendo llevar de aquí un disco de esos de parking para poner la hora de llegada. En caso contrario no les vale el método de escribirla en un papelito y hay que comprar uno a un módico precio de 2€ en información turísitica. Tras el trámite, con algo de lluvia y un viento gélido, nos adentramos en las calles. El pueblo es muy bonito, aunque quizás es demasiado turístico. La cercanía a Amsterdam no ayuda porque en la ciudad se ofrecen en mil sitios excusiones a Volendam. El pueblo en sí es bonito porque es todo casas pequeñas rodeadas por canales. Los canales cada poco tienen pequeños puentes levadizos, no más anchos de dos o tres metros. Al otro lado del pueblo, el mar. Bueno, realmente no es el mar porque es el mar interior que está protegido por el dique que os enseñamos el otro día y el agua es dulce. Pero vamos, que la pinta que tiene es de mar, y estar estaba realmente picado. Paseamos por el puerto como buenamente pudimos, entre lluvia fina arrastrada por el viento. Y viento, mucho viento. Realmente estábamos algo incómodos así que nos fuimos, no sin antes parar en una panadería y en un supermercado para comprar avituallamiento. Como estábamos cansados y ya era algo tarde, nos fuimos al hotel, a un pequeño pueblo cercano a La Haya, llamado Zoetermeer. Eso sí, si alguno de vosotros quiere coger un coche de alquiler en Amsterdam para ver los alrededores, no lo hagais. Ni de coña. Pero vamos, que NO. Holanda es precioso para ir en tren, o como mucho en una excursión organizada donde no tengais que conducir, pero lo mejor, el tren y la bici. Amsterdam dentro de la ciudad es aceptable para conducir, pero su circunvalación es un atasco permanente y muchas carreteras del norte de Holanda lo son.

Cuando llegamos al hotel, el de recepción me enseña la habitación que habíamos reservado y resulta que la habían cagado. Alguien había dado nuestra habitación y no tenían más normales así que nos dieron la única disponible, la suite nupcial. Pues nada, no nos íbamos a quejar, que no era plan. Más que nada por la bañera gigante de hidromasaje que había en medio de la habitación. Dejamos las cosas y bajamos a cenar un poco de salmón ahumado casero, una hamburguesa con queso azul y un poco de fish and chips antes de volver a la habitación a hacer unos largos. La ruta del día, ahora que volvemos a conducir, aquí.

martes, 17 de abril de 2012

Europa de nuevo: Día 18 (Amsterdam)

Otro día más en Amsterdam. Que ciudad más chula. Hoy se nos pegaron las sábanas un poco y bajamos a desayunar casi de últimos. Nos ponemos las botas y salimos a pasear. Hoy realmente no tenemos objetivos claros, ya que no nos apetecía meternos en museos. Por un lado me apetecía ir al museo de arte flamenco (me gusta bastante la pintura de aquí), pero por otro lado hace un día agradable (aunque haga frío) y apetece más pasear. Amsterdam es una ciudad para pasear y pasear. Recorrer los canales por una zona, por otra, buscar cafés y tiendas raras y particulares. Esquivar bicis que vienen a toda leche de todos lados, subir en tranvía, recorrer un puente tras otro. Así que decidimos ir a una zona que hay cerca de nuestro hotel conocida como "las nueve calles". Son nueve callecitas pequeñas llenas de tiendas curiosas y particulares. Desde la que vende ropa de segunda mano, los que la venden vintage, pequeños restaurantes, tiendas de porcelana antigua, detalles y mil y un recuerdos de los de verdad, de los que nos gustan. Nada de aburridos souvenirs, si no de los de verdad, las curiosidades que encuentras en un sitio y que sólo tú sabes de donde son.

Comenzamos a recorrer las calles y el comienzo fue apoteósico. Primero nos perdimos en una tienda de cosas japonesas, donde había de todo. Desde libros hablando de recreativas, pasando por material para hacer origami y acabando en bentos (cajas para llevar comida sobre la que hay mil accesorios y una cultura culinaria impresionante). De allí pasamos a una tienda de curiosidades y tonterías por la que estuvimos un buen rato. Justo enfrente de esa tienda había una que se llamaba "Space oddity". Con ese nombre no había que perdérsela, así que llegamos y era un tienda de figuritas que tenía desde muñecos manga a cosas de series de TV. Salimos de allí y ya nos dispusimos a comer algo. Paramos en un pequeño restaurante/café/bar donde tomamos comida oriental. Muy rico todo. De allí seguimos paseando por las calles hasta casi las seis, hora en la que cierran los comercios. Caminando, caminando acabamos en la zona de Leidseplein, que no se como hacemos pero hemos acabado un montón de veces ya allí. Seis y media ya y cansados, así que nos cogemos un tranvía y nos vamos al hotel a descansar antes de bajar a cenar. El tranvía en esta ciudad funciona muy bien aunque es algo caro. Cuesta 2,70€ el billete (válido durante una hora) o por 7,50€ tienes 24h de viajes. Ojo, porque no es durante todo el día, son 24h con lo que es mucho mejor ya que si lo coges por la tarde el día que llegas te vale hasta la tarde del día siguiente.

En el hotel descansamos una horita antes de bajar a cenar. Buscando por internet encontré un japones con muy buena pinta, llamado Hosokawa que nos llevó, otra vez más, hasta Leidseplein. Cenamos un realmente espectacular sashimi, bacalao negro y un gambón antes del objetivo principal de la noche y que fue lo que nos llevó esa noche a volver a Leidseplein, el café Alto. El café alto es uno de los locales de jazz más prestigiosos de Amsterdam. Es un local realmente pequeño, alargado, con una barra a la entrada, una docena de mesas a los lados y un mini escenario al fondo. Lo estupendo del sitio es que hay jazz en vivo los siete días de la semana desde las diez y media hasta las dos de la madrugada. El local cierra a las tres todos los días menos los sábados que cierra  a las cuatro. Desde fuera el local casi ni se ve. Una pequeña entrada y un rotulo luminoso diminuto en comparación con los locales contiguos. Cuando entramos, se respiraba ambiente. En el escenario un pianista, un contrabajista y un batería lo daban todo. Nos tomamos unas cervezas y nos quedamos a un lado en unos taburetes esperando por mesa.  En cuanto tuvimos ocasión nos pusimos en una, en segunda fila, viendo el espectáculo por todo lo alto mientras saboreábamos una cerveza. Nos quedamos un buen rato allí hasta que, agotados, nos fuimos para el hotel a descansar.

lunes, 16 de abril de 2012

Europa de nuevo: Día 17 (Afsluitdjik y Amsterdam)

Desayunamos hoy como animales para coger fuerzas para el viaje y partimos hacia Holanda. La idea era dormir en Amsterdam hoy. Por el camino, paramos en Afsluitdjik (!). Afsluitdjik es un dique enorme que protge media Holanda. Lo más bonito del dique es ver por un lado el mar y por otro lado el gigante lago interior que es de agua dulce. Por el camino paramos en una torre a la que se puede subir para ver a ambos lados a lontananza. La vista es espectacular y el trabajo realizado por los holandeses es encomiable. Paramos a tomar un café y a coger calor (hace un viento de mil demonios y el aire frío corta la respiración) y seguimos camino hacia Amsterdam, a la que llegamos a eso de las dos de la tarde, listos y dispuestos a pasear la ciudad. El hotel está muy cerca del centro, pero sin estarlo del todo. Aun así aparcar es imposible así que, preguntando en el hotel, aparcamos en un park + ride que está a 10 minutos en coche de allí y que solo nos cuesta 8€ al día. Después de todos estos trámites, nos vamos al centro.

Yo era ya la segunda vez que venía a la ciudad, pero había venido sin Bea y estaba deseando traerla. La fama de Amsterdam es que es una ciudad de fulanas, alcohol y drogas. Pero es muuucho más que eso. Es una ciudad preciosa, de canales, cientos de edificios que tienen, al menos, dos siglos de antiguedad. Es una ciudad de restaurantes mirando hacia bonitos canales levemente iluminados por las noches, es una ciudad de casas barco y lo es también del diseño. Ojo, que no estoy diciendo que lo otro no lo sea también, pero no es lo único ni mucho menos. En fin, salimos del parking tras dejar las cosas en el hotel y cogimos un tranvía hacia la plaza Dam, que viene siendo lo que marca el centro de la ciudad. La plaza es básicamente un monolito rodeado de edificios históricos más o menos bonitos. De allí empezamos, como no, a deambular. Más o menos siguiendo a la manada de gente, ya que en esta ciudad hay gente por todos lados. Y como en todos los centros de las ciudades, tiendas y más tiendas. Ah, y sitios para comer a cualquier hora por toda esta zona. Caminamos algo así como tres horas antes de parar a tomar algo y seguir camino hacia la zona de la estación central, donde cogimos un barco que durante una hora nos llevó por los canales y el puerto. Cuando acabamos, ya de noche, la siguiente parada fue el barrio rojo.

Por mucho que suene sórdido y que tenga partes que lo sean realmente, el barrio rojo es algo para todos los públicos. Que sí, que hay fulanas en escaparates, pero vamos, que no se ve nada (de hecho se ve menos) comparado a lo que se vería en una playa. Y vamos, que hay muchos sitios de stiptease y de espectáculos de sexo en vivo, pero que ahí uno no ve nada si no paga. De esta manera cuando se pasea por el barrio rojo uno se encuentra dos tipos de público. Por un lado los que si van de farra y de fulanas, y por otro a hordas de turistas, con edades comprendidas entre los 18 y los 80 años, caminando por las calles como lo harían por cualquier otro sitio de la ciudad. Además la zona está bastante animada en cuanto a restaurantes y cafeterías, lo que hace más leve si cabe el asunto. En fin, que nos recorrimos la zona y luego salimos de allí buscando donde cenar. Tras dar vueltas y un tanto desesperados porque era domingo y muchos sitios estaban cerrados, acabamos en una pizzería que ya conocía de mi antiguo viaje a Amsterdam. Allí nos cenamos una pizza y una lasaña con unas cervezas realmente baratas. Eso sí, los de la pizzería eran turcos y parte de la comida fue con música árabe y la otra con Manolo Escobar. Risas aseguradas, oigaaaaaaa!

La ruta del día de hoy, aquí por cortesía de la casa